Para-Donar: Una crítica
feminista del intercambio, Parte 2


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Para-Donar

Una crítica feminista del intercambio, Parte 2

Por Genevieve Vaughan, 2002

Estamos trabajando en la traducción de los otros capitulos. Los pondremos para que usted los lea lo más pronto posible. Muchas gracias.

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Capítulo 11 - Virar hacia el intercambio

Capítulo 11: Virar hacia el intercambio

Cuando usamos palabras para comunicarnos, en lugar de regalos materiales, viramos hacia otro plano que hemos creado —el lenguaje, que funciona con principios co-municativos similares. Pero cuando nos movemos del regalo material al intercambio económico, de inmediato cambiamos de lógica, pasamos a la lógica de la sustitución en lugar de la lógica del regalo. La lógica de la sustitución (que tiene una función lingüística) en un proceso auto-similar, toma el lugar de la lógica del regalo. Debido a estos dos niveles de sustitución, la sustitución del dinero por un producto y la de una lógica por la otra, nosotros abarcamos más terreno del que advertimos; entre el regalar y el intercambio hay un abismo más grande que la brecha que separa las cosas de las palabras. (Este abismo se llena, por un lado, con ‘el merecer’ y, por el otro, con la correspondencia entre la palabra y la cosa —lo que a veces llamamos ‘verdad’).73 Hay un movimiento de lo micro a lo macroscópico a través de las estructuras auto-similares de la sustitución y el intercambio. (Vea la Figura 15).

La alineación de las estructuras auto-similares crea una especie de enchuecamiento mental, un hollo en el techo, una grieta con una fuerte corriente de aire que va para arriba hacia la ‘nueva’ mentalidad del intercambio. Luego esta nueva mentalidad o paradigma atrae la atribución de valor hacia ella. (Solamente es ‘nueva’ en oposición al regalar, que la precedió ontogenética y filogenéticamente).

Debido a la similitud y a la auto-referencia en los diferentes niveles, le damos al menos la misma credibilidad a la sustitución de la lógica completa del regalar por la lógica de la sustitución que le damos a la simple sustitución de una cosa por la otra. El nuevo nivel material de textura más gruesa es familiar. Sabemos inconscientemente como el micronivel de textura fina funciona, porque usamos ese proceso de sustitución todo el tiempo, cuando aprendemos el lenguaje y definimos las cosas. Nos viramos en un nivel nuevo cuando aprendemos el lenguaje, y el lenguaje ha mediado todo lo que somos. La similitud a la masculación del producto que recibe un nuevo ‘nombre’ en el precio y que es cedido por el ‘productor’ fuera del regalar hacia una nueva lógica de sustitución, de nuevo establece confirmaciones recíprocas. El intercambio nos atrae, y el paradigma del intercambio nos avasalla, tomando el lugar de otros modelos posibles para nuestros conceptos de interacciones humanas.74

Ilustración 15.

El Intercambio se toma al dar regalos y al trueque

Si un valor superior no fuera constantemente atribuido al intercambio, éste no continuaría existiendo como tal. Tampoco el varón masculado continuaría existiendo como tal si no se le atribuyera un valor superior. El regalar, la extensión y la valoración del paradigma del regalo, harían que el intercambio fuese innecesario. Por eso, en el presente, el regalo está manteniendo a su ‘competidor’ (la competencia es, desde luego, un aspecto del intercambio, no del paradigma del regalo). La lógica y la práctica del intercambio necesitan de esta atribución del valor, y todos satisfacen esta necesidad, incluso aquellos que practican el paradigma del regalar. Por habérsele dado un valor superior, el intercambio se convierte en la única manera de sobrevivir—ocupando el espacio, saturando nuestras vidas, y marginando o excluyendo sus alternativas.

Las instituciones sociales del intercambio por dinero nos permiten virarnos entre paradigmas cada vez que compramos o vendemos. El cambio en sí se ha vuelto tan común que no lo notamos; impregna nuestras vidas. Tanto el paradigma ‘nuevo’ como el cambio se convierten en algo natural y normal para nosotros. El ‘viejo’ paradigma de bienes o servicios gratuitos es des-valorizado por contraste, a pesar de que continúa funcionando.

Las personas orientadas hacia el ego atribuyen valor al intercambio, no sólo porque lo necesitan para sobrevivir, sino también porque asociándose a él pueden merecer y recibir un valor extra, y de ese modo aparecer como si esas personas se hubieran hecho a sí mismas (como si fueran el origen de su propia superioridad). Ademas, el patrón de la masculación en el intercambio repite su propia toma del lugar. Las personas orientadas hacia el otro también le atribuyen valor al intercambio como consecuencia lógica, porque no sólo se otorgan valor a sí mismos sino a aquellos que necesitan del intercambio para sobrevivir. El intercambio ocupa el centro del escenario y atrae la atención, porque promueve la competencia para la cual la visibilidad es útil. El vendedor debe atraer la elección del comprador a través de la visibilidad y del atractivo del producto que será intercambiado.

La sustitución del dar —descartándolo— hace que la transacción del intercambio sea contenciosa. Como la otra persona está haciendo lo mismo en una fase diferente del proceso (por ejemplo, dando dinero mientras que nosotros damos un producto), ella es nuestro reflejo atrasado o anticipado y, como nosotros, en situaciones de escasez, siempre estará lista para recibir nuestro producto más barato o a vendernos su producto más caro —incluso recurriendo al engaño. En el intercambio, cuando ‘nos ponemos en el lugar del otro’, reconocemos nuestros intereses antagónicos. El mecanismo de nuestro altruismo se trunca a sí mismo cuando se da cuenta de que la otra persona tiene que engañarnos, como nosotros tenemos que engañarla. Esto sería para los intereses mutuamente excluyentes de cada uno.

El virar hacia el intercambio se convalida juntándose con la masculación, y de esa manera atrae una parte del valor que se atribuye a la masculación y viceversa. Como la masculación, el intercambio cancela e invalida el origen en el regalar, haciendo aparecer autónomo al que lo practica. Establece la pauta para el campo económico y aun para la ‘realidad’ misma. Lo similar al intercambio parece no sólo más valioso sino real y normal, mientras que todo lo demás es incierto y no confirmado (otra forma de descartar a las mujeres y al regalar). El intercambio se ocupa del valor evidente abiertamente, lo nombra, lo acumula y lo guarda como dinero y prevé sus posibles fluctuaciones. Éste parece ser el meollo del asunto. En otras palabras, a este nivel el proceso de intercambio atrae el regalo del valor. Nos movemos hacia adelante y hacia atrás desde apreciarlo hasta atribuirle valor al intercambio, contradictoriamente recibiendo de éste —del proceso— y dándole a éste. Soplamos el hálito vital del valor al proceso de intercambio, como Dios sopló la vida en Adán. El valor atribuido al intercambio por los que participan en éste, como por los que se sitúan afuera de éste, está influenciado por las fuerzas del mercado, y es finalmente acumulado en capital, recompensando a los que tienen y castigando a los que no tienen, lo que motiva al proceso en su totalidad.

La importancia del intercambio está «sobredeterminada», como podríamos suponer, pero el paradigma del regalar también recibiría valor y confirmación desde muchas áreas diferentes, si los regalos y su valor no fueran drenados hacia el intercambio. Muchos procesos pueden ser interpretados como procesos de regalar y recibir —desde la sexualidad hasta el dar a luz a hijos, el amamantar, el respirar, hasta la Madre Naturaleza que deja caer su pañuelo para que nosotros lo recojamos (en golpes de fortuna y las sincronías), y todas las formas de cuidado que hemos mencionado en todos los niveles. Éstas pueden ser y son simbolizadas de muchas maneras, comenzando por la Madre Tierra y la Hermana Agua, el cuerno de la abundancia y el Grial. Sin embargo, a menudo el regalo es escondido porque el intercambio (como la masculación) está en competencia con el regalar, y depende de este como un parásito por el valor que se le atribuye. El intercambio necesita estar en primer plano, para ocultar o borrar el regalar, y para parecer recibir valor porque se lo merece.

De hecho el intercambio necesita que el valor parezca surgir de sí mismo y no que sea atribuido por los otros. Esto es, necesita aparecer como que tiene la fuente de su valor en su lógica doble, como si tan sólo estuviese recibiendo el equivalente de lo que él, el intercambio, ya ‘dió’. Parece que re-establece el regalo en su propio meta-nivel (parcial), para que todos pensemos que el intercambio es un regalo beneficioso para la comunidad. De heho las sociedades llamadas en ‘vías de desarrollo’, suelen tener esta idea cuando comienzan a cultivar cosechas para vender y no para su consumo. El incremento inicial en prosperidad e ‘independencia’ parece casi mágico, pero pronto se contrarresta por los defectos de la dependencia en una economía de mercado. Esta dependencia privilegia solo a unos pocos, mientras hace parecer a los otros que sus propios defectos —tales como falta de inteligencia, estrategias ineficientes, preferencias equivocadas, la mala suerte, etc.— son las razones de su fracaso. El culpar a los individuos (en vez del sistema) por su fracaso permite que se le continúe dando valor excesivo al intercambio y al mercado.

Puesto que el intercambio es considerado como la única fuente de los bienes para la supervivencia, en una economía basada en la escasez, parece merecer toda nuestra atención. Sin embargo, el sistema basado en el intercambio necesita crear la escasez como un prerrequisito —porque el regalar en abundancia subvierte el intercambio, haciéndolo innecesario. A medida que se expande la economía monetizada, ocupa el espacio que previamente estaba disponible para la producción y el consumo de regalos, haciendo difícil que los que no participan del intercambio sobrevivan. Los recursos naturales son usados o destruidos (intencional o no intencionalmente), de tal manera que no puedan ser usados como fuente de sustento para aquellos que tradicionalmente se alimentaban con ellos. La marginación de los indígenas norteamericanos y la destrucción de las grandes manadas de búfalos que eran el sustento gratis de muchas tribus en las planicies de Estados Unidos, son algunos entre muchos ejemplos trágicos.

Demostrando que el intercambio es un parásito del paradigma de los regalos que oculta y niega, comprenderemos finalmente que aquél no es la fuente primaria del bienestar económico, y que incluso según su propio criterio, no merece la atención ni el valor que le otorgamos. Si damos valor a un punto de vista-meta más amplio en beneficio de todos, podremos volver a virar del paradigma del intercambio al paradigma de regalar.


Notas al pie

73. Actualmente el decir la verdad debería ser visto como comunicación orientada hacia el otro, para satisfacer las necesidades comunicativas de los otros de saber acerca de una situación para poder satisfacer sus otras necesidades complejas. El mentir es orientado hacia el ego. Como en el intercambio, usa al otro para satisfacer las necesidades del ego. La publicidad falsa es una mentira que promueve un intercambio. La verdad ‘objetiva’, la corresponencia entre palabras y cosas, puedeser visto como un reflejo del intercambio equivalente, afuera de la fibra de dar y recibir. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

74. El nuevo nombrar ocurre también en el movimiento fundamentalista cristiano con el bautismo y con el re-nacer, lo cual es similar al adquirir un nuevo valor (de intercambio) al auto-relacionarse con el equivalente general. Es también similar a la masculación y casi crea una tercera identidad de género, con sus propios mandatos de conducta. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 12 - Dándole valor al intercambio

Capítulo 12 Dándole valor al intercambio

Dándole al mercado

El intercambio en sí mismo no otorga valor, aunque parece hacerlo a través del proceso de la definición monetaria —al incluir algo en la categoría de las cosas que pueden ser cambiadas por dinero. Cualquier cosa que sea incluida en esa categoría actualmente recibe el valor que se le otorga a esta cosa y también a la categoría como totalidad desde afuera. No sólo se le atribuye valor a las cosas en esa categoría porque hay personas que las quieren comprar, quienes luego ceden su dinero para poder recibirlas, pero sino porque todos le dan valor al proceso como una totalidad (como lo hacen al proceso de masculación).

Y a aquella parte de esta totalidad que es la categoría de los productos en el mercado como también a todas las complejidades del capitalismo construídas sobre esta.

En el regalar, el valor pasa transitivamente del que da al que recibe; en el intercambio el valor del regalo no pasa al otro, porque la satisfacción de la necesidad regresa a cada uno de los que intercambian. La implicación del intercambio no es que lo importante es el que recibe los productos o sus necesidades, sino el que inicia el intercambio y sus necesidades. El dinero que se le da al que vende permite que el producto que tiene ese valor de intercambio regrese al comprador —que antes era vendedor y por lo tanto merece la devolución. Si el comprador no recibe ‘lo que vale su dinero’, más valor pasa al vendedor —lo que sería parte de la motivación del engaño.

Al comprar para poder vender se intenta incrementar el valor que se le da a un producto por los otros, y en consecuencia la cantidad de dinero que se entegará para adquirirlo. Es de esperar, por ejemplo, que a un producto que es transportado a otro lugar se le atribuya un valor mayor por otros. Su rareza puede incluso convertirlo en prototipo o muestra, y como tal ser muy deseable. El comercio se vuelve posible porque los productos pueden ser colocados de modo que se les da características de disponibilidad, durabilidad, conveniencia, etc. —y de esta manera los otros les conferirán mayor valor desde afuera. Ante la amenaza de no poder satisfacer sus necesidades la gente les otorga más valor a los productos. La escasez sirve para incrementar la atribución de valor y a menudo es creada para lograr ese propósito. El ‘incremento de la demanda’ es un eufemismo para nombrar la creación de la escasez.

La rareza de un producto pareciera incrementar el valor de su propietario —y el comprador paga por eso, repitiendo el patrón. Muchos productos poseen un valor como ‘marca’ en tanto status (masculado), que incrementa el valor que el comprador se da a si a través del intercambio. Todas estas atribuciones de valor influyen en las prioridades y decisiones ‘marginales’ de los compradores. Sus atribuciones de valor parecen manifestarse en sus selecciones, las que luego son interpretadas por los economistas en termino de sus propio interes. Desde luego estas selecciones se dan dentro de los parámetros del intercambio tomando al mercado como algo ‘dado’.

Los productos están disponibles para recibir el valor desde afuera al estar en la categoría de las cosas intercambiables. A los productos que están en el mercado se les da más valor que a aquellos que abundan y son muy necesarios, como el agua y el aire, o cosas que no se pueden vender, porque están quebradas, son defectuosas o son demasiado abundantes. Estar en el mercado pone de manifiesto el valor que los productos ya tienen, un valor que les ha sido dado por otros en el pasado que a menudo se calcula y expresa como costos de producción. El mercado coloca cosas —y personas— en una posición descontextualizada y donde es «revelado «su valor por la sustitución, y donde se les da valor por contraste con lo que no tiene ningún valor de intercambio. Llevar algo al mercado es similar a poner atención a algo acerca del cual nos comunicaremos —respecto al cual alteraremos nuestras relaciones humanas— apreciando su valor y atribuyéndole valor. La semiotización se repite en cámara lenta en el plano material.

En el mercado alteramos nuestras relaciones mutuamente exclusivas de propiedad, con respecto a un producto particular, al transferir el producto a su nuevo dueño mientras que mantenemos su valor en forma de dinero. En el lenguaje alteramos nuestras relaciones mutuamente inclusivas con respecto a las cosas a las que ponemos atención creándo una experiencia compartida y un terreno común sobre la base de regalos sustitutivos compartidos. Al alterar nuestras relaciones humanas mutuas de una manera consistente y coordinada con respecto a algo, revela y utiliza su relación general con el grupo. Y viceversa, usamos su relación general con el grupo para incluirnos a nosotros mismos, alterando nuestras relaciones con esto en el momento, al hacerlas específicas.

En el mercado trasladamos físicamente las cosas a un lugar, por ejemplo, una tienda, donde serán categorizadas como valiosas para el intercambio y renunciadas es decir para el proceso humano relacional de comunicación material (distorsionada). En el discurso, a menudo, alteramos nuestras relaciones con las cosas usando las palabras a las cuales especificamente ceden y dan valor mostrando que esas cosas ya son valiosas al proceso humano relacional de comunicación lingüística, y por lo tanto a los comunicadores. En el intercambio, el producto entra en una categoría ‘valuable’ cuando se relaciona con el dinero. En el lenguaje, primero una cosa se hace valiosa en la cultura, lo que da paso a la semiotización. Esa cosa está socialmente relacionada a otras cosas del mismo tipo (y a una palabra como su nombre) y es capaz de estar relacionada explícitamente con las palabras de los comunicadores presentes. Su categorización es parte de su relación con los muchos, igual que la categorización de un producto en el mercado como un valor de intercambio. El valor es apreciado y atribuido a los productos o a las cosas relativas a los nombres por el que intercambia o por el interlocutor presente. El primer caso provee la categoría de valor de intercambio, el segundo provee el valor cultural o semántico de cada categoría diferente.

La atribución de valor a una categoría o al mercado es similar a la atribución de valor a las jerarquías con sus diferentes niveles (por ejemplo, desde afuera atribuimos valor al cuerpo militar como un todo). Las jerarquías transfieren valores y productos hacia arriba. Son hilos verticales de definiciones masculantes. Los muchos dan hacia arriba a ambos: a las categorías privilegiadas y a sus muestras privilegiadas, los ‘unos’. Las estructuras de intercambio y de jerarquía a menudo se combinan (por ejemplo, en el cuerpo militar o en la iglesia) y los que están dentro de la categoría valorada son mantenidos por los que están fuera de ella (por ejemplo a través de impuestos o de diezmos). Una estructura jerárquica canaliza las órdenes hacia abajo y canaliza la obediencia y servicios de los muchos hacia arriba, hacia los niveles siempre mas altos de los «unos».

El valor de los productos particulares se revela por su posición dentro de la totalidad de los bienes en el mercado, y se le da valor a la totalidad, desde afuera, por el trabajo gratis y otras prácticas de regalo.75 El valor es atribuido libremente al mercado porque en la escasez el mercado parece ser la fuente de todos los bienes; la sobrevivencia depende de éste. Otras posibilidades de sobrevivencia son pocas. Escarbar la basura y pedir limosna son alternativas que son vistas como maneras de sobrevivir sin ningún valor social, y las llamadas ‘comunidades autosuficientes’ son desarrollos relativamente nuevos y aislados. Así, el valor en el mercado se convierte en la muestra del concepto de todo valor.

El valor es dado al mercado desde afuera por todos, pero a menudo es apreciado como viniendo del intercambio y del mercado en sí o de los productos en sí. El fetichismo de las mercancías viene de la negación y de la anulación del valor atribuido por el regalo. Cualquier valor que no es ‘merecido’ en el ámbito del mercado es considerado un engaño, porque el regalar no es considerado como contribuyendo a la totalidad. Si obtenemos algo gratis o pagamos menos que su precio de mercado, parece como que no ha habido una contribución original al mercado desde nuestra producción que corresponda a nuestro consumo. Nos parecería injusto recibir ‘algo por nada’. Pero esta cuestión está fuera de lugar completamente, porque a menudo hemos contribuido a los otros y aun al mercado en sí, a través de los cuidados que hemos brindado y a través del plustrabajo que crea ganancias, como también a través de darle crédito al mercado como sistema, y a todos los productos, los políticos e ideas despreciables y destructivas que lo convalidan. De hecho todos dan enormes contribuciones al mercado pero no son reconocidas.

Si yo compro un juguete inútil, comida chatarra, o una crema para la cara, que están en el mercado y han sido publicitados, le estoy dando un valor extra, no sólo a los productores y a los vendedores del producto sino también al proceso del mercado, pues sin éste yo no lo habría comprado. La publicidad provoca sin fin el regalo gratis de nuestra atención. Nuestras mentes, corazones y casas están llenas de productos provenientes del mercado o destinados a este, como también lo es una gran parte de nuestro tiempo. El recipiente central de nuestra atención durante casi toda nuestra vida es el mercado y las diferentes variaciones de nuestra participación en él.

Dando valor

El valor es un lado de la oposición binaria con lo que no es valorizado. Es el portal que nos lleva hacia otros seres humanos, porque nos relacionamos unos con los otros más fuertemente con respecto a lo que es valorizado, que con lo que no es valorizado. Es probable que comencemos a crear un concepto acerca de las cosas que son valorizadas. Existe también un valor negativo al que le podemos prestar atención y tendríamos que dar muchos regalos para contrarrestar sus efectos. Satisfacer las necesidades de otro da valor transitivamente a este.

Debido a que en el intercambio la satisfacción de las necesidades del otro es solo un medio para procurar la satisfacción de las necesidades propias, este cancela el regalo y crea un equilibrio de modo que ni el regalo ni el valor pasan transitivamente a la otra persona. La estimulación de más necesidades, para incrementar la producción, es aún menos compasiva que el equilibrio, porque crea más necesidades que no se pueden satisfacer.

La oferta y la demanda en equilibrio son similares a la pregunta y la respuesta. La demanda efectiva es la expresión de una necesidad (la pregunta explícita o el deseo) a través del dinero. La producción es la respuesta ‘correcta’. Pero su interacción es una imitación y transposición, una parodia del dar y recibir que sí hacen honor directamente a las necesidades. Se crea un circuito simétrico cerrado, en el que cada persona egocéntrica y autovalorizada quien da solamente para recibir, es igual a todos quellos que hacen lo mismo, y piensa que la cualidad común y valuable del ser humano está en esa igualdad. El equilibrio del mercado es una proyección del circuito simétrico del intercambio. El regalar y las necesidades que satiface, y también las necesidades que permanecen ‘inefectivas’ e insatisfechas, están fuera de este circuito al mismo tiempo que el regalar lo alimenta y fluye hacia este circuito.

Jerarquías y comunidades provisionales

La modalidad mutuamente independiente e indiferente del intercambio impone una estructura característica a través de la cual nos comunicamos materialmente de una manera distorsionada para convertirnos en una comunidad. Es la estructura jerárquica traspuesta del concepto de dominio (control forzado) y sustitución, que se encarna como necesidades de las personas en las posiciones privilegiadas del uno, que son satisfechas por otros —los muchos— que son mantenidos en posiciones de regalar (así la atribución de valor va hacia arriba). (Vea la Figura 16). Estos muchos merecedores son aquellos a los que se les paga para crear capital a través del plus-trabajo, o para servir a sus muestras privilegiadas de muchas maneras, proveyéndoles con los premios que son, al menos en parte, el motivo para la acumulación de su capital.

Ilustración 16.

Los regalos fluyen hacia arriba.

En el intercambio, no damos valor a la necesidad o a la persona que la tiene, pero sí al producto que podría satisfacer la necesidad, como miembro y porcentaje de la categoría de cosas en el intercambio. El cálculo del precio del producto en términos de dinero y el calculo instrumental de la necesidad de ese producto por parte de aquellos que tienen el dinero para comprarlo, capturan nuestra atención y nuestra producción, dejándonos poca energía para satisfacer las necesidades de otros merecedores, y ni hablar de quienes no son merecedores. Los vínculos de la comunidad se marchitan y se pierden. Comparadas con lo que podrían ser, nuestras comunidades en su totalidad son desgraciadamente ‘carentes’.

Este vacío humano es llenado de diferentes maneras: con más del mismo comportamiento jerarquizado en la ‘ley y el orden’, pero también a través de gran cantidad de regalar no reconocidos. Existen actividades voluntarias realizadas con el único fin de crear vínculos, así muchos vínculos comunitarios son creados y reviven entre personas que de otro modo serían indiferentes o extraños. Muchos autores han llevado a cabo diferentes trabajos76 acerca de los regalos de Navidad y de cumpleaños, una actividad realizada en gran parte por mujeres. El trabajo voluntario, las organizaciones sin fines de lucro, las organizaciones de beneficencia, intentan curar las heridas y saldar las brechas que la economía de circuito cerrado orientada por el ego crea continuamente. Las organizaciones religiosas fomentan o requieren de dar gratis mucho dinero y tiempo, y de esa manera le dan valor a su propia necesidad de propagarse. Se crea un sentido de comunidad entre sus miembros, porque todos están dando en vez de intercambiar y le están dando a la misma necesidad predominante dentro de la organización. La lealtad y la obediencia son explícitamente dadas a las prioridades, interpretaciones y reglas de esas organizaciones. Así, cada ego basado en el intercambio y la masculación encuentra que puede compartir creencias comunes con otros más allá de su propio egotismo.

El uso del alcohol y otras drogas, para estimular feromonas y liberar inhibiciones hace la formación de vínculos mas inmediata. La ingestión de alcohol socialmente quizás reemplaza el darse leche los unos a los otros, por ejemplo, ¡ser madre entre sí! o por lo menos ser nutridos conjuntamente —a pesar de la mística machista del alcohol. De hecho, el emborracharse a menudo estimula los comportamientos masculados de dominio, como el ser muy ruidosos o la hiperactividad y la violencia física. Los alcohólicos requieren cuidados especiales de parte de los otros, esto hace aparecer que asumen una posición jerárquica superior con respecto a los que los ‘sirven’. Los grupos como Alcohólicos Anónimos crean una comunidad basada en el servir las necesidades de apoyo de cada uno de ellos para resolver el problema común. Esta comunidad que se crea reemplaza los vínculos que se formaban cuando tomaban alcohol juntos que ha reemplazado los vínculos dificultados por la economía del intercambio. Las actitudes de desprendimiento y confianza en un poder superior constituyen una alternativa de curación a la actitud masculada de dominio sobre los otros.

Las actividades deportivas nos proporcionan la experiencia compartida (y a menudo indirecta) de intentar lograr metas comunes a través de competencias masculadas de duración relativamente corta. Tal vez es el compartir la experiencia y sus prioridades como valiosas lo que nos permite comunicarnos con éxito, creando vínculos con respecto a su exclusión o inclusión en la categoría de ganadores. Estas instituciones sociales, estos hábitos y muchos otros, responden a una necesidad de comunidad creada por la vía economía basada en el intercambio y en la manipulación egótica de las necesidades de los otros, que crea el aislamiento de cada ego individual. Las respuestas de las organizaciones de voluntariado, autoayuda y organizaciones comunitarias son, a su modo, regalos a nivel grupal. Tienen éxito creando comunidad a través de los regalos. Muchas mujeres se alinean con en estas organizaciones porque les dan un espacio social y un campo de acción más amplio a los cuidados de los otros que ya están dando en sus casas. (A las mujeres que aún son socializadas hacia el regalar, se les crea una contradicción y tensión interna entre la orientación hacia sí mismas y hacia los otros, y los paradigmas de intercambio y de regalo).

Las organizaciones e instituciones comunitarias en sí mismas, permanecen híbridas entre el dar y el intercambiar y a menudo sirven para mantener el status quo del paradigma del intercambio, al satisfacer las necesidades de comunidad creadas por este. Un efecto positivo de estas organizaciones es que posibilitan un espacio fuera de la familia para que se practique el paradigma del regalo. Sin embargo, el regalar que ocurre está muchas veces al servicio de la ideología patriarcal o es asimilado dentro de un contexto de intercambio. La crítica reciente que equipara la orientación hacia el otro con la co-dependencia, toma al individuo aislado como la norma, y al que se preocupa por el otro como una aberración desacreditando el regalar mismo, que es la causa de la curación. Desde luego, debemos saber cuándo no dar cuidado, cuándo nosotras o las otras personas necesitamos ser independientes. Esto es, en sí mismo, un regalo necesario. La economía del intercambio requiere de individuos aislados, comportamiento de «uno» privilegiado y de «muchos» merecedores sirviendo a aquéllos. Es esta vía económica la responsable y no la orientación hacia el otro.

Me parece que el movimiento radical para el cambio social que está ocurriendo en Estados Unidos y en el mundo entero, combina un número de ventajas de estos esfuerzos, mientras que se aborda a la sociedad misma desde un punto de vista más amplio, tratando de cambiar el sistema—sea éste entendido como patriarcado capitalista, racismo organizado, o como tiranía fascista. Muchas actividades comunes y voluntarias son hechas por los movimientos feministas, étnicos, pacifistas y medio-ambientales. Se va creando una comunidad continua. A pesar de que parece haber conciencia entre los activistas de Estados Unidos de que ‘todos los asuntos están relacionados’, el paradigma del intercambio no ha sido considerado negativo, y todavía ocurren muchos comportamientos masculados de tipo ‘uno privilegiado’.

Los principios de intercambio de equilibrio y de igualdad todavía son adoptados por el movimiento de cambio social, aunque algunos intentos se están haciendo para celebrar la diversidad y honrar a la Madre. El usar los principios del intercambio como ultima corte de apelaciones infecta nuevamente al movimiento con algunos de los valores del mismo sistema que intentamos cambiar. Esto debilita y hace que sean más superficiales las alternativas propuestas tales como el uso del trueque sin dinero en lugar del sistema presente de intercambio por dinero. Tales intentos no pueden resolver los problemas. Podrían, quizás proveer algunos momentos de transición hacia una economía del regalo, pero solamente si claramente no se los toma en sí como una solución final. Por otro lado, estos principios de igualdad y equilibrio pueden causar que repitamos el paradigma del intercambio al exigir represalia, pago, y castigo por las graves fechorías que se han cometido. Estos valores reconfirman los principios del sistema que causó los errores. Por esto y a pesar de que tengan buenas intenciones, solo reforman el sistema localmente y a corto plazo, sin producir un cambio radical.

Dando los dadores

El valor puede propagar autosemejanzas, en un meta nivel, como el regalo de dar el dar. Mencionamos anteriormente que el antropólogo francés, Levi-Strauss argumentaba que un ‘intercambio de mujeres’ entre los hombres de grupos de parentesco diferente, creaba vínculos entre ellos y funcionaba como un intercambio de mercancías, pero lo que Levi-Strauss no comprendió es que el ‘dar’ las mujeres es actualmente un meta regalo-de los dadores. La necesidad para los dadores existe en toda sociedad, y el regalo del dador es aquel regalo que, como el cuerno de la abundancia, puede potencialmente satisfacer todas las necesidades. Las mujeres son las portadoras de la co-municación material, y como tales, son las que crean los vínculos donde quiera que estén—ya sea que estén sujetas o no como mercancías en el ‘intercambio’, o sean dadas como regalos, o decidan ellas acerca de su propio destino. A menudo las mujeres no reconocen su contribución ni se atribuyen el meta regalo de valor ni tampoco reconocen, ni ellas ni los hombres masculados, conscientemente a la madre como origen del regalar, o el paradigma del regalo como un Camino viable.

Desde un punto de vista feminista (‘ginofilo’), podemos ver al valor como un dar el dar, que en el valor de intercambio es forzado a volver sobre sus pasos y cancelarse a sí mismo. Mientras que originalmente había un una oposición binaria entre lo valioso y lo no valioso, basada en el dar orientado hacia el otro, el intercambio es una clase diferente del dar que no es para los otros como su destinación final. El valor del intercambio crea una nueva categoría contraria al dar (el dar de no dar), que lleva consigo un valor opuesto al dar que es diferente al sin valor. El valor en el intercambio constituye un tercer opuesto, ya no hay una polaridad binaria sino tri-polar, una oposición de tres puntas, que consiste en: valor, sin valor y valor de intercambio.

El cuadro de tres puntas es alterado pronto por la adición de una cuarta punta: el valor de uso. Entonces, el regalo de valor es dado al intercambio y al valor de uso, cancelando así el regalar (Vea la Figura 17). Erróneamente atribuimos el regalar al intercambio, al mercado, y consideramos sin valor lo que no tiene un valor de intercambio, o no ha pasado por el proceso de intercambio. El valor de intercambio se convierte en la muestra del concepto de valor. El intercambio asume el lugar del regalar. Colectiva e individualmente le damos demasiada importancia, mientras le negamos cualquier importancia al regalar. No estamos conscientes del regalar que estamos haciendo. No le damos ningún valor.

Ilustración 17.

Se le da valor al intercambio; El valor del regalo se vuelve invisible.

Al darle valor al intercambio le damos valor al ideal ‘muestra’ del hombre masculado capitalista exitoso, como figura opuesta a la madre. El regalo del valor y de la que da (la madre) están aprisionados en el valor del intercambio, al darle valor a su opuesto y al no dar. (Y muchas madres e hijas son literalmente prisioneras de sus maridos, padres, hermanos, hijos, etc). El dar de dar no es usualmente evidente como tal, también porque la visibilidad está conectada con el lenguaje y con la característica de la sustitución, que es parte del proceso de intercambio. Si el intercambio decreciera (o si comenzamos a pensar por fuera de la oposición binaria), podríamos apreciar el valor de dar el dar, y la necesidad de hacer esto que depende de una situación social muy amplia y compleja y no sólo del merecimiento que parece nacer de la autosemejanza y de la participación en el proceso de intercambio.

Para-donar

Permitir que el dinero (como una palabra) ocupe el lugar de un producto (o de una cosa) dice acerca del producto: ‘Aquí hay un regalo, que satisface una neesidad’ Puesto que el dinero-palabra es actualmente transferido como una propiedad de una persona a otra, entra en la lógica de la anti-comunicación del no-regalo: ‘Para mí, por lo tanto no para tí—para tí (o para otros), por lo tanto no para mí’. Sin embargo, nuestra cultura identifica este proceso del anti-regalo como un regalo, un proceso socialmente útil, y lo denomina con la palabra ‘intercambio’, por medio de la cual satisfacemos nuestras necesidades comunicativas lingüísticas a su respecto. De hecho participamos mucho en el proceso de intercambio; es valioso. Satisface nuestras necesidades de una fuente de bienes, en una situación donde los bienes son hechos artificialmente inaccesibles debido a la retención de la propiedad y de la abolición del regalar. Al hacer el acceso a los bienes condicional a la producción de otros bienes de igual valor y a su medición e intercambio interrumpimos el proceso de regalar material que confiere valor y cancelamos los vínculos y la consecuente comunidad que pudo haberse creado. Nos relacionamos con el intercambio como si fuera la fuente, como si fuera la madre—a pesar de que es una analogía de la masculación y por eso es concomitante al proceso que alienó al niño (y al padre en su momento) de la madre. Tal vez es por esto que la gente se siente tan apasionadamente apegada al intercambio, al mercado, al capitalismo, y a la masculación misma. Estos procesos parecen cuidarlos, por eso se vinculan a ellos.

El ‘regalo’ del intercambio contradice el regalar. Las necesidades que lo rodean son las necesidades de la no-comunidad, de la gente que vive dentro de esas relaciones ‘adversarias’ del comprador y el vendedor. A pesar de que continuamos comunicándonos por medio del lenguaje y de otros signos, nuestra co-municación material ha sido alterada drástica y contradictoriamente y las actitudes entre nosotros se han convertido justamente en miedo y resentimiento.

El per-donar se convierte en un asunto moral, mientras que actualmente es sólo la manifestación psicológica del paradigma del regalo. Cuando perdonamos rechazamos el rencor, la venganza, la ‘medida’ de la maldad, y otros reflejos psicológicos del intercambio. (Rehusamos deshacernos del regalo a favor del no-regalo. No cambiamos hacia el intercambio). Tratamos de entender la motivación de los otros en términos de sus necesidades no satisfechas. Tratamos de comprender las razones personales y sociales de esas necesidades, satisfaciéndolas y cambiando en lo posible el contexto, resolviendo los problemas. Retornar al paradigma del regalo es una manera para-donar a todos.

Es casi como si la palabra ‘perdonar’ señalara el camino hacia el cambio de paradigma. De hecho, perdonar no es algo que hacemos a la otra persona; es un cambio en nuestros valores, un cambio en nuestras actitudes hacia el dar alejandonos de culpar a los otros o a nosotros mismos, de la manipulación y del castigo, que son formas de permanecer en y promover el paradigma del intercambio a nivel psicológico. Modelándolo, damos a la lógica de dar un efecto multiplicador, puesto que otros pueden verla finalmente al descubierto—y seguir nuestro ejemplo. Si podemos cambiar de paradigma, y cambiar concientemente las lógicas de nuestro comportamiento, colectivamente desmitificando y disminuyendo el intercambio y la represalia, podríamos lograr un efecto permanente. Podríamos pensar en el cambio de paradigma como una solución práctica para todos en vez de solo como una opción moral. El marco de la moralidad limita el ámbito del dar y de perdonar al individuo, mientras que la necesidad de todos los niños de la tierra es la de un giro colectivo hacia la Madre.

Apoyando a la no-comunidad alienada

Continuamos teniendo que dar, sin intercambio a los niños pequeños, y así conformar una comunidad con ellos, socializándolos como seres comunitarios. Este dar se da por fuera del intercambio. Sin embargo, como adultos, la comunicación material con los otros más importante y extendida es el intercambio. Hemos creado una no-comunidad alienada en la que nuestros niños luego tienen que adaptarse y sobrevivir.

La no-comunidad de los que intercambian requiere de muchos regalos gratuitos. Necesita de trabajo regalado (plustrabajo) para poder suplir la recompensa de la ganancia, la que motiva a los empresarios a crear y mantener las empresas. Necesita del trabajo gratis de las mujeres, que se ocupa de los valores de uso, da a los trabajadores y reproduce la fuerza laboral, incrementando así los márgenes de ganancia. Necesita del regalo de nuestra fé nuestra creencia de que es viable, y más aun, ‘justo’. Pero también necesita del regalar entre los humanos, que continúa ocurriendo, más allá del intercambio —y a pesar de este, no sólo como comunicación a través del lenguaje, sino a través de todos los actos de amabilidad, de amor, generosidad, hospitalidad, y camaradería que ‘hacen que la vida valga la pena vivirse’.

La experiencia estética es en gran medida, la recepción creativa de un regalo, a pesar de que la posesión del objeto de arte no es gratuita. El pensamiento no profesional que contribuye a cualquier forma de negocio o trabajo o actividad es gratuito. Algunas veces se llevan productos al mercado gratuitamente, y los compradores van al mercado por su propia cuenta. Las necesidades de los consumidores son influidas en gran medida por el cuidado entre si, especialmente a través de las elecciones de las mujeres (y los hombres) que tienen que comprar los medios de nutrición. El desarrollo de las necesidades y del deseo en sí, se hace gratuitamente a través del cuidado —aunque ahora está profundamente alterado por la publicidad.

El regalo de valor es dado no sólo al intercambio, sino también a un ego que tiene necesidades sistémicas, contenciosas (e instrumentales y condicionales) de saber o evaluar cuánto ha dado una persona, tasando su producción cuantitativamente respecto a los demás. Ostensiblemente, esta estimación se hace para poder devolverle a él o a ella la misma cantidad, pero actualmente se hace para otorgarle poder al que juzga quien ‘merece’ tener acceso al intercambio mismo, quien ‘merece’ que se le dé, y quien eventualmente ‘merece’ ser el privilegiado, la muestra. (El privilegio y la generalidad de la muestra, provienen de la polarización del proceso conceptual en el que están inmersos, y no se debe a que la muestra halla dado o no más que los otros). En nuestros juicios acerca del ‘merecimiento’, se le da un valor excesivo a la equivalencia o a la correspondencia entre la cosa y la palabra, entre el producto y el dinero, entre el trabajo y el salario—y se le da muy poco valor a las necesidades como tales.

Incluso las ecuaciones no tienen valor en sí; se les dan valores pero también se les da su valor desde fuera. Hemos visto que las ecuaciones ocupan el lugar de la consideración de las cosas en su relación con las necesidades, y las sobrevaloramos en ese papel. El intercambio no existiría si no estuviera incrustado en el regalar en muchos niveles y de muchos tipos y. El ‘regalo’ del no-regalar y la comunidad alienada de los que no-dan son posibles porque están inmersos en (y nutridos por) una comunidad de dadores.

Entre los regalos que damos a no-dar, que consume esos regalos en sus procesos, están nuestra atención al intercambio y nuestra ceguera hacia los procesos de regalar. No formamos nuestras comunidades con respecto al regalar, nuestras necesidades lingüísticas comunicativas no surgen con respecto a este, porque de hecho formamos nuestras comunidades mayormente de acuerdo al intercambio. Por eso, no nos comunicamos mucho con respecto al regalar. (Esta razón ‘funcional’ misma apoya las motivaciones más misóginas de nuestra negación del regalar, pero puede permitirnos per-donarnos por ella. La culpa, la represalia contra nosotros mismas, hacernos pagar, sólo confirman más fuertemente la lógica del intercambio). El intercambio ha tomado el lugar de la comunicación material del regalar, de la misma manera que la comunicación con el lenguaje ha tomado el lugar de la co-municación material, y que los hombres han tomado el lugar de las mujeres. De hecho, los que intercambian se relacionan entre sí de una manera muy individualista, que calza perfectamente con la idea de masculación, el cazador contencioso y solitario.

De los regalos dados por la comunidad, que todavía está actuando de acuerdo al regalar en un nivel abstracto, el más importante es el meta regalo del valor, por el que otros regalos y servicios son dirigidos. Apreciamos el valor y se lo atribuimos al arte, a la música, a la literatura —todos los cuales a su vez atribuyen valor de manera compleja, bella y sorprendente. Valoramos los regalos del pintor o del cuenta cuentos, como los del organizador político, y aun el regalo de la labia del vendedor. Ellos dirigen nuestra atención hacia cosas nuevas, alterando nuestras habituales atribuciones de valor. Amamos los regalos de la naturaleza, de la cultura, de la historia y de la ciencia, que al satisfacer nuestras necesidades nos atribuyen valor a nosotros también. Sin embargo, al darle valor al intercambio y a las cosas en la modalidad de intercambio, continuamos manteniéndolo, dirigiendo hacia este la mayoría de nuestros bienes y servicios.

Otra manera en la cual el valor es atribuido al intercambio, al giro autosimilar hacia la lógica de la sustitución y a todas las manifestaciones de la masculación es a través de de la confirmación por la reflexión, por su similaridad recíproca. Si no comprendemos conscientemente sus causas y sus efectos negativos, la repetición del patrón parece darles valor a sus diferentes expresiones. El patrón en sí adquiere una cierta cuota de independencia, y lo podemos imaginar flotando por el universo validando otras masculaciones donde se formen.

De hecho, al exteriorizarlo al darle manifestaciones repetidas al patrón de la masculación, la humanidad puede convertirlo en ‘un tipo de cosa’ —una cosa que podría relacionarse con una palabra, a la que podemos comenzar a darle valor, y hacia la que podemos dirigir nuestra atención que forma conceptos. Buscamos una muestra y tratamos de encontrar las cualidades comunes de las cosas relacionadas a esta como similares. Apreciamos la importancia del patrón y le atribuimos importancia a este. Hablamos de este y le damos un nombre.

Por ejemplo, lo llamamos ‘patriarcado’. Al nombrarlo, lo relacionamos con una palabra; lo comenzamos a transformar al hacerlo ‘ceder’ a la palabra que es nuestro regalo verbal entre nosotros. Las mujeres formamos una co-munidad al hablar del patriarcado, como yo lo estoy haciendo en este libro, y como los movimientos progresistas y feministas lo están haciendo en todos lados, al señalar los patrones de la opresión y captar las conexiones entre ellos. Debemos también darnos —tiempo, atención, bienes de cuidado, formando co-munidades materiales más allá del intercambio. Estamos trabajando ahora para transformar la ‘realidad’, para poder darle el regalo de una buena Tierra al futuro.


Notas al pie

75. Esta situación es similar a la en que los conocedores que gratuitamente le dan valor al concepto, un valor que en cambio es usualmente percibido como surgiendo del concepto mismo o de las cosas involucradas. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

76. David Cheal, op. cit. 230 Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 13 - Mercado y género

Capítulo 13 Mercado y género

Una realidad alterada

Intento, para poder reconocerlos, delinear los patrones autosimilares del patriarcado en diferentes aspectos de vida. Las mujeres, como otros que «no tienen», podemos sentir que si sólo ‘tuviéramos’ podríamos realizar nuestro potencial transformandonos en ‘iguales’ a los que tienen —y finalmente ser completamente humano. De esa manera, aspiramos a las recompensas del patriarcado y sin proponérnoslo ayudamos a motivar el sistema. Si podemos reconocer los patrones podemos usar el sistema para sobrevivir mientras lo cambiamos, sin darle valor, sin entregarle nuestros corazones. (Vea la Ilustración 18).

El mercado, es como un lenguaje, que está evolucionando desde un estado pasado hacia un estado futuro según el valor cuantitativo (en vez de cualitativo) y que tiene sólo una palabra, el dinero. Las restricciones sobre este lenguaje derivan del tipo de relaciones humanas que este tiene que mediar, las relaciones mutualmente exclusivas de la propiedad privada. El dinero ‘nombra’ los productos una y otra vez como valores, pero debido a la modalidad del intercambio que mantiene la orientación de todos hacia el ego, las relaciones mutuamente inclusivas no puedan desarrollarse mas.77 Los seres humanos que intercambian no pueden evolucionar plenamente como co-munidad.

Ilustración 18.

La relación entre los productos y el dinero y entre las cosas de una misma especie y la palabra son similares en una escala más amplia.

El mercado parece normal, como algo que nos es ‘dado’, porque así son las cosas. Pero de hecho, es una realidad alterada. ¿Por qué entonces los seres humanos tendrían que permitir que el proceso de nombrar se interponga entre los que tienen bienes y los que tienen necesidades? El mercado consiste en nombrar y definir con la palabra-dinero, una y otra vez. ‘Este abrigo = $20.00. Este otro abrigo = $100.00. Esta bolsa de papas = $4.00’. La ecuación entre los productos y el dinero, que es un momento del proceso de nombrar, se convierte en un momento importante para toda la sociedad. Parece ser una puerta de entrada para todo valor. De hecho, es usada para traer algunos artículos en la categoría de ‘valioso’, mientras, otros parecen no tener valor porque no pueden ser vendidos o porque son gratuitos (los regalos de la naturaleza: agua, aire, luz del sol, etc.).

La masculación ha hecho que todos esperen ser ‘ascendidos’ o que teman ser bajados al ser ubicados en una categoría en vez de otra. El momento en que se nombra con el término de género: ‘Juan es un varón’, o con el de dinero: ‘una libra de café = $2.00’, pone a la persona o al producto en la categoría de lo que tienen valor en relación con esa palabra o con esa cantidad de dinero. Los productos que no se venden, las niñas (las que regalan) o que son gratis (los regalos de la naturaleza) no pertenecen a la categoría superior. Por lo tanto, el término de género para las niñas atribuye inmediatamente a la persona el valor contradictorio de no ser parte de la categoría superior y valiosa. Ser ubicados en una categoría superior por ‘...es un varón’ parece despojar a los miembros de esa categoría de la capacidad de dar en el presente, mientras tanto se les da otra modalidad con algo diferente como meta —palabras, posiciones, dinero (una distracción y un tipo de adicción). El nombrar el género y el intercambio de productos por dinero nos enfoca en el presente, pero solamente a través de la mala identificación de los regalos y el sobreénfasis en la ecuación y la sustitución.

Les damos valor a las definiciones en vez que a las personas o a la modalidad de dar cuidado que se mantiene oculta, en las sombras. Los regalos dan valor al que recibe, el intercambio no —por ejemplo a través del proceso de ‘merecer’ el que intercambia obtiene valor porque parece causar el pago en sí por medio de su propio valor, su producción previa, etc. Como en la masculación (donde los niñõs varones aprenden a ‘merecer’ el nombre ‘masculino’), el modelo de regalo cede y la definición ocupa su lugar. El regalo social, el nombre, asume el lugar de los regalos individuales y porque es general aparece como algo diferente, como si tuviera un poder arcano. La posición uno-muchos, cuando es usada como una muestra privilegiada, investida fálicamente con poder en el mundo real apoya este poder fetichizado del nombre. Cuando logramos una calificación profesional, podemos llamarnos ‘periodistas’ o ‘doctores’. Entramos en una categoría privilegiada. Comportándonos de manera apropiada y aprendiendo a poner en práctica los conocimientos de los cuales tenemos maestría, somos capaces de calzar en la definición. Como el niño varón, nos ganamos el derecho de llevar este nombre. Y nos ganamos la ‘vida’ en la economía del intercambio.

Un parásito que se auto-replica en el árbol de la vida

En un meta nivel verdadero podríamos reconocer el intercambio como algo parcial, igual que reconoceremos el género masculino (y su definición) como algo parcial. Pero regalar no se considera a sí mismo ni a los que regalan como sus ‘otros’ receptores creativos. El meta nivel es confundido por las diferentes clases de reflexiones auto-similares. Cualquier cosa que se atribuye valor principalmente a sí misma será necesariamente parcial, porque disminuye su ‘otro’ y se descontextualiza – se saca a sí misma fuera de el contexto (en tanto las reflexiones de la estructura del concepto lo hacen aparecer como todo lo que hay). Los regalos requieren de aquellos que los reciben. Pero las personas, en el sistema cerrado de la jerarquía patriarcal extrema, se atribuyen importancia a sí mismas, a través de la instrumentalización de aquellos que son ‘diferentes o inferiores’. Ellos usan a los otros para mejorarse a sí mismos, mientras les niegan toda importancia y no aceptan que esos otros son el origen de su bienestar. Este proceso les da satisfacción a los egos artificiales, haciéndolos aparecer como si se hubieran hecho a sí mismos sea porque son cuidados porque se lo ‘merecen’, o sea por medio de la manipulación o de la fuerza, o porque el otro es ‘inferior’, o porque es su ‘naturaleza’, o su ‘instinto’ o su ‘deber’ de dar a uno en esa posición. ‘Desde luego que ella lo cuida; él es su esposo’.

El hombre ocupa la posición uno o muestra, requiriendo que los otros se relacionen con él como los muchos, restableciendo este momento de comparación y de equivalencia entre las cosas relativas y la muestra en el proceso de formación de los conceptos. Los muchos ceden y le dan al uno que asume su lugar, repitiendo la relación ‘unoa-muchos’ que existe entre las cosas y sus nombres. Estos patrones se confirman a sí mismos también por su similitud con un meta nivel más abstracto. El ‘uno’ humano ignora a los muchos y se para solo, fuera de contexto, reflejándose a sí mismo como una instancia del uno. Pensando en su ‘posición del uno’, una persona entonces aplica el proceso del concepto otra vez a ésta. Al verse a sí mismo como uno solo, él es igual a sí mismo y a todos los otros unos-solos.

El proceso se repite y se refleja en diferentes niveles. Puesto que el re-conocimiento se basa en la comparación y la equivalencia, la comparación y la equivalencia parecen ser los únicos procesos importantes aún en el meta nivel.78 De este modo, aun utilizando un meta nivel para pensar en la situación, valida el proceso de la formación de los conceptos descontextualizado en sus diversas encarnaciones. Sin embargo la ecuación y la forma del concepto, solo parecen constituir el meta nivel en su totalidad. En realidad son una rama del árbol (fractal), cuyo tronco es el regalar. Tal vez, deberíamos decir que sus estructuras auto-similares son una enredadera, un parásito en el árbol.

Trabajando de nuevo la metáfora: no sólo es el tronco del árbol el que tiene la estructura del regalar. De hecho, dar y recibir sucita a un árbol viviente: la hoja recibe luz del sol, la usa en la fotosíntesis, envía sus productos a través del árbol para satisfacer las necesidades de energía de éste, las raíces reciben y transmiten humedad de la lluvia y los minerales de la tierra y del humus de hojas y árboles previos. La disponibilidad de los regalos de la tierra, el agua, el aire y la luz del sol permite el desarrollo de los seres vivientes que pueden recibir estos regalos. La ecuación descontextualizada y el concepto, las clases, el intercambio, las jerarquías y el meta nivel auto-reflexivo también derivan la posibilidad de su existencia de los regalos que les son dados, a través de las raíces que han plantado en la modalidad del regalo. Les sirven a los seres vivientes que se han retorcido y distorsionado a sí mismos para poder recibir esos regalos abstractos. La sociedad en su totalidad recibe creativamente este alimento alterado.

Las estructuras patriarcales se desarrollan en una ‘cultura’ del regalar, porque también ellas son capaces de recibir de manera especial, y de dar nuevamente a seres que se han adaptado para recibirlas. La descontextualización es solamente un momento de abstracción que se usa para la formación de conceptos. Se ha convertido en una condición permanente del aislamiento del ego, que le sirve a la economía, a la psicología y a todas las instituciones fundadas sobre la masculación. El patriarcado mantiene el control a través del apoyo interactivo de varias estructuras descontextualizadas y autosimilares. La enredadera, el parásito, es el sobredesarrollo de la ecuación, de la estructura del concepto y de las clases. Está conformado por cuerdas de definiciones humanas organizadas en jerarquías, que envian hacia arriba los regalos para nutrir a los que están más alto. El patriarcado no puede existir por sí solo, pero se enreda alrededor del árbol del regalar humano, y se nutre con él, drenándole los bienes a las necesidades, creando así la escasez que sirve como su medioambiente necessario.

Este parásito artificial se hace creíble y se valida a sí mismo al reiterar su propia forma, el intercambio. Mientras que va reemplazando un producto con otro, también reemplaza continuamente el regalo cualitativamente variado y orientado hacia la necesidad por una ecuación cualitativamente simple pero cuantitativamente variada. Afirma parte del proceso del concepto, la ecuación, como una ‘realidad’ mientras reemplaza a la mujer que regala con el hombre-muestra. El regalar cualitativamente orientado es reemplazado por un proceso de nombrar cuantitativamente que ha tenido sus aspectos de regalo cancelados. Este reemplazar el lugar del otro es la exteriorización de la masculación. La ecuación en sí parece ser un regalo que también se hace ‘inalienable’ o quizás inescapable? De hecho, crea un foco en sí mismo, y recibe importancia de otros, a través de sus reflejos.

Ser y tener

Lo que estamos viendo aquí es el encuentro psico-socio-económico entre ser y tener, en la relación entre la palabra y la muestra, la muestra y las cosas relativas a esta, el padre y sus hijos, y el dueño y sus propiedades —incluso el dueño del cuerpo masculino y las partes de su cuerpo.79 El niño masculado identifica lo que ‘es’ por lo que ‘tiene’, y por la similitud de lo que ‘tiene’ con los que los otros ‘tienen’ en lugar de crear su identidad en un proceso continuo de dar y recibir. Luego permite que esa relación se desarrolle simbólicamente, mientras construye su identidad alrededor de otras posesiones, muchas de las cuales son símbolos fálicos. Puesto que el pene erecto es la posesión del hombre adulto, que es su modelo, el falo simbólico —en forma de autos de juguete y armas pequeñas— permite que el niño favorezca a este tener en su presente inmaduro.

El intercambio se hace necesario por la relación mutualmente exclusiva de la propiedad privada. La propiedad es una relación en la que las muchas cosas dan y ceden al propietario ‘uno’. Esto es parecido a la relación entre los hombres poseedores de las partes del cuerpo con el falo en primer plano, y las mujeres que no tienen pero que dan y ceden su lugar al que ‘tiene’.

Las mujeres interiorizan el deseo de la propiedad y la desconfianza en el dar que viene con el paradigma del intercambio y es, tal vez por esta razón, que no proponemos para nuestros hijos el modelo del dar. Nosotras empujamos a nuestros hijos varones fuera del dar hacia el (inter)cambio de categorías y hacia la similaridad con el padre, para estar seguras de que los niños varones tengan el tipo de identidad correcta que les permitirá lograr lo que necesiten y guardarlo. Si ellos siguieran nuestro modelo, posiblemente serían considerados ‘mariquitas’ y excluidos de la heterosexualidad patriarcal, exiliados a una tierra de nadie, donde no serían ni hombres ni mujeres. Este extraño comportamiento materno se da porque el género actualmente es una identidad económica. Lo que consideramos caracteristicas varoniles como la competitividad, la agresividad, la sublimación de las emociones, el enfoque en las metas y no en los procesos, etc. son cualidades recompensadas por el capitalismo. La razón de esto es que el capitalismo es la modalidad económica que se basa en las características del género masculino. El capitalismo es la repetición a muchos niveles del cambio de categorías causadas por la definición del género y por la negación del cuidar.

Ser dueño de la ‘muestra’ de valor

El patriarcado niega y desacredita el regalar para poder conservarse. Los dos paradigmas siguen siendo consistentes con sí mismos: en el maternaje aparece como si la madre renunciara a la propiedad del pene y al niño varón (siendo ella privada de ambos) pero continuando el dar. El regalar entonces pareciera intrínsecamente una acción de auto-sacrificio, incluso de auto-mutilación. Los practicantes del paradigma del intercambio parecieran renunciar a la madre pero parecieran recibir a cambio el pene, la identidad superior masculina, y el modelo de intercambio mismo. La lógica del intercambio se confirma a sí misma y la lógica del regalo confirma al ‘otro’.80

El dinero toma el lugar del dueño como la muestra privilegiada de valor a la cual la propiedad se relaciona. Entonces la misma cosa pasa nuevamente cuando un vendedor anterior compra. El patrón uno-muchos primero toma cuerpo en la propiedad, y luego se repite una y otra vez en la relación uno-muchos del dinero. (Vea la ilustración 19).

A pesar de que el intercambio del dinero es un proceso común, es más extraño de lo que advertimos. Debemos observarlo con mucho cuidado, en cámara lenta, para ver las semejanzas que tiene con el lenguaje, con el proceso del concepto y con la masculación. De hecho, una cantidad de dinero es el valor de aquel producto en el plano interindividual —‘para los otros y por lo tanto para mí’– socialmente. El dinero hace en la economía lo mismo que la palabra hace en el plano del lenguaje. Los productos no pueden llegar a las necesidades, excepto a través del intercambio. Puesto que los productos no pueden ser dados en la co-municación, se ‘habla acerca de ellos’ con el dinero. Igual que la palabra, el dinero hace de intermediario entre la gente con respecto a algo, y esa mediación cambia su relación de una actitud donde ‘todo es posible’ en general, a una en la que algo es relevante en el presente con respecto a otra gente y satisfaciendo cierta necesidad. La relación del que intercambia, se convierte en una relación presente, con algo seleccionado entre todo aquello que pudo haber sido.

Ilustración 19.

El dueño del dinero es un ser humano ‘uno’ a quien la propiedad se relaciona con los ‘muchos’.
El dinero, valor de la muestra, puede ser un elemento de propiedad.

A su vez, el dinero toma el lugar de cada persona en su turno, como la ‘muestra-valor’ con la que se relaciona el producto, cuando la persona cede su propiedad. El dueño del dinero es una ‘muestra uno-muchos’ humana a la cual la muestra del concepto de valor en sí —el dinero— se relaciona como propiedad. Como vendedor, cada persona permite que el dinero del otro tome el lugar de un artículo de su propiedad, y al hacerlo se convierte en la dueña del dinero. Podríamos decir que esa persona es ‘meta’ al dinero, mientras que el dinero es ‘meta’ a los productos. Como comprador, permite que su dinero tome el lugar del producto del otro, transfiriendo la relación de propiedad del dinero al vendedor y del producto a ella misma. (Vea la ilustración 20).

Ilustración 20.

El dinero es la muestra de valor del concepto.
Los dueños son muestras para la propiedad.
El dinero como muestra está en la misma (o similar) relación con los productos como los dueños a la propiedad.

La relación (mutuamente excluyente) de la propiedad misma permanece igual, mientras que la clase de propiedad que es poseída es abstracta como dinero y concreta como producto. La relación de propiedad cambia de niveles, de lo concreto a lo abstracto y viceversa, según si lo que se tiene es dinero o productos. Esto permite que la propiedad que fue vendida, pueda ser sustituida por otra (u otras) constituyendo el mismo valor y quedando en cierto sentido la ‘misma’ cosa. Al mismo tiempo, la relación del vendedor se convierte en una relación de dueño de la muestra abstracta en sí —el dinero. La relación de propiedad uno-muchos se puede aplicar al dinero, la muestra del concepto uno-muchos en sí, como un artículo de la propiedad.

Hay un tipo de sustitución que se ejecuta una y otra vez, en cuanto el dinero se le continua dando a los otros por sus productos, como la muestra sustitutiva y conceptual (otra similitud que el dinero tiene con la palabra).81 El dinero siempre está en el rol de muestra de valor por el producto, mientras que el dueño está siempre en el rol transpuesto conceptual y uno muchos de propietario.82 El dueño puede estar en un sinnúmero de roles ‘uno-muchos’ sobrepuestos. Ella o él pueden ser, por ejemplo, un padre, un rey, un Papa, un consejero de la ciudad, un gerente general de una corporación y aun ser dueño de dinero. Sin embargo, ella o él puede que no tengan acceso a la posición ‘uno’ en las jerarquías humanas y ser sin embargo el ‘uno’ con relación a sus propiedades, satisfaciendo de esa manera la necesidad de convertirse en una ‘muestra’.

El nexo social:
La sexualidad masculina avasalla los cuidados maternales

El género masculino está encarnado en el padre, de manera diferente a la encarnación del valor en el dinero, pero debido a la posición del ‘uno’ hay muchas similitudes. El dinero ocupa el lugar del propietario, como el «uno» al que se relaciona la mercancía como valor, de acuerdo al patrón del proceso del concepto. Lo mismo puede decirse cuando el término del género y el padre, toman el lugar de la madre como muestra para el niño. Más aun, el propietario es suplantado por el dinero como el ‘uno’, que funciona como la palabra encarnada y muestra del concepto para el valor de la mercancía, y la madre es suplantada por el padre como muestra del concepto para el niño varón. La similitud entre los patrones permite una repetición de la alienación del niño varón en la categoría ‘masculina’, a través de la alienación del producto en la categoría de valor económico, y en el reemplazo del producto por dinero.

La ‘castración’ de la madre se repite cuando el comprador cede la palabra-dinero-falo y recibe la recompensa de los bienes de cuidado que ella o él necesitan. Aquellos que acaparan y acumulan dinero no sufren esta castración simbólica, y en el capitalismo buscan la manera de incrementar casi infinitamente la palabra-dinero-falo. El mercado sirve como un ‘espacio seguro’, en el que se puede actuar el trauma infantil del cambio de categorías del niño, debido al nombramiento de su género. Tiene un efecto curativo al enseñar que el ceder un producto para la venta, al transferirlo a la categoría del valor y a la categoría de propiedad del otro, no es un proceso dañino en y por sí mismo. (Vea la Ilustración 21).

Más aun, la castración simbólica implicada en renunciar el dinero se muestra como algo benigno que no es dañino para el comprador. Desafortunadamente, la totalidad del proceso del intercambio por dinero, toma el lugar del regalar como forma de vida en la co-munidad. Entonces, las mujeres (y hombres) que regalan dan al proceso de intercambio mismo, valorándolo por encima del proceso que ellas mismas practican, dándoles regalos al intercambio y a los que lo practican, de la misma manera que dan valor a la masculación, a sus hijos y a los hombres. Hasta cierto punto, el intercambio es un proceso que alivia las cargas psicológicas que tienen que ver con la masculación y con la castración, pero es la causa de que el problema se agrave en otros niveles.

En el plano económico, la dependencia del niño con su madre, se repite también en la dependencia de la esposa con su marido. La esposa y sus hijos aparecen en una relación del concepto ‘muchos a uno’ con el padre, parecida a la relación de las propiedades con su propietario o a la relación de las cosas con la palabra. Él les da su nombre. En la familia tradicional, el padre pareciera darle la palabra-dinero-falo a la madre, quien a su vez lo da a los otros, comprando los medios para dar, para así poder darles regalos a él y a sus hijos. Los regalos del padre son visibles y pueden ser cuantificados, mientras que los de ella son invisibles y no se cuantifican.

Ilustración 21.

El obrero-propietario de dinero permite que su hijo-producto sea ‘nombrado’ por el dinero fálico y lo ‘aleja’. El comprador abandona la muestra de valor del dinero fálico y sigue «haciendo falta», pero sin hacer daño alguno, con un valor de uso.

Sin embargo, la esposa está recibiendo el apoyo (medios de dar) del marido a cambio de haber dado al niño varón la categoría del padre y de haber renunciado a su lugar como muestra del concepto, convirtiéndose (casi) en propiedad del marido. Al desplazar su validación hacia el marido, al intercambio y a la masculación, ella abdica su posición de muestra del paradigma del regalo y pone al paradigma del intercambio en su lugar. Por esto, ella recibe el ‘regalo’ del salario del marido. La hija también es dada al padre, porque el modelo que la hija sigue es la madre, que cede y que da al patriarcado y al padre.83 En el contexto de la escasez, áreas aisladas de la economía del regalo dependen de los regalos provenientes de alguna parte del sistema de intercambio. Tradicionalmente las mujeres han renunciado a todo para ponerse en la posición de poder recibir esos regalos. Ahora, las mujeres se han unido al intercambio como participantes, usando el dinero que ganan para apoyar y cuidar a sus hijos.

Aun cuando las que regalan trabajan en la economía del intercambio, a menudo tienen que ceder sus hijos a las definiciones y a los modelos provistos por las escuelas, por la televisión, y en las calles, mientras que venden su trabajo para mantenerlos. El modelo económico de la madre es de nuevo disminuido, mientras que las mujeres lo re-presentan en otro nivel, cediendo su tiempo laboral a cambio de dinero con el que mantienen a sus hijos, y renunciando a sus hijos para que sean educados por otros, dentro de la economía del intercambio.

Los grandes cambios económicos que ocurren durante las guerras (como en la Segunda Guerra Mundial) introducen a las mujeres a la fuerza laboral capitalista debilitando el vínculo que sigue siendo promovido por la masculación entre la actividad económica y el género masculino. Los cambios en el cuadro global afectan al cuadro local que cambia en forma más lenta. Aun cuando muchas madres participan en el trabajo monetizado, existe la expectativa de que los roles de los géneros deben continuar siendo distintos uno del otro. Las estructuras sociales uno-muchos toman el lugar del padre fálico.

Los personajes de la televisión y del cine ubican al padre en la imaginación; la ‘palabra’ se hace abstracta de nuevo. La motivación hacia el equivalente general, el dinero, produce muchas cosas en su imagen: los programas que nos muestran los hombres dominantes en las relaciones uno-muchos que van desde los jefes de policía, a los padres, desde los superhombres a los cantantes. Las mujeres famosas también actúan en roles unos-muchos como objetos sexuales, mujeres de negocios o super espías. Aun el presentador de noticias sigue este patrón como el único visible con el cual se relacionan miles de oyentes y televidentes invisibles. El modelo de dominio-sumisión combinado con jerarquía y competencia es visible en toda la industria del entretenimiento, en los negocios, en la política, en la academia, continuando la entrega de la manzana envenenada al Príncipe azul, proveyendo así modelos patriarcales perniciosos, que ya no están directamente a disposición de las familias, que tienen a la madre como centro.84

Algunas veces las relaciones que se dan entre las pandillas callejeras suplen a los modelos paternos (violentos) ‘uno-muchos’ que no existen en los hogares de las madres solteras. La sexualidad masculina que se ha formado según el nombrar y el cambio de las categorías sustituye al cuidado, de acuerdo a lo que Alfred Sohn-Rethel llama el ‘nexo social’85 —el patrón profundo sobre el que la sociedad se construye a sí misma. Creo que a pesar de las dificultades, las familias centradas en la madre están comenzando a cambiar esta situación. Muchas veces el descrédito de la madre soltera y la ausencia del padre a menudo exponen al niño vulnerable a otras muestras masculadas más negativas, mientras que sigue en el laberinto de los patrones uno-muchos que constituyen el patriarcado.

Exteriorizando la masculación en el mercado

El mundo de las mercancías imita el mundo del patriarcado. La mercancía-hijo es presentada al padre-dinero y se relaciona con él como su equivalente, y es juzgado similar a él, se le permite entrar al concepto del ‘otro’, el concepto privilegiado de las cosas que tienen valor monetario, y que son cedidas al ‘otro’ por la madre-dueña-productora (trabaja-dora del parto). El lugar de la madre-dueña-productora es ocupado primero por el dinero, por el modelo del concepto de mercancía-hijo, y luego es ocupado por el comprador, quien se relaciona con esta propiedad como su dueño. La madre-dueña-productora cede a su hijo-mercancía para que se relacione con alguien diferente como su dueño. Entonces ella/él cambia de rol, y el padre-falo-dinero le sirve a ella/él como aquello con lo que se relaciona el producto de otro. Otra madre-dueña-productora cede al hijo-producto.

Cuando se encuentra que el producto es igual a él, el padre-falo-dinero puede satisfacer la necesidad comunicativa por un medio que altera la relación y para cambiar de la muestra de la madre a la muestra del padre, mientras que se desplaza el producto del vendedor al comprador. El vendedor actual (rol de madre) relaciona a su hijo-mercancía al dinero (rol de padre), comparándolos y encontrándolos iguales y formando parte del concepto privilegiado de las cosas que tienen valor. El proceso de nombrar un producto como un valor de cambio, como el proceso que nombra al niño como un ser ‘masculino’, reemplaza el proceso de dar y recibir. No es la necesidad del otro lo que define al intercambio, sino la demanda efectiva. El dinero que el otro posee se hace relevante a nuestra propia necesidad de dinero como medio para modificar la relación de propiedad de alguien a su mercancía, para poder satisfacer nuestra propia necesidad. La meta-necesidad de una definición se sobrepone a la necesidad material.

El uso de la palabra ‘labor’ (que significa trabajo y también parto) en inglés es muy interesante, como si la madre cediera a su hijo tan pronto como termina su ‘labor’ y el es despachado para ser incluido en el género, relacionado con el término ‘masculino’ tan pronto como la partera o el doctor dicen: «Es un niño varón». La madre lo cede muy rápido, renuncia a su propia capacidad de ser su muestra —a favor ¿de qué? ¿De una palabra? «En el principio» —tan pronto como nació— «fué la palabra». Él nunca tuvo la menor oportunidad.

Al comprar para vender, el padre-falo-dinero entra en la sociedad una y otra vez, permitiendo que el hijo-mercancía se relacione con él, confirmándose así como el equivalente general. Su propietario humano o colaborador lleva entonces al hijo-mercancía a aquellos cuyas necesidades puede satisfacer, y para quienes su valor es mayor, para que la cantidad de padre-falo-dinero en la mano de su colaborador humano aumente. El operador económico se engancha en un tipo de actividad sexual, comprando no para satisfacer sus necesidades con ese bien, sino para cederlo de nuevo y así aumentar la cantidad de su dinero fálico.

Desde el punto de vista lingüístico, la interacción de los comunicadores económicos pone en juego el ‘dinero-nombre’, para que la cosa pueda relacionarse con un ser humano por medio de la palabra general equivalente socialmente validada. Lo que nosotros podemos ver de todo esto en las tiendas es la jerarquía de los productos, con sus precios de menor a mayor, los ‘hijos’ con sus ‘marcas’, sus etiquetas colgando con sus precios, con cifras en estas para mostrar ‘cuánto’ merecen el dinero-nombre.

Una psicosis colectiva

Estamos creando colectivamente nuestra realidad de una manera que es dañina e innecesaria. No quiero decir con esto que los árboles y las vacas, las montañas y los autos, los niños y las abuelas, no están ‘allí’. Lo que quiero decir es que hemos estado viviendo un proceso distorsionado, tomando las imágenes que se desovan de este proceso como los principios mediante los cuales organizamos nuestras vidas. La mala interpretación de quiénes somos y de qué tendríamos que estar haciendo, tiene como resultado el recompensar a los que ‘tienen’ y el castigo a los que ‘no tienen’.86 La masculación produce una psicosis colectiva, en la que los hombres compiten entre sí individualmente, para ser el hombre ‘muestra’ y ejércitos enteros luchan entre sí, para que su Padre patria sea la ‘muestra’ entre las naciones.

El aspecto de «sustitución» de las palabras (el reemplazar al otro) se infla para transformarse en dominación, mientras que el aspecto «de ser sustituído»de las cosas, (su ceder) se convierte en sumisión. Estas actividades complementarias se pueden encontrar en muchos niveles diferentes. El reemplazar a otro, es muchas veces ejecutado de forma violenta en la familia como parte de un rol del género masculado, o a través del dominio del adulto sobre el niño. El ceder parece ser el rol de la mujer o del niño que obedece a las palabras u órdenes de los adultos. En el mercado, el dinero reemplaza al producto y este cede, al mismo tiempo que el proceso de intercambio reemplaza al regalar y este cede.87

El patriarcado es una colección de franjas de definiciones verticales que tiene aspectos autosimilares a las relaciones en el mercado, donde la verticalidad de las franjas es desplazada sobre las progresion numérica del precio. Las definiciones del mercado son muchas, de corta vida y de alta velocidad comparadas con las posiciones definitorias a largo plazo, de reemplazar y ceder, que son los roles típicos de órdenes y obediencia, por ejemplo en las jerarquías del gobierno, la armada o la iglesia.

Aunque muchos de estos actos a corto plazo de reemplazar y ceder, ordenar y obedecer pueden ocurrir en estas jerarquias, estos fluyen juntos para formar roles estables a largo plazo. En el mercado, la posición del ‘mandamás’ es solamente una: el dinero, el equivalente general, mientras que en las jerarquías humanas hay una cadena, en la que los que están arriba avasallan (reemplazan ) a los que están abajo, y los que están abajo dan y ceden a los que están arriba —a aquellos que son siempre más privilegiados.

El momento intermedio entre el producto y la necesidad, que es basado en el intercambio y la ecuación, se convierte en el foco de toda la sociedad, requiriendo equivalencia con el dinero para acceder a los bienes. La definición masculante reemplaza a los cuidados y se impone como modelo en todo lugar.

En vez de resolver nuestros problemas exteriorizando la palabra encarnada, hemos distorsionado la realidad, distribuyendo los bienes en forma psicótica para beneficiar a unos pocos hasta casi el punto de omnipotencia, de acuerdo con un sueño infantil. Estamos usando nuestra habilidad lingüística para nombrar y definir, para transferir privilegios a ciertas personas en vez de otros, haciendolos «los que tienen’ en vez de los que ‘no tienen’. Las prioridades de la masculación han alterado colectivamente la realidad de una manera perniciosa, pero si nosotros comprendemos, como siempre lo han dicho las religiones orientales, que esta realidad es una ilusión, una pesadilla, nosotros podemos regresar a una economía del regalo, de que la posibilidad siempre presente es el sueño verdadero en el que finalmente podemos despertar, re-creando una realidad que es un regalo para todos.

El gran alcance de la definición de género

A pesar de la posición extraña y devaluada que el regalar está forzado a asumir, este continua siendo creativo y sosteniendo la vida. Es necesario para realizar las actividades basadas en la definición —actividades que por sí mismas serían abstractas y áridas. Por eso, la negación del regalar a veces incluye la incorporación de algunos elementos del regalo en el modelo masculado post hoc. Las religiones patriarcales hacen esto, llenando necesidades espirituales (mientras disminuyen la importancia del modelo materno) y legislando sobre el altruismo. Algunas veces los hombres masculados crean necesidades para luego satisfacerlas. Por ejemplo, un grupo aísla y le quita el poder a las mujeres y hombres que regalan, afeminándolos o esclavizándolos; luego les brindan ‘protección’ imponiendo su hegemonía fálica sobre ellos y sobre otros grupos masculinos similares que podrían tratar de derrocarlos. Tal es el caso del poder militar.

La buena voluntad de los hombres masculados, de la cual todavía hay mucha, entra en juego mucho después de que sus personalidades se formaron al renunciar al paradigma del regalo y al asumir así la identidad de género. La buena voluntad de los hombres establece el estandar para la ‘acción moral’, mientras deja de lado el paradigma que podría normalizar la satisfacción de las necesidades —en las vidas de los individuos en las instituciones económicas y políticas del grupo. Si la sociedad como un todo estuviese regalando y dando valor a las necesidades de acuerdo al paradigma del regalo, la moralidad sería completamente diferente. Mucho menos sería necesario el heroísmo individual y la fuerza de voluntad porque el bienestar de los otros sería ya una premisa de vida para cada uno y para el grupo.

La definición de la cual el regalar ha sido borrado es más amplia que la definición de género y no coincide exactamente con ésta. Porque está en la base de la masculación, sin embargo, resuena fuertemente con la identidad de género masculino. El definiendum y la posición equivalente en la formación de los conceptos, son aparentemente sobrevaluados en sí mismos, a pesar de que son actualmente reinfectados por la definición de género (que ayudaron a crear). Por eso, el dinero la muestra del valor, y las formas de dominar al nombrar y definir como el discurso académico o la ley son sobrevaluados, pero no se hace evidente de inmediato qué parte tiene el género en ese énfasis o qué parte tiene el regalar.

Otras categorías que parecieran ser de género neutro, tales como la de la raza, siguen el patrón del género, instituyendo una competencia para ver quién es la muestra para el concepto de humano, dominando a las otras razas, considerando a aquellos que son diferentes de la muestra escogida como seres inferiores. Como en el género, las diferencias son culturalmente vistas como fisiológicas, mientras que es la forma de la definición ‘cargada’ con la masculación lo que implica que un grupo es ‘superior’ a otros, que deben entonces ceder y regalar al grupo ‘superior’. Situaciones similares pueden ocurrir con sistemas políticos o ideológicos y nacionalismos. Aquellos que nacen dentro de las fronteras nacionales de un país a veces se consideran superiores a los que nacen fuera de aquellas fronteras, aun cuando no hay diferencias que afecten los cuerpos o las mentes de los nacionalistas. Luego la nación en su totalidad toma la posición general equivalente (de la muestra), reforzando potencialmente los egos de la población entera con respecto a otras naciones. Los sistemas politicos, las religiones, los grupos de interes siguen los mismos patrones hacia la hegemonía.

Ganancia

La definición puede ser manipulada para lograr la superioridad de aquellos que la usan en otras áreas de la vida, así como se usa para confirmar y perpetuar la superioridad de los hombres. Pareciera que por estar relacionados con más de lo que está en la posición del definiendum económico (la palabra-dinero), somos mejores que otros. Es como si esto repite la situación del nacimiento, poniendo una y otra vez a una persona en una posición superior por su relación con el equivalente general y alejando a él o a ella del regalo. Es más, al proveer el equivalente general, algunos de nosotros podemos comprar y controlar el tiempo de los otros para cumplir nuestros fines. Requiriendo de los otros, a quienes les damos el equivalente general por su tiempo, que también nos regalen plustrabajo no pagado, cuyos productos nosotros vendemos, nos permite acumular una ganancia y amasar un capital. Si consideramos que el equivalente general es fálico, y aun más el capital, comprendemos el aspecto sexual de la inversión, al meter dinero ‘en’ algo, sacarlo luego más grande, y re-invertirlo hasta que podamos finalmente obtener una ganancia.

Deberíamos darnos cuenta de que cada vez que ‘obtenemos’ una ganancia, alguien o tal vez muchas personas están regalando algo. Sin embargo, pensamos que la ganancia es una recompensa o que nosotros la logramos. De nuevo esto repite el ‘merecimiento’ del hombre, porque él actúa de manera masculada y de esa manera vuelve a entrar de nuevo en la categoría privilegiada, ‘merenciendo’ el nombre ‘hombre’. De hecho, el hombre es recompensado por aquellos regalos a los que el renunció a dar cuando entró, al principio, en esa categoría. Si algunas características primarias o esenciales del género masculino fueran actualizadas en nuestras vidas económicas, serían más fáciles de ubicar e identificar. Pero tanto las características de género del hombre como las características funcionales de nuestra economía de intercambio derivan de un ‘antepasado en común’, que es la definición por medio de la cual los hombres son privilegiados mientras son alienados de sus madres que los cuidan.

Es como si la mente colectiva del niño varón se preguntara, «¿Pero por qué soy niño varon y no soy como mi madre maravillosa ?» La respuesta, «Es así porque es así» se convierte en lo que no puede vencer pero con lo cual tiene que afiliarse —lo que él, como su padre antes de él, usa como modelo y luego ‘descubre’ como sus características ‘masculinas’ o ‘humanas’. Es como si el ser mismo, el ser igual, el ser igual a la muestra, el ser la muestra y el ser la palabra se colapsaran uno encima de otro, como las características norm-ales masculinas que dominan a través de categorizar y nombrar. Esta situación angustiante se proyecta luego a la sociedad en general, para terminar siendo la lebensform de la forma económica del intercambio. La ‘muestra del padre’ tiene las mismas características de ser, como las tenía su padre antes que él. Hay, entonces, una regresión infinita a través de las generaciones de las ‘muestras de los padres’. No debe extrañarnos, que la identidad masculina, al negar el regalar, haya sido leída hasta hace poco como la identidad humana, y haya tenido un lugar tan prominente en la discusión filosófica. Ha sido y sigue siendo la causa no de algún ‘destino superior’pero de muchos de nuestros problemas—.

Tener más

La motivación para tener más, tal vez, puede ser encontrada en el hecho de que el miembro del niño es muy diferente y mucho más pequeño que el del padre. Si el falo es la ‘marca’ de la categoría masculina, tal vez el niño no se sienta realmente ‘igual’ y parte de la categoría, hasta que tenga un miembro más grande. La necesidad de convertirse en el modelo del concepto, de ocupar la pocision del equivalente general o la de la palabra, implicaría la necesidad de tener un miembro más grande. El niño es, por supuesto, incapaz de hacer que esto suceda, mientras que él, sus hermanos, su madre y sus hermanas pueden ser dominados (y a veces abusados) por el gran padre fálico, que finalmente está viviendo el mandato de la definición masculada, la cual tomó como modelo en su niñez.

El niño, ya en una posición de competencia con su padre por la posición equivalente, puede también sentir la necesidad de tener un falo grande y sus equivalentes económico y simbólico para poder defenderse y defender a las mujeres con quienes todavía participa (en alguna medida) en una situación de regalar, del padre y de aquellos otros hombres que pueden tratar de avasallarlos. A su vez, el niño aprende a dominar, jugando el papel de definiendum. Mientras que los cuidados de la madre tienden un puente entre las diferencias de sus tamaños, convirtiendo al niño en un receptor humano (dador y receptor de signos) en una edad muy temprana, la definición de género pone al niño en una situación de desventaja. Por el momento, él no puede lograr su mandado de género. Él debe estar en la posición relativa y formar parte de los muchos, aparentemente porque todavía es demasiado pequeño. La verdadera razón, después de todo, se debe a la lógica de la situación: sólo puede haber un ‘uno’.

Tal vez la base de la motivación a la violencia, al poder y la avaricia es este deseo de ser más grande (tener más del equivalente fálico), para poder ocupar la posición del ‘uno’ requerida por la definición de género. Las niñas pueden ser embaucadas a participar en la competencia por la superioridad, aunque no tenemos un falo fisiológico y a menudo retenemos por lo menos algo del regalar, y de los valores maternales en los que hemos sido socializadas.

Debido a que el padre a menudo está ausente, el niño, que ha sido alejado del modelo de la madre, puede ser dejado sin modelo (ademas de la definición misma) para su identidad o contenido para su categoría. Agreguése a esto la violencia que muchos hombres grandes pueden perpetrar sobre aquellos que son más pequeños, y queda claro que el tamaño (o la cantidad) puede convertirse en una obsesión no sólo para el individuo sino para culturas enteras. Un visitante de otro planeta que viniera a la Tierra se quedaría horrorizado ante la vista de los rascacielos cada vez más altos, con los que los negocios muestran su orgullo corporativo. Ésos que tienen sus oficinas en las torres de acero, desde luego son superiores a los que tienen oficinas en edificios más pequeños y menos erectos. Aquéllos tienen más dinero y más poder, lo que los hace estar más cerca del concepto modelo del padre, el adulto masculino al que el niño pequeño sólo puede aspirar. Nuevamente, aparte de cualquier sentido erótico, es la erección lo que es diferente ya que es mucho más grande que el miembro del niño, y eso es lo que los rascacielos (rifles, cohetes, misiles, etc). imitan.

Todos estos edificios se construyen sobre el abandono del modelo de la maternidad. El abandono mismo está orientado —no hacia el niño, sino hacia los que carecen del falo-palabra-dinero. Aquellos que tienen necesidades son abandonados a morir por aquellos que tienen bienes. Aquellas que no tienen falo tienen que pagar por haber puesto al niño varón en una categoría diferente. De hecho, tienen que continuar de manera invisible transfiriendo el dinero-falo al capitalista como plusvalía. Paradójicamente el regalo orientado hacia el otro parece ser una hipocresía, y ciertamente no valdría tanto en el intercambio como método para proveer distribución.

Lo que también está oculto a simple vista, es el drenaje de la riqueza hacia los símbolos fálicos y al capital que se expande infinitamente, alejándola de las necesidades de los muchos. La riqueza y la energía fluyen de los muchos hacia los ‘unos’. También fluyen desde el regalar hasta el mercado y el capital, desde el ‘Tercer Mundo’ hacia el ‘Mundo Desarrollado’. La ilusión es que ocurre todo lo contrario.88 Igual como en la formación del concepto, la muestra recibe su valor de la existencia de otros artículos de la misma clase, pero ahora hay una transferencia real de la riqueza, desde ellos hacia la muestra.

El castigo por la escasez

Toda esta situación puede ser leída como la represalia de la sociedad contra la madre y sus cuidados, por haberle entregado el niño al padre. La represalia, desde luego, es parte de y consistente con el intercambio. El desplazamiento de los bienes lejos de las necesidades, hacia las manos de aquellos que tienen más y más del falo-palabra-dinero, genera la escasez que acongoja y desacredita el regalar, convirtiéndolo en imposible o en un sacrificio. Continuar la práctica del regalo a pesar de la escasez requiere de un enorme esfuerzo y un sentido de propósito casi obsesivo. Las mujeres a menudo han sido tachadas como masoquistas por eso.

Pero la carga de la prueba debería colocarse en aquellos que crean la escasez y al sistema que los crea a ellos. Sus motivaciones se encontrarán en su intento de curar su cambio de categoría de género que ocurrió en su niñez. Tal vez debido a nuestra ternura materna, tendamos a entender y a consentirlos, pero esto debe terminar. No es una respuesta apropiada a las consecuencias de sus acciones e instituciones —la muerte de millones en las guerras, la inanición, las enfermedades y la destrucción ecológica del planeta.

La escasez tiene varias ventajas para el patriarcado. Hace el regalar difícil de manera que no puede ofrecer una alternativa visible y viable al intercambio. Castiga a las madres y al regalar por haber entregado sus hijos a la categoría del padre, y al mismo tiempo proveyendo a los niños varones con el incentivo de acumular más que nadie más del equivalente general. Más aun, aquellos que tienen éxito en convertirse en la muestra privilegiada pueden también materializar sus excesos priapicos económicos en símbolos fálicos de todo tipo. Si los ciudadanos no tienen éxito en acumular más individualmente, pueden tal vez participar en un cuerpo político que tiene más—armas más grandes, aviones, bombas.

Teniendo en exceso, mientras otros no tienen lo suficiente para sobrevivir, les permite a los que tienen, considerarse superiores y distribuir pequeños regalos caritativos de manera manipuladora, controlando así el comportamiento de los que no tienen. La definición masculadora se usa directamente para manipular a los que necesitan juicios positivos, los que también son escasos —juicios de inteligencia, belleza, eficiencia o pericia. A menudo éstos están acompañados por juicios monetarios, que los complementan.

Las economías y los eco-sistemas de la tierra, están siendo alterados al intentar acumular grandes cantidades para unos pocos al mismo tiempo agotando los recursos de los muchos. El tamaño relativo de las posesiones de los pocos aumenta por estos medios. El deseo de seguridad también se intensifica a través del uso de la amenaza de la escasez, y pareciera que sin un margen considerable hasta los hombres corren el riesgo de ser transferidos de categoría, de los que tienen a los que no tienen.

Tal vez se nos pueda excusar por ver al mercado y al patriarcado de manera irreverente. Parece una obra de teatro tragicómica, en la cual la alienación del niño varón de su madre a la categoría del padre se repite indefinidamente. El síntoma de nuestro desorden psicológico ocupa nuestras mentes y nuestro tiempo, impidiendo que sigamos el modelo de la madre cuidadora, mientras que millones de niños reales de ambos géneros se mueren de hambre. Los ojos del visitante extraterrestre se llenarían de lágrimas de lástima, por esta especie excelente que se ha metido en tantos problemas por algo que comenzó, después de todo, siendo un error pequeño e inocente. Entre tanto yo, querido lector, aúllo en la noche. Si usted lo comprendiera, tal vez también lo haría.


Notas al pie

77. Hemos estado hablando del intercambio como definición. Porque hay una sola palabra material, el dinero, ahora estoy hablando del nombrar. Muchas de las funciones de la definición son desplomadas entre sí en el intercambio monetario. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

78. La clase de todas las clases sacadas de contexto es una clase sacada de contexto. Sin embargo, un meta punto de vista verdadero sería lógicamente más ancho e incluiría el regalar, entonces incluyendo lo diferente (el otro), surgiendo la contextualización y destruyendo la clase sacada de contexto. El pensamiento de un punto de vista patriarcal sobre-enfatiza las clases y no enfatiza el contexto del regalar, al igual que una sociedad patriarcal sobre-enfatiza las clases, y no enfatiza el paradigma del regalo. Un crítico podría decir que comparar el intercambio y el regalar es como comparar manzanas y naranjas. Mi punto es que estas manzanas solo existen dentro de un contexto de naranjas, que también les da a ellas. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

79. Jacques Lacan describió lo que él llamó la ‘etapa del espejo’, un nivel de integración de la imagen de las partes del cuerpo del niño mayor de lo apropriado para su edad. Yo especularía que ésta es la relación de propiedad que las integra como ‘suyas’ y que el rompimiento con la relación de la muestra masculina es reflejada en el intercambio. Vea Ellie Ragland-Sullivan, Jacques Lacan and the Philosophy of Psychoanalysis, University of Illinois Press, Chicago, 1986. Kenneth Wright, Vision and Separation Between Mother and Baby, Jason Aronson Inc., Northvale, New Jersey, 1991. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

80. Además de todo esto, las madres que tienen miedo de la competencia del padre con un hijo bajo protección y cuidado por su cariño, pueden motivarlo para hacerlo similar al padre, para que el padre no lo destruya. Como la verdadera madre de Moisés, ellos niegan que es suyo, dándoselo a alguien más poderoso y quedándose cerca para cuidarlo y servirlo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

81. El dinero solamente se sustituye a sí mismo cuando habiendo sido ‘invertido’, se devuelve aumentado —otra masculación transpuesta— quizás un niño que nace de la cabeza de Zeus. El capi-talista es quien hace que esto ocurra. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

82. La propiedad es quizás más como el complejo ‘nombre familiar’ de Vigotsky que el concepto; porque las propiedades son diversas, no tienen una cualidad común, excepto la de ser propiedades de ese ‘uno’. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

83. La hija puede ser considerada como el ‘bien’ o ‘valor de uso’, que es una vez más parte de la forma del cuidado después que el comprador ha renunciado el equivalente fálico. Ella también podría ser considerada como el ‘bien’ que no se ha intercambiado —al menos hasta que ella se case. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

84. La normalidad del intercambio se refuerza por la ascendencia de lo verbal sobre lo no verbal en la sociedad, y en la niñez, porque el niño está aprendiendo el lenguaje precisamente durante el período de Edipo durante el cual la masculación está ocurriendo. La posibilidad de la genitalización precoz de los niños es estimulada por la importancia dada al lenguaje y al nombramiento y a la transferencia del niño de la categoría de la madre a la del padre (o al menos la muestra masculina). Entonces el intercambio económico del dinero actualmente vuelve a trazar y refuerza la situación Edípica, igual que este momento de genitalización. El inter-cambio es realmente un cambio de sexo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

85. Alfred Sohn-Rethel, Intellectual and Manual Labor: A Critique of Epistemology, MacMillan, London, 1978. Sohn-Rethel piensa que la ‘abstracción del intercambio’que se deriva del intercambio de las mercancías es el nexo social. Yo creo que el intercambio de las mercancías proviene de la masculación que es entonces la base de la abstracción del intercambio. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

86. Incluso la Biblia dice, «Al que tiene mucho se le dará». Vuelva a la nota al pie del texto.↩

87. En otra etapa del mismo proceso, el intercambio de dinero ocupa el lugar y el trueque cede. Hay al menos estas tres capas de dominar y ceder involucradas en el intercambio de dinero. Nos damos cuenta de que todavía están allí porque, en cualquier momento, podemos revertir a la etapa ‘previa’ de acuerdo con la voluntad de los intercambiadores. Podemos hacer trueque en vez de intercambiar el dinero, o podemos decidir no requirir un intercambio y simplemente dar el producto a la persona con la necesidad. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

88. Los ‘regalos’ del ‘Primer Mundo’ al ‘Tercer Mundo’ contienen intercambios ocultos y actualmente vuelven al ‘Primer Mundo’ muchas veces. Véase, por ejemplo, el trabajo del colectivo DAWNE, Gita Sen, y Karen Grown, Developmental Crisis and Alternative Visions, Monthly Review Press, Nueva York, 1987; Susan George, How the Other Half Dies, Allanheld, Osmun & Co., Montclair, 1977; y Vandana Shiva, Staying Alive, Zed Books, Londres, 1989. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 14 - Mereciendo existir - Contradicciones humanas en el mercado

Capítulo 14 Mereciendo existir
Contradicciones humanas en el mercado

Siempre me he preguntado cómo una ganancia puede derivarse a través de un intercambio individual igualitario. La respuesta que quiero dar es que la ganancia fluye a través de los regalos que llegan al intercambio y al mercado desde las áreas de no intercambio. Estos regalos provienen, en primer lugar del valor que le damos a la igualdad (como hacen las madres con la semejanza del hijo al padre), en segundo lugar, por darle valor a la orientación egoísta y al intercambio mismo, tercero, por cuidar al trabajador y cuarto, por darle al capitalista a través de la plusvalía. Existe otro intercambio ‘igualitario’ entre trabajador y capitalista al cual se le da valor desde afuera. El trabajador consiente trabajar por un salario, pero sólo porque él o ella no puede sobrevivir de ninguna otra manera. Tiempo extra, atención, trabajo y lealtad son regalos que se dan a cambio del ‘privilegio’ de ser pagado la tasa vigente fijada para cierto tipo de trabajo. «Subiendo» un peldaño lógico cuando hay escasez la oportunidad de tener un trabajo remunerado es un ‘regalo’. Cuidado, honestidad, lealtad, excelencia en el trabajo, y buen humor son dados en reciprocidad por el ‘regalo’ del trabajo. (Podríamos ver esto casi como un intercambio recíproco de regalos —como sucede en algunas sociedades pre-capitalistas). Mientras que los intercambios en el mercado pueden ser equivalentes en un nivel, en otro nivel regalos invisibles son dados constantemente a estos a su alrededor y a través de estos.

La ‘plusvalía’ de Marx es el valor del trabajo que excede al salario, basado en el costo de reproducir al trabajador. En realidad, la plusvalía constituye un regalo del trabajador al capitalista. Puesto que el trabajo de la esposa o de la madre no se toma en cuenta en la reproducción del trabajador, ese valor fluye hacia la plusvalía. Los empleos escasos están sobrevaluados, y los regalos fluyen hacia ellos y a los que los tienen desde los que no los tienen.

Los operadores economicos no prestan atención a cuál es su origen, porque sólo se fijan en la acumulación de cantidad para un uso futuro sin variedad cualitativa. Se justifican en esto por el salón de los espejos, por la auto-semejanza de todos los intercambios iguales que tienen lugar en el mercado y a diferentes niveles que constituyen el contexto de cada intercambio. Es más, la homogeneidad o el carácter del dinero de ser ‘una palabra’, permite que el mercado reemplace el vocabulario cualitativamente variado del lenguaje con la jerarquía cuantitativa de los precios.89 En el mercado, la única forma en que podríamos nombrar y por lo tanto reconocer y apreciar un regalo como valor es cambiándolo por dinero, lo que sería contradictorio con su carácter de regalo. Entonces los regalos permanecen invisibles y no valorizados.

La ganancia deriva, en parte, por nuestro dar a la igualdad y valorarla por encima de la necesidad. Porque alguien participa en el intercambio equivalente, él o ella reciben el regalo de ser valorados, en vez de alguien que sólo tiene una necesidad. Cualquier excedente que de otra manera pudiese haber ido hacia la persona que sólo tiene una necesidad, es entonces ‘libre’ de fluir en forma de regalo hacia la ganancia de los que intercambian igualitariamente. La persona que tiene la necesidad es considerada desigual, a no ser que ella o él tengan otro producto o dinero, como resultado de una transacción anterior. En realidad, ser igual como intercambiadores sólo implica que las personas que practican el comportamiento del intercambio, han producido para, y han intercambiado con un grupo de otros que son igualmente autointeresados y contenciosos. Su igualdad como actores y como valores en el proceso de intercambio implica intercambiabilidad—sustitución recíproca, y su falta de vínculos implica indiferencia.

Hay necesidades que provienen del proceso de intercambio mismo —como las necesidades que provienen de los procesos de masculación— que deben ser satisfechos por regalos dados al proceso desde afuera. La modalidad del regalar se hace a un lado para que la modalidad de intercambio tome su lugar transfiriendo su valor potencial ignorado como modo de distribución al intercambio, cuidándolo, y a quienes lo practican. Si este compite, si hay abundancia de un producto, por ejemplo, por sobreproducción, los precios bajan. Si los precios bajan, el consumidor recibe como regalo más del valor del producto, y la producción futura para el intercambio es puesta en peligro.

El mercado, igual que el ego masculado, es una invención psico-socio-lingüística artificial, que usa la descontextualización. Igual que el ego, necesita recibir valor directo (sin intercambiar) del regalar, y al mismo tiempo compitendo con el regalo y ganándole. Las personas que están participando en la invención artificial, haciendo el intercambio, desarrollan una necesidad de ser valoradas como opuestas a los que están afuera del mercado. También necesitan ser mantenidos por otros. Para ser motivados a participar en esta práctica artificial, ellos incluyen una recompensa extra (un ‘incentivo’) para ellos mismos en el precio de sus productos. La ganancia que reciben es un regalo, no sólo de los que producen la plusvalía (y aquellos que cuidan a los productores), también de los compradores de bienes escasos. Es una contribución de regalos desde lo desconocido y de los muchos desconocidos.

La escasez de empleos y la escasez de bienes funcionan conjuntamente para mantener los intercambios igualitarios altos y el flujo de regalos yendo hacia los ‘que tienen’.

Merecer es una manera, auto-semejante, de dar valor no sólo a los que intercambian sino también al intercambio. Quienes producen para el mercado merecen una recompensa. Los que intercambian reciben el valor de ser definidos por igual como miembros adversarios de la misma clase contradictoria. Son vistos como superiores a los desempleados y a los inempleaebles y a los que no compran ni venden. La equivalencia de sus productos con el dinero, parece implicar la equivalencia (mutuamente exclusiva) entre ellos, así como la habilidad de usar las mismas palabras para referirse a cosas similares, implica equivalencia ( mutualmente inclusiva) entre interlocutores.

Si nuestros seres comunitarios son desarrollados a través del lenguaje y del dar material entonces el intercambio, que es la interacción material de no dar, puede ser entendido como la base de un tipo particular de seres. Este materialmente desarrolla un propietario privado, mientras que psicológicamente desarrolla un ego que es funcional al proceso y a la propiedad: es competitivo, procurando tener cada día más, de tener o ser el definiendum, y de convertirse en el masculado privilegiado.

Aquellos con el tipo de ego adaptado al intercambio entran a ser parte de la clase dominante de los muchos interesados solo en sí mismos, todos intentando ser los unos privilegiados. La acción individual competitiva del macho, coincide con la lógica de la sustitución tomando el lugar del regalar. También lo hace la nación masculada, la clase, la raza o la religión, dominando a otros que son obligados a ceder y a entregar valores y bienes a los conquistadores. Los grupos auto-reflejantes y los grupos masculinos, dominan a los grupos que se orientan hacia la necesidad de los otros y son cuidados por ellos. Los egos producidos por el intercambio, definen su expansión y la expansión del sistema del mercado como ‘civilización’.

La definición como Modelo: otra vuelta de la tuerca de la auto-semejanza

El género es algo que actualmente creamos e imponemos en nosotros mismos sobre la marcha, pero es hecho parecer por las culturas como algo biológico y por consiguiente como algo imposible de cambiar. Tendemos a considerar los roles de los géneros como constantes y a considerar las adaptaciones individuales como variables. Por ejemplo, las diferencias de temperamentos individuales se interpretan como diferencias de género. Se dice de una niña agresiva que «actúa como un niño»; un niño complaciente es visto como «actuando como una niña». La idea de que una característica nuestra es nuestra naturaleza, nos hace buscar dentro de nosotros para hallarla. Pero si lo que estamos buscando es una construcción cultural, es, por lo menos en las primeras etapas, algo que todavía no existe dentro de nosotros—tenemos que construirlo de acuerdo a los modelos y a las definiciones que nos han dado. El lenguaje mismo es un elemento modelador importante. Veamos de nuevo cómo funciona en la masculación.

No nos hemos dado cuenta de cómo los factores culturales son responsables de la definición de género, porque la forma de la definición está entremezclada en el contenido del género, y su génesis está involucrada en la práctica actual. Éstos son factores culturales complejos y confusos. La definición de género encarna la estructura de la definición misma, en su contenido, al tomar el hombre el lugar de la mujer. El comportamiento masculino se esfuerza por llevar a cabo la posición general dominante del definiendum. Reconocemos este comportamiento como una cosa relacionada a la palabra ‘masculino’ y lo retroalimentamos en la ecuación original, dando lugar a una estructura social auto-semejante. Hay un nivel meta envuelto, tal vez sin que lo sepamos. Alimentamos el genero con la forma de la definición misma. Luego retroalimentamos la forma de la definición con el género.

Inmersos en el lenguaje los términos de género se disfrazan para que se parezcan a otros términos, y el disfraz agrega a su potencia90 como profecías auto-realizantes. La auto-semejanza de los términos de género—con sus referentes agresivos y dominantes en el caso de los términos para los varones o por contraste, la auto-semejanza con cosas que ceden en el caso de los términos para mujeres no competitivas—parecen alojar el mandato de comportamiento de esos términos dentro de los términos mismos. (Vea la ilustración 22).

Ilustración 22.

Los roles de género y la definición coinciden creando imágenes similares de ellos mismos en los niveles de forma y contenido.

El mandato parece residir ‘dentro’ de los términos, pero en realidad depende de un contexto externo que ya ha sido influenciado por este durante generaciones. El comportamiento de género del padre ya ha sido influenciadodo por el término autorealizante ‘masculino’ cuando el hijo lo toma como modelo. La madre, igual que su madre antes que ella, refuerza el error al renunciar a ser el modelo para el niño. Al entregarlo a la otra categoría porque ella es mujer, se convierte, en modelo para la niña de quién renuncia y cede su lugar.

El padre, que se relaciona con la palabra ‘masculino’ como su muestra, también asume en su familia la posición de la palabra, tomando el lugar de la madre como muestra. Mientras tanto la ‘cosa’ —la madre— relacionada con la palabra ‘masculino’ se hace a un lado como muestra, asumiendo la posición relativa de ser uno de los muchos. La niña sigue su ejemplo mientras que el niño seguirá eventualmente las huellas de su padre. Aquí surge la analogía con nuestro proceso conceptual específicamente con respecto al momento en que la palabra toma el lugar de la muestra, que así deja de ser necesaria como punto de comparación para mantener la cualidad común de los ítems relativos.

La madre cede la posición de muestra y toma una posición de una cosa dentro de las muchas cosas que se relacionan con el padre-palabra, que ahora mantiene la polaridad para esa categoría. La posición auto-reflejante de muestra del padre coincide con la palabra, porque, igual que la palabra, toma el lugar de la madre como muestra. Esta situación se repite también en la definición, donde el definiens realiza un servicio y cede, funcionando como la madre. El definiendum, toma el lugar de equivalente permanente y sustituto de cosas en esa categoría funcionando como el padre. El padre posee al falo y a la madre, y es la ‘palabra-muestra encarnada’ para el concepto del niño varón —y tal vez para todos los conceptos (tal como lo pueden ver los niños de ambos sexos ).91 Otra vez la situación en que el hombre toma el lugar de la mujer (y los valores patriarcales toman el lugar de los valores de las mujeres) repite la situación en la que el proceso total del intercambio toma el lugar del regalar.

Las mujeres sirven y se hacen a un lado, y la economía del regalo se hace a un lado, mientras que los hombres avanzan y dominan como los equivalentes en enfoque. Este patrón, puede verse reflejado aun de otra manera en la definición. El carácter del definiendum se refleja de vuelta sobre el definiens cuando el contenido es masculino. Y viceversa, cuando el contenido es femenino, el definiendum se vuelve ‘femenino’, más como el definiens. Por ejemplo, en ‘Las mujeres son el sexo débil’ —’sexo débil’ como definiens débilmente se hace a un lado, y ‘mujeres’ se impone como definiendum. Por lo tanto, el contenido (las mujeres como cosas o seres que ceden) resuena con la función tradicional de ceder del definiens. Las ‘cosas’ (mujeres) relacionadas con el definiendum en este caso tienen características del definiens.

‘Los hombres son el sexo fuerte’ funciona de modo opuesto, con fuerza resonando y repitiendo las características de ‘dominio’ del definiendum, que toma el lugar del definiens. Las ‘cosas’ (hombres) relacionados con el definiendum, en este caso tienen las características del definiendum. Se construye así un puente por auto-semejanza entre el nivel de contenido y el nivel de la forma de la definición. Ninguno de los niveles es necesariamente de esa manera, pero cada uno ha sido cargado por la función que desempeña en la construcción social del género. Una vez que la palabra ha sido encarnada en el comportamiento masculado de ‘dominio’, la definición de género resuena con su propia imagen de conducta heterosexual.

El nivel epistemológico, construido de acuerdo a la textura de dar y recibir, seguramente está influido por la manera en que hacemos nuestras definiciones e infectado con nuestra mala interpretación cultural del género. Los seres humanos son conducidos artificialmente a roles ‘masculinos’ y ‘femeninos’, porque interpretamos erróneamente nuestros ‘dones’ físicos para implicar que pertenecemos a categorías drásticamente diferentes, casi a especies distintas. El hombre crea artificialmente un contenido para su género trazando nuevamente algunos de los pasos de la categorización y este patrón vuelve a reflejarse sobre los mecanismos lingüísticos por los que la categorización se impuso. Las mujeres posibilitan la repetición de este patrón sirviéndole, lo que causa que se incluyan en él, porque de hecho, es un patrón asimétrico de cuidado y de categorízación-dominación.

De esta manera la modalidad del regalar está encerrada en una relación con la categorización que se opone a esta. Luego cede como principio conscientemente viable, y es cancelado por la dominación que, en un movimiento auto-similar, toma su lugar. Hay una complementaridad de las dos formas conflictivas en el nivel del objeto y en el nivel meta. El nombramiento del niño como ‘masculino’ es proyectado a las relaciones humanas de la sociedad y estas reconfirman el nombramiento del niño como ‘masculino’. (Vea la ilustración 23). Entonces cada definición se convierte en un ejercicio de hetero-sexismo artificial. Cada definición resuena con las proyecciones sociales de la definición de género. Por lo tanto la definición de género es continuamente proyectada en la conciencia individual a través de nuestro discurso, de nuestra capacidad de definirnos a nosotros mismos, y de definir a los otros. La definición misma se convierte en la norma y descarta no sólo el servicio de su propio definiens femenino, sino la importancia y aún el derecho de existir de aquellos que no corresponden a los patrones heterosexuales.

Por ejemplo, los enjuiciamientos de los fanáticos de derecha tienen un aspecto auto-confirmante, porque la forma heterosexual de la definición (y del nombrar) ratifican el dominio y descuentan la importancia de quienes ceden a sus definiciones. Desde los epítetos usados por los muchachos adolescentes para dominar a las chicas adolescentes, ‘perras’ y ‘putas’, hasta los juicios manifestados por los jefes, maridos u otras figuras de autoridad, ‘incompetentes’ y ‘tontas’, las mujeres son requeridas a ceder al avasallante definiendum cuando es hablado por los hombres masculados a quienes ellas sirven.

Los insultos homosexuales, raciales, ideológicos, religiosos, a los discapacitados, etc. también ‘degeneran’ a menudo en la violencia física actual. Los que definen dominan y los que son definidos ceden. Los dominantes que definen ahora son el definiendum, los que son definidos son el definiens o la cosa que está cediendo.

Ilustración 23.

La acción recíproca de la masculación
y la definición generan similitudes sociales.

No reconocemos la heterosexualización de la forma de la definición por una parte porque le hemos dado una ‘muestra’ que nos permite ignorar su funcionamiento generizado. Esa muestra es la ecuación abstracta, que parece ser la forma o la ‘esencia’ de la definición misma. Utilizar la anotación alfabética ‘A = B’ sustituye los tomadores vacíos de lugar por palabras o ‘valores’. Porque son tomadores vacíos de lugares, no generales (como son las palabras-regalo cuya generalidad ha sido construida como muestras sustitutas), parecen implicar sustitubilidad recíproca: si A = B, B = A.92 Además, la ecuación puede parecer ser simplemente una versión más complicada de la tautología (completamente recíproca): A = A. Tomando esta ecuación, que es una imitación simplificada y abstracta de la definición, como la ‘muestra’ para todas las definiciones, su modelo o ‘forma’, nos permite dejar como irrelevantes el dominio y el ceder que en realidad están ocurriendo en la definición heterosexualizada.

De hecho, la ecuación recíproca y neutral (¿deberíamos decir ‘sanitizada?’) sustituye a la definición en la manera en que el intercambio sustituye el trueque, el regalar y también la servidumbre forzada. Entonces damos valor a esta imagen de la neutralidad o la ‘igualdad’y los procesos del dominar, el dar y el ceder empiezan de nuevo. La ecuación de valor para el mercado es usada solo entre los productos que (como los hombres masculados que pertenecen a los círculos de varones elitistas ) ya pertenecen a la categoría valorizada y solo tienen que ver con la cantidad de este valor. Es utilizada exclusivamente con las cosas que ya son consideradas intercambiables. Aunque la ecuación entre un producto y su precio aparece neutra, el dinero se convierte en el definiendum encarnado que toma físicamente su lugar mientras el producto en el intercambio cede físicamente. Al mismo tiempo el proceso entero del intercambio por el dinero reemplaza el regalar.

La retroalimentación de la forma heterosexualizada de la definición a la definición produce imágenes auto-similares patriarcales en diferentes niveles sociales.

Las mujeres hechas «inferiores» (como el definiens) sirven como algo que no se ve, para que la forma de la definición se retroalimente en estas (y las cancele). Luego la actividad de regalar, invisible, que proviene de esta posición inferior de las mujeres le da valor a la forma de la definición y a la ecuación y deja que tome su lugar como modelo de interacción humana. De hecho, le sigue una proliferación de imágenes auto-semejantes. Las mujeres, las clases ‘bajas’, los muchos, los niños, el pasado, el futuro (todo excepto el presente, los hombres «dotados» y dominantes) juegan el rol de definiens para el definiendum de los hombres. En una escala macroscópica, la relación se repite entre las naciones donde una domina y muchos la sirven. Por ejemplo, Estados Unidos domina las naciones en su área de influencia, que ceden y sirven a su hegemonía cultural y económica. Estas relaciones de regalar son invisibles para la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos.

Seres auto-semejantes versus seres orientados-a-otros

La definición (junto a su espejo esterilizado, la ecuación) se encarna dentro de nosotros en los procesos del ego. Se impone sobre el regalar orientado-a-otros y se da valor a sí mismo. Hace que otros le den valor, porque (como cualquier definición) necesita que se le de valor desde afuera para poder funcionar.

En el mercado, a nivel micro, en cada intercambio hay un movimiento hacia ‘arriba’, que también ocupa el lugar del regalar.

Cada intercambio, con la ecuación de valor imponiéndose al regalar, funciona de un modo similar al nivel macro del mercado mismo, que toma el lugar del regalar como modo de distribución. Los niveles micro y macro se confirman entre sí (porque las semejanzas parecen confirmarse). Al mismo tiempo, se le da mucho valor desde fuera al mercado como la totalidad dominante formada por innumerables intercambios —y por lo tanto a cada intercambio sobre y por encima del regalar. De igual manera, en el pensamiento del ego masculado, el nivel micro de la ecuación y de la definición es igual (en su estructura o en su proceso) a expresiones del nivel macro de una identidad masculina auto-reflejante y auto-semejante que supera.93

Las encarnaciones de las palabras y de las definiciones, en gran escala en el intercambio y en las jerarquías, en las organizaciones comerciales y en las religiosas, sociales e instituciones políticas, funcionan como niveles macro, que vuelven a confirmar los niveles micro del ego masculado y la forma de la definición (heterosexualizada) o del juicio. Estas instituciones también proveen nichos para que los egos masculados actúen sus destinos sociales, creando cadenas de dominación. Hemos creado estructuras sociales auto-similares y diferentes escalas en las que se pueden ‘reflejar’ unas a otras. La forma de la definición (y la masculación) se repite una y otra vez, justificando así la importancia que se le da a la semejanza por encima de la diferencia—y al valor de los procesos conceptuales basado en la norma uno-muchos por encima de los procesos dirigidos por el regalar que se orienta a la necesidad.

Al regalar no se le permite ninguna capacidad explicativa, de modo que a las actividades basadas en el regalar (tales como la atribución del valor mismo) son explicadas por profesores muy valorados como derivados de categorías y conceptos, de los sistemas de elementos que se excluyen entre sí, de las escalas de las preferencias marginales en un contexto de escasez o por procesos psicológicos o fisiológicos sui generis o permanecen como un misterio.94 Nuestra sociedad está atrapada en un salón de espejos, y nosotros llevamos espejos en nuestras mentes, en nuestras organizaciones y en nuestras carteras.

El ser que regala y que tiende ‘al otro’ no depende del pensamiento para ser porque su portador adquiere relevancia social al satisfacer las necesidades de los otros y recibir de ellos. Es probable que gran parte de la identidad masculada, también provenga de la participación no reconocida de regalar y recibir, sin embargo, se les atribuye la capacidad para conformar la identidad, al pensamiento, a la equivalencia, al reflejo y a ‘encontrarse a uno mismo’. La identidad de los que dan y de los que reciben regalos se crea y valida a través del proceso mismo de dar regalos materiales, en vez hacer solo o principalmente su análogo, en el lenguaje y en el pensamiento.

Lo que es más, puesto que el que deriva su identidad del pensamiento tiene muchas necesidades, el que da regalos las satisface y lo validan a él (usualmente, pero no necesariamente, un hombre) como el que lo ‘merece’. Si la persona con una identidad más abstracta logra una posición social general, su cuidador o cuidadora es a veces visto como alguien que le da, a través de él o de ella, a la sociedad como un todo, transitivamente. (Este es el caso también para aquellos que estando en las jerarquías están en posición de regalar, sirviendo a los que están en una posición social más alta).

Las mujeres han estado cuidando a los hombres juntos con sus espejos. Pero en lugar de distribuir espejos para todos, debemos dejar los a un lado y dirigir nuestro dar unos a otros, y hacia la solución de los problemas sociales que ellos han creado. Las mujeres necesitamos cuidar y resolver los problemas sociales por nosotras mismas, y no entregar nuestra autoridad a los hombres masculados auto-reflejantes. Necesitamos cuidar de la sociedad en su totalidad, promoviendo el modelo de regalar a un nivel general, para todos. No sólo practicamos el cuidado-del-otro en nuestras vidas personales y en la solución de los problemas en general, por ejemplo, dando dinero, tiempo e imaginación para satisfacer necesidades sociales generales; económicas, medio-ambientales y de paz, terminando con el hambre, la guerra y la contaminación. Proponemos el regalar como modelo para un cambio necesario de paradigma para todos.

Pensar y Ser

«Yo pienso; por lo tanto soy» son las palabras del que intercambia como muestra privilegiada de ser propietario. El cogito de ‘Descartes’ negaba la importancia de la existencia de los otros, de la madre, de la sociedad como un todo, de la naturaleza, para la propia existencia individual. Descartes adoptó una posición de escepticismo radical —al no aceptar nada como algo ‘dado’. El primer paso que dió fue salirse del contexto del regalar y recibir e intentar encontrar la base auto-evidente de su ser. Debido a la descalificación que hace de la orientación al otro, no permite al que intercambia encontrar la confirmación de su existencia en la satisfacción de las necesidades del otro, y en la existencia y bienestar permanente de los otros entonces él o ella deben encontrar su confirmación solamente en el reflejo de sí mismo/a. La falta de gratitud del receptor hacia el dador resulta también en el desconocimiento del otro como fuente.

Hay un aspecto de auto-semejanza que influye en el proceso de formación del ego —particularmente en la formación masculada del ego en el cogito. Aquí, como en el intercambio, hay un giro hacia la lógicade la sustitución, que ocupa el lugar de la lógica del regalo. Se provee un ejemplo de la lógica de la sustitución: ‘pensar’, por lo que el uso del verbo ‘ser’ (yo ‘soy’) se justifica. Hay también un giro del discurso hacia la definición y la auto-definición, dejando de lado las necesidades comunicativas contingentes. Porque está descontextualizado (o se descontextualiza a sí mismo), el ego debe continuar siendo validado y sobre-valuado para poder seguir existiendo. Descartes proporcionó una validación interna del ego al dirigir la atención sobre su auto-semejanza. El cogito está influido por la ecuación y la auto-semejanza del intercambio e implica valorar la igualdad (aun la tautología) y la consecuencia lógica por encima de la necesidad. La igualdad de pensar y ser surgen sin duda de la misma fuente: la negación del regalar como base del lenguaje.95 ¡Usualmente el ser del sí mismo incluiría las relaciones con los otros!

El regalo de Descartes al patriarcado fue la satisfacción de las necesidades co-municativas del ego para una prueba lógica de su existencia. Esta necesidad se deriva de la negación del dar-y-recibir que ya prueba y de la existencia humana material. La auto-semejanza en el pensamiento crea una norma, una especie de espejo en el techo como referencia, un reflejo del sí mismo, que en realidad es su producto. Es una re-verberación en el micrófono, que confundimos con un mensaje del universo o de la estructura de la comunicación y de la identidad —y parece evidenciar que el ser es la fuente del ser. Igual que en el concepto en que la muestra masculina se relaciona con la palabra ‘masculina’, «yo pienso; por lo tanto soy», es similar a sí mismo, auto-referencial. Descartes reconoció el pensar como definición; luego la definición en sí misma se hizo tautológica (yo soy yo) apuntalándose en ‘yo pienso; por lo tanto, soy’. Aquí la definición tiene una fuente dominante —él mismo.

El pensamiento que define, reflejado en la ecuación se convierte en la ‘marca’ del ‘uno’ quie es la muestra para el concepto de existencia. Ambos, como también el intercambio, están sobre-valuados, como también el falo, la ‘marca’ semejante a sí misma que coloca al hombre en la categoría privilegiada. El pensamiento en categorías que tuvo Descartes en el momento que pensó en esa frase inmortal, es el que ubica a quienes piensan en la categoría privilegiada de ‘existir’ y por lo tanto, toma el lugar del dar como una justificación para ser. El pensamiento que define y el verbo ‘ser’ ambos funcionan usando la sustitución, y ‘ser’ trae consigo el pensamiento (los actos de sustitución relacionados con la palabra) al presente. El pensamiento es definido como basado sobre la definición, ecuación y la consecuencia logica —si/entonces— en vez de como transposición del regalar.96

Que algo ‘sea’ solo significa que es lo suficientemente valioso como para ser relacionado a las palabras (para otros), mediante un acto que puede ser sustituido por el verbo ‘ser’. Así es que el pensamiento es una actividad socialmente valiosa y el sujeto social que la está haciendo ‘es’ —especialmente si él o ella tiene éxito y logra hacerlo valioso (para los otros). Al decir Descartes que él piensa pone en primer plano un carácter social general del pensar, que él identifica consigo mismo. ‘Yo estoy pensando’ es auto-referencial, y parece obvio o claro porque se asemeja a sí mismo: A esta actividad la llamamos pensar—se expresa en frases tales como ‘yo pienso’, ‘yo soy’ y ‘yo pienso; entonces yo soy’. Hay un desplazamiento hacia la sustitución en la frase en sí, como también lo hay en el verbo ‘ser’. Y Descartes satisface, cuando leen su libro, las necesidades de otros egos de saber que existen. ¡Que regalo!

Pero Descartes no estaba solo, a pesar de que estaba fuera de contexto, porque el pensar tenía que ser valioso para los otros de manera que fuera relacionado antes que él con una palabra como nombre, como también con otras palabras contingentes en los discursos. Tanto las palabras y el pensamiento son evidencia de la existencia de otros y del contexto en el que el pensador (supuestamente fuera de contexto) opera. En el pasado muchos le han dado valor al pensamiento.

Pero también se le da valor al pensador en el presente, no sólo se lo da el/la pensador/a mismo/a sino todos aquellos que lo cuidan generalmente como parte de la sociedad e individualmente como a una persona que ellos conocen. La fórmula es: tomen el pensamiento como la cualidad importante (¿la invariante sensorial?) de la cosa que es la muestra, luego digan que se está haciendo, entonces es igual a la muestra, entonces es sustituible por la muestra y por cualquier palabra que pueda sustituirla de tal modo que los actos son todos sustituibles por el verbo ‘ser’. Entonces, los actos y los que los hacen existen. Es otro ‘tener’ el que hace a cualquiera ‘merecedor’ de existir. Así uno puede corresponder a la ‘existencia’. Tal vez podamos llamar a todo esto ‘Lingüística anti-cartesiana:’ Descartes estaba simplemente re-escribiendo el pensamiento como ser y viceversa, y (como Chomsky y muchos otros pensadores a quienes la masculación los ha engañado) haciendo un énfasis exagerado sobre la importancia del proceso (renombrar) de reescritura misma.

Ser es masculino

Ser miembro de la categoría privilegiada es un requisito para eventualmente convertirse en su norma. Para los niños, ésta es la posibilidad de convertirse en hombre, en padre, una muestra para la familia y para lo ‘humano’. Para ambos, niñas y niños, ahora puede significar lograr los puestos más altos en sus profesiones. Ser miembro de la categoría privilegiada, crea la necesidad de seguir teniendo ese tipo de relevancia para merecer la definición. Es una necesidad para los niños (y para otros que intercambian) desarrollar la identidad masculada (basada en el intercambio) —lo que significa dominar, renunciar a la madre y a regalar, etc.

El regalo que el niño (o el que intercambia) cede es su identidad ‘femenina’ (actualmente humana) que cuida. Por esto, él o ella son validados por otros, de todos modos económicamente, y son recompensados con la auto-estima que le es permitida a aquellos que actúan conforme a la norma masculada, convirtiéndose en exitosos ‘dentro del sistema’. Esas personas de éxito parecen existir y ‘merecer existir’ más que los que no tienen éxito. Aceptamos el paradigma del intercambio de la misma manera en que adoptamos el lenguaje cuando éramos pequeños, o cuando los niños varones asumen su identidad masculina. Parece ser que las cosas ‘son’ así.

Hemos estado diciendo que el verbo ‘ser’ sustituye los actos de sustitución de las otras palabras en la definición, dándole a ser una similitud parcial con la masculación y con el desplazamiento hacia el intercambio. ‘Es’en Inglés (IS) se asemeja al símbolo de ‘$’. El grado de existencia de los hombres parece ser superior al de las mujeres, como pasa con algunas razas y clases sobre otras. Si a esto le agregamos la idea de merecer, podemos ver como los diferentes desplazamientos hacia un nivel ‘más alto’ avalan la supuesta superioridad de los hombres blancos de clase alta, que parecen ‘merecer existir’ más que otros.

Al desempeñar el rol del definiendum en la tautología (‘yo soy yo’) o (‘yo soy un ser pensante’) los hombres están sustituyendo el acto de la sustitución, como lo hace el verbo ‘ser’ cuando sustituye el acto de sustitución en la definición. Ser parece implicar ser masculado, y el más masculado (o masculado más a menudo), domina a los otros, y ‘merece’ existir más. Esto ocurre porque ‘ser’, igual que la masculación, ya está asociado con la sustitución y el intercambio.

Los egos masculados son los que hacen las categorías y se incluyen a sí mismos en la categoría como muestras, avalados por el verbo ‘ser’ y por el dinero —por lo que ‘naturalmente’ usan el dinero para perpetuar su propia existencia. ¿Cómo merecerían categorizadores si no merecieran existir? Entonces, las mujeres, las clases, las razas, o los grupos de preferencias sexuales que son obligados a pensar que no merecen vivir (o no son lo ‘suficientemente buenos’) tienen que justificar su existencia, cuidando y sirviendo a aquellos que lo ‘merecen’. (Puede aplicarse a cualquiera colocado en la categoría de los que no merecen por los que controlan la definición). ‘La existencia’, entonces, se convierte solo en otra categoría privilegiada.

Existencia
a través de otra persona

El intercambio ubica a las personas y a las cosas en una categoría especial, que recibe valor desde afuera. En su rol de otorgarle valor a esa categoría, los muchos que sirven a los que merecen, también merecen. Parecen participar, hasta cierto punto, en la categoría privilegiada por sustitución. Al darle valor al sistema y ayudando a otra persona a tener éxito en él, nos colocamos en una cadena transitiva, de manera que algunos bienes provenientes de los que intercambian en esa categoría, nos llegan. Éste es el caso de las esposas ‘que no trabajan’, que reciben las migajas del intercambio. El hecho de que algunos bienes sí regresen a ellas hace creer que el intercambio es la fuente de los regalos, el gran cuidador.

Ésta es una de las razones por las que las mujeres continuamos cuidando al intercambio y a los que intercambian con nuestra confianza, nuestro amor y nuestro trabajo no remunerado. El modelo de masculación se ve más atractivo y merecedor que el modelo de la madre, y nosotros lo cuidamos maternalmente. En la pubertad, escogimos el modelo masculado sobre el modelo de la madre, como algo más viable. Muchas hijas dejan a sus madres (por lo menos en espíritu) porque están convencidas de que la masculación es humana y que es su deber cuidar a alguien en esa categoría, o convertirse en alguien perteneciente a esa categoría—alguien que ‘contribuye’ y que por lo tanto merece existir y ser cuidado.

La persona que, en alguna medida, no logra merecer existir, permanece en tierra de nadie. Su falta de ‘autoestima’ se debe en realidad a la co-optación de una existencia (privilegiada) por parte de mujeres y hombres exitosamente masculados y a la ayuda de sus subalternos. Tanto el merecer como la existencia conllevan la sustitución del regalar por la masculación y el intercambio. Debemos unirnos a los sustitutos y renunciar al regalar, o cuidarlos si queremos merecer existir.

Ser equilibrado

A la mujeres les podría parecer que pueden lograr ‘un equilibrio entre el trabajo y la familia’, manteniendo una actitud de cuidado hacia su marido y sus hijos, mientras trabajan para la economía del intercambio. Este equilibrio, sin embargo, avala la modalidad masculada. Al otorgarle igual valor al regalar y al intercambio, ocultamos la creatividad y la fertilidad del regalar, reduciéndolo a una comparación acorde a los principios del intercambio (igualdad) y eclipsando su capacidad de ser un modelo—así se drena la energía de los que dan. Volvemos a validar el intercambio al usar sus principios para regular el regalar.

También a los hombres se les incita a que ‘redescubran lo femenino’ dentro de ellos, mitigando así los extremos de la masculación, sin cambiar paradigmas. Igual que el reformismo o la beneficencia, estas actitudes sólo hacen que el patriarcado sea más viable para algunos de sus miembros. La máxima ‘nada en exceso’ se usa excesivamente. Los grupos privilegiados ‘equilibran su lado masculino y femenino’ mientras cosechan las ventajas de la economía de explotación masculada y del sistema ideológico, que obliga por la fuerza a los muchos a ubicarse en una posición de regalar a favor de ellos. Nuevamente, las ecuaciones son sobrevaluadas y las necesidades ignoradas. La medida áurea que cuantifica los cuidados (haciendo una equivalencia con no cuidar) es una medida cruel. Les permite a los grupos privilegiados vivir más comodamente entre ellos, sin resolver los problemas que causan la infelicidad de la totalidad.

El modelo del equilibrio, igual que el modelo más completo de masculación, en realidad le quita crédito al aspecto original y creativo de dar y recibir. Confunde el asunto al integrar lo femenino de acuerdo a los estándares masculinos. Nos impide ver las necesidades que claman por ser cumplidas. Por lo tanto hay, en primer lugar, una meta necesidad de que vayamos más allá del equilibrio, para que las necesidades de todos sean satisfechas. Pero, desde luego, éste no es un punto de vista equilibrado. Los principios de la masculación y de la maternidad entablan una lucha, causando un efecto de subibaja. Somos como una persona que alterna su peso de un pie a otro, nunca desequilibrándose lo suficiente para dar un paso adelante o para subir hacia un verdadero meta nivel —ni siquiera somos capaces de ponernos de pie para evitar la destrucción de nuestro planeta.

Todo el mundo adopta el modelo masculado. Las hijas admiran a sus padres y a sus novios, y no les dan valor a sus madres. Las madres sobre-valúan a sus esposos y a sus hijos, des-valorizando su propia actitud de regalar para sí mismas para sus hijas, quienes con frecuencia eventualmente harán lo mismo. El feminismo en alguna medida está cambiando esto y los pensamientos y comportamientos de las mujeres que cuidan son relatados en cuentos y poemas, y también en estudios sociológicos. Pero aún no le atribuimos el mismo valor que les atribuimos al intercambio y al comportamiento y pensamiento masculados.

El cuidado es el origen de nuestra especie —no la competencia, ni las jerarquías ni la supervivencia del más fuerte. Las madres humanas garantizan la supervivencia del más débil —de los recién nacidos. Todos somos ineptos de alguna manera; piel delicada, estómagos vulnerables, dientes pequeños y dietas variadas nos convierten en animales con muchas necesidades que los regalos de otros pueden y deben satisfacer. Nuestra adaptabilidad da lugar a que nuestras necesidades y deseos proliferen y se vuelvan específicos. (Tengo hambre —no de cualquier cosa, sino de tamales como los que hacen en el sur de Texas— aunque yo no sepa cómo hacerlos. Mi necesidad —mi deleite, en este caso— es específica, y viene de mi historia).

El proceso de identificar necesidades y satisfacerlas —durante el cual aprendemos sobre las variedades culturales específicas de bienes y servicios, provistos para satisfacer múltiples necesidades y deseos, para luego aprender como proveerlos y como recibirlos de otros —es el proceso humano básico. Dándole más valor al regalar, y en este caso a la transmisión cultural, tal vez nos permitiría acceder a la generalidad que ahora parece que encontramos en el dinero y en otras estructuras sociales del uno-muchos. La necesidad artificial del intercambio se ha extendido entre todos, lo que crea un grado de generalización en los medios para el intercambio, que sólo rivalizan con las cabezas de estado —cuyas imágenes, después de todo, están estampadas en el dinero.

La creación de la escasez por aquellos que merecen existir

El intercambio nos desafía a probar que nosotros podemos satisfacer las necesidades de los otros, haciendo que nuestra propia supervivencia dependa de nuestra capacidad de producir lo suficiente en un proceso de ‘selección poco natural’. Algunas especies de animales desarrollan jerarquías en momentos de escasez, mientras que en los momentos de abundancia el modelo de dominio se relaja —y entonces la alimentación y el apareamiento se dan de manera menos estructurada. La creación de escasez que facilita el intercambio entre los humanos hace que el modelo jerárquico parezca imprescindible para la supervivencia. Imitamos el comportamiento jerárquico de aquellos grupos de animales del cual ya hemos evolucionado gracias a los cuidados maternos. Regalar, en el lenguaje, aún mantiene nuestro salto evolutivo en un plano abstracto, mientras que en lo concreto parece que hemos dado un salto hacia atrás al hacer que se torne muy difícil realizar los cuidados, actuando de manera feroz, parasitaria y competitiva.

Diversas tecnologías como la tecnología ecológicamente-sana, tienen el potencial de proveer abundancia para todos. Esta abundancia amenaza al intercambio al hacerlo irrelevante e innecesario. Regalar abundantemente provee para todos, y la abundancia es necesaria para que el regalo mejore eficazmente la calidad de vida. En la abundancia, dar bajo presión (como aparece en el intercambio y en las jerarquías) no tiene razón de ser, porque las necesidades pueden ser satisfechas por múltiples fuentes disponibles.

Las jerarquías se usan para re-crear continuamente la escasez al extraer cualquier excedente de ganancia. Así mantienen al intercambio como el modelo de distribución para todos. Las guerras se arman para contrarrestar los desafíos planteados a las jerarquías y a los mercados por otras jerarquías y mercados. Estas guerras destruyen los recursos, creando escasez y así se aseguran la continuidad de un ambiente propicio al intercambio. La preparación para la guerra y el gasto en la fabricación de armamentos de alta tecnología, y el mantenimiento de grandes ejércitos también devasta la economía civil en ‘tiempos de paz’, de modo que la abundancia no se acumula.

En apariencia es lo opuesto. En la industria armamentista el empleo es muy visible y lucrativo, y parece ‘contribuir’ a la economía. Sin embargo éstos son puestos que no producen nada, son regalos del público para los trabajadores. Pagados con los dineros de los impuestos, y dedicados a la protección de un grupo o sistema, parecen poseer el significado social y general al que toda la sociedad aspira. Desdichadamente, el contenido de esa generalidad no es el cuidado, sólo es la propagación de la muerte. Los productos de esa mano de obra nunca entran en la economía de cuidado; en cambio, son usados para destruir la abundancia potencial de la co-munidad local y global.

El incremento del gasto de gobierno necesario en tiempos de guerra (y los regalos de tiempo, energía y entusiasmo que los ciudadanos patrióticos dan al esfuerzo nacional) le inyectan más elementos del regalar a la economía como un todo. Esto la estimula (creando más ganancias) al tiempo que permite un ‘uso’ de la producción —o sea su destrucción en la guerra— que no amenaza el sistema de intercambio, al no permanecer en la economía y crear la abundancia.

Las colonias y los territorios conquistados proveen la mano de obra regalada y los recursos necesarios (mínimamente monetizados), que permiten a los países colonizadores la toma excesiva de ganancias para unos pocos. Estas ganancias luego pueden ser reinvertidas en las industrias bélicas de los países colonizadores. De esta manera, los regalos provienen de ‘otro lugar’, y no amenazan las economías monetarias ‘desarrolladas’ con su presencia en abundancia, porque pueden ser rápidamente recicladas como producción de desechos de armamentos.

Ahora, a pesar de las distancias geográficas, el Norte ha creído necesario crear escasez en el Sur, a través de los préstamos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional,97 del ajuste estructural y del agotamiento del medio ambiente. Esto hace posible canalizar los regalos de los muchos con mucha más precisión hacia empresas que no crean la abundancia que podría desafiar el sistema.

En vez, los flujos de regalos —mano de obra barata (mano de obra de la cual el mayor porcentaje es regalado) y los bajos costos de la materia prima (alto cuociente del regalo)— crean una abundancia de bienes de consumo al que tienen acceso solamente aquellos que trabajan en cierto nivel de la economía de intercambio a través de su ‘demanda efectiva’. Estos bienes nuevamente diferencian a los ‘que tienen’ de los ‘que no tienen’. Las industrias de la comunicación utilizan la radio, la televisión y las computadoras para difundir información, música e imágenes ‘gratis’ —producto de nuestros regalos artísticos. Estos productos son ‘escogidos’ por el mercado y generalmente sirven para vender otros productos (modificando las necesidades y los deseos), y también para crear consenso alrededor del sistema del mercado mismo.

Todos estos resultados extremos vienen de la con-validación de la masculación por un sinnúmero de estructuras superpuestas auto-semejantes que han sido mal interpretadas. Desde el gobierno hasta el lenguaje, desde la economía a las religiones, desde la milicia a la academia —estas estructuras se superponen, se repiten y se avalan entre sí. Las maneras en que formulamos nuestras ideas de la existencia, del ser, y del pensamiento descontextualizado, validan a los hombres masculados a través de la similitud entre sus procesos y los procesos de masculación (que se originan en nombrar y definir de todas formas).

El intercambio, como sustitución de la lógica del regalar, hace surgir la pregunta acerca de merecer como también la pregunta del poder, y de la inclusión o exclusión de la categoría a la que se da valor. Nuestra aseveración de ‘ser’, a pesar de que haya sido lógica y desarrollada antes del intercambio, valida al intercambio a través de la similitud y vice-versa después de que el desplazamiento ha ocurrido. Muchos de los procesos de sustitución —como la masculación el verbo ‘ser’, el intercambio, y los juicios de correspondencia y merecimiento— se agrupan para formar una ‘realidad’ que se auto-perpetúa y que se auto-estructura, un tipo de mecanismo que en múltiples niveles diferentes es dominante y ocupa el lugar de un mundo basado en el regalo, siempre presente y posible todavía.

La ‘nueva’ realidad parece ser más válida, más ‘real’ que la anterior, que no obstante sigue dándole su apoyo. A pesar de que no se le reconoce, el proceso de regalar, como la ostra que hace la perla de un grano de arena, continúa regalándole a la más dura realidad del intercambio, haciéndola más humana (hasta cierto punto). El statu quo masculado, con sus jerarquías y sus privilegiados, se mantiene gracias a los regalos de las mujeres y de los hombres que están fuera y dentro de él. Como lo que es parece merecer existir más que sus alternativas (las realidades alternativas, por ejemplo, de los hombres así llamados ‘primitivos’) y nosotros lo cuidamos.

Mientras tanto, para no ser menos que los donadores ocultos, los que han tenido éxito en la economía del intercambio, a veces compensan su egoísmo dispensando un poco de caridad (generalmente no muy abundante), a las de clases inferiores o al proponer soluciones tendenciosas para aquellos problemas sociales que ellos han creado. Por ejemplo, recientemente oí la siguiente propuesta: los niños de madres que estaban protegidas por la seguridad social deberían ser enviados a orfelinatos, como si los ‘expertos’ profesionales asalariados en un contexto institucional fueran mejores para los niños que las madres solas. Habiendo reducido a las madres a la más espantosa pobreza, haciendo la crianza de los niños algo casi imposible, los políticos y los ‘pensadores sociales’ proponen ocupar sus lugares otra vez con un modelo monetario paternalista.

La recompensa para estos pensadores está en ‘demostrar’ que el modelo masculado no es sólo más eficiente sino más compasivo que lo que las madres puedan hacer directamente. La maternidad empieza a ser un trabajo más del que las mujeres pueden ser despedidas. Y el poder de incluir o excluir de la categoría se le otorga una vez más al hombre masculado y a las instituciones. La identidad de las madres como las que regalan no es reconocida, y aunque su trabajo no es remunerado, se les puede quitar. Despojadas de sus hijos, se les quita también su identidad como dadoras de regalos y de su identidad como intercambiadoras. No tienen modo de crear una identidad o de merecer existir. Carentes de todas las posibilidades de masculación para su inclusión en las categorías superiores, estas mujeres, en contraste, dan a esas categorías, y ellas reciben el castigo por carecer, lo que calma el miedo y la envidia de los que tienen. Es la manera de expiar su crimen de proponer el modelo de maternaje sin hombres.

De hecho, el Estado se mete como sustituto del padre, eclipsando de nuevo a la mujer. Sea como asistencia social capitalista o como admistración de recursos de un estado socialista o comunista, la ley o la caridad de los padres colectivos desvaloriza y hasta mancilla a veces la realidad de una vida basada en el regalar.

El visitante extraterrestre reconocería la importancia de que la mujer hace el 60% del trabajo agrícola, pero sin embargo solamente es dueña de un 1% de las tierras. Usualmente las feministas piensan en esta extraña desproporción en términos de justicia —esto es, creando un intercambio para hacer que las mujeres lleguen a ser dueñas de igual cantidad de tierra que los hombres. Quiero proponer la idea de que la razón por la que la mujer es dueña de tan poca cantidad de tierra, es porque nosotras nos relacionamos de manera diferente con lo que nos rodea. Necesitamos desmantelar las estructuras del patriarcado, incluyendo las estructuras de la propiedad que están basadas en la masculación, y proponer un modelo de propiedad femenino basado en el regalar.

¿Existe el regalar?

El dinero es el medio para satisfacer las necesidades co-municativas en la comunidad de los dueños de la propiedad privada. El valor de cambio está en la relevancia de los productos para aquella co-municación contradictoria y mutuamente exclusiva. Igual que el verbo ‘ser’, el dinero sustituye el acto de sustitución de un producto por otro.

Yo creo que el valor co-municativo de las cosas se expresa en palabras, que ocupan el lugar de regalos en la creación de los vínculos humanos. Las palabras también pueden ser vistas como teniendo valor por su posición relativa entre las palabras en el sistema de la langue.98 Si ciertos tipos de cosas no fueran repetidamente relevantes para los seres humanos, no se relacionarían con las palabras en tanto nombres de las cosas (a pesar de que se hablaría de ellas en las frases).99 Por eso, la razón por la que cualquiera tiene palabras donadas a ella o a él es porque son usadas por el colectivo, que está compuesto por muchas personas que nunca vamos a conocer.

El valor de algo para el colectivo está fuera de la interacción comunicativa individual, y fuera de la transacción individual de dinero en el intercambio. En realidad es para otros. La identidad de un objeto cultural puede ser encontrada en el regalo verbal sustitutivo, fuera de la interacción comunicativa individual, en lo colectivo. Una situación análoga ocurre con la determinación cuantitativa del precio. El precio se determina por el valor del producto para otros en la sociedad, a quienes nunca conoceremos. Si observamos el valor cualitativo de las cosas para la comunicación en tanto son expresadas en palabras, y el valor cuantitativo de las cosas para el tipo de comunicación contradictoria que es el intercambio material, tal como se expresa en el precio, y hacemos una corrección en cuanto a la diferencia entre el valor cualitativo y cuantitativo, podremos entender el mecanismo de ambos.

De hecho, para ambos es la importancia de las cosas para la comunidad lo que las pone en primer plano en nuestra conversación o en el mercado. Son ‘para los otros y por lo tanto son para mí tambien’ Los gatos se llaman ‘gatos’ para mi porque son ‘gatos’ para los otros tambien. Una lata de café cuesta $4.00 porque eso es lo que cuesta también para los otros. Cuando el monto que los otros están dispuestos a dar varía, también varía para el individuo. Podemos ver el valor de los diferentes componentes del café: el precio que se pagó al cafetalero por el grano, el precio de la mano de obra, el precio del transporte, la molida, la lata, etc.

Cada uno de estos y cualquier otro componente que pueda tener, depende de lo que las partes son ‘para lo otros’, de lo que los otros dan por eso. Para cada transacción económica o lingüística, la identificación de lo que algo es, depende de lo que es para el colectivo —para los muchos— que están fuera de la transacción misma. Hemos dicho que el verbo ‘ser’ es el sustituto del acto de sustitución y que el dinero cumple un proceso similar. Para las esferas de lo económico y lo lingüístico respectivamente, algo es valioso cuando es suficientemente importante para la mayoría, tanto como para que su lugar sea ocupado por una palabra que lo nombra, por ‘es’ como sustituto del acto de sustitución, o en la esfera económica por algún otro producto de intercambio —y por dinero como un equivalente de la cantidad de su precio.

Tanto el lenguaje como el intercambio ponen la co-municación del regalo fuera del centro de atención. Esto ocurre en la mente colectiva (particularmente cuando el valor de intercambio se ha convertido en muestra del valor). Los aspectos de regalo en la vida son relativamente inconscientes y no se discuten. Se han asimilado al intercambio (que es un modelo muy magnético) y a la definición influida por la masculación, los regalos que toman el lugar de regalos. Por esta razón, el valor del regalar no es reconocido colectivamente. Es más, casi no se lo nombra.100 Parecería paradójico decir que el regalar es valioso; el valor es la existencia de algo para la colectividad, y la colectividad no reconoce el regalar como algo existente.

Por otro lado, si vemos ambos tanto al verbo ‘ser’ y al dinero como sustitutos para el acto de sustitución, es razonable que el regalar —que no es sustituido— no parezca ser pertinente al lenguaje ni ser valioso para el intercambio. Por lo tanto, si el lenguaje y el intercambio ambos requieren de la sustitución para affirmar la existencia del valor, regalar, que no es sustituido por nada, pareciera no existir ni ser valioso. La masculación, por el contrario, que es una construcción de sustituciones auto-semejantes, parece existir y ser muy valiosa. No es sorprendente que atraiga todos los regalos que no se dan al regalar mismo.

Por otro lado, tanto el ‘ser’ como el intercambio por dinero, son influidos y ‘agobiados’ por la masculación que retroalimenta el principio de usurpación en la definición y en la economía —por lo que ‘ser’ o ‘ser valioso’ parecen implicar usupación o incluso ser el uno o la muestra. De nuevo, nada de esto es ‘culpa’ nuestra. Estas contradicciones son más que todo enredos lógicos.

De este modo el verbo ‘ser’ y el dinero reflejan el poder que le hemos otorgado al lenguaje para que nos aleje de nuestras madres y de la Madre. Nosotros no vemos que ‘ser’ y ‘valor’ tengan relevancia en la sustitución, porque negamos la realidad de lo que ha sido sustituido. Igual a como negamos a la madre (y la tierra) como modelo sustituido —como si ella no existiera (en especial sí la existencia tiene que ver con sustitución). ‘Olvi-damos’ que la madre es activa y que activamente da y con compasión cede. Nuestro marco de referencia original viene del regalar, pero por haber sido masculados o por cuidar a aquellos que han sido masculados y sus procesos, aprendemos a valorar a los aspectos de definición del lenguaje y de la vida —sustitución, tener, guardar el intercambio y ‘ser’— en vez de valorar los aspectos del regalar y el dar.

La madre no tiene que ceder. Si la madre no cediera, nosotros podríamos enmarcar de nuevo nuestra visión del mundo, y ver cuánto de la vida hay ya en su modo de regalar. Podríamos ver las cosas como regalos de la Madre Tierra —no sólo como productos de los nombres dominantes de Adán— y por lo tanto los trataríamos con el cuidado que ellos necesitan para no ser destruidos. Muchos ya estamos haciendo eso cuando apreciamos y valoramos los regalos de la naturaleza, de la cultura, de la sincronía, de la buena voluntad, y el regalo de la vida misma. Lo que percibimos como la inmanencia de ‘ser’, es en realidad el resultado de nuestra modalidad creativa y receptiva, dirigida con gratitud hacia los regalos de la vida y de la tierra, mientas se suspende (momentáneamente) la mediación agotada del lenguaje y el intercambio.

Tal vez podamos percibir a la comunidad como parte de la Madre, dándole valor a las cosas y a nosotros, y las cosas dándole valor a sus nombres, que nos damos unos a otros, valorizándonos. La tierra se co-municaría con nosotros a través de los frutos y el canto de los pájaros, de nuestros cuerpos y de nuestro ser dador. Participaríamos en una relación co-municativa con la naturaleza. Ahora el modelo de la comunidad está conformado por dueños uno-muchos que se excluyen mutuamente, poseyendo propiedades que le dan valor a su posición, y desacreditando la categoría de los ‘que no tienen’.

La propiedad que tiene que ver con regalar (propiedad que se puede dar y recibir) es diferente de la propiedad privada que se mueve a través del intercambio. Podemos crear un vínculo de cuidado con la propiedad y no uno de dominio. Tal vez el paradigma del regalo requeriría una clase más liviana de propiedad, más como la propiedad de nuestros cuerpos que (cuando se sienten seguros) se pueden básicamente compartir, pero por ahora generalmente no son compartidos. Podríamos tener una relación con la propiedad, de uso, de compañerismo, gratitud y de mayordomía. Lo podríamos considerar de acuerdo al modelo del busto, como la propiedad de algo que puede dar de una manera amigable, y no sobre el modelo del pene —que es más como la propiedad de un instrumento penetrante o una ‘marca’ que nos pone en una categoría superior.

El modelo de la mujer atendería las necesidades, y en la abundancia las necesidades podrían proliferar en variedad y especificidad. Podrían incluir también necesidades psicológicas de seguridad y de vinculación con el medio ambiente, para que el que se ocupa de algo sea de quien ese algo es. En la abundancia, la necesidad de propiedad sería menos fuerte de lo que es ahora, porque la consecuencia de no tener solo sería que los regalos vendrían de otra parte. Cuando tener y no tener ya no están investidos psicológicamente con las pesadillas de la niñez, ya no serían ‘necesarias’ la ley y la retribución. Y no sería necesario ni estaría permitido que el Estado apareciera como padre-dueño de la colectividad.

En la actualidad, la clase de propiedad que significa poder compartir y disfrutar de la naturaleza y de sus abundantes recursos, está reservado para los ricos como recompensa por tener más. La cuestión está en hacerlo extensivo a todos, incluyendo a los ricos, que todos disfruten de la abundancia de la naturaleza y de la cultura, sin impedírselo a nadie. Debemos reconocer cuán profundamente hundida en una psicosis colectiva está nuestra sociedad. Con urgencia debemos curarla y curarnos nosotros también.

Los indígenas y sus culturas han empleado el modelo de la madre y del regalo más que nosotros. Sería interesante averiguar hasta qué punto ellos integran los mecanismos lingüísticos con los regalos y qué clase de propiedad proponen. Los Iroquois, una sociedad matriarcal, en el que un consejo de mujeres tenía el poder de decisión, y que usaba un nombre de mujer (no de hombre) para significar ‘ser humano’, nombraban con diferentes nombres propios a cada uno de los miembros de la tribu. Un nombre estaba disponible sólo cuando moría la persona que lo llevaba.101 Los nombres de los miembros de la tribu conformaban una langue, y podríamos ver a los miembros como las ‘cosas’ socialmente valiosas —una cultura, un mundo— relacionado a esas palabras. En el patriarcado europeo —o puerarquía— hemos transformado a algunas cosas en cosas: mujeres, y a algunas en palabras: hombres —y mediamos entre sus ‘propiedades’ con la ‘palabra-dinero’.

Nuestro estado patriarcal de cosas, de ninguna manera es una forma más racional de organizar la sociedad que la manera ginárquica de los Iroquois. Todas las diferentes culturas, que existían antes de que fueran dominadas, destruidas y redefinidas por el Hombre Blanco y sus formas, eran experimentos socioeconómicos en los que se involucraban los muchos. Algunas de ellas valoraban a las madres y al regalar simbólico y co-municativo. Podemos aprender formas alternativas de vida de ellos.

En la modalidad del regalo, ‘ser’ es la co-municación con la tierra y con los otros seres humanos, y de hecho aún estamos en la modalidad del regalo a pesar de la participar en el intercambio. Nuestra experiencia incluye las percepciones recibidas por los sentidos y la información —dándole destinos al mundo según lo experimentamos, con necesidades que podemos satisfacer, necesidades de los otros, nuestras o del ambiente. Las necesidades crecen de acuerdo a los medios para satisfacerlas, el oído se acostumbra a la música que escucha. Algunas necesidades son más básicas que otras, pero aun esas se diversifican de acuerdo a los gustos y preferencias de los diferentes medios de satisfacción, los diferentes regalos de la Madre Cuidadora y de lo que provee la Madre Naturaleza.

La existencia de la mujer no consiste en ceder, o ser propiedad de, o dueña de, sino de una relación completamente diferente con el mundo (y con la propiedad). Se trata de una relación cuya potencialidad no es mutuamente excluyente sino que se orienta hacia las necesidades, ‘destinada a otros’. Las barreras son necesarias solamente para las peleas entre los ‘uno-muchos’ luchando para ser ‘muestras’ mayores. Si nosotros le diéramos valor a las necesidades y reconociéramos y apreciáramos su complejidad, también podríamos satisfacer y reconocer las necesidades de todos y de cada uno, de mantener su independencia. Los cuidados de las mujeres se extienden lógicamente al medio ambiente. El otorgar valor a todas las necesidades en todos los niveles, también nos permite valorar las necesidades generales a gran escala.

En la actualidad, la necesidad de sanar al planeta es una necesidad del colectivo, y en forma colectiva se está tratando de hacer —sin pasar por el modelo humano de la madre cuidadora. Muchos estamos preocupados por la Madre Tierra, pero seguimos considerando que el maternaje humano no es importante. Es en la maternidad y en los cuidados de la madre, donde podemos encontrar el marco de referencia para poder vivir en paz entre nosotros, para que detengamos el dominio y la destrucción de la tierra.

Si pudiésemos disminuir la economía de intercambio junto a la envidia motivada por la castración, de tener y no tener, podríamos vivir en armonía, con un tipo de propiedad semi-privada, que también sería pertinente para el colectivo como medio ambiente. Los bosques ya no serían valiosos para los aserraderos propietarios del mismo, sino para los seres humanos y las especies que viven en él y que usan sus regalos con respeto, cuidándolos. Los bosques convertidos en troncos no satisfacen ninguna necesidad colectiva, sólo satisfacen la necesidad que motiva la ganancia del propietario privado. Deben crearse las necesidades de los compradores con demandas efectivas. Ya sea que los árboles se vayan a transformar en papel higiénico, palillos chinos o materiales para la construcción, existen alternativas y las necesidades del público podrían ser educadas hacia éstas para bien de lo colectivo y del medio ambiente.

En vez, a gran escala, el intercambio capitalista, utiliza al colectivo como medio para la satisfacción de la necesidad de todo el mundo de los medios de comunicación económica, por dinero. La necesidad de una ganancia es abstracta. Todo el mundo necesita lo mismo. Esta necesidad común de tener (más) dinero distorsiona nuestra percepción de las otras necesidades. El valor del dinero es como el valor lingüístico de todo, como ‘ser’, visto como la sustitución (dominio), no de la inmanencia del regalo.

La nada no es el opuesto a ser. Lo que realmente es el opuesto a ser, es la reinterpretación del verbo ‘ser’, que incluye el regalar, sin dar signos, conectado al lenguaje por medio del regalo, y no a través del dominio, de la sustitución y del ceder. De igual manera, el opuesto a la relación uno-muchos de la propiedad102 no es no tener sino la propiedad basada en la gentileza de la mujer. Debido a la masculación, a los privilegiados que sí ‘tienen’ se los premia con una abundante relación de cuidado con la propiedad. De igual manera, una mujer que cuida, parece ser la recompensa que se les da a los hombres, por ser masculinos. El arrebatar la propiedad a los otros, hace que no podamos recibir y transmitir su valor, y nos hace incapaces de apreciar su relevancia a un colectivo que comparte. De acuerdo a la lógica lingüística, es para nosotros y, por lo tanto no para los otros y por lo tanto —no para nosotros. Cuando mantenemos algo dentro del sistema de la propiedad privada mutuamente excluyente, no podemos imitar con ese algo el modelo de los cuidados maternales.

Recientemente, informes sobre la llamada gente ‘primitiva’ se han popularizado en Estados Unidos, porque describen formas de vida que se centran en el regalar, con una base espiritual. La historia de los aborígenes australianos,103 que viajan sin ningún equipaje, dependiendo para su supervivencia de los regalos del creador para sobrevivir —y recibiéndolos— es un ejemplo de una forma de vida basada en el regalo (a pesar de que en estos momentos ocurre en escasez). Estas historias se vuelven muy populares en Estados Unidos, porque nos indican una actitud que nos sana, a pesar de que participemos en una economía que lo contradice.

Las terapias religiosas o de la Nueva Era promueven la gratitud por las bendiciones que recibimos, colocándonos en el marco de referencia del regalo. Las preguntas que surgen son, «¿Podemos sanar individual o espiritualmente, mientras que la sociedad de la que somos parte merodea por la tierra destruyendo a esa gente que nos inspira con su fe y sus maneras alternativas?» y «¿Puede nuestra curación individual cambiar el paradigma en lugar de reforzarlo, al asimilar algunos de sus principios en un nivel individual?» Nuestros intentos de sanar individual y espiritualmente deben ir de la mano con los intentos de sanar al colectivo y al planeta.

A la inversa, los intentos por corregir lo colectivo, tales como el movimiento feminista, los movimientos de ‘izquierda’ que persiguen el cambio social y económico, y el movimiento ambientalista, deben pasar también por la cura individual. El modelo de la madre está en ambos niveles, en el colectivo y en el individual. El paradigma del regalo, portado por los cuidados maternales, es la norma funcional y poética a la que la sociedad puede regresar.

De acuerdo a la lógica del intercambio, el modo de propiedad de la mujer merece existir, por lo que la mujer ha contribuido a la humanidad hasta ahora. Si queremos cambiar los paradigmas hacia la manera de la mujer, no podemos hacer uso de la lógica del intercambio, re-instalando de nuevo la modalidad de pagar. Olvi-dar a la madre implica aceptar el intercambio, alejarse de la madre y tomar otra cosa en su lugar. Cuando olvi-damos a la madre, no estamos per-donando a la madre y al modo de la madre. Para que funcione el modo del regalo todos tenemos que estar a favor de per-donar. Y debemos mantener las definiciones en el plano verbal y no encarnarlas.


Notas al pie

89. Los precios constituyen un sistema diferencial como la langue de Saussure, organizado de acuerdo a la cantidad por numeración progresiva y no a la cualidad. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

90. Algunos lenguajes no usan pronombres específicos para cada género. Otros piadosamente extienden la distinción de género a todos los sustantivos, para reconfortar a los niños mostrándoles que todo es parecido o diferente de la madre, y que tiene poca significación en el valor. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

91. El hecho de que la definición como un todo es un servicio ejecutado por el que habla o por el que escribe para el que escucha o el que lee, a menudo es olvidada, por lo que la relación de dominar y ceder parece que sucediera entre las palabras, sin la intervención de los humanos. El valor es dado a las palabras y entre nosotros por los interlocutores ‘fuera’ de la frase, pero esto en general no es considerado. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

92. En el lenguaje, la necesidad comunicativa es una consideración determinante. Los valores abstractos de la ecuación parecen estar más cerca de los de la percepción: percepción X = percepción Y parecería ser un contenido apropiado para una ecuación. Pero no es necesario comunicar eso a nosotros mismos o los unos a los otros en nuestras vidas diarias porque ya lo sabemos. Nuestros aparatos perceptivos funcionan. Lo que percibimos usualmente ya es un hecho en lo que se refiere a nuestra consciencia de ello. Nuestras necesidades comunicativas surgen en relación con los otros, con respecto en cuales percepciones nos fijamos y su relevancia con las colaboraciones, entendimientos, ideas colectivas o personales, mitos, historias, vistas del mundo, etc. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

93. Cuando una orden jerárquica se establece en la que un hombre se convierte en la ‘muestra’ o el dominante con respecto a los otros hombres, aquellos que ceden pueden continuar manteniendo su identidad como ‘muestras’ y dominantes con relación a sus esposas e hijos. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

94. Aun en Marx la ‘plusvalía de la mano de obra’, será vista como esa porción de regalo atrapada y filtrada a través del proceso de definición del intercambio. Si la mano de obra pudiese satisfacer las necesidades directamente, podría entonces resultar en co-municación y podría atribuir valor. Sin embargo, debido al mercado, la mano de obra que lleva un producto se expresa en forma relativa respecto a la mano de obra que lleva todos los productos, como un valor de intercambio. En esto, es como una cosa que se relaciona con una palabra (cuantitativamente dividida). Marx no incluyó ninguno de los otros regalos que son dados al proceso de la mano de obra—como es el trabajo de las mujeres en la casa, regalos de precios altos y bajos, regalos de la naturaleza—como contribuciones al valor de la mano de obra. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

95. En forma similar, la ecuación trabajo y dinero deriva de la distribución de la negación del regalar. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

96. Tal vez el homúnculus, el pequeño hombre visto por los filósofos que se sientan en nuestras mentes y reconocen regresiones sin fin, es la imagen internalizada del falo que corresponde con todas las cosas en la posición de la ‘muestra’ en todos los lugares. Pero, como lo vieron los filósofos, es sólo una ficción de nuestra imaginación, un reflejo de una reflexión. Ellos razonan que, si el conocimiento se basa en la reflexión de la realidad, y nosotros tenemos un dibujo de la realidad en nuestras mentes, nosotros tendríamos que advertir que estos dibujos son dibujos de estos dibujos. Por lo tanto hay un hombrecillo en nuestras mentes con dibujos de dibujos, y a su vez este hombrecillo tiene otro hombrecillo en su mente, etc. Sobre lo que los filósofos no reflexionan es que ese humúnculus podría ser sustituido por una mujercita—o mejor aun, una madrecita, una materícula. En lugar de estar ahí dibujando, reconociendo la imagen del niño cuando llora, la madre reconoce la necesidad e interviene, hace algo por resolverlo (por ejemplo, darle de comer). Por eso, si materícula estuviese allí en nuestras mentes, ella reconocería el dibujo del niño llorando y sentiría la necesidad de hacer algo más, como satisfacer las necesidades que los dibujos le sugieren. La división entre lo interno y lo externo será resuelta de maneras distintas por el materículum y por los homúnculos. La razón de esto es que el reconocimiento de las semejanzas es más estático, menos informativo, que el proceso de satisfacer las necesidades. Por eso, cuando la satisfacción se transfiere al escenario interno, puede mantenerse como un proceso activo. El homúnculus es totalmente dependiente del cuidado de la materículum, que lo único que él puede hacer es reflejar. Pero parece que él no puede reproducir dibujos de la materícula, ni en ‘su’ propia mente ni en el mundo externo. Tal vez ella se mueve muy rápido para él. Tal vez se mueve tan rápido como lo hace la carga eléctrica de una sinapsis a otra. De hecho, ¿no podríamos ver actividad cerebral en términos de dar, un movimiento desde la abundancia a la carencia? En este caso, ¿no será que estamos haciendo algo que calza más o menos con lo que hacemos en el plano lingüístico y en el mundo externo? Tal vez esos que están interesados en las cuestiones del cerebro-mente podrían tratar de satisfacer sus necesidades con esta teoría de la película en movimiento de la realidad. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

97. Típicamente el dinero de estos préstamos ha sido rápidamente acaparado por las élites, mientras que los pobres de estas naciones se extenúan tratando de pagar los intereses—y lo principal se demora. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

98. A pesar de que la relación básica entre las palabras en la langue de Saussure es puramente de diferenciación por mutua exclusión, tienen algunas similitudes que se ven como los complejos de Vigotsky. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

99. Por ejemplo, si los gatos no están presentes en una cultura, se podría hablar de ellos como ‘esos animales extraños que ronronean y tienen una cola larga’. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

100. Por ejemplo, he tenido muchas dificultades con los términos ‘cuidando’ y ‘maternal’, porque implican un enfoque en la infancia. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

101. Ver a Elizabeth Tooker, «Women in Iroquois Society», en Iroquois Women, An Anthology, ed. W.G. Spittal, Iroqrafts, Ohsweken, Ontario, 1990. «Por costumbre de los Iroquois, cada clan tenía un solo set de nombres personales. Cuando el niño o la niña nacen le dan un nombre que ‘no está siendo usado’. El ‘nombre de bebé’ generalmente es cambiado por un ‘nombre de adulto’, que no está ‘en uso’, eso es, uno que pertenecía a alguien que murió o de alguien que cambió de nombre». (112). Vuelva a la nota al pie del texto.↩

102. Incluyendo la propiedad ‘uno-muchos’ del Estado. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

103. Marlo Morgan, Mutant Message Down Under, Harper Collins, Nueva York, 1994. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 15 - Semiótica del señalar y del Patriarcado

Capítulo 15 Semiótica del señalar y del Patriarcado

El proceso de ‘engendrar’ que en inglés quiere decir «dar vida» es, en sí, una acción del regalar anterior al género. El regalo es el niño o la niña que nace. Luego el niño es ‘separado’ de la madre al recibir un ‘regalo’ material, que no se les da a las niñas y por eso a él se le asigna un mayor valor. El ‘regalo’, que privilegia a su poseedor desde el principio, es el pene. Al hacer una nueva lectura de la etapa de Edipo de Freud desde el punto de vista del paradigma del regalo, nos permitiría esa interpretación, pero el niño no está preparado para ‘recibir’ de manera creativa su superioridad social a tan temprana edad, y seguramente como decía Freud, serán muchas las preguntas que deben pasar por su mente.

Las posibilidades lógicas involucradas en este ‘regalo’ y en su origen todas tienen problemas. Si vino de la madre, ella le dio lo que no tenía o renunció a lo suyo. Si vino del padre él le dio lo que no perdió. Puesto que el pene es la ‘propiedad’ que aleja al niño de la categoría de la madre que regala, él renuncia a mucho para obtenerlo (renuncia a su potencial humano de dar regalos).

De hecho, la experiencia continua del niño con los cuidados que recibe es lo que le proporciona el contenido a cualquiera de las categorías que el esté formando, incluyendo la de su propia identidad. Decirle que él pertenece a la categoría de género que no brinda cuidados lo define como externo al proceso de vida que está viviendo. Las definiciones y los modelos de masculinidad son maneras de darle a la categoría del género masculino algún contenido, ya que por fuera de la crianza hay poco contenido disponible. La estructura misma de la definición y del nombrar se convierten en la columna vertebral de la identidad masculada como un ideal social.

Por supuesto, este tema tiene muchas variantes individuales, y afortunadamente, las cosas están cambiando. Gracias al movimiento feminista, muchos hombres han decidido tomar parte en el cuidado de los niños. La educación en Estados Unidos y en otros lugares cambia porque hay madres más conscientes y más fuertes.

En algunas familias se le da menos importancia a la masculinidad y hay más hombres funcionando como modelos en su papel de cuidar a los niños. No obstante, la herencia de la masculación en nuestra sociedad es enorme y continúa jugando un papel muy importante en las estructuras sociales y es retransmitida a la familia.

Temas como el de la violencia y el dominio masculino saturan nuestra imaginación en la televisión, en el cine y en la realidad. Siguen cometiéndose actos criminales contra mujeres y niños como la violación, la violencia física y los asesinatos. Debajo de superficies benignas se perpetran horrores secretos. Padres ‘perfectos’ violan y torturan a sus hijos en la casa.

La Escuela de las Américas entrena a los soldados extranjeros en como torturar y les inculca el fascismo. La CIA desestabiliza a los países con chantajes, torturas y crímenes deleznables. Se continúa creando pobreza endémica, que tiene como resultado la muerte de millones, porque se les da a unos pocos.

Continúan las guerras que devastan globalmente la vida humana. El medio ambiente es destruido a diario debido a la contaminación a largo plazo creada por la guerra y la industria. Cualquiera que sean las excepciones de una menor masculación a un nivel individual, la gran maquinaria social del patriarcado hace un gran daño a todo el mundo y debe ser cambiado radicalmente.

Las mujeres y aquellos aliados, los hombres que también cuidan, deben centrar su atención en esta maquinaria. Todos debemos entender como funciona para poder cambiarla con éxito. Y para entenderla, debemos observarla, aunque lo que veamos pueda producirnos preocupación y malestar. De no hacerse así, pese a la mejor buena voluntad, corremos el riesgo de reproducir sus defectos y sus estructuras.

Por ejemplo, aun los hombres más conscientes podrían proponer sin quererlo, la relación de uno-muchos, que está tan profundamente enraizada en nuestra sociedad. Al asumir el lugar de las mujeres como modelos, reproducen la estructura del problema y las mujeres, al permitir que su lugar sea ocupado, ceden nuevamente.

De los Íconos y del Dedo Índice104

Hace muchos años, y mientras pensaba en el concepto de la estructura ‘uno-muchos’, me encontré con el trabajo de Tran Duc Thao105, filósofo vietnamita, quien cree que el lenguaje se desarrolla a partir del gesto de señalar. Aplicando este concepto a las premisas que he venido estudiando me di cuenta de lo obvio, que el señalar es un gesto de uno-muchos, y que coloca en primer plano al dedo índice, mientras esconde a los otros dedos. De esta manera es un ícono —una re-presentación táctil, visual y kinestésica de la relación entre la muestra y los elementos relativos en la formación de los conceptos. Simplemente señale con su dedo y sabrá qué estoy diciendo.

El gesto de señalar tiene dos funciones: por un lado nos hace seleccionar algo dentro de un todo compuesto por otras cosas, y por el otro lado nos hace verlo como unico dentro de una clase de cosas y a verlo como potencialmente nombrable o compartible. El dedo índice provoca una relación externa uno-muchos, es una especie de proyección ‘esto está aquí—y esto está allá’ de su propia imagen. (Vea la Ilustración 24).

Ilustración 24.

Señalar iconicamente repite el proceso conceptual y lo proyecta en el mundo.

La colocación de lo externo en el primer plano se convierte en lo compartible (o comprensible) como la relación entre un objeto y otros de la misma especie, y de un objeto y su transfondo. Sin embargo, también es compartible, porque cada uno de nosotros se está concentrando en la misma cosa. Hay una especie de proyección del ícono de uno-muchos hacia el mundo más allá de la mano —casi como si el objeto señalado nos señalara a nosotros mismos. Pensé entonces en el Dios y el Adán de Miguel Ángel. (Vea la Ilustración 25).

Ilustración 25.

Dios señala a Adán, Adán señala a Dios.

Esto me ha llevado a especular el por que identificamos el pene con el dedo índice, haciéndolo aparecer como otro índice. Le damos al niño el nombre ‘masculino’ porque tiene ese índice, y porque las mujeres, incluyendo a su madre, no lo tienen. Decimos que es parte de esa categoría porque es como su padre, o porque tiene ese índice, como el del padre. Tal vez, otra razón para la supremacía fálica, es que le atribuimos (equivocadamente) la característica de dedo índice al pene. Si el pene del niño es señalado como el elemento, escogido como el señalador, parecería ser una muestra, que ya está en una relación uno-muchos con otros elementos de la misma clase.

Por supuesto que el pene del padre es diferente y más grande que el del niño —de tal manera que por comparación el del padre debería ser la muestra y el del niño uno de los elementos de la serie. La relación entre penes se convierte, entonces, en una relación competitiva entre los señaladores y los índices de la muestra y aquellas cosas que se pueden señalar en otras muestras, convirtiendo la ‘realidad’ a su imagen y semejanza.

Si a esto le agregamos el hecho de que el falo está socialmente investido de superioridad, como la marca ‘masculina’ de la categoría privilegiada, podemos ver como la semejanza entre los órganos genitales del padre y del niño tiene un gran significado. El dedo índice, el pene y el concepto de la muestra (especialmente el de la muestra de lo ‘masculino’ y del ‘Hombre’) se confunden el uno con el otro. Demasiado valor se le otorga a la similitud y especialmente a la similitud con el padre, porque el instrumento que se utiliza para escoger las muestras es el dedo índice que es el ícono de su propia actividad. Este se identifica con el ‘signo’ que escogen a los hombres entre el segundo plano de mujeres.

Es por eso que el pene se convierte en el ícono del dedo índice y de la muestra. Como ícono de la muestra como tal, puede generalizarse y convertirse en el ícono de cualquier clase, y así del concepto mismo.106 Mientras que ya hay una relación uno-muchos entre los dedos de la mano, no es el caso del pene. El pene del individuo se compara con el de los otros hombres, y genera una competencia entre ellos para ser considerado el suyo como el ‘signo’ de la superioridad masculina o para tener el mayor status de ser la muestra entre ellos, convirtiéndose en la muestra de muestras —como diciendo «¿Cuál dedo será el índice?» (Ver Ilustración 26).

Ilustración 26.

«Esto es un durazno».

En realidad, la muestra está investida falsamente de superioridad. En el experimento de Vigotsky, cualquier miembro de una categoría puede ser considerado como la ‘muestra’. La polaridad que es establecida para el concepto es simplemente funcional para encontrar la ‘cualidad común’. Por eso, la muestra debe ser semejante a los otros elementos, no superior a estos.

Hay una contradicción fundamental cuando en el sexo el hombre al señalar a la ‘carencia’ de señalador en la mujer se hace más grande en la erección. ‘Tener’ se identifica con tener un pene y un señalador, mientras que ‘carecer’ se identifica con carecer de pene y lleva a la exclusión de la categoría de las ‘muestras’, y por lo tanto (casi) a la incapacidad de razonar conceptualmente (carecer de señalador quizá parezca implicar que no podemos señalar a las ‘muestras’).107 Ambas condiciones son erotizadas por los hombres, que actúan en su papel del género masculado en un escenario de dominar y ceder.108

Una percepción equivocada

Si las mujeres son vistas como carentes del pene señalador, parecieran no tener capacidad verbal ni pre-verbal ni pre-conceptual, sin muestra (corporal) del concepto y por lo tanto sin palabras también. Pero pueden relacionarse con el pene como muchos a uno y este es el caso de Don Juan, que tiene que decir cuántas mujeres ha ‘tenido’. Si las mujeres son pre-verbales quizá son las proveedoras de la felicidad de la dependencia, solamente cosas, en oposición a la palabra encarnada del padre. El padre suplanta a la madre, aun como muestra del ser humano verbalmente competente. A ella se le niega hasta la capacidad de donarle el lenguaje a sus hijos. Tal vez, como creían los patriarcas de antaño ella es de su propiedad, su bien, y sólo una transmisora mecánica de la cultura, un frasco vacío, un mecanismo para legar la palabra la cultura y la ley del padre.

La mujer puede relacionarse como la cosa a la palabra en el proceso de dar al hombre y al destacárse para llamar la atención, para que él la indique a ella. Al ser ella de su ‘propiedad’, lo puede señalar como una muestra y como ‘uno’ privilegiado. La belleza de ella, que hace que otros hombres la destaquen y lo destaquen a él como persona importante porque él la ‘posee’. Esta apariencia del ser pre-verbal es importante, porque hace aparecer el regalo como un infantilismo (‘effete’). ¿Es acaso éste un elemento en el abuso sexual de los hombres a las niñas? Pensemos, nomás, en la cara de niña de Marilyn Monroe.

La ecuación entre el pene y el dedo índice contribuye a convencernos de que los hombres son la ‘muestra’ del concepto ‘humano’ y que las mujeres no pueden ser ‘muestra’ porque carecen de ese señalador. Pero el pene, de verdad, no es un dedo índice y no es necesario para el pensamiento conceptual. El dedo índice hace un mejor trabajo, porque es un mejor ícono, puesto que los otros elementos de la serie, los otros dedos, son parte de la misma mano, y se retraen para que el dedo índice pueda señalar. Más aun, el dedo índice es dirigido por la voluntad.

Hacer del pene algo relativo a los de otros, ya sea como serie o como muestra, coloca al pene en competencia con los de otros ajenos a el mismo. (Vea la Ilustración 27). Puesto que ésta es la situación para los otros, y puesto que hay un mandato de género de ser la ‘muestra’, los otros de la misma especie, miembros de esa misma clase, pueden parecer como peligrosos y amenazantes, capaces de herir o castrar al niño y así eliminarlo de la competencia. Quizás parece que fue esto lo que ocurrió con las mujeres.

Ilustración 27.

Competencia entre los miembros de la categoría del índice del 1

Los cuchillos, las flechas, los rifles, y otros símbolos fálicos que tienen que ver con dar muerte, tienen la capacidad de eliminar a los competidores por el estatus de muestra. Si observamos como están hechos los rifles y las pistolas podemos ver como el dedo índice se retrae para apretar el gatillo, convirtiéndose por un momento en uno de los dedos escondidos del tirador y permitiendo que el rifle fálico, con su proyectil-indicador letal, ocupe su lugar. Así señala la muerte del otro (el competidor), diciendo la ‘palabra’ punzante que como hace el nombre del género lo coloca en otra categoría, que en este caso es la de los muertos que no pueden comunicarse ni señalar. Siempre me he preguntado sobre el doble sentido de la palabra ‘armas’ en inglés. Ahora puedo ver que las ‘armas’ —’arms’ (brazos)— terminan en señaladores mortales. Pero, en nuestra negación, obedientemente no hemos entendido este punto.

El saludo ‘Heil Hitler’ es, tal vez, la apoteosis negativa de la relación entre el uno el pene la muestra (‘superior’) y los muchos. Hitler usó ese ‘marca’ para manipular el proceso uno-muchos transformándose en la ‘muestra’ auto-estilizada de la categoría ‘Alemana’ o ‘Aria’. Lo hizo para unificar a los muchos para aniquilar violentamente a las otras categorías humanas, en un intento por convertirse en el concepto de la muestra de la raza humana. (Vea la Ilustración 28).

Ilustración 28.

El saludo Nazi es un claro ejemplo de los brazos fálicos del uno a muchos

El puño cerrado en alto, tal vez podría significar la unidad de los muchos —pero yo igual lo leo como un símbolo del pene. El dedo punzante que señala es autoritario, acusador, desde luego, tiene mucho en común con el pene violento, que penetra el espacio del ‘otro’. (Vea la Ilustración 29). En su lugar, tal vez podríamos usar nuestros dedos índices apuntando simplemente para demostrar que somos todos seres humanos capaces de distinguir este dedo de los otros, y para reconocer al uno entre muchos de una clase como una muestra externa de nosotros —que somos unidos como especie en nuestra capacidad de conocer, de conocer juntos, y de compartir nuestras percepciones y regalos.

De los Puntos Simbólicos

Los senos de las mujeres están conformados por dos puntos iguales entre sí, en una misma persona, igual que nuestras dos manos, o como dos dedos indices que señalan —y ambos señalan hacia otros, para lactar. La imagen de dos señaladores iguales, es un poderoso arquetipo para nuestra sociedad. Los senos de las mujeres señalan hacia otros para nutrir mientras que los penes masculados señalan hacia otros para encontrar o imponer su propia identidad. Se miden a sí mismos con relación a los otros buscando su igualdad, o su superioridad como ‘más’. Al convertirse en la muestra, penetran para su propio engrandecimiento, a veces para causar placer al otro, pero otras veces violentamente, para causar dolor, o simbólicamente con pistolas y misiles para matar.

El verdadero dar desde una punta es el lactar desde el pezón. Es la primera experiencia del ser humano visual, táctil y kinestésica (también gustativa y olfativa) colocada en un primer plano y en el transfondo del niño. No sólo es el pezón eréctil, sino que la leche fluye del mismo. Nuestra atención no fluye desde nuestro dedo índice. Hemos inventado los estilógrafos, de las que fluye la tinta para poder escribir, para que no sólo las muestras de las cosas sean visibles en lo externo, con constancia objetiva, sino también las palabras de la muestra.109

Ilustración 29.

Los muchos señalan al indicador, repitiendo el concepto del patrón en el grupo dinámico

El dedo señalador tiene varias formas semioticas al mismo tiempo. Es un ‘índice’ prototipico y es también un ‘ícono’ físico del concepto uno-muchos en el plano de la ‘metáfora’. Así se repite en el cuerpo humano una distinción que también se está haciendo en el mundo externo. Luego el dedo señalador puede también ser utilizado para tocar el objeto hacia el que se llamó la atención, estableciendo contiguidad potencial con el objeto, creando así una situación de ‘metonimia’.110

Por otra parte el hecho de retraer los dedos de la mano para poder empujar uno hacia adelante repite metafóricamente en la mano la situación social en la que algunas personas ceden su posición para permitir que el otro sea la muestra. Le sirven al uno cediendo y retrayéndose. La combinación y el cambio de modalidades tienen aspecto de un proceso casi mecánico como el intercambio, y como la definición que puede dar la apariencia de una atribución automática de valor a través de la sustitución.

Aunque el cambio hacia el intercambio sustituye totalmente a la lógica de la sustitución por la lógica del regalar. El cambio del ícono al índice, de la metáfora a la metonimia, y de la representación a la implementación del concepto, con la potencialidad de tocar realmente la muestra externa (o de hacerle señas para que avance) no es un cambio completo hacia la lógica de la sustitución. La re-presentación icónica del concepto a través de la relación uno-muchos de los dedos de la mano no reemplaza la muestra señalada, sino que sólo sirve para ponerla en primer plano por el momento.111 Solamente le agrega otra dimensión al plano del regalar y al de la comunicación lingüística y a menudo les sirve a ambos.

De los Señaladores verbales y no-verbales

La actividad de colocar en el primer plano y en el transfondo la lactancia del primer seno se repite por el segundo seno, asi como una y otra vez en el tiempo. Quizás los dos puntos nutritivos de los senos sirven como iconos precoces para el carácter comunicativo de la repetición de los sonidos. Los senos son dos fuentes materiales del regalo identificables que forman parte del cuerpo de la madre. Entonces una de las primeras palabras ‘mamá’ es utilizada para significarle a la madre como un todo, igual como ‘papá’ para el padre como un todo. Para los bebés que no son amamantados, los biberones pueden ser similarmente icónicos —aunque no tan poéticos.

Las palabras ‘mamá’ y ‘papá’ se dan en muchos idiomas, como lo dice Roman Jakobson en su famoso ensayo, «¿Por qué ‘mamá’ y ‘papá’»112 Jakobson explica el hecho de que las consonantes utilizadas para formar estas primeras palabras son pocas, por la facilidad que el niño tiene para formarlas, y por la sugerencia de que los sonidos de la ‘m’ y de la ‘n’ se desarrollan a partir de los sonidos y los movimientos que el niño hace cuando mama. Para mí, lo más interesante de estas palabras es la repetición de los fonemas. La repetición se produce en muchas de las palabras que usamos con los niños, palabras que son importantes psicológicamente para ellos (por ejemplo: ‘be-bé’, ‘a-rrorró’, ‘po-pó’, ‘pi-pí’). Muchos niños distorsionan las palabras mientras aprenden a hablar, creando sílabas dobles: ‘tutú-tutú’. Jakobson dice que la repetición de la sílaba identifica a la palabra como tal en medio de sonidos no-lingüísticos y que es la expresión de la posibilidad de la repetición misma.

Podríamos mirar la repetición de los sonidos dentro de una palabra como el ícono de la capacidad que tiene la palabra de repetir. Es decir, la misma palabra ‘mamá’ en sus diferentes instancias, contiene el ejemplo de que los sonidos se pueden parecer entre sí, y que por esa razón son importantes. (Las cosas que son dadas también pueden ser importantes por su posibilidad de repetición). La misma relación de semejanza que se da entre ‘ma’ y ‘ma’ existe entre la palabra completa ‘mamá’ y las otras instancias de la palabra ‘mamá’. La palabra ‘ma-má’ es como una maleta que contiene dos maletas demostrando que la maleta más grande no es única: sin duda hay otros objetos de la misma clase. Como la botella que Alicia encontró en el País de las Maravillas, que tenía escrito ‘bébe de mi’, la palabra ‘mamá’ implica ‘repíteme’, ‘dame otra vez ’ (Vea la Ilustración 30).

Ilustración 30.

La repetibilidad dentro de la palabra presente es un ícono de la repetibilidad fuera de la palabra actual. El lenguaje funciona porque consideramos diferentes instancias de la misma palabra como una sola ‘cosa’.

Como el dedo índice, ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ cambian también de modalidad. Hay un vuelco desde adentro de la palabra ‘mamá’ hacia afuera en sus diferentes instancias. Se trata de dar un salto lógico para considerar las diferentes facetas que son las instancias de la palabra, ‘una cosa’ que se repite. Las repeticiones internas de ‘ma-má’ y ‘pa-pá’ ayudan a ese salto. La misma repetición de ‘ma-má’ corresponde a la sensación de permanencia del objeto, la expectativa de que la experiencia de la madre es repetible, y que ella continúa existiendo en su ausencia. La palabra siempre está disponible para ser hablada, y la madre también está disponible para ser sentida en algún lugar. Entonces, nuevamente, hay un vuelco del ícono al índice: el ícono de la repetición en la palabra ‘ma-má’ se convierte en el índice para la madre, que la llama, hace que ella señale a la palabra y al niño, acercandose a él. ¡El niño se convierte en el destino de la madre, en el destino de su ‘muestra!’

Hay otros ejemplos de repeticiones. Muchos gestos las utilizan, como por ejemplo, afirmar o negar con la cabeza—son gestos similares a las primeras palabras de los niños. Algunos idiomas usan la repetición de una sílaba en las palabras que corresponden a ‘la gente’ (en inglés ‘people’ es un ejemplo)— como ‘Shoshone’ o ‘Mau mau’. Es como si las palabras estuviesen diciendo, «Éste es un grupo de seres para quienes la repetición tiene valor». Las palabras onomatopéyicas para darle nombre a los sonidos de los animales, tales como ‘pío-pío’ para los pollitos o ‘miau-miau’ para los gatos, también son repeticiones. Tal vez por eso les gustan tanto a los niños, porque pareciera que los animales pequeños también comienzan a decir sus primeras palabras.

El carácter autorreferencial e internamente repetitivo de ‘mamá’ y ‘papá’ le entrega al niño una clave, un libreto de instrucción mínima para el aprendizaje del lenguaje. La relación interna de la palabra es icónica con la relación externa de la palabra, respecto a sus otras modalidades, y tiene implicaciones respecto a la repetición y la permanencia de las cosas en el mundo externo. Similarmente el gesto de señalar con el dedo, también implica una relación entre las cosas externas.

Más aún, tanto las palabras del niño como el gesto de señalar con el dedo se dan en un contexto de otros, de modo que la palabra ‘mamá’ es escuchada y utilizada por otros como algo que pueden repetir y como ‘la misma cosa’. El gesto de señalar también es para los otros como un indicador para escoger algo en un transfondo. A medida que el niño crece, el hecho de que hay una similitud sonora, repetible, que puede dar y recibir por algo, atrae su atención a una experiencia la hace acercarse (la señala de vuelta a su vez). Es una indicación de una importancia, una atribución de valor. La igualdad de los sonidos pareciera ser importante en sí pero actualmente deriva su importancia del hecho que utilizamos los sonidos repetibles como regalos sustitutos. Se les da un valor a los cambios de planos, de lo externo a lo interno, del ícono al índice, para el gesto o para la palabra, porque otros los utilizan de la misma manera.

El dinero repite la vuelta desde ícono al índice del dedo señalador. Es como el dedo, porque es el ícono de la relación uno-muchos, aunque en un nivel más complejo. Es el equivalente general, la única mercancía que representa a todas las demás.113 Este también se vuelca en acción creando ‘contigüidad’ en cuanto va realmente hacia la otra persona, actuando la sustitucion al reemplazar su producto. El dinero también es como la palabra que se puede repetir en su singularidad presente. Como una palabra, puede estar en muchos lugares a la vez. Cada ‘denominación’ es una cosa y también muchas cosas. Mientras escribo este texto levanto una moneda estadounidense para mirarla de nuevo y ver las palabras escritas en ella: E pluribus unum: desde muchos, uno.

De los Artefactos Simbólicos

El pasar de un nivel a otro es significativo. Tal vez las escaleras son su encarnación, y nuestra propia acción repetitiva escalonada en el sueño REM (movimiento rápido del ojo) repite los cambios de ‘niveles’. La música proporciona un ritmo de cambios, de cambios de énfasis, de primeros a segundos planos. El director de orquesta blande su batuta y la música responde. El índice es fácilmente un ‘signo de sí mismo’. El director de orquesta cada vez que mueve su dedo o la batuta es de nuevo una muestra que puede atraer a otra muestra.

El visitante extraterrestre podría coleccionar una serie de artefactos comunes que le ayudarían a entender nuestro extraño comportamiento. Nuestros relojes tienen tres punteros que señalan tres diferentes unidades de tiempo. El cuchillo-dedo índice es ayudado por una mano con dedos que al mismo tiempo señalan, que es el tenedor. También tenemos la guadaña, la horquilla y el azadón, variaciones de un mismo tema. Y de hecho cuando miramos a través de un telescopio o un microscopio lo hacemos a través del índice. Todos los símbolos fálicos tienen alguna resonancia con el dedo índice, y es difícil decir cuál es cuál. Por ejemplo, la ‘varilla’ con la que se castiga a un niño es un elemento dominador y fálico y supuestamente le indica a él o a ella lo que no debe hacer.

Es interesante observar los mecanismos de diferente tipos de armas que son transposiciones del gesto de señalar. Por ejemplo, en el arco y la flecha, una mano hace metafóricamente de dedos cuando tira la cuerda hacia atrás, luego deja que la flecha salga volando, como el dedo índice transpuesto que señala la muestra que está en el mundo, más allá de nuestras manos, aproximándose... y penetrándola hasta matar. (El blanco, con su centro, se ve como un seno dimensional ‘que a su vez lo señala’). Al apretar el gatillo del rifle, el dedo índice retrocede con los otros dedos, poniendose en el transfondo, mientras lleva, a un primer plano otro dedo índice, el cañón, y un índice transpuesto, la bala.

Al apuntar señalamos algo externo como individuo, o como único en su clase. Podemos ver los dedos de igual manera, cada uno individualmente o como uno de los dedos de la mano. Cuando contamos con los dedos los podemos levantar uno por uno, o señalarlos uno por uno con el índice de la mano contraria. (Vea la Ilustración 31).

Ilustración 31.

Contando con nuestros dedos, Señalamos cada dedo a su turno como en la muestra ‘uno’.

Acercándose al Contexto

A veces, el gesto de señalar se explica como basado en un intento de aferrar. Pero el aferramiento podría ser visto mejor como parte de una interacción de dar y recibir. El punto de vista de la otra persona como futuro donante o receptor, está disponible para que nosotros lo tomemos. El objeto señalado se convierte en un elemento que potencialmente puede ser dado y recibido o relacionado con palabras que pueden ser dadas y recibidas. Se destaca de su transfondo y su singularidad o pluralidad y puede llegar a ser relevante tanto para el gesto del donante como para el aferro del receptor.114 El gesto de señalar no nos hace ver, pero nos permite ver lo que la otra persona ve, por analogía. El gesto pone el elemento en un primer plano, haciéndolo más accesible y agregándole un nuevo carácter, su valor interpersonal. Al señalar un objeto lo identifica como un valor para alguien y para uno mismo —lo que también es un regalo, porque lo podemos recibir en una forma creativa.

El señalar es un signo de múltiples niveles. Se afirma a sí mismo en su capacidad de ser referencial-para-otros. El dedo índice es a la vez una re-presentación y un implementador activo de conceptos, cuando, como muestra, señala otras muestras (los unos). De esta forma, señalar o apuntar a veces pareciera ser el momento inicial y motivador del regalo, creando la ilusión de que el regalo es el resultado o el producto de un gesto de auto-expresión más que el resultado de una moción hacia las necesidades de otros. Por ejemplo, podemos creer que la auto-afirmación y sus productos son el fundamento de los regalos, que están ahí para ser ‘tomados’ por nuestra propia auto-afirmación, en vez de concebidos como el resultado del trabajo colectivo o de alguien para satisfacer las necesidades. Le atribuimos un valor al momento de la auto-reflexión y al del cambio de niveles en el proceso de la persona que señala.115

El problema de la fuente equivocada que surge con la masculación permea todas nuestras relaciones interpersonales. Aquí la transferencia de atención de un modo a otro, desde el icono a la acción, desde la metáfora a la metonimia parecer aumentar «automáticamente» el valor de uso para nosotros. El aumento de la utilidad realmente ocurre porque el gesto hace entrar a otros a un plano diferente. Por esto, apuntar es similar al intercambio, y a la definición objetiva donde parece haber una transferencia de significado o valor de un término al otro sin actores humanos. A la vez en el intercambio y en la definición una necesidad material o comunicativa está siendo satisfecha por alguien con el tipo de cosa que otros utilizan para ese propósito en la sociedad. Los gestos, las palabras y el dinero como medios de comunicación son el resultado de procesos que involucran otras personas y son la base de procesos futuros.

La auto-semejanza de nuestro propio gesto se refuerza por la semejanza de los gestos de otros con el nuestro. El cambio de maneras de poner en primero plano desde el del ícono al del índice, ambos presentando la estructura unos-muchos, se repite por el cambio de la re-presentación a la ejecución de la relación del concepto, y desde el plano personal al interpersonal, donde otros también lo repiten.

Esto es, nuestro propio dedo que señala representa y está junto a los dedos de los demás que también señalan. Quizás éstos funcionan, junto con todos los dedos que no señalan (el resto de los dedos de las manos), como muchos con respecto a ese uno. Esto se ve cuando se reconoce el hecho de que otros están señalando-apuntando. Todo aquello que se pudiera señalar como un tópico está potencialmente relacionado con el tópico actual y el dedo. La auto-semejanza y la vuelta pueden parecer el origen de un nuevo valor pero de hecho, el valor surge porque otros ya están utilizando el apuntar de manera individual y colectiva.

La auto-semejanza con el índice es repetida también en la serialidad de las palabras, cada palabra es colocada en el primer plano por un instante en el presente, a la que le sucede otra y otra. (Cada frase escrita termina significativamente con un punto). Cada palabra, a su vez, está también en una relación excluyente de ‘uno-muchos’, con todas las demás que no es. Mantiene su carácter distintivo, como opuesta a las otras palabras en la frase—que una vez dichas, también cooperan y se dan unas a las otras. Las relaciones externas a una palabra son similares a las relaciones externas al dedo que señala. Palabras o gestos similares son dichos o realizados por otros, por su propia voluntad. Señalamos algo y otros también pueden señalar hacia lo mismo. Decimos algo y otros pueden utilizar las mismas palabras, con las que se relacionan cosas similares.

El modo de regalar que forma la comunidad, no consiste principalmente en un cambio de niveles, sino en utilizar los cambios, los niveles, los niveles originales y los sustitutos, para la satisfacción común de las necesidades. El mecanismo es interesante: el mecanismo ícono-índice, es auto-semejante a la estructura del concepto en un nivel diferente, y la cosa que se señala parece tener también la misma estructura. El valor del proceso, sin embargo, reside en el acceso que le proporciona al grupo. El señalar individualmente es significativo porque otros también señalan a otros. Parte de la motivación para señalar es la inclusión del otro como alguien que activamente presta atención (o da valor) a la misma cosa —que tiene como efecto secundario la socialización de nuestra propia atención.

El señalar, al igual que el uso de una palabra, crea una relación mutuamente incluyente con respecto a algo. Estamos en un contexto; ‘ahí afuera’ hay otros que pueden responder a nuestros gestos, que pueden dar y recibir de nosotros, a través de la actividad semiotica de la ‘ostensión’. El proceso comunicativo pasa por un momento auto-semejante, y conlleva a un nivel más alto de cooperación.


Notas al pie

104. Los semiólogos distinguen entre tres clases de signos: los íconos corresponden al objeto por isomorfismo o semejanza; el índice establece una relación de dependencia entre el signo y el objeto; y los símbolos se relacionan con los objetos a través de reglas y asociación de ideas. The Linguistic Encyclopedia, Kirsten Malmkjaer, editor, Londres: Routledge, 1991, p. 400. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

105. Tran duc Thao, Recherches sur l’Origine du Langage et de la Conscience, París: Editions Sociales, 1973. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

106. A pesar de que su carácter fálico está disimulado, el monolito negro en 2001: Odisea del espacio me parece que es un ícono de la ‘muestra’. El alcance de los efectos que el monolito tuvo en la película es comparable a los efectos producidos por el contacto humano con nuestros propios procesos cognitivos, formadores de conceptos, fálicamente investidos. El desarrollo de herramientas, armamento y naves espaciales pueden deberse al uso exagerado que hemos dado a la ‘muestra’ fálica del concepto. El inversión fálica de la ‘muestra’ es artificial y ajena, y viene de la imposición del género a través de la masculación. Podemos imaginarnos una tecnología no competitiva, nutricia y no fálica basada en la ‘muestra’ investida por la madre o el pecho (¿los platillos voladores?). O tal vez, podríamos simplemente despojarnos de la sexualidad de las ‘muestras’ de una vez por todas. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

107. Teniendo el puntero, que corresponde al índice y que puede crecer, da una base psicológica y física para la obsesión con las medidas y la cantidad, y el énfasis en la cuestión de igualdad y desigualdad cualitativa. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

108. El placer sexual del hombre refuerza la clase de pensamiento involucrado en la definición y la definición de género actuada en el acto sexual dominado por el hombre. (Este énfasis fue sugerido por Susan Bright). El hecho de que no toda la sexualidad funciona de esta manera es una esperanza en la liberación de la masculación, o que por lo menos lo humaniza. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

109. De hecho la distinción de tipo-símbolo (token) tan cara a los lingüistas y los filósofos, puede ser vista como derivada del hecho de que cada palabra pronunciada es una ‘muestra’ de las palabras ausentes de la misma clase. Es más, cada vez que vemos la palabra escrita, ésta es la ‘muestra’ que permanece constante en el exterior. Entonces (como el índice o el falo), el ‘símbolo’ (token)—en propiedad uno de los muchos—sería ya una ‘muestra’ y lo tomaríamos como representando a un grupo o tipo abstracto. Luego lo generalizamos a otras cosas, que por su materialidad pueden estar presentes como elementos relativos junto al elemento tomado como equivalente y ‘muestra’. Entonces este tipo (porque estamos viendo todas las instancias como muestras) parece ser una categoría abstracta, que podríamos imputar a alguna clase de patrón o actividad mental (cambiando también ahí, de niveles). Vuelva a la nota al pie del texto.↩

110. El plano de la metáfora funciona de acuerdo a la semejanza y la sustitución, mientras que el plano de la metonimia funciona por la proximidad (algo que está en la vecindad o que sirve de contexto para otra cosa). Ver la exposición que hace Roman Jakobson de la distinción, op. cit., capítulo 7, «Dos aspectos del lenguaje y dos tipos de perturbaciones afásicas». Vuelva a la nota al pie del texto.↩

111. El índice es el ‘uno’, como el dinero, que ‘apunta’ a cada cosa como una de una clase y le da el precio de esa cosa en el mercado. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

112. En Roman Jakobson, ibid., cap. 19. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

113. El dinero altera la neutralidad de la ecuación entre sí y las mercancías porque es un estándar constante. Similarmente la ecuación entre hombres y mujeres no es neutral porque los hombres son el estándar. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

114. Cuando comparamos nuestra realidad compartida con lo que podría ser visto con los instrumentos de la tecnología, podríamos ver los átomos no como regalos sino como una colección de puntos. Reorganizando los átomos a través de la nanotecnología podría crear una situación de abundancia donde todas las necesidades podrían ser satisfechas sin esfuerzo por todos. Dar regalos materiales sería tan fácil como comunicarse a través del lenguaje. Desafortunadamente, las necesidades artificiales creadas por la masculación hacen que la facilidad de manipular los átomos sea extremamente peligrosa. Las armas que satisfacen las necesidades de masculación podrían ser hechas tan fácil como el pan. En Nano, The Emerging Science of Nanotechnology, Nueva York, Little, Brown and Co., 1995, Ed Regis describe los usos masculados individuales: «Ud. tendría sus cuerpos humanos gigantescos y sobredesarrollados, sus humanoides con tracción de cuatro ruedas y sus músculos inflados, sus penes demasiado grandes, y Dios solo sabe cuanto más», pág. 18. Una economía del regalo basada en la mujer es necesaria para el uso humano de la nanotecnología. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

115. Por analogía, podríamos pensar que el acto sexual masculino, con sus cambios de niveles, con sus planos anteriores y posteriores, es el origen de los niños, que son simplemente la consecuencia de un proceso de ‘auto-aserción’. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 16 - Del Significado del ego

Capítulo 16: Del Significado del ego

El estado de la conciencia resulta, en parte, del juego entre diferentes niveles de cooperación. Sin embargo, en el patriarcado, no solo somos conscientes sino que también construímos la conciencia masculada del ego de la siguiente manera:

Cuando nosotros (u otros) le atribuimo un carácter específico a la muestra, y la convertimos en su propio significado, como lo haríamos con las cosas del mundo externo, nos convertimos al mismo tiempo en nuestro propia meta que apunta hacia nosotros mismos’. Esta auto-referencialidad, anuda, cierra la puerta, bloquea la vista de los antecedentes, refleja, toma el lugar del otro, interrumpiendo el flujo orientado-hacia el otro. Le damos credibilidad a esta puerta-espejo, cerrada (parece ser un espejo, no sólo porque vemos nuestro reflejo en él, sino porque otros también ejercen la auto-referencia). Creemos en nuestra propia presencia, como si vinieramos de nuestra propia imagen. A partir de ese momento le damos vida a un ego dominante, como la muestra con la que podemos comparar nuestros diferentes momentos (nuestros momentos internos) y los de otros más o menos parecidos a nosotros externamente. Protegemos ese momento de equivalencia interna que es semejante a los otros actos internos y externos del proceso de masculación.

La consecuencia de lograr la identidad de género relacionando al padre como el equivalente, se refuerza cuando se repite la ecuación del dominio en la conciencia individual, a través de la auto-referencialidad.116 Entonces, en lugar de cuidar a otros, valoramos la equivalencia, por encima de los cuidados, aun internamente. Esto, a la larga se convierte en la valoración del ser por encima del dar, de lo abstracto por encima de lo concreto, de lo general más que lo particular —a pesar de que todos no son concomitantes. En cambio, la verdadera imagen continua de nosotros mismos es interactiva, y procede de nuestra orientación-al-otro —de la presencia de otros para nosotros y de nuestra presencia para ellos. Confundimos nuestras proyecciones comunes de nuestras reflexiónes auto-referenciadas con el centro de nuestra creatividad. No obstante, la fuente de nuestra capacidad para ver esas proyecciones, y de dar y de recibir, se encuentra oculta profundamente en nuestra orientación al-otro, como el fuego que refleja las sombras en la cueva de Platón.

Las personas con un ego masculado verbalizan, igual que todas las demás, creando así su conciencia mediatizada por la lingüística. El espejo auto-referencial del yo se convierte en el sujeto-hablante-dominante, sin que esto sea una necesidad social o psicológica. Puede haber una mediatización lingüística, una interacción con otros, el desarrollo del sí mismo sin el espejo del ego dominante—que es 1 = 1 = 1, repitiendo el contenido del salón de los espejos de la ecuación. De hecho, muchas mujeres se sienten incómodas en nuestra sociedad capitalista individualista, porque en general no tenemos esa clase de ego.117 Muchos hombres también están incómodos, porque a pesar de la presión de la masculación, han podido mantener una conexión con el modelo de la madre.

Del Libre albedrío (masculado)

La auto-semejanza de cada ‘uno’ con el dedo índice ocurre también porque podemos implementar activamente el señalar, al dirigirnos hacia la muestra, como lo hace el dedo. Desde el momento en que dirigimos nuestra atención hacia nosotros mismos, a la manera de la auto-semejanza, poniendo en segundo plano parte de nosotros, haciéndonos internamente uno-muchos, así podemos iniciar el camino hacia nuestro objetivo, hacia nuestra meta, hacia el destino que hemos elegido. A esto le llamamos frecuentemente ‘voluntad’. Sin embargo, en ese momento, no hemos tomado aun en consideración los regalos o el impulso comunicativo que está del otro lado de la puerta-espejo del ego. La motivación para regalar parece ser una parte de los muchos —una parte del resto de los contenidos de nuestra conciencia a la que no atendemos. Podemos permitir o no que nuestras emociones, nuestros impulsos orientados-a-los-otros, atraviesen la puerta, haciendo que ignoremos el espejo para satisfacer las necesidades del otro. Nuestra motivación ‘correcta’, a la que señalan nuestras acciones, parece surgir de la reflexión auto-semejante.

Calculamos, «¿Qué será lo mejor para mí?» La necesidad de este filtro ha sido creada por el contexto competitivo del patriarcado. También necesitamos saber ‘quiénes somos’ para poder sobrevivir.118 Nosotros tenemos que decir a qué clase, a qué género, a qué raza, a qué religión pertenecemos o cuál es nuestra preferencia sexual. Si conocemos nuestra definición sabemos cuál es nuestra posición en la jerarquía y las reglas que se nos aplican —como sobrevivir en el sistema y como ser menos vulnerables. La auto-semejanza que se da en diferentes niveles nos permite decir, «Esto se parece a mí; esto no es como yo», convirtiéndonos nuevamente de acuerdo a las imágenes masculadas en las diferentes áreas de la vida. El ego con relación al subconsciente es también una clase de muestra del concepto, con la resonancia que esto tiene en lo externo, desde la familia al gobierno, que también están hechas a esa imagen. Generalmente, la experiencia de la mujer es diferente a la del hombre, porque somos definidas por ellos, y cuando la palabra del hombre ocupa nuestro lugar en el matrimonio, nosotras nos convertimos en la ‘cosa’ la muestra cuyo espacio es ocupado por la ‘palabra’. ‘Sabemos’ que nuestra posición en el sistema no es estar arriba.

Podemos ver al yo con su voluntad como otro ícono del índice, literalmente moviendo el cuerpo hacia su objeto o destino (con otros aspectos del ser, retenidos en el fondo). Pero cuando cuidamos a otros, cuando trabajamos satisfaciendo las necesidades del otro, nuestro comportamiento se vuelve a alinear con aquellas motivaciones que están ‘detrás de la puerta-espejo’. Cuando nos involucramos en comportamientos de dominación, que agrandan el yo y negando a los otros (intercambio) solo expandimos el momento auto-semejante, el espejo, retomando nuevamente el momento de comparación en el concepto. Los valores del ego masculado filtran el comportamiento de regalar.

Desde luego que hay variaciones en esta situación que se replican a sí mismas. Algunas mujeres consideran que es posible tener un ego orientado al otro y que puede generar auto-preservación. También, es posible regalar después de la masculación, como lo hacen los hombres y las mujeres que mantienen a sus familias con los salarios que ganan. En el regalar post-masculación al igual que en la conciencia, hay un filtro, el presupuesto, que depende de la priorización de las necesidades. Está impulsado por la disponibilidad y no por la necesidad, como lo estaría en la abundancia.

En la pareja, el hombre tradicionalmente toma el lugar del ego, mientras que la mujer toma el rol de la que cuida, el de los muchos, el del subconsciente. La persona que ha sido desacreditada, abandonada, por que ya no gusta (ya no es semejante a la auto-semejanza) retorna como la que cuida el estándar (masculino) auto-similar. Su costumbre de regalar es apartada del ámbito público y dirigida a la familia. Con su energía ella cuida y sostiene a los que filtran, a los que están en el ámbito público y a los que tienen éxito en él.

El salario y el ego

La misma conciencia del ego, es un tipo de filtro basado en el intercambio y la masculación que media entre los modos del regalar y los del intercambio. La propiedad privada también actúa de filtro para el regalar, pero la conciencia de la mujer habitualmente está socializada, para continuar regalando. La participación en el mercado laboral posibilita la reconciliación de los dos modos después del hecho. El trabajador o la trabajadora mantienen a su familia dándole de su ‘propiedad’ de su definición económica—de su salario. El mercado está basado en la masculación, y este proceso está más en sintonía con aquellos que experimentaron ese proceso cuando eran niños.

Para la mujer el mercado es un contexto externo en el que, por supuesto, puede tener éxito pero que no concuerda con su categorización original. Ganar un salario y mantener a una familia resuelven conflictos psicológicos que la mujer inicialmente no tiene, por lo que no la afecta de la misma manera. La ventaja para ella está en que participar en el mercado puede resolver los problemas prácticos del estatus del ‘no tener’, y esto le permite a algunas mujeres acceder a las categorías privilegiadas construidas por el patriarcado.

El salario, una porción del equivalente general, determina la pertenencia a la categoría en la que se incluye un hombre de una familia tradicional, es decir lo que ‘vale’. Luego, cuando le entrega a su esposa, parte de ‘su nombre monetario’, él puede ‘sanar’ su masculación. El dinero es un reemplazo temporal para el término del género ‘masculino’. Él no puede compartir lo masculino con su madre, no puede darle parte o la totalidad de su nombre genérico, pero sí puede compartir su nombre económico con la sucesora de su madre, con su esposa que regala. El salario define lo que él puede recibir y lo que puede dar, por lo tanto, es un filtro, al igual que el ego. Los juicios sobre la identidad, parecen determinar lo que la persona puede tener, puesto que él o ella se pueden adecuar a esa circumstancia, tratándolo como una profecía auto-cumplida.

Las casas que un obrero de la construcción ayuda a construir toman el lugar de los regalos de la naturaleza, convirtiéndose en propiedad de alguien. Sin embargo, el ‘nombre’ monetario del trabajador, a menudo no le da el suficiente dinero para que él o ella se compren una casa. Lo que él o ella ‘dan’ a la comunidad (como intercambio) sustituye el dar individual orientado-al-otro y a la creación de comunidad con su familia. La ‘palabra-dinero’, $, toma el lugar del acto de esa sustitución.

Los hombres y las mujeres que entregan su salario a sus familias son como las personas que dan el nombre ‘masculino’, el nombre que privilegia al niño y hace que otros se lo den a él. Pero el niño recibe el ‘nombre’ porque él tiene la ‘marca’, como la etiqueta del precio. Cuando un hombre mantiene a su esposa y a sus hijos con su salario, él le está dando a ella el ‘nombre’, aunque no tenga la ‘marca’. Cuando ella da a luz a un hijo, su defecto está resuelto. Por tener un hijo, parece merecer que el marido comparta su nombre dinero.

La relación entre la mano de obra gratis de la mujer en la casa y el salario está influenciada por la transposición de la definición de género y no es idéntica al intercambio. Él le da a ella parte del nombre-dinero, mientras ella le siga brindando gratis su labor de cuidadora. Labor que no se calcula cuantitativamente ni se le asigna dinero. El salario de él es la palabra re-encarnada, con la que en la escasez, ella podrá comprar los bienes necesarios para cuidar, y de esa manera continuar dando gratis con todas sus variaciones cualitativas. (Es casi como si los medios para cuidar de la mujer dependieran de la masculación, del término de género del hombre—cuando el ejemplo primordial de esos medios son sus propios senos). Al compartir el nombre-dinero con ella, el marido denomina o categoriza sus cuidados (monopolizándolos) siendo solo ‘para él’.

Ahora, esto ha sido reelaborado debido a la inserción de la mujer en el mercado laboral y a las familias uni-parentales. Las mujeres mismas trabajan para obtener el nombre-dinero y proveen los medios necesarios para brindar cuidados a sus niños. Entonces queda claro que el dinero es simplemente una ‘palabra’, un término de género traducido, disponible para que cualquiera lo pueda adquirir. Igual que el término género, no está basado en lo biológico sino en lo social. Ganar un salario empodera a algunas mujeres al hacer que su supervivencia sea menos azarosa y menos dependiente del poder de un hombre de ganar dinero. Sin embargo, la economía del intercambio en conjunto es producto de la masculación y necesariamente convierte a mucha gente en los que ‘no tienen’. La masculación económica de algunas mujeres no va a resolver los problemas generados por la masculación psicológica y sociológica de la sociedad.

De la(Hetero)sexualidad y de matar

El género y su resultado, la sexualidad-heterosexual basada en la (dominación) masculina se impone para ambos sexos al modelo del cuidado—encaja así con el lenguaje que toma el lugar de la co-municación material. Con sólo mencionar el género de un niño, parece decirnos que el género (i.e., igual o diferente a su madre), y eventualmente la sexualidad, es más importante que los cuidados. Tiene más importancia la diferencia fisiológica y cultural del niño con la madre que los cuidados que ella le brinda. De manera similar, matar con un símbolo-dedo índice fálico, que puede verse como sexualidad transpuesta (hetero), es más importante que cuidar al otro. El animal o la persona se someten y se vuelven pasivos a la voluntad del que dispara.

Sin embargo, el animal muerto por el índice dominante fálico, puede ser usado como nutrición: igual que la mujer dominada, superada, de la que el dominador puede convertirse en parásito. La caza se parece al intercambio, porque el objeto, el receptor de la ‘indicación’, se transforma y es recategorizado. Se convierte en la propiedad del cazador, apartado de su voluntad, como el producto que es separado de su propietario en el intercambio (o el niño separado de su madre cuando es definido por su género). Luego, el que dispara y mata a otros hombres (sus competidores) para proteger su propiedad, o a quien lo cuida, o su naturaleza o sus mecanismos de masculación—por la seguridad de todos los mecanismos masculados auto-semejantes reunidos en su patria ( ‘la tierra del padre’).

Generalmente, los cuidados post-masculación, requieren del re-conocimiento ( parecido al intercambio). Las mujeres (y los hombres menos poderosos) cuidan al dominador, y el labora a través del mismo mecanismo de masculación hacia un tipo de cuidado, imponiéndose y ‘contribuyendo’ en esa forma extraña. La conciencia masculina, permite el regalar post-masculación en vez de un dar no-masculado. La ‘marca’ es una etiqueta en el lenguaje que le muestra a élla cual es su papel. Él es dueño de esa etiqueta’, y entonces sólo puede dar, por tradición, de un modo im-personal socialmente determinado. Esto le implica enajenarse del producto, dando a la comunidad, a los otros en general, a cambio del ‘dinero-nombre’ y así poder convertirse en un receptor privilegiado. El niño debe imitar este extraño modelo.

El dinero también puede ser visto como una colección de etiquetas cuantitativas. Asi como la moneda de ‘curso legal’, las etiquetas dicen ‘páguese al portador’. Igual que una transformación de activos a pasivos, la etiqueta del precio y la ‘marca’ masculina también indican que sus portadores deben ser tratados como receptores de regalos específicos. Entonces, cuánto más propiedades y más dinero posee, cuánto más etiquetas de su marca sea dueño, más controla y más merece recibir.

La mujer dominada renuncia a entregarse sexualmente a cualquier otro que no sea su marido, y a darse materialmente a cualquier otro que no sea él y sus hijos. El cambio de la modalidad del regalo a la modalidad del intercambio, de lo maternal al dar de la post-masculación, llega a identificarse con la marca masculina. El ícono de la muestra cambia hacia el dominio y lo implementa. Y el pene mismo cambia, volviéndose erecto. No tiene una auto-semejanza como la mano, una repetición de la relación de la muestra con los elementos mismos, por lo tanto tiene que buscar su identidad como ‘uno-a-muchos’ por fuera, compitiendo con otros penes por la superioridad. Por eso todos los hombres son considerados ‘unos’ con relación a las mujeres como muchas (que no tienen la ‘marca’), y ejercen dominio sobre ellas para probar su superioridad.

Del Disparar

El índice precede al pene como instrumento tanto en el saber sexual como en el no sexual. De hecho, el pene no es necesario para identificarse. La identificación (falsa después de todo) del pene con el índice, tal vez ha sido trastocada para que el índice aparezca como un pene separado, que luego puede ser transpuesto para convertirse en bala o flecha. También lo hace así, al pronunciarlo en la masculación y al disparar. «Es un niño» y «Bang, bang, estás muerto» tienen un mismo efecto alienante. Cuando se identifica como uno de una clase, se excluyen sus otras posibilidades, tal como el objeto individual constante. El disparar está hecho a la imagen de la masculación.

Señalar al niño, nombrándolo como ‘masculino’—con ese sonido explosivo—lo aparta de la vida de los regalos. El índice es el dedo que aprieta el gatillo, y el cambio de niveles es como el mecanismo del gatillo, que también es un cambio de niveles, cuando el dedo retrocede para gatillar. La palabra es el sonido de la bala, que nombra al ‘otro’.

Apuntamos con el dedo, seleccionando un objeto y señalando un objeto muestra; luego decimos la palabra, nombrándolo, desplazándonos de lo verbal a lo no verbal. La explosión acompaña la contigüidad del índice transpuesto con el objeto que penetra. Nos movemos desde el ícono del concepto del índice (sumado a la acción-concepto de seleccionar) a la palabra. (Vea la Figura 32). La penetración del otro a través de la bala-‘regalo’ es realmente un servicio para el ego de ‘él que da’ y dispara. Disparar refuerza la lógica del intercambio mientras la penetración violenta del cuerpo (y corazón) del otro recuerda y refuerza la violación. La pistola y también el pene funcionan como ‘unos’ permitiéndole al portador lograr el estatus privilegiado del ‘uno’.

Ilustración 32.

La pistola es un mecanismo construído de una inversión de índices fálicos de diferentes tamaños

El arco y la flecha están hechos para que funcionen cuando tiramos la cuerda hacia atrás, luego soltándola de modo que la energía de la atención pasa a la flecha. Igual que los dedos co-operadores que se retraen para permitir al dedo índice apuntar, los dedos tiran de la cuerda. (Vea la ilustración 33).

Ilustración 33.

El arco señala a la muestra una de las muchas (E pluribus unum). Está indicando no un producto de intercambio sino un ser humano que quiere matar

Lo mismo sucede con el índice que aprieta el gatillo, soltando el percutor martillado sobre la bala que apunta. Igual que cuando retenemos para luego soltar la palabra y/o el dedo, la fuerza de los muchos que dan apoyo al uno avanza de forma explosiva. La energía de lo que se retiene converge en el dedo índice. Tal vez se puede hacer una analogía con las acciones involucradas en la cacería—ir al bosque, la búsqueda de la presa—las diversas acciones co-operativas para la caza.

Cuando apuntamos a matar con un rifle ya sea a los animales o a la gente, debemos contener nuestros impulsos de cuidarlos, convirtiéndolos en muestras que pasarán a ser objetos muertos—serán objetos útiles, los animales servirán como comida o la persona para eliminarla del peligro de la competencia. Endurecemos nuestra voluntad internamente en contra de la orientación-al-otro y del regalar (pobre conejo) luego lo seleccionamos externamente, le quitamos el regalo de la vida, convirtiéndolo en un objeto pasivo. El mecanismo interno de selección, que simultáneamente deja de lado el regalar, se parece al mecanismo dentro del rifle. Con nuestro dedo índice, tiramos hacia atrás el gatillo-índice; el martillo-índice golpea la bala-índice, haciendo que la carga explote, forzándola a salir a través del falo-índice-cañón. La bala-índice pega en el corazón del animal o de la persona, impidiéndole su regalar interno, transformando a él o a ella en nuestra posesión.

La explosión en el cañon del rifle se parece a la explosión en el corazón del que está muerto. Similar a lo que ocurre en la mente y en el corazón del que lo mató, o tal vez en su pene, donde el apuntar y el dominar hacen, de manera análoga, que algo salga explosivamente del dedo señalador. La voluntad masculada es = pene = rifle, y también hay analogías económicas. Se necesita de la exclusión interna del regalar para crear una exclusión externa del regalar en el cuerpo del otro, a través de los mecanismos internos del rifle, que se externalizan explosivamente.

La espada o el rifle, o el arco y la flecha apuntan y matan. La mira exacta pone en un segundo plano la vida del animal, le quita su valor y se lo da en vez a la vida del que apunta y a la muerte consecuente del animal. Luego la presa se convierte en un regalo de comida. Entonces el cazar es una analogía cercana al apuntar de la comunicación, porque el animal muerto es compartible, es un regalo, como el objeto al que se apunta. De igual manera, la muerte de los enemigos causada por cuchillos filosos, espadas, rifles, y misiles se convierten en regalos compartibles para los individuos, las pandillas, el ejército y la Patria.

Este regalo ensangrentado, es nuestro punto de encuentro, se divide entre nuestras propiedades, que de nuevo defendemos de los otros con rifles y cuchillos. Ejércitos enteros se apuntan entre sí, con la tecnología hecha a la imagen de apuntadores materializados, que muestran como ellos son de una categoría superior, aboliendo al ‘otro’. En los años de tensión internacional, los silos donde se almacenan los misiles salpican el paisaje, y circulan los camiones que transportan misiles, listos para levantar sus puntas, y disparar sus ojivas contra los enemigos. Desde el cuchillo al rifle, al misil nuclear, desde el individuo que está armado hasta las fuerzas armadas, la reiteración de la definición y la marca ‘masculina’, han transformado nuestra civilización en un patrón fractal inmenso, consistente en imágenes auto-semejantes a diferentes niveles de la masculación. Este patrón auto-valida y drena la energía de todos y del planeta, para que sirva a sus propósitos, sacrificando millones de vidas humanas. Es un cuadro espantoso por más que se intente colorear y disimular el patrón.

En la Antigüedad, el cazador transformaba el animal muerto sólo en comida, en una propiedad, en un regalo. Aceptaban el regalo en un círculo de atención común, en un círculo de cazadores, una fogata del consejo, una fogata para cocinar, una cocina, un escenario. El tema—la fogata, la comida, el regalo nutricional—pasaban a ser el foco central y común, y la ‘cosa’ relacionada a una palabra, la muestra repetible. Los recolectores y los campesinos también juntaban sus cosechas. El objetivo reunirse utilizando todos juntos regalos del pasado, temas pasados, reuniones pasadas, y fogatas de otros consejos, puntos de vista individuales. Nosotros somos aquellos a quienes se les han destinado los regalos de las cosechas y las cacerías pasadas y quienes los hacemos existir de nuevo para la gente del pasado, al permitirles existir aún. Aunque ellos no lo sabían mientras conversaban y comían. También dejamos regalos para la gente del futuro.

Las generaciones son como el agua que cae de un acantilado, formando estanques, luego se desborda y continúa formando nuevos estanques. El enfoque común es el regalo. En otras palabras, un ‘privilegio’ que nos llega en el presente y en el futuro, es que lo puede hacer otra gente del pasado también, sentarse en círculo con nosotros, como nosotros podemos hacerlo con los del futuro. La dominación ‘uno-muchos’ no aporta un tema o regalo para otros, porque los bienes que provee no son compartibles ya que son monopolizados por el uno o son utilizados para coaccionar a otros. Los ‘muchos’ da al ‘uno’, no se dan entre sí.

EL Regalar versus el salón de los espejos

La necesidad de la atención común hacia los otros hace la auto-semejanza del ego innecesaria e irrelevante. De hecho, el regalar se ve reforzado por la diversidad de los demás a quienes se les da (entre otras cosas, porque sus necesidades son diferentes a las necesidades del que da y producen crecimiento y variedad en vez de competencia). Puesto que el regalar amenaza al paradigma del intercambio económico y a la estructura del ego, lo excluimos de la conciencia, y forzamos a todas las mujeres que lo practican, a pesar de ser muchísimas, al aislamiento dentro de la familia.

Dentro de la familia, se puede contar con ellas para asegurar el mantenimiento de los niños, a pesar de las numerosas y aplastantes dificultades causadas por la escasez. Como donantes aisladas, las madres hacen peligrar su propia supervivencia dando demasiado en forma localizada sin poder cambiar las estructuras sociales. La ‘trampa’ aquí es que ellas no pueden cambiar las estructuras sociales, porque no se reconoce el regalar como una alternativa viable, y ellas no pueden reconocer su verdadera viabilidad hasta que no cambien las estructuras sociales.

Comprometerse con algo a pesar de todos los obstáculos, es una estrategia que se puede utilizar para demostrar la importancia de ese algo. Sin embargo, regalar para la auto-destrucción parece demostrar que no sirve, porque aniquila al que da. Más bien causa la destrucción y el agotamiento de los donantes en el contexto de la escasez misma y de la separación entre los que dan. Los otros deberían comenzar a seguir el modelo de los que dan, para que los que lo practican a su vez reciban de otros, además de dar (aunque esto tenga la apariencia del intercambio).119 Por éstas y por muchas razones más, los que regalan tienen que reconocer lo que hacen, nombrarlo, y practicarlo conscientemente. Sólo puede ser verdaderamente viable cuando involucre a muchos y se cree un contexto de solución general y no individual.

Sin embargo, debido a que el regalar amenaza al intercambio, aparecen otros obstáculos más sutiles en el camino. Por ejemplo, la ‘humildad’ es una virtud necesaria (no alardear) —un hecho que impide a los que regalan afirmarse como modelos. Un hombre que pone límites, para proteger a ‘su’ mujer, en realidad está protegiendo a la que regala, para que sólo le regale a él y para que no le regale a ningún otro hombre. La estructura interna del hombre masculado orientado-al-ego es la estructura interpersonal de la pareja tradicional. Los valores de la familia patriarcal avalan el derecho de los parásitos dominantes de nutrirse de sus anfitrionas que regalan. El falo así como el índice convierte al ego masculado (o su conciencia o su voluntad de ego) en índice, de modo que tiende a superar y dominar el regalar, incluso a dominar sus propias motivaciones internas a regalar. Si a su vez otra muestra masculina externa ‘señala lo opuesto’, ambos obviamente deben competir por dominar.

El ego es uno-muchos respecto a otros elementos del ser, respecto a los egos de otras personas, y a todas las muestras que pueden ser seleccionadas dentro del mundo. Se vuelven relativas a muestras más grandes como equivalentes, como lo hace el niño pequeño respecto a su padre. Desde el antiguo Egipto hasta los Estados Unidos moderno, grandes símbolos fálicos del Estado, encarnando al padre de la patria, como el monumento a Washington, imponen su estatus relativo sobre otras muestras privilegiadas. Los ciudadanos de un país se pueden unir entre sí como un todo, patrióticamente (en relación con otros países), con su gobernante como la muestra humana nacional.

Como ejemplo es el culto a la personalidad de líderes recientes, cuyas imágenes descomunales dominan los espacios públicos. Hasta hace muy poco tiempo, en los países comunistas podíamos ver fotografías inmensas de los lideres del movimiento mirando hacia el lugar de reunión de las masas. Cuando Kim Il Sung murió en Corea del Norte, la televisión mostró a las multitudes dandose golpes de pecho y llorando ante la estatua inmensa de su líder. La preservación del cuerpo de Lenin en el mausoleo del Kremlin, dio a la Unión Soviética una imagen consistente de la voluntad masculada del ego. Mientras que el derrumbe de su inmensa estatua apuntando con el dedo, es otro caso que pone en evidencia este punto.

De la Destinación

La diferencia entre muchos de los niveles auto-semejantes es el tiempo que toma desarrollarlos. El tiempo que toma decir una frase es más corto que el tiempo que toma realizar un intercambio, por lo que se pueden decir muchas frases juntas. La masculación misma lleva años. Nosotros mismos somos dedos índices; nuestros movimientos dirigidos a la meta son gestos de indicación. Podemos señalar con el índice la meta, podemos ir hasta ella, hasta podemos tocarla. Tenemos la orientación futura, hacia la meta o hacia el destino, transpuesta desde el espacio al tiempo. Podemos señalar hacia atrás desde dónde venimos espacialmente y en el tiempo.

Apuntar-señalar puede tomar poco o mucho tiempo, poco, como el tiempo que lleva levantar un dedo, o tanto como el que nos toma trasladarnos hacia el destino. Actuamos como índice cuando recorremos el camino desde el punto de la toma de decisión en el que elegimos nuestra meta. Escogemos un sitio a donde ir, que es uno entre muchos. Podemos verlo en forma metafórica—como el fin que ‘justifica’ (o domina) los medios.

La meta reconocida como destino o punto puede ser algo distinto que la satisfacción de una necesidad. ¿Nuestra motivación a viajar está orientada por el yo u orientada-al-otro? El intercambio parece permitirnos hacer ambas o ninguna, con sólo incrementar la muestra-(dinero). Las caravanas viajaban a lejanos destinos para comercializar. Viajar es como el falo es en el sexo, yendo hacia su destino. Los pioneros viajaron al Oeste, conquistando la naturaleza, señalando las tierras ‘vírgenes’ donde los hombres con rifles o dedos índices mataban a los hombres con arcos y flechas índices y luego se quedaron viviendo en forma parasitaria en las tierras ‘libres’.

Los caballos con su gran energía, se parecen a los índices fálicos cuando galopan a toda velocidad hacia su destino. Con los automóviles ocurre algo parecido, sin embargo podemos viajar dentro de ellos, señalando un destino e indicando puntos de interés mientras se viaja. La carretera y el paisaje constantemente varían entre ser fondo y figura; la carretera señalada por el automóvil y el destino son tópicos en común. El mecanismo aquí es uno de puesta en primer plano y puesta en segundo plano. Prestamos atención al primer plano y consistentemente no miramos el fondo. El fondo que fluye hacia el pasado. Pero lo que no vemos es el mecanismo como un todo, el que supera el proceso no-mecánico. (¿Es el cambio de modalidades del índice una proto-tecnología?)

Luego apuntamos los cohetes hacia la Luna para conquistarla—y cuando llegamos ahí colocamos el mástil con la bandera. Nuestros científicos corren a hacer las bombas más grandes para ganar la guerra, y producir un hongo nuclear que señala su propio indiscutible carácter fálico, matando a cientos de miles en lo inmediato. Y matando a millones o miles de millones a largo plazo, a través de la radioactividad (invisible y no señalada). Podemos matar con el índice, pero para crear necesitamos de toda la mano.

Del Cambio de mano

Al otro lado de la puesta en primer plano está el segundo plano, el fondo, al que no le prestamos atención, pero que igual está activo. Al señalar, retraer los otros dedos hacia atrás tiene la misma intencionalidad y consume tanta energía como extender el índice; sin embargo, no lo tenemos en cuenta, tal vez, porque enfocamos nuestra atención en la repetición del patrón uno-muchos, entre el que señala y el que es señalado. Pero los otros dedos, cuando se retraen, están ayudando al dedo índice. Retraer los dedos hacia atrás es parte de la intención de extender un dedo. Pasa lo mismo a nivel interpersonal, cuando algunas personas dan un paso atrás para que otros puedan adelantarse. Puede ser parte de la misma intención del grupo. Sin embargo, al enfocar solo a uno (la muestra) no se enfoca a los muchos. Por eso es fácil olvidarlos (como es fácil para las ‘muestras’ masculadas olvidar a quienes les han dado y le han cedido su lugar).

Hay varios ‘muchos’ —los muchos dedos que también son parte de la mano— tal vez re-presentando los otros elementos internos o las consideraciones a las que el índice no les presta atención —y también están las muchas cosas que están en lo externo, las otras cosas que no están siendo señaladas. Si los dedos ayudaran al índice de verdad, por analogía las cosas que están en lo externo ‘ayudarían’ a la que está señalada a ponerse en primer plano, cediendo o renunciando a su lugar de centro de atención. Dentro de la familia, las mujeres tradicionalmente han sido los dedos excluidos; fuera de la familia, han sido los elementos excluidos. En el (OBN, Old Boys Network, Red de Hombres Mayores) los punteros masculinos compiten por la posición central, y también para señalar a los superiores en la cadena jerárquica.

Tal vez, esto está basado en el hecho de que el pene no tiene otros ‘dedos’ para excluir. Los otros dedos simplemente han desaparecido en la transposición y en la ‘evolución’ psico-social del signo desde el índice a los genitales. Si el pene es el ‘dedo’, el cuerpo masculino es parecido a la mano.

Quiero proponer que la palabra ‘man’ (‘hombre’ en inglés), que viene de la palabra ‘manus’ (‘mano’ en latín), es como el cuerpo-mano con el pene-índice. Wo-man (‘mujer’ en inglés) sería la mano-matriz, la mano toda, que puede crear y dar.

El tener en cuenta el punto de vista de los otros es parte del regalar. Los hombres (y las mujeres) a menudo lo dejan de hacer cuando renuncian a dar. Mientras tanto, muchas mujeres renuncian a señalar, o a ser señaladas, y adoptan el punto de vista del puntero del hombre, que necesita señalar y convertirse en la ‘muestra’. Nosotras, las mujeres ayudamos a los hombres. Vemos lo que ellos necesitan y lo que quieren señalar, porque nuestro punto de vista ha sido excluido. Ha sido retenido, excluido por y para ellos. Por lo tanto, nosotras también nos castigamos, para permitir que su punto de vista se perpetúe como el centro de atención, y para apoyarlos para que sean la muestra superándonos. Pero a veces, llega el momento en que ya no lo soportamos, y ese es el punto de llegada. Los enfrentamos y es evidente que lo hacemos desde el punto de vista del regalo.

En el cuidar y en el dar utilizamos siempre las manos y no hace falta no tener pene para hacerlo. Aun el señalar de los bebés puede ser visto como una petición a su madre a un gesto de dar, un intento por descubrir la mano materna que viene del fondo de su vientre. Los hombres que cuidan a sus niños y niñas, han podido demostrar recientemente, que la mano que señala puede transformarse en una mano que da.

Quiero que quede en claro, que este es un regalo: La transformación no sólo se da en el plano individual sino en lo social y sistémico.


Notas al pie

116. De hecho, el resultado es el enfoque, la ‘muestra’ del ser, el uno. Una vez que comenzamos a contar, requerimos de un contexto de ‘unos’. Decir un ‘uno’, dos ‘unos’, etc. y uno por ‘uno’ es ‘uno’, probablemente requiere del conocimiento de otros ‘unos’, en algún otro contexto. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

117. Tal vez intuyendo el papel que la definición juega para la identidad masculina, estamos pendientes de sus palabras, con la esperanza de que nos digan que somos ‘lindas’, ‘inteligentes’, ‘buenas esposas’. De esta manera, casi creamos un ego auto-referencial a la imagen de ellos. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

118. La inversión patriarcal de la posición de la‘muestra’ invierte en la ‘muestra’ del ego, con dominio cuando no lo estaría haciendo por sí mismo. También los hombres se ven a sí mismos como los ‘unos’ porque ellos están renunciando al regalo y a la orientación hacia el otro, optando por la auto-referencia. Yo creo que la experiencia del ego está ‘anclada’ en el cuerpo como están anclados otro tipo de experiencias según los teóricos de la Programación Neuro-Lingüística. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

119. La terapia de la co-dependencia interpreta como excesiva a los dadores y a la gente con necesidades no satisfechas. Se ocupan de curar la enfermedad individual y no al sistema que está enfermo, que está creando un contexto de escasez y generando así innumerables necesidades insatisfechas e imposibles de satisfacer (que de hecho son usadas para motivar la economía). El altruismo es creativo y mejora la vida, excepto cuando es capturado y drenado por un dominador o se vuelve imposible en un contexto de la escasez. En algún momento se estimó que el 98% de la gente de Estados Unidos era co-dependiente. Este porcentaje parece un alerta roja de la mala interpretación. Es normal ser altruista. No se nos permite practicar libremente nuestra natural costumbre de cuidar, porque nuestros medios para nutrir nos son robados por el sistema, como también por los ‘unos’ privilegiados dentro y fuera de nuestras familias. La teoría y la terapia de la co-dependencia, al validar no dar, nos permite resolver nuestros problemas individuales y vivir en el sistema de intercambio sin desafiarlo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 17 - ¿Que re-presenta la democracia?

Capítulo 17 ¿Que re-presenta la democracia?

El lenguaje es una respuesta a las necesidades comunicativas que se proliferan y se diversifican de acuerdo a la forma como se satisfacen, y a las experiencias vividas. Estas necesidades se sobreponen o se complementan con las necesidades relacionadas con los objetos —la necesidad del consumirlos, y también la necesidad de utilizarlos como instrumentos, o para identificar nuestras necesidades o las de otros entre ellas, percibirlas correctamente, anticipar las consecuencias, de sus procedimientos etc.

La satisfacción mutua de las necesidades de los unos y de los otros crea vínculos entre los seres humanos como aquellas partes especiales del mundo externo, que forman parte de nuestra misma especie—que reciben de y se dan unos a otros. Los vínculos creados por el lenguaje son similares a los vínculos que se crearían si compartiéramos esos objetos, si fueramos capaces de hacerlo. En parte nos vemos impedidos de compartir los objetos porque hay objetos que no podemos darnos los unos a los otros, como las montañas o nuestra sensación del color rojo, o ver cumplido el sueño de que nunca hubiera una era nuclear.

La escasez es responsable en gran medida de que no podamos compartir, ya que no hay suficientes objetos o bienes para todos. La propiedad privada también nos impide compartir, igual que nuestra costumbre de no dar. Tal vez sean las diferencias en las razones para no dar y recibir lo que hace que el compartir en el lenguaje ya sea tan abstracto y ‘psicológico’, transformando la mente en algo diferente al cuerpo.

Compartimos en forma abstracta, y este compartir sólo produce egos, y no comunidades pacíficas ni con abundancia material. No compartimos en forma concreta los bienes con los muchos. Quizás sólo acostumbramos dar regalos a nuestra familia inmediata y a nuestros amigos. En cambio, lo que sí compartimos es el intercambio que no regala, y que nos separa, nos vuelve adversarios y nos conecta a unos con otros sólo a través de las leyes estatales. El intercambio nos convierte en cosas que no se dan unas a otras, excepto lingüísticamente, por lo que no somos parte de la misma especie de cuidadores. En lugar de ello, nos organizamos en ‘conceptos’, los que a su vez se organizan en ‘conceptos’ más generales.

El Club de hombres (OBN) de los ‘unos’

Creamos representantes en el gobierno parecidos a palabras, para que tomen nuestros lugares. Ellos organizan el grupo más grande, decidiendo, mandando, legislando sobre lo que queda aún por regalar, el regalo de la obediencia, de los servicios públicos, y los impuestos. Los representantes asignan (regalan) el dinero de nuestros impuestos.

El léxico, que Saussure llama langue, es un sistema puramente diferencial de palabras tomadas como valores, en el que cada elemento se relaciona negativamente con los otros en tanto que no es el otro, y positivamente con aquellas cosas a las que re-presenta. Por ejemplo, la palabra ‘perro’ es lo que es, porque no es ‘gato’ ni ‘bello’ ni ‘justicia’ ni ‘correr’. Ésas son las relaciones negativas que tiene con las otras palabras. Pero la palabra ‘perro’ tiene una relación positiva con los perros porque los re-presenta.

Reconocemos una relación similar en cuanto a la propiedad privada, en la que cada uno de los dueños se relaciona en forma negativa con los demás dueños, por exclusión mutua, y en forma positiva a la propiedad que ya posee. El dinero, igual que el verbo ‘ser’, media entre estos elementos mutuamente excluyentes, creando una segunda sustitución, una muestra cuantitativamente divisible del concepto del valor,120 a la que la propiedad se puede relacionar momentáneamente. Así, la propiedad de uno se puede convertir en la propiedad del otro—sin recurrir al donar. Dar para las necesidades implica desigualdades—mientras que el intercambio implica y requiere igualdades, encubriendo las necesidades y el regalar.

Marx, hablando del dinero como ‘equivalente general’, dijo: «La forma de objeto general directamente permutable no presenta al exterior ningún signo en que se revele la forma antitética de mercancía que en él se encierra, forma tan es del carácter negativo del otro polo. Cabría, por tanto, pensar que a todas las mercancías se puede imprimir a la vez el sello de objetos directamente permutables, del mismo modo que cabría pensar que todos los católicos pueden convertirse en Papas.

Él dice que «una mercancía ocupa el puesto que corresponde a la forma de equivalente general (forma III) siempre y cuando que todas las demás mercancías la apartasen de su seno como equivalente. (Ver Ilustración 34)

Ilustración 34.

El dinero es el equivalente general. Todas las demas mercancias la apartan de su seno como equivalente

En efecto Marx está hablando aquí del dinero como aquello que yo llamaría la muestra encarnada del concepto. Lo que él ve como ‘polaridad magnética’ entre equivalente general y mercancías relativas es la misma polaridad entre el ‘uno’ y los ‘muchos’, entre la muestra del concepto y los ítems relacionados y/o entre la palabra que ha tomado el lugar de la muestra como equivalente de ese concepto y los ítems relacionados. En su descripción del dinero como el equivalente general, Marx identificó un momento importante de la formación del concepto y de la encarnación del concepto masculado— a pesar de que en ese momento él no pudo comprender este tema. Su análisis de la relación entre el dinero y la mercancía es marcadamente difícil de comprender porque involucra mucho más de lo que se puede apreciar a primera vista.

En la masculación, la familia está concebida como un concepto, donde el padre es la muestra o ‘el equivalente general’. Toma el lugar de los otros miembros de la familia, cuando toma decisiones, cuando instituye el mando y exige la obediencia por medio de su voluntad de poder; y los representa luego en la sociedad masculina, en el OBN (La red de antiguos estudiantes masculinos). Hemos visto que la propiedad está relacionada con su dueño en la manera del concepto muchos-a-uno (o del complejo nombre de familia). Algo similar ocurre con nuestros gobiernos.

Curiosamente, Marx personifica las mercancías al decir que eligen uno de los suyos como su equivalente, y esto es la personificación del proceso democrático. La Declaración de Independencia de Estados Unidos dice «todos los hombres son creados iguales», cuando al mismo tiempo era notorio que los esclavos y las mujeres (dadores de regalos gratis) estaban excluidos del proceso democrático. Los padres de la patria formaban un OBN compuesto por hombres blancos dueños de la propiedad privada. Se dividían así en grupos de acuerdo a su ubicación, cada uno de los cuales elegía a uno de los suyos para que fuera su equivalente general y que los representara en los cuerpos gubernamentales, conformados por los ‘unos’ y representantes de otros grupos. (ilustración 35)

Ilustración 35.

La democracia está incrustado en un contexto formado por secciones externas del concepto.

Los ‘miembros’ del OBN estaban ya de por sí, por elección o por fuerza, en una relación de ‘uno’ en cuanto a sus familias, y en una relación de ‘uno’ auto-semejante con respecto a sus propiedades. Los ‘representantes’ tomaban decisiones que afectaban, tanto a los que no tenían poder de elección como a los que sí lo tenían. El contexto constituido por ‘representantes’ conformó un mega grupo nuevo, un OBN de los OBN, con su propia dinámica interna. También se elegía un equivalente general de entre el grupo de los que elegían, para ser el equivalente general y máximo representante de todos, o sea el presidente.

Cuando a los habitantes de una nación se les permite que elijan a sus representantes, el proceso parece reflejar, más que la monarquía misma, al proceso de formación del concepto. Así, los representantes parecen no sólo ser las muestras, sino las ‘palabras’ que toman el lugar de todos los miembros de la comunidad o del grupo. Como las palabras en la langue, están en una relación mutuamente excluyente, pero a la vez, tienen una relación positiva y polarizada con aquellos a quienes representan. (Vea la ilustración 36).

Ilustración 36.

Gobierno re-presentativo. (Compare con Ilustración 37)

Desde esta posición, se reconstituyen como una comunidad, dándose y recibiendose entre sí de muchas maneras, llegando a acuerdos, logrando coaliciones, etc. Esta comunidad adquiere vida propia y tiene poder sobre la vida de los muchos.

Ilustración 37

Las fronteras entre las naciones entonces se vuelven como las fronteras del concepto. Los de afuera son ‘cosas’ que no están relacionadas con aquellas ‘muestras’ o aquellas ‘palabras’. No están representados aunque si se ven afectados por las decisiones que los representantes toman, especialmente por las decisiones hechas por la nación que ha logrado el estatus de uno entre las naciones.

Si tomaramos distancia y nos preguntaramos, «Si las cosas están asi, ¿qué quiere decir esta configuración?» vamos a repetir el mismo problema porque las estrategias que tenemos para interpretarlo pasan por el proceso del concepto mismo. Sin embargo, si accedemos y damos valor al modelo de la madre que regala, podríamos evitar proyectar nuestros patrones conceptuales y lingüísticos sobre nuestros gobiernos.

Podríamos idear una manera de organizar nuestra sociedad libre de proyecciones y de resonancias subconscientes. No necesitaríamos para tener identidad nacional o individual excluirnos mutuamente, y no necesitaríamos crear relaciones abajo y arriba, ni tampoco necesitaríamos crear ‘cosas’ y ‘palabras’, ‘muchos’ y ‘unos’ para poder tomar decisiones individuales o colectivas. Al contrario, se aceptaría como base del sentido y también como la guía principal para la organización de la sociedad a la co-municación, la formación de una co-munidad donde se satisfacen las necesidades en todos los niveles.

A veces, aquellos que ocupan la posición ‘palabra’, los representantes, están organizados como los conceptos de género. Por ejemplo, en Estados Unidos, los demócratas, en general, les ponen más atención a las necesidades, mientras los republicanos buscan más las ganancias y el egoísmo nacional. Ambos partidos funcionan según el modelo masculino —la derecha más machista, la izquierda más de cara paternalista.

El punto sexista de la democracia

La democracia moderna, más que la tiranía o la monarquía, corresponde de una manera más ajustada con la problemática de la masculación, porque la democracia se ha desarrollado en la época del intercambio, en la que la palabra-dinero es el rey, el equivalente general, en lugar de serlo el rey mismo. Este hecho nos permite desarrollar, y tal vez comprender, el problema como algo sistémico, más que atribuirle nuestras dificultades al carácter personal del ‘uno’, del padre, del rey, de la herencia de la casa real, o a la superioridad de una nación o de una raza. Por más que hacemos del oro y del dinero un fetiche es claro que no se trata de una persona. Y, de acuerdo al Sueño Americano, cualquiera puede ‘hacer dinero’. Hemos desplazado el problema de la posición de la muestra privilegiada hacia el área donde se parece más a la masculación, aunque no calza perfectamente. No importa la clase o la raza, dice el cuento, cualquiera con suficiente suerte, energía, y sabiendo como hacerlo, puede adquirir mucho del equivalente general, igual que sin importar la clase o la raza, a cualquiera se le podría ‘dar’ genéticamente un falo, el órgano que lo lleva a la masculación. Se puede ‘tener’ en lugar de ‘carecer’.

De hecho, ‘carecer’ es el otro lado de la moneda, y todos pueden llegar a ser como la mujer ‘carente’. La supremacía del dinero despega la posición privilegiada del ‘uno’ de la herencia, y tal vez da lugar a que consideremos a la socialización y a la oportunidad como las causas del privilegio, junto con el hacer-dinero y las prácticas capitalistas.121(Ver ilustración 38).

La antigua ‘democracia’ griega, fue directamente El Reino del Falo, según lo demuestra Eva Keuls en el libro así titulado, del que es autora.122 En esa época, las mujeres y los esclavos eran los que ‘no tenían’, los que carecían, eran seres ‘inferiores’ encargados de satisfacer las necesidades de los otros. El género coincidía con la nacionalidad y con la clase como una categorización por la cual a un grupo relativamente grande de iguales se le permitía acceder a las posiciones privilegiadas del Uno. Keuls describe los ‘herms’, que eran estatuas antropomórficas de penes con penes parados en las puertas de las casas griegas. Estos parecieran ser intentos de concretizar una relación auto-similar.

Ilustración 38.

Similitudes sociales

También quizás es un indicio de un juego de palabras, cuyo sentido siempre me ha llamado la atención, pero me eludía. Aquella es la similaridad del capital monetario y el capital de una columna. Jean-Joseph Goux describe mucho del capitalismo y caput, la cabeza, en Symbolic Economies.123 Quizás las columnas son imágenes de falos derivadas o tranpuestas de los herms, y paradas juntas para soportar el templo, la imagen del estado fálico. Entonces la capital es la cabeza del falo, no de la persona.

Atenea, la diosa guerrera quien dio su nombre a la ciudad, cuidaba a los ciudadanos masculinos y los protegía durante las batallas, ella es atrapada dentro del templo. Nacida de la cabeza de Zeus, ella asumió las funciones masculatorias de privilegiar a los atenienses, cuidándolos y protegiéndolos, y tomando las funciones masculinas del guerrero. Los atenienses eran masculados como hombres, pero vinculados como cosas del mismo tipo, llevando el nombre de ella. Las batallas en que los griegos masacraron a las amazonas son una representación frecuente en el arte ateniense. Atenea es la mujer quien ayuda a los hombres a vencer a las mujeres, y también a las otras naciones y clases. Ella es el símbolo de la manera en que sus hombres reciben colectivamente su poder de los otros, y ella es honrada por ser el símbolo de sus erecciones colectivas como las columnas. Su nombre dado a su nación-estado encaja bien con la cohesión social que ocurría, no a través del cuidado dado por las mujeres, a través de los vínculos que creaban los hombre en batallas o en las competencias orales o deportivas, con el fin de convertirse en los ‘unos’ privilegiados. Los atenienses también podían crear vínculos entre ellos en el goce privilegiado de sus libertades y placeres—que no estaban disponibles ni a las mujeres ni a los esclavos.

La masculación es una construcción artificial, y necesita imágenes de sí misma que la puedan confirmar. (Es la apariencia física—teniendo el pene—que en primer lugar pone al niño en la categoria del que no cuida). Quizás la masculación necesita las imágenes fálicas como evidencia de estructuras auto-similares en escalas diferentes, para hacer que el universo sea más familiar y amable para el niño des-identificado de su madre. Cualquiera sea la motivación, el Patriarcado (o la Puerarquía) crea sus propias imágenes en todas partes representando al falo cada vez que surge la entrada a una categoría privilegiada.

Sin embargo, la llave (otro símbolo fálico como el herm) me parece estar en la similitud entre herms y las columnas y los hombres. La columna es un pene gigante; el herm es una estatua de un pene del tamaño del hombre, y tiene un pene.124 ¿Podemos decir entonces que un hombre erecto parece ser la imagen de un pene, auto-similar a su propio falo erecto, su cabeza la ‘cabeza’ de este? La necesidad de una imagen fálica auto-similar sería al menos parcialmente satisfecha por el propio cuerpo del hombre. Su falo sería la imagen de sí mismo y, viceversa, él sería la imagen de este.

Nos hemos vuelto ciegos con respecto a estas imágenes, o hemos aprendido a no hablar de ellas. Para mí, parecieran ser síntomas de una psicosis colectiva causada por la masculación. Cuando ‘nos sacamos las lagañas de nuestros ojos’, reconocemos las imágenes por lo que son. Nuestra historia está llena de estas claves. Una imagen antigua es la ureaus, la cofia de la cobra usada por los Faraones egipcios y los dioses. La cabeza fálica de una serpiente encima de la cabeza humana era el símbolo del poder uno-muchos.

La mayoría de los instrumentos que tenían algo que ver con la muerte, como mencionamos, son símbolos índice-fálicos. Cada ‘miembro’ de las fuerzas armadas tiene su ‘pistola’. Las marcas de la conquista, desde los obeliscos hasta las astas de las banderas, enfatizan nuestros paisajes patriarcales. Más ejemplos modernos y peatonales: ‘skinheads’ aluden al órgano de la violencia masculina. Notablemente, ‘Joe Camel’ es parecido a un falo, auto-similar que le hace propaganda a los cigarrillos, como un herm. Su cara fálica se convierte en herm —con el cigarrillo auto-similar como una pequeña rama fálica.

Si vemos a la propiedad como la que ‘tienen’ los privilegiados, el cap-ital sería la propiedad masculándose a sí misma hacia una auto-similaridad fálica, creciendo sinfín a través de merecer una y otra vez un mayor nombre monetario, y trabajando o produciendo para estar a la altura de su nombre, creando un flujo de regalos (escondidos) hacia un ‘uno’ que se centraliza y se agranda infinitamente. Una imagen económica auto-similar de la masculación con motivaciones fálicas (de hecho la sangre corre a la glándula como los regalos escondidos corren a las inversiones capitales), el cap-ital se transforma a sí mismo desde una palabra, controlando el comportamiento de los trabajadores a través del salario, a el valor-equivalente ‘dinero-muestra’ de los productos de intercambio. Esta acumulación le permite a alguien decirle a los otros que hacer, el capital crea un capitalista fálico de muestra en su imagen. Pero también él lo crea en su imagen. Ahora tenemos muchos grandes capitales, que sostienen al estado. Sus cabezas son los pilares y los capital-istas de sus comunidades.

La erección parece ser el uno privilegiado y tiene una relación con un objeto sexual que también es escogido por el momento como la muestra uno-muchos —por ejemplo, una mujer como muestra de todas las mujeres. Atenea sirvió como la mujer muestra (hipostatizada) quien ayudaba a los ciudadanos a realizar su erección-en-común fálica. El fascio también era un atado de tallos de trigo vínculado por uno de su tipo. Una función parecida animó al saludo fálico nazi ‘Heil Hitler’. ¿Habrá maneras de organizar al estado que no requieran del liderazgo de los falos? (De hecho, la erección-en-común alude a la violación por las pandillas).

No es un equivalente entre palabra y cosa (o erección y mujer escogida) que crea el ‘significado’, pero la respuesta a las necesidades humanas con respecto a las palabras y también a las cosas y a la proliferación positiva de las necesidades co-municativas que resulta de esta. Similarmente, no es la equivalencia ni la correspondencia entre el dinero y los productos que crea el valor económico, pero es la respuesta a las necesidades comunicativas y también materiales, a pesar de la situación generalizada del no dar.

Las correspondencias entre palabras y cosas, dinero y productos, hombre y niño, hombre y mujer continuamente nos muestran las estructuras uno-muchos y sus relaciones de igualdad abstracta y creación de modelos desviando nuestra atención más allá de las necesidades. Ésta es otra razón por la que no reconocemos el valor como un regalo que está atribuido y apreciado en común en todas las distintas áreas. Cada área auto-similar del patriarcado es considerada separada e independiente de las otras porque la muestra de su concepto es evidente y diferente de las otras.

Además, a menudo las ‘muestras’ parecen ser la fuente de su propio valor. La relación entre el presidente y el electorado, o senadores y congresistas y el electorado, es visto completamente diferente de la relación entre el dinero y las mercancías, por ejemplo. (Vea la Figura 38). Mientras que es verdad que los campos son muy diferentes, pienso que también hemos aprendido a no mirar, y a descontar las similitudes cuando las vemos.

Entonces nuestro punto de vista del patriarcado es fragmentado, dividido y vencido, y nos encontramos atendiendo a una parte de este a la vez, en vez de hacer una crítica general y proponer una alternativa global. Las críticas parciales sólo pueden producir resultados parciales, aunque sean importantes, porque otros aspectos del sistema patriarcal se hacen cargo del resto. Otras ‘cabezas’ de la hidra están listas para atacar, cuando una ya ha sido decapitada.

Al trazar los patrones que crean estas ‘cabezas’, podemos enfocarnos colectivamente en todo el mecanismo. El capital es, después de todo, sólo una de las cabezas de la hidra.


Notas al pie

120. El valor del intercambio es cualitativamente simple y único, para que pueda ser dividido cuantitativamente. El dinero es la ‘palabra-muestra’ que satisface la necesidad de comunicarse que surge del valor de la clase de co-municación alterada que es el intercambio de la propiedad privada. Es una necesidad comunicativa para un representante que da mientras no da. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

121. La computarización de la banca y las tarjetas de crédito están desmaterializando el dinero, transformándolo de nuevo desde una palabra material a un elemento del lenguaje. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

122. Eva Keuls, The Reign of the Phallus: Sexual Politics in Ancient Athens, Berkeley, University of California Press, 1985. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

123. Jean-Joseph Goux, op. cit., pp. 44-47. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

124. Eva Keuls, op. cit., p. 44, ff. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 18 - Los agentes de cambio no masculados

Capítulo 18: Los agentes de cambio no masculados

Las mujeres dan gratuitamente de sus senos a sus hijos e hijas (y de otras infinitas maneras), pero puesto que el pene está sobrevalorado, se nos percibe como si lo que diéramos es como resultado de la ‘carencia’ de la ‘marca’ ya que que la escasez ha sido creada para privilegiar a los que tienen; a menudo damos en situación de carencia económica. Esto se exacerba, porque los hombres renuncian a la economía del regalo. El intercambio ‘da’ el regalo de no regalar, mientras que los senos de la mujer encarnan el regalo de regalar.

Se podría especular que los senos son el modelo original para el dedo índice: el pezón es el índice, y la boca del bebé es el ‘objeto’ que es seleccionado para recibir la atención. Luego, estos ‘puntos’ de vista se invierten. Para el bebé, su boca es el centro de atención, y el pezón es el ‘objeto’, es lo que se selecciona. Luego, el objeto de hecho lo señala —y le da la leche. O para la madre, si el ‘objeto’ no la señala con la boca y la lengua, por lo menos ‘capta el punto’ y recibe la leche.

Consideremos como el tener senos es como tener algo que dar.125 Somos mamíferos. A pesar de que los hombres tienen senos pequeños, hay muchas maneras en las que los hombres y las mujeres que no amamantan pueden nutrir y cuidar a los otros. (De hecho el pene se ‘da’ a otro sólo cuando los niños se vuelven adultos, pero se da para ser comparado y para ser visto desde mucho antes).

Estas maneras de dar han sido mal interpretadas, ocultas y disimuladas por el descrédito y el aislamiento del maternaje en la infancia y por el enfoque patriarcal sobre la muestra, el intercambio, el reflejo, el tener y acumular. Las maneras de dar incluyen, entre otras cosas, el lenguaje, la solución de problemas, la producción de mercancías y de servicios como una forma de abastecer a las necesidades sin la intermediación de los mecanismos de intercambio —que son de por sí derivados de la masculación. ‘Tener’ es también tener manos, instrumentos que pueden ser utilizados para dar y cuidar a los otros. No sólo sirven para fabricar herramientas (o peor aún, para fabricar armas).

La auto-replicación de la muestra

El regalo que el padre parece darle al niño (el regalo del pene) es un regalo de semejanza o de igualdad, y el valor que se le da a la igualdad —a la ecuación misma, del niño igual al padre, como la norma del no cuidado. El padre, a su vez, estuvo relacionado al abuelo de la misma forma. Es un regalo pesado, porque su uso psicológico en la sociedad y su errónea interpretación crean una necesidad artificial. Luego el niño tiene que tratar de satisfacer la necesidad pareciéndose a su padre. Es más, el padre necesita que su hijo se parezca a él, para que él pueda lograr su posición de muestra, su propio mandato de género como el equivalente con el que se relacionan no sólo con las mujeres sino con otros hombres (los más pequeños).

En el patriarcado el padre debe demostrar que él se ha reproducido a sí mismo. Tiene que demostrar que con el pene como muestra-dedo índice, y siendo él mismo la muestra masculina, tiene el poder creativo de hacer a otro igual a él (así demuestra que no todo el poder creativo está en la madre-muestra a la que ha eclipsado). Por lo tanto, no es sólo la relación de posesión lo que está en la base de la obsesión de los hombres por la paternidad, sino el cumplimiento del mandato de la forma del concepto como la realización de su identidad individual, de género y de especie. A pesar de que esta ‘lógica’ ha funcionado a través de las generaciones, es la responsable de una falsa realidad. 126

Yo pienso, que la sobreimposición de las diferentes encarnaciones del mismo concepto uno-muchos ha sido posiblemente el Frankenstein que creó el monstruo blanco del patriarcado. En las sociedades en las que el hermano de la madre tiene la función paterna educativa, el falo no necesita ser destacado como la muestra responsable, de la ‘creación’ del niño. En esas sociedades, la transmisión de la cultura a través de la enseñanza y de la disciplina se diferencia de la sexualidad; la persona que juega el rol disciplinario (el hermano de la madre) no requiere que el niño se le asemeje. En las sociedades donde éste es el caso, parece que hay muy poca violencia, y la violación es casi desconocida.127

Tanto los hombres como las mujeres, necesitan permanecer dentro de una modalidad de regalar y de recibir para que sus identidades se formen por medio de la co-municación material y gestual, creando así una subjetividad construída sobre una cambiante interacción de scuidado con otros (una interacción que también incluye turnarse y tomarse como modelos recíprocamente), más que una interacción basada en el mandato de lograr una posición abstracta de igualdad con la muestra. Para empeorar las cosas, la posición de igualdad oculta de manera contradictoria evidencia dos niveles de superioridad (desigualdad). Crea una categoría superior de los que no se parecen a los que regalan y que se parecen a la muestra (por lo tanto pueden convertirse en muestras), y otra de los que ya son superiores, porque ya son muestras. El mandato insta a la competencia donde no era necesaria, y hace del dominar y del ejercicio del poder el modo válido de conducta para media humanidad.

Al imponerse como norma, esta modalidad se extiende a toda la humanidad, convirtiendo a los que poseen otros valores, en seres serviles, invisibles y apenas humanos. Ubica a los que son ‘iguales’ en una categoría que les es dada por los que regalan. Parece conferir a los ‘miembros’ el derecho de exigir a los demás que les den, ya sea mediante el uso de la violencia o a través de las jerarquías organizadas —es decir las fuerzas armadas o la policía. Volviendo a aplicar la misma lógica conceptual a esta situación (que requiere de una relación ‘uno-a-muchos’ para desarrollar la generalidad). Vemos que lo más apropiado para esta lógica, aunque no lo sea para la felicidad de los seres humanos, es que unos pocos sean las muestras generales para las diferentes categorías —esto significa, desde luego, que los muchos nunca serán ‘muestras’. Así tenemos, por ejemplo, muchas personas organizadas en grupos nacionales, cada uno de ellos tiene una jerarquía interna dirigida por unos pocos hombres y con un hombre a la cabeza.

Al aceptar la política de la forma conceptual como la lógica de la especie, y a los que tienen éxito en ella como la muestra para la especie (olvidando que las mujeres están haciendo las cosas de manera diferente), se convierten en formas válidas de comportamiento tales como el dominio, el poder y la intención de convertirse en la muestra conceptual y de la especie.

Es triste decirlo, pero las mujeres han alimentado este estado de cosas y el esfuerzo de los hijos y de los maridos que intentan lograr el éxito con esa política. Ahora nosotras hemos comenzado a participar de ella también. Afortunadamente, nuestra ‘carencia’ de pene ha demostrado que éste no es la muestra de la especie, y que no es necesario tener pene para tener éxito en el sistema. Mientras que esto último pudo cuestionar la superioridad masculina, no ha podido desmantelar esa política y esa lógica, sólo las ha desplazado hacia otras categorías. Ahora, por ejemplo, todas las personas de las naciones privilegiadas pueden considerarse privilegiadas o ‘muestras’, respecto a personas de otras naciones que ‘deben’ por lo tanto darles y servirles. Todos los integrantes de una raza, tanto hombres como mujeres, pueden considerarse superiores a los de otras razas, y pueden ‘dar prueba’ de ello dominando a otras razas ( haciéndoles dar, obligándolos a asumir las tareas de cuidado ‘femeninas’).

Mientras esta política puede llegar a producir comportamientos horribles y oprobiosos en los individuos de un grupo contra los de otros, están llevando a cabo un mandato masculino que desde hace siglos se considera ‘humano’ en Europa occidental y en muchas otras sociedades. Es, el sistema basado en una lógica falsa que debe ser considerado responsable, y no los individuos. Ese sistema es el que debe ser desmantelado. Cambiar a los individuos sin cambiar esa lógica y esa política sólo deja el campo abierto para que otros individuos lo recojan y sigan con las mismas prácticas. Como afirma el viejo dicho: «Si todos empezaran con la misma cantidad, unos pocos siempre llegarían a la cumbre». Esto sólo quiere decir que hasta que comprendamos la enfermedad y la erradiquemos, algunas personas continuarán con esa política y en detrimento de aquéllos que no tienen ni el ‘empuje’ ni la ‘ambición’ (léase: ‘que no tienen la necesidad de ser muestras’). Esta enfermedad parece ser una clase de ‘virus’ auto-replicante (quizás se derive de ‘vir’, la palabra latina para ‘hombre’).

‘Marcas’ del dominador

Un ejemplo de esta imposición de un grupo sobre otro es la invasión europea a América. No fue sólo la superioridad tecnológica de los europeos la causa del genocidio de los pueblos nativos, sino el hecho de que los europeos eran portadores de masculación en muchos niveles: misoginia, propiedad privada, lenguaje, economía, religión, filosofía, crianza de los niños, leyes, arquitectura, agricultura, etc. —todo esto era muy diferente en las culturas nativas. Podría haber sido al revés. Los europeos podrían haber aprendido de los pueblos nativos en lugar de destruirlos.

Después de imponerse como la categoría ‘superior’ con respecto a todo el hemisferio, nuestros antepasados también asumieron la propiedad uno-muchos de otros seres humanos como esclavos, forzándolos a darles regalos que les produjeron ganancias, y que permitió la acumulación del capital por parte de los dueños de los esclavos. La categoría de los ‘superiores’ tiene que ser fácilmente reconocida por mucha gente. Ésa es la función a la que ha servido tener un pene para establecer la categoría. La piel blanca sirve el mismo propósito. En ambos casos, la ‘marca’ de ‘superioridad’ revierte el papel de la madre, haciendo que lo desviado sea la norma, y el que da regalos aparezca como inferior y desviado. Esta dinámica no existiría en una sociedad que no tiene a la masculación y al intercambio como formas de vida.

Los europeos hipermasculados mataron y esclavizaron a los pueblos menos masculados de África y de América, ‘dando prueba’ de esta manera de que ellos estaban en una categoría ‘superior’ (más masculina) que eran la norma y que permitía su crecimiento priápico simbólico infinito —que los masculaba nuevamente en una clase más elevada de la categoría ‘superior’. Tener gran cantidad de dinero les permitía comprar, producir y construir objetos, por los que podían ser identificados nuevamente como pertenecientes a la categoría ‘superior’ —los privilegiados entre los privilegiados. Se pueden comprar casas, automóviles, ropa, joyas, rascacielos, rifles, educación y viajes, que son una evidencia clara, perceptible y macroscópica del ‘tener’, que ubica a los que ‘tienen’ en la categoría de los privilegiados una y otra vez.

Ahora creo que los países que pertenecen al llamado ‘Primer Mundo’ se han convertido en las ‘categorías superiores’, identificables por su ubicación física y documentos de ciudadanía y que están forzando a los países del ‘Tercer Mundo’ a darles, a través de mecanismos económicos, políticos y culturales que a menudo son invisibles a la ciudadanía. La explotación que se está dando podría continuar siendo invisible, si no fuera por el número, cada día mayor, de inmigrantes que tratan sabiamente de ubicarse en la categoría geográfica privilegiada. El peligro es que a través de los mecanismos del ‘Libre Comercio’, vamos a intensificar el patrón de los países masculinos dominantes y países femeninos serviles —hasta finalmente convertirlos en países de esclavos y países dueños de esclavos. Está ocurriendo una gran inscripción de masculación en La Tierra. (Siempre me ha maravillado lo apropiado del nombre de Castro).

La existencia cuantificada

Las madres orientadas-a-otros nos dan, entre otras cosas, cuerpos, lenguajes, y socialización en pos de nuestros papeles de género. La posibilidad de recibir más a través de la definición y la posibilidad de ser nombrados como ‘masculino’ nos motivan. Los tomadores de ganancias convierten a otros en sus madres masculadoras. Hacen que otros les den, mostrando que ellos se ‘merecen’ la ganancia y dandole al otro en forma condicional, utilizandolos como un medio.

Tal vez sea también por el aspecto singular de una ‘palabra’ del dinero y por la falta de acceso a un sistema de un langue cualitativamente diverso (y por lo tanto de nuestra incapacidad para explorar una variedad de valores enunciables en las relaciones de unos con otros), que el dinero y el valor de cambio mantienen su hegemonía social —mientras que aparecen y desaparecen rápidamente, al cambiar de manos en el mismo proceso de intercambio. Lo que ‘significa’ la palabra material ‘dinero’ es el producto (el regalo posible) que sufre un cambio en la sustitución de la lógica (y el acto) de sustitución por la lógica (y el acto) de dar, es decir, el intercambio. El valor-en-la comunicación de lo ‘significado’ es el valor del intercambio, expresado como una cantidad de dinero específica. A pesar de que la langue no está presente para mantener una totalidad de mediadores de valor cualitativamente diferentes, la auto-semejanza de la sustitución del dinero por el producto, y de la lógica del intercambio por el regalar, crean un mecanismo de autovalidación, que continuamente hace resaltar al intercambio mientras oculta el regalar.128

El capitalismo unifica la masculación y el intercambio, y les da una nueva meta a cada uno. Para la masculinidad, la nueva meta es acumular riqueza priápicamente; para el intercambio la meta es repetir el proceso de masculación una y otra vez, por lo tanto acumulando y teniendo ‘más’, mereciendo un equivalante cuantitativo mayor cada vez, o un ‘nombre’ masculador. Esto coloca a su dueño en la categoría a la que se le dan más regalos gratuitos invisibles

La existencia se identifica con la masculación, y por eso se vuelve cuantificable. Esto le da a la gente el incentivo de tener más, para ser más. El poder y la potencia convergen en una espiral negativa ascendente, por la que algunos hombres (y mujeres) ‘exitosos’ pueden convertirse en más masculados que otros —existir más— por tener más ‘valor’ cuantitativo. Esto los hace aparecer como mereciendo existir más, lo que permite a las clases altas autoconvalidarse y juzgar a los que son explotados como ‘menos merecedores de existir’, o tal vez, ya ‘existiendo menos’.

El pensamiento se toma como la base para una identidad autoritaria (intercambio) adversaria. La capacidad de realizar definiciones y sustituciones es un proceso constante, reconocible, que provee una constancia interna (yo = yo) y enfoca así la situación de exclusión mutua, que le es necesaria a la propiedad privada, y también para alcanzar el éxito en las actividades orientadas por el ego y la competencia. (De otra manera se crearía una identidad interna positiva a través de procesos repetidos y abigarrados de regalar y recibir). El intercambio instrumentaliza la satisfacción de las necesidades de otros para satisfacer las propias necesidades, y es valorado una y otra vez por encima del dar. Todos aquellos cuya voluntad está comprometida con tener (y tener más que los otros) parecen ser racionales, mientras que aquellos que todavía practican el regalar (y su identidad se deriva de ello) aparecen como ‘irracionales’.

El capital es voluntad masculada

El capitalismo es masculación por acumulación. Es menos sexista que la definición de género porque permite que algunas mujeres sean parte de los que ‘tienen’ (aun de ‘los que por sí mismos tienen’). Sin embargo, incluso las mujeres exitosas pueden parecer existir —y merecer existir— menos que los hombres masculados. Su mayor contacto con las emociones, que podríamos llamar la presentación interna de necesidades, las ubica parcialmente por fuera de la racionalidad del capitalismo. Entonces esas emociones parecen ser la ‘razón’ por la cual las mujeres (y los hombres) que las experimentan no están bien adaptados a la economía de intercambio.

En una situación en la que los humanos como comunidad son adversarios y dominantes, utilizándose unos a otros como un medio, las e-mociones humanas son sólo un esbozo de lo que hubiera sido posible por fuera de los ‘cocientes’ auto-semejantes. Es nuestra emoción irracio-nal la que continúa dirigiéndose a las necesidades de otros, aun estando bloqueados, apartados de las acciones que podrían satisfacer esas necesidades. Tal vez las mujeres seguimos, más que los hombres masculados, teniendo estos sentimientos, porque todavía damos regalos. Es una manera de marcar el rumbo hacia un mundo mejor. La dicha es la celebración de necesidades satisfechas, los pasos divinos de la danza del alma liberada de la jaula del intercambio, viviendo, por fin, en armonía consigo misma y con los demás.

La furia surge del daño, que es la creación perjudicial de nuevas necesidades, y la emoción intensa confronta la injusticia como daño institucionalizado.

La cuestión de la justicia está ligada a la necesidad de definir ciertas clases de acciones como dañinas. Es el fracaso de estas definiciones para influir en el comportamiento que estimula la rabia y la voluntad de venganza de aquellos que han sido dañados. Sería posible crear tales definiciones sin la retaliación que es parte del paradigma del intercambio, y en lugar de ello prevenir crímenes satisfaciendo las necesidades que los causan, antes de que la motivación para cometerlas tenga oportunidad de desarrollarse. Este tipo de solución se hace imposible debido a la escasez requerida por el paradigma del intercambio, y por las evidentes injusticias que permanecen no definidas o que parecen ser parte de un sistema inmutable.

El capital es el ego masculado. Es la atribución del valor encarnada en el camino hacia el intercambio, la voluntad masculada, que dirige la energía hacia la acumulación de más riqueza y poder. Es el deseo y la habilidad de ser más. De hecho, más dinero es ser más (más habilidad para sustituir, para ocupar el lugar de). El ‘libre albedrío’ del capital, al igual que el mercado libre, en realidad no es libre. Se encauza hacia su propia supervivencia y supremacía, de acuerdo con el mandato de la masculación. En otras palabras, no es libre de practicar el regalar y el cuidar (contradiciéndose a sí mismo, sacrificándose, no creando escasez para los demás, y no creando el incremento de su propia abundancia). Regalar le es irrelevante. No se le da ningún valor al regalar, porque el valor de intercambio está atrapado en la auto-semejanza, y la irrelevancia del regalar encubre la opresión de la explotación a través del intercambio ‘igualitario’.

Tanto el libre comercio como el libre albedrío capitalista constituyen un oximoron, si se considera a la palabra ‘libre’ como ‘gratis’. (Hasta hacer compras es mano de obra gratuita, pero no reconocida —la mano de obra de elección ‘libre’. No tenemos libertad para no comprar y no elegir —porque no comeremos. Si no tenemos el dinero, no somos libres para comprar ni para elegir. No ‘merecemos’ existir). Pero aun si entendemos ‘libre’ como ‘liberado de toda coacción’, el mercado y la voluntad son libres para los que lo practican, a costa de mayor coacción para sus víctimas. Los autores del mercado libre y del libre albedrío capitalista están libres de la ‘orientación-al-otro’, del compromiso de servir las necesidades de los otros. Y así tienen que ser si quieren ser exitosos. Algunas de nuestras multinacionales son más masculadas que nuestros hijos individualmente.

Lo que pensamos que la posición ética del libre albedrío, es sólo la posibilidad de los egos masculados de elegir de acuerdo a valores más amables, contradiciendo su socialización hacia el poder, o dejarse restringir por las equivalencias de la ‘justicia’ (mientras la mayoría de las mujeres elige de acuerdo a una ‘voz diferente’). Disponiendo de su desechada aptitud para cuidar, y de ser más, los hombres contradicen su voluntad masculada de dominio, aceptando las ‘restricciones’ de la orientación-al-otro.

Mientras tanto, quienes han sido socializados para cuidar a otros, son libres para imitar la modalidad masculada, adaptándose a una sociedad enferma. Ellos pueden desarrollar un ego de intercambio trabajando en las proyecciones sociales de la masculación, como lo es el mercado, abrazando los valores del patriarcado. Sin embargo, las mujeres continúan siendo socializadas de manera diferente, hacia el cuidado, y por lo tanto siempre están en una posición potencial de enfermedad dentro de la sociedad, e internamente en conflicto con ellas mismas.

Las mujeres también tienden a elegir la ‘humildad’ y se critican a sí mismas desde una masculación que no les corresponde, liberándose de un defecto que no tienen. Critican la masculación como si fuera parte de ellas, en lugar de reconocerla como la internalización de un patrón auto-semejante de los hombres (de quienes no son sus ‘iguales’) y de la sociedad en su conjunto. Por eso las mujeres llenan las iglesias, las sesiones de terapia, los grupos de autoayuda, inspeccionando sus almas buscando huellas de arrogancia y de afán de poder, cuando de hecho ellas son las víctimas del comportamiento masculado de maridos, jefes, escuelas, universidades, negocios, gobiernos, y otras instituciones patriarcales. Los abordajes de ‘sanación’, al tiempo que proveen una comunidad y valores comunes, siguen ocultando los valores del regalar que les dan vida detrás de una cortina de humo, de dominación masculina, de los valores masculados de independencia individual, responsabilidad, culpa y retribución.

Si consideramos al capital como voluntad masculada, lo vemos como teniendo la libertad para obtener poder, para ‘ser más’, para acumular infinitamente, a expensas de otros. La práctica de la filantropía permite al capitalista elegir ‘libremente’ la ‘orientación-al-otro’ mientras él o ella continúan ‘haciendo dinero’. La caridad permite a los capitalistas convertirse en personas ‘más completas’, equilibrando el intercambio con el regalar y al mismo tiempo satisfaciendo algunas de las necesidades creadas por las instituciones y por el sistema patriarcal masculado.129 Si bien estas actitudes pueden ser mejores que hacer dinero, sin mitigar la explotación, sólo mejoran la situación de pocos individuos, y convierten al individuo que hace caridad en una mejor persona. La orientación-al-ego del sistema captura nuestros regalos, mientras nos alienta a utilizar nuestros regalos a otros para nuestro propio auto-mejoramiento.

Sólo cuando se le da al cambio social desde un meta nivel —con un meta-mensaje que dice «Este regalo co-municativo está hecho para cambiar el sistema hacia el regalar», que el capital sea general, liberado y liberador— dando el cambio del sistema (de intercambio) que lo creó. Esta elección libera al capitalismo de la masculación, y al proveer los recursos financieros. Libera finalmente a todos, para que puedan cuidar, para que puedan practicar de la economía del regalar, a la manera de las mujeres. Los que están en posición privilegiada no pueden producir un cambio ignorando que son privilegiados, o simplemente regalando sus ‘marcas’ para convertirse en individuos sin privilegios. Por el contrario, deben encontrar las maneras de usar sus privilegios en un meta-nivel, para validar el modelo y la lógica del regalar en vez del modelo del intercambio.

Hay una frase que se le atribuye a Winston Churchill: «La cuestión no es distribuir la pobreza equitativamente sino distribuir la riqueza equitativamente». Creo que es una idea muy importante, igual que el uso de la palabra ‘equitativamente’. A lo que debemos apuntar es a la riqueza para todos, no a un sistema nuevo de pobreza para todos. No es empobreciéndonos todos que podemos cambiar el sistema para beneficio de todos. De hecho, sólo la abundancia permite que florezca el regalar. Por lo tanto, debemos usar nuestra riqueza de recursos, el dinero acumulado en capital, nuestra tierra, nuestra educación, nuestra experiencia, nuestras habilidades comunicativas, nuestro saber político, psicológico y económico, nuestros grupos y redes de trabajo para crear una transición inteligente y no violenta desde el sistema basado en el intercambio, a un sistema basado en el regalar en abundancia.

Un paso en la dirección correcta sería detener el despilfarro de riqueza gastado en armamentos y en las fuerzas armadas en el mundo entero. Otro paso sería per-donar la deuda externa del llamado ‘Tercer Mundo’, comprendiendo que éste es un mecanismo artificial de explotación y que la deuda de hecho ha sido pagada muchas veces. Al mismo tiempo, si se detiene la destrucción del medio ambiente se aseguraría que la abundancia continúe creciendo en el futuro y no se pierda dentro de un ecosistema artificialmente empobrecido y tóxico. La reducción bien planeada de la explotación y del malgasto harían posible la acumulación de la riqueza, lo que a su vez permitiría el regalar entre individuos, así como entre grupos y entre naciones.

El liderazgo de las mujeres

Por la manera en que han proliferado las categorías de masculación, muchos pertenecemos a varias categorías. Somos privilegiados como blancos pero no tenemos privilegios porque somos pobres. Somos privilegiadas porque somos ricas pero no tenemos privilegios porque somos mujeres. Tenemos privilegios porque somos hombres pero no tenemos privilegios porque somos de color. Debemos unirnos atravesando las categorías no privilegiadas, porque somos conscientes de que sufrimos, pero también debemos unirnos desde adentro de las categorías privilegiadas para acabar con ese sufrimiento, para cambiar el sistema para todos. De hecho, si logramos re-establecer de nuevo el modelo de la madre y nos equipamos con la lógica de la economía del regalo, podemos poner atención a las necesidades del otro y de satisfacerlas, no sólo a nivel individual sino también a nivel social. El verdadero cambio no es, colocar una categoría en la posición privilegiada en lugar de la otra, sino hacer efectiva la orientación-al-otro maternal, norm-al y general que construye puentes y quiebra categorías.

La masculación convalida el auto-interés a todo nivel (incluso el auto-interés de grupo o de categoría). Debemos poder convalidar el interés por el otro a todo nivel. La respuesta no descansa para nada en las categorías, sino en dar y recibir, co-municándonos unos con otros como seres humanos, y colaborando para resolver los problemas generales, las necesidades de todos, al cambiar el sistema construido sobre la masculación.

Éste es el cambio de paradigma que la Nueva Era y otros movimientos espirituales han estado esperando. No se basa solamente en la conciencia—a pesar de que la conciencia juega un papel importante en el necesario cambio de perspectiva—sino en la satisfacción real y práctica de las necesidades y de las soluciones a los problemas. Tal práctica debe ser auxiliada por la sensibilidad cultural y la previsión, diseñando las formas de satisfacer las necesidades psicológicas y espirituales, como la necesidad de la dignidad y del respeto, para la independencia y la autodeterminación de todos los que están haciendo la transición desde la modalidad del intercambio a la modalidad del regalo. El cambio de paradigma puede ser creado por mujeres, atravesando todas las categorías. Sus operadoras ya están en todos lados a través de los movimientos internacionales de mujeres. Las agentes de cambio no masculado ya están insertas en cada hogar.


Notas al pie

125. ¿Es por esta razón que tenemos que encubrirlos, porque saca a la luz el tema de la abundancia y del paradigma del regalar? Vuelva a la nota al pie del texto.↩

126. En esto las mujeres pueden también seguir los pasos de sus padres, compitiendo y eclipsando a otras mujeres que ejercen el papel de madre. Luego, ellas, a su vez, serán eclipsadas por los hombres. Las feministas tienen que darse cuenta de que no es tomando más regalos ocultos y destruyendo al que da que podrán hacer del mundo un lugar mejor. Tal vez, deberíamos promover la lógica del regalo y honrar el modelo de aquellos que la practican en todas las áreas de la vida. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

127. Ver: Maria-Barbara Watson-Franke, «The Lycian Heritage and the Making of Men», en Women’s Studies International Forum, 16, 6, 1993, pp. 569-579. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

128. El dinero está adherido a una imagen de sí mismo. La cara del presidente o del rey en las monedas es tal vez la imagen misma de la auto-similitud. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

129. Incluso grupos como United Way que coleccionan millones de pequeñas contribuciones de los muchos y las canalizan en proyectos que cuidan a individuos no cambian nada en la sociedad. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 19 - Sueño y realidad

Capítulo 19 Sueño y realidad

La división entre lo conciente y el subconsciente podría ser la reproducción interna de los dos paradigmas. (Tal vez hasta el funcionamiento de ambos hemisferios cerebrales, el izquierdo y el derecho, representan esta división). Por supuesto, no es fácil entenderlo porque mientras estamos despiertos, por lo menos, es solamente en un estado de conciencia en que estamos presentes ante nosotros mismos. Y es en ese estado de conciencia en el que a menudo servimos nuestras propias definiciones de nosotros mismos, concretando una profecía en que se cumple.

Los regalos de las palabras rondan en algún lugar de nuestros armarios mentales, listos para aparecer cuando los necesitamos. Están ahí, vibrando en resonancia con las palabras de la misma clase de todos los demás. A medida que nos movemos en el mundo externo, todo aquello con lo que nos encontramos posee la cualidad de una relación potencial con nuestras palabras y sus combinaciones, y/o con las palabras de otros. Nuestras necesidades comunicativas de vincularnos unos con otros en relación al mundo surgen y se satisfacen con los productos colectivos de generaciones anteriores. Nosotros, individual y colectivamente, los recombinamos para crear regalos nuevos cada vez, con cuales las partes de nuestro mundo se relacionan como sus sustitutos en la comunicación.

Creamos conjuntamente nuestras subjetividades ad hoc, dándonos unos a otros, regalos tanto materiales como lingüísticos. El gran potencial del desarrollo humano contenido en estos procesos es impedido en el patriarcado. Sólo nos queda suficiente humanidad colectiva como para seguir entendiendo nuestro lenguaje, para transmitir información y funcionar como promotores parcialmente eficientes de los egos que hemos desarrollado a través de la definición, de la auto-definición y del intercambio. El hecho de que de alguna manera continuamos viviendo es evidencia, no de la funcionalidad del ego masculado sino de la creatividad del regalar y de la vida misma, que nos lleva en su corriente a pesar de la cáscara vacía del ego auto-reflejante y de la sociedad auto-semejante.

En el patriarcado, generalmente, la comunidad que conformamos a partir de la comunicación es destruida en mil pedazos o permanece como un deseo, una abstracción suspendida en el aire en algún lugar a nuestras espaldas (algo que pudo haber sido, un ideal, la posibilidad de un mundo diferente). Nuestras palabras-regalos han sido dirigidas hacia los objetivos del intercambio, a través de la publicidad y de la propaganda, y nosotros nos auto-motivamos de acuerdo a escalas de prioridades que nos definen a nosotros y que definen a los otros, ubicándonos como ‘unos’ privilegiados en lo más alto, apuntalados por las posesiones del ‘uno’ privilegiado, o por las relaciones y posiciones dentro de las otras jerarquías. Ni siquiera notamos la presencia de la sociedad en nuestras palabras, mucho menos en nuestras vidas, porque la propiedad privada (también de nuestras conciencias) no permite que miremos hacia afuera ni que veamos a los otros como fuentes de nuestro bien o con necesidades que nosotros podríamos satisfacer. Nuestros pensamientos parecen ser ‘propios’, porque estamos aislados de los otros. En vez de individuos, somos la comunidad alienada, pensante.

Si pudiéramos volver a brindarnos materialmente los cuidados de los unos a los otros, podríamos recrear nuestra comunidad y a nosotros mismos sobre una base terrenal más sólida, sanándonos los unos a los otros y al planeta. En vez, nos fijamos en los valores del ego y no en los cuerpos—los egos de los ricos compiten con los cuerpos de los pobres. Abunda evidencia de parasitismo. Todo sitio de pruebas nucleares, cada basurero, mina, pozo de petróleo, son testimonios de la destrucción de la madre tierra con el propósito de obtener los regalos llamados ‘ganancia’ que el intercambio trae consigo.

Nuestra posibilidad de compartir ha sido relegada a un pasado mítico (o al paraíso infantil) y a los subproductos de las actividades del ego. Se ha convertido en el inconsciente colectivo ya que en nuestra sociedad el estado de con-sciencia (conocimiento conjunto), tiene como base a las definiciones y al intercambio.

Quizá no sea Perséfone, la hija de Deméter, el personaje más importante de la historia mitológica griega sobre una madre que sufre la pérdida de su criatura, sino Hades, el hijo de Gaia, el joven que se convirtió en el dios del submundo.

Sabiduría del corazón

Nuestro corazón bombea la sangre para que lleve oxígeno y nutrientes a las células, cuando la sangre nutre la célula y se agota regresa al corazón a nutrirse nuevamente. Éste es un arquetipo fisiológico que el paradigma del intercambio no nos deja seguir. El subconsciente también, individualmente, nos provoca con información oculta y nos llegan ideas de quién sabe dónde, de la nada, regalos de origen desconocido que quizá decimos son de nuestra naturaleza, de nuestra imaginación, o de Dios.

Los seres humanos somos básicamente seres que aman. Nuestras estructuras sociales y la lógica del intercambio son distorsiones patriarcales del amor. La experiencia de compartir y cuidar en la relación original madre hija o hijo es, a menudo, la única experiencia de amor gratuito que tenemos, y se convierte en nuestro modelo por el resto de nuestra vida. Por eso, la niñez es tan importante para nuestra psicología. Por el resto de nuestras vidas tendremos que tratar con las distorsiones y los bloqueos del amor. Nuestra nostalgia por la niñez y aun por la matriz, es la nostalgia por ese primer período de bienestar que nunca volverá, porque no hay una estructura social ni económica, que lo permita. Nuestra independencia está tan distorsionada que despreciamos cualquier dependencia en vez de honrarla. Insistimos en estar solos, y sin embargo somos una masa de individuos implorando ser tocados, acariciados, alimentados, y apoyados.

La libre circulación de la sangre entre la madre y el hijo o hija, en el útero, es el paradigma natural de una sociedad sana. Es el modelo de colaboración para dar vida, en el que dos corazones bombean la sangre y comparten los nutrientes. Como el viento que se desplaza desde un área de alta presión a un área de baja presión, la buena circulación debería desplazarse desde los que más tienen hacia los que tienen menos. Una vez que la niña o niño nace e inhala el aire con sus pulmones, inicia la interacción con el mundo exterior libre, recibe y percibe todo lo que puede del medio ambiente abundante; entrega su nueva humanidad a la mirada de los espectadores, su tacto a los otros cuerpos, diciendo quién es y quién será.

La circulación en el útero ha comenzado en un nivel nuevo —sale del cuerpo y sigue entre dos cuerpos. Los corazones ya no bombean la misma sangre pero bombean alegría, lenguaje, movimientos, gestos —fluyen los bienes y los cuidados hacia la necesidad que es reconocida. El niño o niña reciben en una forma creativa, es una criatura interpersonal, un corazón interpersonal, un sujeto que requiere atención y que también da atención. La leche fluye hacia el estómago del bebé a través de su boca activamente receptiva. No se le niega. No hay chantaje, ni sobornos, ni pagos. Aunque sus señales nos hacen saber de sus necesidades, no se trata del intercambio, son productos gratuitos que emanan desde todo su ser.

Como en la sinapsis, donde las neuronas no transmiten los impulsos por contacto directo, sino mediante procesos que atraviesan espacios diferentes, la vida en muchas de sus formas se transmite gratuitamente desde la madre hacia la hija o el hijo, de la niña o el niño hacia la madre y hacia todos los que la o lo aman. Madre e hija o hijo se complacen en la libertad de su dar. Ninguno de los dos siente vergüenza por esta relación de dependencia, la que requiere y permite la circulación; de la misma manera que nadie se avergüenza de su dependencia del aire, que requerimos y que permite nuestra respiración. Podemos recibir gratuitamente lo que se nos da y dar gratuitamente en esta relación, disfrutando y tocándonos desde el exterior, las sensaciones pasando y mutandose en otras sensaciones, compartiendo tiempo fuera del útero.

Nuestra sociedad se avergüenza de la dependencia, por la necesidad de recibir y dar gratuitamente —pero se muere de ganas de tenerla, por esto construimos barreras cada vez más grandes contra ella. Esas barreras incluyen cierta flexibilidad, lugares por donde se puede descargar la presión que se acumula en nosotros porque no podemos tener lo que realmente necesitamos. Sin embargo, seguimos trabajando para obtener más de lo que necesitamos, para que nos parezca gratuito —pero sólo para nosotros, no para los otros. Puesto que sólo recurrimos a nuestra propia experiencia de niños con nuestras madres, para luego encontrar que el mundo y las reglas son diferentes puede ser que lleguemos a pensar que nadie más nunca tuvo, ni necesita tener la experiencia de un cuidado gratuito.

En cambio, la circulación gratuita y libre desde los que pueden dar a los que necesitan, la habilidad para pedirlo libre y gratutitamente, de recibir libre y gratutitamente, de dar gratutita y libremente, es el proceso básico a través del cual el fluído de la vida circula sin impedimentos. La conciencia de las diversas cosas que se dan y se reciben es compartida como se comparten la percepción o el lenguaje, gratuito y libre en todas sus transformaciones, a medida que los regalos pasan de una persona a otra, desde la naturaleza a las personas, desde las personas a la naturaleza y a diferentes personas. Éste es el nuevo estado de conciencia de la naturaleza, una evolución, un nuevo compartir la vida con la vida.

El dar y recibir vida no están confinados a la concepción, al embarazo o a dar a luz físicamente. Más bien, sucede cada vez que se satisface una necesidad. El intercambio, al ubicarse entre el que da y el que recibe, entre el que regala y el regalo, entre el que recibe y el regalo, ha obstaculizado la sinapsis y nos ha confundido. Los procesos están distorsionados, ya no son gratuitos y libres. Ya no damos y recibimos vida en forma creativa e inteligente, sino que basamos nuestras interacciones en la masculación. Recientemente se ha ofrecido un premio al primer hombre que quede embarazado. Al mismo tiempo que el dar y el recibir son explotados y desmerecidos fuera del útero.

Nuestro sueño en común

Podríamos mirar a los juicios de la realidad y los de la irrealidad (y del despertar o del soñar) dependiendo de si el modo de intercambio y la relación del concepto masculado han entrado en juego o no. Soñar explora otras regiones sincréticas, libera las muestras de su investimiento fálico y satisface nuestras necesidades de comprender a través del simbolismo, que no es uno-a-uno o uno-a-muchos, sino que está ‘sobre-determinado’,—donde una imagen representa una cantidad de temas, eventos, elementos diferentes, que aparentemente no están relacionados entre sí. Diversos tipos de situaciones y de sincretismos130 permiten asociaciones que quizá nunca haríamos dentro de nuestro sistema de clasificación jerárquico (y sistema de clases sociales).

En los sueños, las imágenes no tienen que atenerse a las instrucciones, relacionándose con las muestras o con las palabras, para proveernos de la ayuda fáctica socialmente convalidada para manejar nuestras vidas en el mundo ‘real’ de la vigilia. Sin embargo pueden dejarse llevar por satisfacer nuestras necesidades tan pronto llegan a nuestra mente o a nuestra memoria. Son subjetivas, a veces yo-primero, pero sin la hegemonía del ego masculado. En los sueños, nuestras necesidades son satisfechas de acuerdo al principio del placer, sin que nosotros tengamos que trabajar para lograr la satisfacción. Nuestras necesidades reales son simbolizadas, nuestra intuición las reconoce. Hay ayuda real. En los sueños nos tratamos como si viviéramos en la economía del regalo. La razón por la que el soñar es sólo subjetivo y fundado en el deseo es porque el mundo externo está enmarcado por el intercambio. Los terapeutas autoritarios podrían fruncir el ceño ante esta modalidad ‘regresiva’ e ‘infantil’, pero ¿Por qué no verla desde otro punto de vista, como utópica y maternal? Los sueños parecen ser la satisfacción de las necesidades co-municativas a nivel individual. Si pudiéramos satisfacer colectivamente nuestras necesidades co-municativas, todos podríamos vivir nuestros sueños.

Al despertar, el juicio de la realidad se pone en juego al mismo tiempo que la estrategia cognitiva de uno-muchos empieza a hacer efecto. Entonces usamos a uno para ratificar al otro. Nos maravillamos de lo ridículos que pueden ser nuestros sueños, ignoramos nuestro pensamiento sincrético, avalando así nuestro pensamiento uno-muchos. Esto nos hace negar u olvidar y descalificar nuestros sueños como algo inferior a nuestro estado de vigilia, tal vez, porque nuestras estrategias para recordar utilizan la manera uno-muchos también. Los niños pertenecen sincréticamente a la ‘categoría’ de los sueños, como infantiles, irracionales y no fálicos. También las mujeres y los deseos, a menudo, son relegados al inframundo de los sueños.

Al sobrevalorar e investir fálicamente al pensamiento conceptual en la sociedad en su conjunto, y al proyectarlo dentro de las estructuras de las instituciones hemos creado colectivamente una realidad social diferente a la de nuestros sueños, y hostil a esa manera de pensar. Al convalidar la ‘realidad’ cada vez que despertamos, también ignoramos el tipo de realidad de la que están hechos nuestros sueños, y a las muchas circumstancias no fálicas de nuestro mundo despierto. Puede ocurrir entonces, que cada vez que despertamos afirmemos, sin quererlo, el dominio, la misoginia, y el odio a las niñas y niños, a la naturaleza y al regalar, cuando nos decimos, «Eso no fue real —esto sí lo es».

Los sueños por lo menos satisfacen una necesidad compartida por todos—proporcionando una alternativa, como lo fue el Comunismo para el Capitalismo (y viceversa), comunicándonos que el mundo ‘real’ no es el único mundo y que el pensamiento conceptual fálico masculado no es la única forma de pensamiento. Si los sueños funcionan de acuerdo al proceso de regalar no masculados, los sueños son la clave para un mundo mejor, igual que el lenguaje y la maternidad. El sueño común de la humanidad es el mapa de un mundo a venir. El mandato para la humanidad a ‘despertar’ está errado. En vez de ello, debemos cambiar la re-alidad para hacer realidad nuestro soñar.

La imposición de la re-alidad

El lenguaje mismo nos habla, y nos dice que el inconsciente colectivo ha visto algunas cosas que nosotros ignoramos colectivamente. Yo creo que el lenguaje está lleno de claves para justificar los temas que hemos venido discutiendo—como son el concepto masculado, el intercambio, las jerarquías, y el regalar. Las palabras que mencionamos en esta página, son claves en el camino real que se dirige al descubrimiento de la naturaleza de la ‘real-idad’ (en el español ‘real’ remite a la realeza). Lo que las claves nos dicen, es que no se puede llegar solo por el camino real. Hay que abordar el ‘tema’ desde otro lado.

Basar el pensar sobre los conceptos descalifica las diferencias —o por lo menos, las vuelve importantes principalmente como signos de otros conceptos. La pregunta verdadera parece ser, «¿Usted, a qué concepto pertenece?» Olvidémonos de sus necesidades, y de qué tan especialmente interesante y bello es el otro o cómo brillan sus ojos. En cambio, nos preguntamos si se parece lo suficiente al modelo o a la muestra, para pertenecer al concepto de ‘bello’, al concepto de ‘adorable’, o al del ‘exitoso hombre de negocios, o al del ‘académico’.

¿Es la afirmación de la re-alidad masculada el reconocimiento de un concepto externo dado, o la imposición de un regalo que debemos recibir? Tal vez nos sentimos obligados, por el principio del intercambio a ‘devolver’ algo a la re-alidad. ¿Tal vez el re-conocimiento? La re-alidad satisface nuestras necesidades comunes distorsionadas, pero, puede dejar de lado nuestras sanas y no realistas necesidades individuales. ¿Cuáles son las consecuencias de no recibir el regalo? ¿Abandono? ¿Pérdida del juicio? ¿Y las consecuencias de recibirlo? ¿Renunciamos a las verdades de nuestro punto de vista subjetivo, a favor del punto de vista masculado colectivo, para no quedarnos afuera del concepto de lo humano y de lo cuerdo? ¿Si rechazamos la re-alidad, ¿Somos mal agradecidos, egoístas, ‘auto-indulgentes’, como dijo un psiquiatra sobre las enfermedades mentales? Si nos volviéramos locos, tal vez sólo estaríamos desplazando nuestro juicio de la realidad desde una postura mediada por la colectividad a una postura subjetiva. Lo hacemos porque todos somos los ‘ambulantes heridos’.

Una visión colectiva egoísta

Un juicio común de la realidad, después de todo, es una atribución del valor colectivo, que probablemente es más funcional para cada uno de nosotros, de lo que lo sería una atribución puramente individual. Cuando insistimos en la amabilidad, o en el deseo de un mundo mejor, y la gente dice que no estamos siendo ‘realistas’ es porque están apelando a la atribución colectiva de una cualidad o valor que asegura por lo menos cierto grado de funcionalidad —la adaptabilidad del individuo como también del grupo. Dicen que en nombre de nuestro propio interés (intereses propios), deberíamos adaptarnos al juicio colectivo, sin cambiar nada y sin imaginar algo distinto.

¿Por qué el punto de vista colectivo pareciera ser menos egoísta? Hay una división entre el sí mismo y la colectividad, y lo que no es colectivo parece ser egoísta. Pero el ego en sí es un producto de la colectividad, y hay muchos mecanismos colectivos y valores que lo fortalecen. También encaja dentro de una especie de orientación-al-ego generalizada del colectivo particular del que forma parte —por ejemplo, la raza, la clase, la religión, la nación.

El ego también depende de la atribución colectiva de valor y de realidad a la configuración interna de cada individuo, que lo convalida para cada uno de nosotros, pero especialmente para los hombres masculados (exitosos). Las estructuras auto-semejantes de la sociedad realizan esta función privilegiando el proceso de intercambio con su negativa a dar. Las instituciones basadas en la masculación, en el dinero, y en los conceptos investidos fálicamente, son todos mecanismos sociales por medio de los cuales se le atribuye valor colectivamente al ego individual.

El ego y el egoísmo pueden ser vistos como una postura colectiva, mientras que la postura subjetiva puede realmente ser más empática y orientada al otro. Colectivamente podemos ser muy egoístas. Sin embargo, colectivamente podríamos trazar una línea divisoria en algún lugar entre lo individual y lo colectivo, y convalidar un ego diferente, y la práctica de dar, creando así un tipo diferente de colectividad. Tal vez necesitemos un punto de vista tridimensional para poder ver que la división está en el lugar equivocado. Si viéramos lo que pensamos, lo que consideramos ser nosotros mismos como formados y hechos a través del regalo social que es el lenguaje, y también a través de los regalos de la vida, tal vez dejaríamos de imaginar una relación polarizada entre el individuo y la colectividad, entre el yo y el otro. Este re-enmarcamiento permitiría que la división entre lo subjetivo y lo objetivo, lo subconsciente y lo consciente, los sueños y la realidad, fuera diferente.

La realidad se afirma y se define por la imposición del modo masculado sobre lo colectivo. La comunidad distorsionada está construída para llevar a cabo esta imposición y su definición como ‘real’ es parte de esta construcción. El juicio de la realidad es un meta mensaje que sirve para mantener el statu quo del patriarcado. Entonces, la realidad parece ser sólo una crueldad organizada, basada en la crueldad de la ‘naturaleza humana’. Así todo vale porque hemos creado la meta afirmación «La gente es así».

El individuo le otorga un valor de realidad a algunas partes de sus experiencias, produciendo una atribución permanente con el regalo continuo de esfuerzo y de energía. Pero la realidad en sí misma no parece regalar ni incluir el paradigma del regalo. Regalar es continuamente mal interpretado desde lo externo, y el modo de regalar interno pasa desapercibido y no reconocido como tal. A veces, si no estamos abrumados por la escasez y por el trabajo en exceso, podemos experimentar el dar de la naturaleza y de cada uno de nosotros, pero esos momentos felices no son muy frecuentes para mucha gente.

Todo esto tiene como efecto no permitir que nuestra modalidad interna de dar tenga su cor-respondencia en la realidad, aunque quizá nuestros esfuerzos para lograr que los otros nos den puedan ser vistos como intentos equivocados de hacer que la ‘realidad’ refleje nuestra naturaleza donante interna (Tal vez nuestra naturaleza donante interna se nos aparezca como un ‘otro’). Ya que hemos convalidado el intercambio, y hemos puesto a la madre en una categoría de otra, nos parece correcto y armónico que otros tengan que darnos.

Si miramos con compasión a los explotadores, podemos ver que están convencidos de la realidad y quizás de la permanencia de la escasez, y que se sienten desafiados a superar esto individualmente al «coger», es decir, haciendo que otros den. Su propio parasitismo es casi un intento, dentro de la escasez creada por su estilo, de que la realidad los cuide por lo menos a ellos, aunque no cuide a nadie más. Tal vez es un intento de hacer de la realidad su propia madre; ¿Acaso, éste es el motivo secreto de la avaricia? ¿Están ellos solos cada uno, pegados, chupando de la reali-teta?

Si los explotadores creen que merecen más que los otros porque produjeron más, o porque son más fuertes o porque son más inteligentes, están participando de la modalidad del intercambio, y anulando el regalo, que paradójicamente es lo que están buscando. Nadie puede hacer de la realidad su madre, salvo que restauremos el paradigma del regalo para todos. La realidad es una construcción colectiva, y si nosotros construimos la realidad para que cuide sólo a uno o a unos pocos, a expensas de los muchos, destruimos a los muchos —que son la colectividad. Debemos lograr que nuestro dar de regalos interno corresponda con un verdadero dar de regalos en lo externo —esto va a liberar tanto al individuo como al colectivo. Mientras tanto, restaurando nuestro contacto con la naturaleza, nos ayudará a encontrar fuera de nosotros un nicho ecológico para nuestro dar de regalos interior. La naturaleza necesita ser cuidada, restaurada a ella misma como la que da gratuita y libremente y luego nos podemos alinear con ella.

El intercambio es en realidad el desplazamiento de lo que sería la solución a nuestro problema —dar regalos interna y externamente. El intercambio requiere que el ‘otro’ adopte la misma motivación orientada-al-ego, que cada agente del intercambio pone en el acto. Cada uno da, pero para algo más allá del presente, por algo diferente a la satisfacción de las necesidades del otro. La intención del dar del ‘otro’, o el de la naturaleza o el de la realidad es malinterpretado, y traducido como una correspondencia ‘justa’ o ‘equitativa’ entre dar más y recibir más. La realidad entonces no parece dar gratuitamente sino sólo como respuesta al intercambio. Por esto, porque el regalar no tiene modelo en la realidad, reflejamos la ecuación distorsionada. La solución es dar colectivamente, la solución es el altruismo colectivo. El dinero, como producto colectivo, puede ser usado para comenzar este proceso.

Los sueños se hacen realidad adentro y afuera

Quizá si soñar está dentro de la modalidad del regalo, la Mujer Araña realmente sueña el mundo tal como Paula Gunn Allen dijo.131 Pero la re-alidad masculada es una pesadilla colectiva, un regalo colectivo para terminar con todos los regalos, que elimina el regalar porque lo asimila al intercambio. La humanidad inconscientemente le da su energía a una la realidad masculada. Necesitamos soñar colectivamente de forma distinta y entregar nuestra energía de vigilia para lograr una realidad diferente, haciendo que nuestros sueños de un mundo mejor se hagan realidad en vez de nuestras pesadillas. Si hubiera más actos de dar regalos en la realidad, nuestro dador de regalos interno se haría más poderoso, igual que nuestra creatividad y nuestro amor.

La creación artística es dar regalos en la realidad, y tender un puente hacia un mundo mejor, porque el medio o el vehículo del regalo es en sí un regalo gratuito que satisface y crea necesidades estéticas. Por ejemplo, cantar es gratis para el que escucha, y el vehículo, la voz, satisface una necesidad, un potencial que tenemos dentro para disfrutar de los bellos y placenteros sonidos, de ritmos, de armonías, pues las palabras satisfacen nuestras necesidades comunicativas. El arte visual es similar, los colores, las formas y las texturas, pueden crear bienes placenteros para nuestros sentidos, sin importar cuál sea el tópico o el tema de la obra. A pesar de que muchas de las obras de arte se pueden comprar y vender, todas conservan una dimensión de satisfacción gratuita de necesidades, que es esencialmente su canal de co-municación. No hay intercambio entre el oído y la música, el ojo y la pintura, sin embargo el acceso a estas experiencias a menudo es muy costosa. La obra de arte misma da. El regalo creativo del artista es la habilidad de hacer algo que se pueda dar.132 (Antes, en contraste con Lévi-Strauss, dijimos que las mujeres no son mercancías o mensajes intercambiados entre grupos afines, sino que son regalos-que-regalan). Muchas clases de actividades basadas en el intercambio se vuelven parasitarias del arte, igual que de otras fuentes del regalar.

Aunque el arte, hasta cierto punto, restaura el regalar en el mundo externo, éste no es suficiente para confirmar el modelo cancelado. Por ahora, el regalar permanece en sueños en el inconsciente, y no tiene reconocimiento como tal en el caso del arte, los cuentos y los mitos. Los cuentos pueden introducir a las niñas y a los niños de manera amable al intercambio, a través de la comunicación, satisfaciendo esa necesidad. Así les muestran a las niñas y a los niños una relación transitoria en la que una cosa lleva a la otra, la satisfacción de una necesidad que permite la satisfacción de otra —una acción que resulta en algo diferente. La acción puede verse como regalar; al satisfacer una necesidad se puede crear otra —cuando la bebé ha comido necesita dormir, o jugar. La madre necesita limpiar, descansar, para volver a trabajar.

Sin embargo, la estructura del ‘si-entonces’ captura el regalo con una consecuencia —si pones el dedo en el fuego, te quemarás. Cuando se pone en juego el marco de la recompensa y del castigo social, la transitividad del regalo se transforma en la consecuencia lógica del intercambio. El si-entonces se transforma en ‘hacé esto y tomá eso’. Por lo tanto, cuando el niño o la niña hacen algo, lo que la realidad le ‘devuelve’ es lo que se ‘merece’. ¿Se merecía Cenicienta ir al baile y casarse con el príncipe después de todo lo que había trabajado? ¿Se merecía Caperucita Roja que se la comiera el lobo porque había desobedecido a su mamá? Estas historias son exploraciones dentro del intercambio entre la ‘realidad’ y los protagonistas de los cuentos para los niños que recién están aprendiendo a evaluar su comportamiento de acuerdo a la modalidad del intercambio.

¿Cuál es el precio que pagamos por no dar y cuáles son las recompensas por dar? Un equilibrio regula estos cambios —por lo menos en los cuentos de hadas. A medida que las niñas y los niños aprenden a intercambiar, su moralidad cor-responde.133 Haciendo que las niñas y los niños obedezcan, siguiendo un sistema de recompensa y castigo, se los aleja de la modalidad del regalo, de aquella modalidad de la que participan con la madre, y se los prepara para la violenta modalidad del intercambio de la ‘realidad’. Los cuentos satisfacen la necesidad de las niñas y de los niños de introducirlos por medio de una co-municación amable, a un mundo enajenado por el intercambio.

Es verdad que como niñas y niños tenemos la necesidad de que nos enseñen a adaptarnos a la realidad pues la realidad está distorsionada. La necesidad de adaptación es impuesta por un medio ambiente que está artificialmente alterado y dominado por el paradigma del intercambio. La socialización nos impone una evolución hacia la funcionalidad dentro del sistema y una adaptación a los papeles impuestos de tener o no tener en todos los niveles. Si funcionáramos dentro del paradigma que trabaja por el desarrollo humano y planetario, no necesitaríamos que se nos enseñe a regalar y recibir desde lo externo —sino que aprenderíamos de nuestras experiencias así como aprendemos a encontrarle sentido a nuestras percepciones, a controlar la actividad corporal y, por lo menos en gran parte, a hablar.

Enseñarles a obedecer a las niñas y a los niños, impone el patrón de dominio y de sumisión, incluyendo componentes del intercambio como el castigo y la recompensa, en advertencias tales como: «Sí metes el dedo en el fuego, te vas a quemar». Esta oración es puramente informativa, pero se usa para apoyar la dictadura de los padres, igual que cuando dicen, «Si no dices ‘sí señora’ no puedes salir a jugar». Estos mandatos funcionan de acuerdo a la modalidad del intercambio y hasta le asignan a nuestras acciones un precio en cuanto a las consecuencias. «Desobedeciste, no puedes salir a jugar durante los próximos tres días». El autor-itarismo de los padres es a menudo no sólo la repetición de su niñez y de los vínculos con sus padres, sino una actitud de opresión contra su propia ‘niña o niño interior’ con capacidad de dar y recibir. Nuestras escuelas, al practicar la división en grados, extienden el alcance de los procesos de recompensa y castigo a la evaluación cuantitativa de los ‘conocimientos’ adquiridos.

Los iroquois y el hombre blanco

Cuando las mujeres apoyan a las mujeres, o los cuidadores cuidan a los cuidadores, se da una transición del regalo, de tal manera, que los bienes se transpasan una y otra vez, y los que reciben, reciben de muchos y les dan a muchos. Cuando esto se hace como un principio, la gente toma conciencia de ello, y luego la realidad genera más acciones determinadas de esta manera. Si el paradigma del regalo fuese convalidado y practicado conscientemente, no tendríamos que considerarlo como un principio. Podríamos ser más flexibles, y así experimentar y proceder caso-por-caso. Tal vez, si creyéramos que fuera útil, podríamos practicar con confianza el intercambio en algunas instancias —porque el contexto como un todo conlleva el regalar. Las tribus de nativos norteamericanos dirigidas por mujeres, como es el caso de los Iroquois, crearon realidades alternativas donantes de este tipo. El contexto portaba los valores del regalar, a pesar de que se practicara hasta cierto punto el intercambio —por lo menos era un intercambio simbólico— y a veces hasta se libraban guerras.

Los valores de la economía del regalo amenazan a los practicantes de la economía del intercambio, y yo creo que ésta es la razón de la ferocidad del Hombre Blanco hacia los nativos. El Hombre Blanco también tuvo madre. Pero aprendió a matarla en la cacería de las brujas. Pero eso no se podía hacer sin matarse a sí mismo, matar a su madre interna. Los géneros no existen. Todos los seres humanos están formados de acuerdo al dar regalos. Al matar y esclavizar a su madre europea, el Hombre Blanco se privó a sí mismo del modelo de su potencial humano. Al dejar a su madre tierra, y penetrar en América, el Hombre Blanco dejó atrás su humanidad para llevar a cabo su falso plan de conquista masculada. Allí encontró sociedades maternales, las explotó y cometió genocidio contra ellas. Lo que él consideraba civilizado era el ego y el intercambio, con su lógica vacía originada en la definición.

Sin embargo, el Hombre Blanco tiene corazón. Vivió en el útero de su madre; ella lo cuidó, recibió sus regalos y él le dio los suyos. De lo que el hombre blanco no se dio cuenta es de que tanto hombres como mujeres comparten el mismo sueño, la misma forma de soñar y la misma forma de hablar. Ya tenemos un lenguaje en común. El lenguaje no es sólo co-municación de regalos materiales —aunque eso es importante. Es también la comunicación de regalos verbales. No importa cuáles son los sonidos-regalos específicos sino que nos los damos los unos a los otros. La Torre de Babel es, simplemente, el símbolo fálico de la masculación que nos impide ver que todas nuestras lenguas y nuestra vida provienen de la Madre y del Maternaje. Si podemos renunciar a la masculación, y regresar a la madre y a la niña y al niño que todos llevamos dentro, podemos restituir ese sueño.

Desde la re-alidad a la diosa134 Rhea-lidad

El regalo y el intercambio, a nivel de la re-alidad económica, están anudados el uno con el otro. Es por eso que son muchos los obstáculos en el camino de llevar a cabo una tarea efectiva de cambio social dirigida al regalar. Además, a menudo, se identifica erróneamente al objetivo del cambio social con la integración de todos dentro de la economía de intercambio. Este objetivo es erróneo, porque desconoce el hecho de que para que funcione el mercado, los regalos gratuitos deben llegar de algún lado.

Existen muchos sectores excluidos del mercado capitalista cuyos productos no tienen acceso al mercado o no pueden competir en él. Por ejemplo, el trabajo artesanal de los indígenas, a pesar de su excelente calidad, generalmente no tiene cabida en el mercado, a no ser a través de los explotadores que hacen de intermediarios. Recientemente, gracias a gente bien intencionada que busca los fondos necesarios en fundaciones o en otras entidades, se han iniciado proyectos que ayudan a los artesanos a llevar sus productos al mercado. El problema parece ser la presentación de las artesanías en un pie de igualdad con los artículos mayoritariamente dominantes. (Es necesario que haya un ‘intercambio igualitario’).

La contradicción, aquí, es que el objetivo es visto como una asimilación a la economía que ha explotado y excluido a estos grupos, y que continúa explotando y excluyendo a otros, sustrayéndoles gran cantidad de mano de obra regalada y oculta. Sólo unos pocos pueden ‘igualarse’ a los pocos de la mayoría dominante que son ‘iguales’. Todos estos llegan a esa ‘igualdad’ utilizando los regalos ocultos de los otros. La donación de los fondos para estos proyectos toman, durante un tiempo, el lugar de la mano de obra regalada y oculta. Pero, la ‘auto-suficiencia’ dentro de la economía capitalista generalmente es una ilusión, porque el capitalismo necesita de los regalos ocultos para poder funcionar. Frecuentemente, la ‘auto-suficiencia’ sólo significa una dependencia eficiente del mercado capitalista, como lo fué para la mujer, que entró en el mercado de trabajo para ser ‘auto-suficiente’.

La producción en Hong Kong de artesanías como si fueran de los nativos de Norteamérica es un caso en cuestión. La explotación internacional genera productos más baratos, más competitivos, y ‘más iguales’ de lo que puede hacerlo la justicia social y los proyectos de ‘auto-suficiencia’. Incluye un cociente de regalo que se vuelve disponible por medio de la relación de explotación entre naciones (que provoca la diferencia en sus niveles de vida), además del ‘regalo’ de la mano de obra explotada individualmente de los trabajadores en empresas extranjeras. La ilusión es que los grupos por ‘fuera’ de la corriente dominante podrían tener éxito sólo si sus productos fueran lo suficientemente buenos para ser competitivos. Lo que no se percibe es que para ser lo ‘suficientemente buenos’, ser iguales, o hasta aproximárseles, se requiere que se les agregue relativamente gran cantidad de regalos ocultos.

Quizá sea produciendo algo nuevo o acaparando parte del mercado, que la gente que está fuera de la economía capitalista podría tener éxito y beneficiar a sus comunidades. Pero esto requiere de un conocimiento que las personas adquieren por medio de la educación y de la experiencia en el mercado, lo que generalmente los lleva a buscar el éxito para su propio beneficio y no para sus comunidades —de acuerdo a los valores capitalistas de ‘todo hombre para sí mismo’. Hasta el intento de entrar al mercado y producir objetos competitivos o equivalentes convalida al mercado y al ‘intercambio igualitario’ como la mejor (y hasta la única) manera para lograr abundancia. Las alternativas son vistas como poco prácticas o inexistentes. La economía del regalo, oculta e integrada dentro de la economía de intercambio, es victimizada y sacrificada —no se le da ningún valor, es invisible, es desacreditada y despreciada.

A nivel psicológico individual, el subconsciente no está a la vista, pero sirve de fuente de energía de nuestra mente consciente. Muchas motivaciones y asociaciones subconscientes, nunca alcanzan la superficie y son desechadas. En la misma línea, la gente que está fuera del mercado apoya a los que están dentro del mercado. De manera parecida, las mujeres apoyan a los hombres en sus relaciones ‘igualitarias’ con otros hombres, y en su competencia por dominar, sin reconocer los esfuerzos por cuidarlos de ellas y de otras mujeres. Lo que se debe hacer es dejar de dar valor a la conciencia basada en el intercambio y en la exclusión mutua, y también a la igualdad del mercado, y a que nuestros productos o que nosotras mismas o nuestras niñas y niños sean ‘competitivos’, para experimentar alternativas totalmente diferentes.

Yo sugiero, aunque parezca difícil, que hay muchas formas posibles en la realidad actual de crear proyectos para dar regalos pero que todavía no son reconocidos como tales. Personalmente, muchas mujeres que yo conozco, proveen servicios, casa, capacitación, y apoyo gratuito para otras mujeres, a menudo creyendo que ellas mismas están ‘locas’, porque no exigen un pago. Hay muchos experimentos con fideicomisos sobre tierras que son de propiedad de las mujeres, movimientos para lograr la auto suficiencia, y para vivir mejor en la tierra.

Los movimientos en contra de la violencia doméstica y sexual involucran la satisfacción gratuita de necesidades y también lo hacen los movimientos que combaten la adicción. La gente que participa en estos movimientos, como el movimiento contra el racismo, los movimientos a favor de la liberación de los pueblos, los movimientos en contra de la destrucción del medio ambiente, los movimientos en contra de juegos puer-iles con desechos radioactivos y con bombas de tiempo químicas, los movimientos en contra de la guerra y en contra del militarismo y del gasto militar, todos dan muchísimo tiempo y energía para satisfacer necesidades generales importantes para el logro de cambios sociales.

Aunque gran parte del trabajo de voluntariado lo hacen las mujeres, los hombres también hacen mucho. Los que participan de actividades mixtas no tienen claro que al hacer trabajos no remunerados para satisfacer necesidades, tanto mujeres como hombres están siguiendo el paradigma del regalo basado en el maternaje. Por lo tanto el liderazgo de la mujer, siguiendo los valores del regalar, no se toma como lo normal. Por cierto, las mujeres a menudo apoyan a hombres que ejercen una política masculada y también son voluntarias en actividades que buscan el cambio social. De hecho, en muchos casos, las políticas masculadas no son reconocidas como problemáticas.

El regalar tiene mala fama, y se ha desalentado a la gente a realizarlo, porque las organizaciones de beneficencia patriarcales han impuesto sus regalos a quienes los reciben, considerándolos pasivos e inferiores, sin escuchar sus opiniones sobre sus necesidades. También aquí, mujeres y hombres han propugnado el paternalismo en detrimento de todos los involucrados, enturbiando la conexión entre las mujeres y el paradigma del regalo, al no reconocer la diferencia entre regalar e intercambiar. De hecho, estas organizaciones a menudo han usado el dar regalos como un pretexto para el dominio, y para obtener toda clase de ganancias.

He escuchado el viejo dicho —es mejor enseñarle a pescar al pobre y no regalarle pescados— con una variación que apunta al cambio social. En primer lugar tenemos que preguntar como se creó la escasez. ¿Por qué la gente no ha tenido acceso al lago para poder aprender a pescar? ¿Acaso el lago era propiedad privada o era controlado por una corporación o por el gobierno? ¿Es aún posible que un grupo de gente hambrienta viva cerca de un lago al que tenga acceso y que no aprenda a pescar?

Debemos dar para cambiar el sistema basado en el intercambio, que es una de las principales causas de la pobreza. Crear proyectos para acercar a la gente al sistema del mercado no va a cambiar las causas de la pobreza. Tenemos que producir un cambio en nuestra conciencia que permita que todos identifiquen las causas y se ocupen de cambiarlas.

Es importante crear alternativas al capitalismo patriarcal, realizar experiencias basadas en la misma forma en que estaban organizadas las economías de diferentes pueblos llamados ‘primitivos’, fuera del sistema del mercado. Yo sugiero buscar fondos o promover otros proyectos alternativos —tal vez círculos para compartir, de regalos locales no monetizados, o proyectos para recuperar la fertilidad de las tierras, para que los desposeídos puedan vivir en ella y cultivarla por sí mismos. (Muchas mujeres en los Estados Unidos ya han comenzado a comprar tierras y a compartirlas con otras mujeres). Estos proyectos deben volverse factibles gracias a regalos monetarios —donaciones de fondos— lo que en sí mismo ya es una forma económica distinta. Si bien el aporte de fondos puede parecer como parasitando al capitalismo, entonces es el parásito del parásito— o sea una meta-vision135 que podría poner en acto una práctica diferente.

Patrocinar con fondos economías del regalo aun de una manera experimental conlleva a su propia confirmación en un meta nivel. Es dar para dar (en inglés for-giving es también para-donar). Al hacer valer la existencia de otras alternativas, podemos imponer el valor de la diferencia y des-investir la igualdad capitalista. Dentro de las clases privilegiadas por la prevalecia del signo de la igualdad (=), las mujeres por lo menos pueden oír cómo resuena el llamado del Primer Mandamiento de la Razón Altruista: «Ensayen algo diferente. ¡Esto no está funcionando!»

Madre-Mater

Mater como materia o espiritu, mater como madre o como aliento son posiblemente contradicciónes falsas. La ilusión es que a la mater no «le importa» porque ella le da la importancia al otro sin recibir nada a cambio. Aunque en la realidad quiere decir que le importa mucho más. Lo que tenemos que hacer, es que la mente empiece a ser «mater». (NTR un juego de palabras en inglés, matter ‘materia’ y ‘mater’ latino ‘madre’ y la palabra mind que quiere decir mente y también importar).

La presión atmosférica mueve el aire, y mientras desarrollamos la necesidad de ese aire expandiendo nuestros pulmones, inspiramos y la necesidad es satisfecha. La naturaleza satisface necesidades —desde la clorofila en las hojas que proveen azúcar para las raíces, hasta el plancton en el fondo del mar, donde las ballenas pasean, juegan y se alimentan— desde las piedras antiguas con las que construimos nuestra casa hasta el torno del ceramista.

Eso es porque las necesidades, que también son parte de la naturaleza, son creativas. Las criaturas, incluyendo al ser humano, se adaptan a lo que les es dado, como también a cambiarlo. La materia ya es mente; partes de la mente se asisten entre sí; surgen las necesidades y son satisfechas. Pero la mente humana se ha venido interpretando a sí misma de acuerdo al paradigma del intercambio, y se ha alejado de su matriz, auto-reflejándose. Al permitirse ser cuidada por los que dan regalos, por las mujeres, por la madre y por la niña o el niño interior, por los muchos —la mente no se está ocupando de ellos. Está ocupada por su orientación al ego, intenta filosóficamente seguir sólo lo que está haciendo.

Quizá la mente (y el cerebro, también) puedan ser mejor comprendidos si los miramos desde el punto de vista del paradigma del regalo. Si volvemos a poner mater como materia, podemos ver cómo «le importa», cómo la mente es maternal, y cómo ahora tenemos que satisfacer nuestra propia necesidad, la de la humanidad y la de la tierra para reconocer que la mater o la materia es algo dado. El espíritu casi no tiene importancia en esta reflexión; es el aliento sobre el espejo, es algo que pertenece a un concepto diferente. Pero en realidad, la madre y el viento actúan de acuerdo a principios similares. Van hacia donde hay una carencia, un vacío, donde hacen falta, y traen las palabras que necesitamos oír para formar nuestras comunidades nuevamente.

Madre Cuidadora

Paseo por el campo —hay tantas criaturas, insectos, plantas, flores silvestres, tan específicas y diferentes entre sí, ya sea por el lugar donde crecen o por el modo de hacerlo. En cada centímetro cuadrado de terreno hay una magnífica variedad, una lenta danza de vida vegetal y animal silvestre. Cada especie se relaciona con una palabra que la nombra, pero rhea-lmente están lejos de ser iguales. La combinación del concepto, la definición y el intercambio han creado ahora un medio ambiente donde las cosas son en realidad idénticas unas con otras. Ya no cogemos moras en el campo; cogemos latas con moras en el supermercado, todas idénticas.

La diosa no ha sido completamente destruida. Aún hay formas de poder recibir sus regalos —preparando, cocinando y comiendo los alimentos que cocinamos. También recibimos los regalos cuando sentimos, nos movemos, y disfrutamos de muchas formas, con el sexo, con una poesía, o contemplando una tormenta. Las actividades mineras, la perforación y el bombardeo son maneras de forzar a la realidad a dar y tienen que ver con la violencia masculina. Si se obliga a alguien a dar, se puede tener asegurado que va a dar, y tal vez esta seguridad provea el consuelo necesario al ego artificial del intercambio.

Deberíamos ver a la Rhea-lidad como la Madre Naturaleza, como la Madre Cuidadora. Se está haciendo con ella lo mismo que se nos hace a nosotros? vaciándola, obligándola a dar, demostrando que los hombres lo hacen bien o de la única manera posible y que controlan a la Rhea-lidad y también la re-alidad. Esto lo hacen al no atribuirle los cuidados necesarios o al no cuidar la naturaleza y al no valorar el dar. Anular a la madre hace que parezca que el fundamento de la vida está en los procesos objetivos mecánicos de causa y efecto, del tipo ‘si-entonces’, del intercambio. Esto oculta todo un espectro de la intencionalidad del cuidado desde lo menos ‘humano’, del viento, o de la probabilidad de que una ameba encuentre en su trayectoria un jugoso bocado, hasta de lo más ‘humano’, una revolución feminista o una canción de cuna. Las madres alimentan a sus bebés, ontogénica y filogenéticamente, desde el principio.136

La emoción

La tarea del mantenimiento del mundo todavía atribuye valor materialmente aunque lo hace doméstico’. A pesar del dinero y del intercambio, las mujeres (y algunos hombres) siguen reconociendo las necesidades, tanto emocionalmente como intelectualmente. De hecho, creo que la base de la vida emocional está en la conexión humana con las necesidades propias y las de los otros. Los egos masculados son insensibles, inmersos en el intercambio, están notoria y tristemente alejados de las necesidades’. Ocuparse de las necesidades parece ser irracional porque lo que se considera racional tiene como fundamento el intercambio. Puesto que hemos permitido que el intercambio domine nuestro mundo, obstaculizando la posibilidad de regalar, hemos soslayado todos nuestros valores, haciéndolos más abstractos de lo que hubieran sido si estuviesen basados en regalar. Luego se le ha otorgado valor a la abstracción misma.

Las emociones continúan vibrando alrededor de las necesidades insatisfechas, atrayendo la atención, dándoles valor para lograr su satisfacción. Esas emociones son frecuentemente ignoradas, descalificadas, no tomadas en cuenta, y por el contrario son suplantadas por la lógica del auto-interés. Valorar la razón abstracta nos distrae de las necesidades. Mientras que es verdad que el razonamiento abstracto puede ser útil para entender cómo satisfacer las necesidades complejas, puede convertirse en un fin en sí mismo y una excusa eterna para no tener en cuenta las necesidades y las emociones que nos llevan a ellas.

El patriarcado ha re(x)-ificado la re-alidad. Ha extendido su red de imágenes auto-semejantes —conceptos investidos fálicamente— aprovechando así los regalos del colectivo, como un RHP de hombres de negocios apoderándose de nuevos mercados. Si se reviste a la ‘realidad’ con estos conceptos se minimiza su lado del cuidado, volviendo a las necesidades invisibles, desconociendo sus respuestas emocionales. Entonces, la realidad se mecaniza y se objetiviza. Se da por sentado lo que ha sido dado por hecho, y sólo tiene importancia porque ha sido organizado en conceptos, relativos a los ‘unos’ privilegiados. A pesar de que no lo reconocemos, siempre estamos en la posición de recibir. La realidad siempre cuida, aunque los conceptos abstractos lo ocultan y nos engañan. La red de conceptos, el sistema auto-semejante, constituyen una red invisible, compartida en abstracto, desviando nuestra atención desde los verdaderos regalos de la diosa Rhea, hacia los fálicos Res y Rex.

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Notas al pie

130. Aquellos que se a-socian (que forman una sociedad) generalmente practican dar y recibir unos a otros de varias maneras—y lo harían aun más si no vivieran dentro de una economía de intercambio. Es por esto que dar y recibir son claves para la idea de ‘asociación’ que encontramos en los sueños o entre las palabras. Un esquizofrénico a quién se le pidió que hiciera el experimento de Vigotsky les dijo a los experimentadores que la ‘muestra’ era un policía que le decía a una multitud qué hacer. Hemos rastreado bastantes patrones auto-similares hasta ahora, como para que la relación del policía y la multitud pueda verse fácilmente como un derivado del modelo ‘uno-muchos’. Un policía realmente domina la multitud-asociación, mientras que el esquizofrénico nos da el regalo de una conexión necesaria (‘asociación’) que no se había hecho. (Ver Hanfmann y Kasinin, op.cit). Vuelva a la nota al pie del texto.↩

131. Paula Gunn Allen, The Sacred Hoop, Beacon Press, Boston, 1992. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

132. Lewis Hyde discute el regalo creativo en un sentido diferente en The Gift, op.cit.. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

133. Ver Carol Gilligan, In a Different Voice, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1982, para la perspectiva moral de los cuidados. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

134. Rhea era la diosa madre original de los Egeos, también la Madre Tiempo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

135. Nota de traductora: en inglés parasight, juega con la palabra parasite ‘parásito’ y sight ‘visión’ Vuelva a la nota al pie del texto.↩

136. La naturaleza y el cuidado son nada más que fuentes de regalos contrastantes. La naturaleza es lo que ‘tenemos’, son regalos o donaciones que heredamos del pasado de la especie, mientras que el cuidado es lo que se nos da socialmente. Algunos arqueólogos, como Richard Leakey, piensan que la mayor parte de la evolución humana se debió al ‘altruismo’, los homínidos compartían el alimento —acoplado al competir. Pero no olvidemos que miramos a la pre-historia a través de los ojos de la competitividad moderna. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 20 - Dar y amar

Capítulo 20 Dar y amar

Pienso que la frase ‘conocimiento carnal’ está bien dicha. Gran parte de nuestra experiencia interpersonal de amor y de sexo implica conocer y percibir física y espiritualmente a la otra persona, de acuerdo a su capacidad de dar y de recibir. Este conocimiento requiere o invita a la orientación-al-otro, que en parte es la base de la experiencia de ‘perderse a uno mismo’ tan conocida en la literatura del amor. En una sociedad hecha a la imagen del paradigma del intercambio, muchos hemos aprendido a no estar orientados hacia el otro, por lo que la experiencia del amor puede ser abrumadora, una excursión hacia la economía del regalo, una concentración en el otro, una oportunidad de volver a percibir el mundo nuevamente, de re-crear una sociedad humana de dos.

Nos vinculamos, formando nuestras relaciones entre nosotros, con respecto a nuestras nuevas percepciones del regalo. Igual que Adán al nombrar las criaturas del Edén, y hablando acerca de ellas con Eva, nos volvemos concientes de las particularidades y universalidades de cada uno, y tomamos conciencia de la percepción que cada uno tiene del otro. El amor altera nuestras actitudes individuales con respecto a la orientación-hacia-el-otro, por lo menos por algún tiempo. Empezamos a necesitarnos y a querer darnos. Empezamos a necesitar que el otro nos necesite, y nuestra entrega se liga al deseo del otro. Quizá sea este aspecto de orientación-al-otro del amor que en nuestra sociedad nos hace cantarle, hablar sobre él y añorarlo tanto. Dicen los predicadores y los pacifistas que «el amor es el camino». Los únicos que no lo dicen son los economistas (y los terapeutas preocupados por la co-dependencia).

Hay una parte de nuestras mentes verdaderas que nos está diciendo qué hacer, usando nuestras relaciones para indicarlo. Creo que es difícil para esa parte generalizar. No sabía que su contexto era realmente económico. Nos dice: «Da, cambia el ego, nutre a la otra persona en abundancia». Freud (y algunas mujeres escritoras como Nancy Friday) que descubrieron que buscamos relaciones con nuestras madres en los hombres con los que nos casamos, han tenido un atisbo de la economía del regalo que generalmente se corta de raíz.

De hecho, la relación amorosa al causar la ‘orientación hacia el otro’ puede lograr que un hombre se comporte con la ética del cuidado, como nunca lo ha hecho antes. Puede hacer que deje a un lado su ego y se comporte como lo haría una madre con su bebé (¡te amo, Nena!), especialmente si la madre también estaba acostumbrada a vivir en la economía del intercambio y él tomó sus valores y su estructura del ego. La sensación de felicidad que trae el cuidarse o nutrirse recíprocamete (esperar el turno —no intercambiar— porque estamos orientados al otro) es la experiencia de la economía del regalo entre adultos. Se destaca por el hecho de que forman una sociedad de dos, ya que ese tipo de cuidado no es la vía escogida por la economía del mundo en la que habitan.

Por cierto, su relación puede verse como un cúmulo de bendiciones, y lo es, en un mundo que se ha vuelto loco. La sociedad de dos pronto se ve alterada en su naturaleza y en su posibilidad de sobrevivir debido a la alienación que la rodea, como ocurre con otras instancias de la economía del regalo. Igual que una flor tropical creciendo en un clima frío necesita de circunstancias especiales, dedicación, atención y protección —que hacen que la sensación de calidez y de abundancia se pierda, de manera tal que la delicada planta empieza a sentir (acertadamente) que está en el clima equivocado. Pero, una vez más, esto no es ‘culpa’ del amor, sino de la escasez de amor y de bienes, generada por la masculación y por el intercambio en el mundo en general. Cuanto más crueles se tornan los sucesos en el mundo, más hostil se vuelve el contexto para una relación de cura entre dos adultos.

Para poder sobrevivir en una situación de escasez, los amantes se adaptan. Dividen las tareas heterosexualmente de manera típica; él se mete de lleno en el paradigma del intercambio mientras que ella se queda brindando cuidados, aunque trabaje en la economía de intercambio. Por consiguiente, sus egos se modifican. Las mujeres damos nuestro regalo más preciado; damos a luz a nuestros hijos e hijas, y luego, practicamos el paradigma del regalo con ellos, puesto que lo imponen. Estamos obligadas por su dependencia ‘real’ a adaptarnos al modo de orientación al otro. Los hombres entran dentro de la jerarquía de la competencia por los bienes escasos pero generalmente no tienen la suerte oportuna psico-económica de tener que cuidar a los niños. La participación en la economía de intercambio se convierte en el único medio para la supervivencia y por eso las mujeres comienzan a reforzar psicológicamente en sus parejas (y a veces en ellas mismas) esas características que les ayudan a tener éxito dentro del sistema. Posponen su amor, dejan de cuidarse hasta encontrar un momento más conveniente. Por fin, pueden llegar a creer que amar era infantil, una ilusión. Les hizo recordar, y con razón, su niñez, porque la relación entre la madre y el niño o la niña es la única gran experiencia de economía del regalo que casi todos conocemos.

El dar incrustado en el intercambio

Muchas mujeres, con el sistema de la doble jornada, a menudo tienen los dos papeles de regalar y de intercambiar. Por el mismo trabajo se les paga menos que a los hombres —no sólo para demostrar su inferioridad y la inferioridad del paradigma del regalar, sino para que sigan necesitando del dinero que les proveen los hombres como resultado de su actividad en la economía del intercambio. Este aporte parece transformarse en una especie de pago por los servicios. En otras palabras, los cuidados gratuitos de una mujer tanto hacia su pareja como a sus hijos, son ‘compensados’ con el dinero que el marido le da. Así los cuidados gratuitos son encerrados dentro del paradigma del intercambio, atrapados por éste, casi vueltos a ser enmascarados como intercambio. No obstante, generalmente el dinero que la mujer recibe apenas le alcanza para comprar los bienes necesarios para cuidar a su familia. En una situación de escasez, los trabajos gratuitos de la mujer, parecen (y a veces lo son) una especie de esclavitud. Lo opuesto a la esclavitud parecería ser trabajar por un salario, cuando en realidad la liberación sería poder dar gratuita y libremente en una situación de abundancia.

Dar en la abundancia es una opción de la que sólo disfruta la gente rica —el marido trabaja en la economía del intercambio para hacer bastante dinero, y la esposa (quien no trabaja en esa economía) tiene tiempo suficiente para realizar cuidados a gran escala, ya sea haciendo voluntariado o participando en obras de caridad, algo que también su esposo puede hacer. Desdichadamente, esta clase de caridad mantiene el statu quo aliviando un poco los problemas, mientras que las causas siguen inalteradas. También, el voluntariado, en tanto que depende del capitalismo patriarcal, hace que la modalidad del intercambio parezca ser necesaria para el mantenimiento de la actividad de dar regalos.

La caridad convalida la modalidad del intercambio cuando lo considera un prerrequisito. Aun los ejemplos más exitosos de marketing social corporativo tienen este defecto. Debemos cambiar todo el contexto virando hacia el paradigma del regalo para todos, y para hacerlo, necesitamos usar nuestros regalos.

Mientras que psicológicamente es beneficioso para nosotros cuidar a otros en una situación de abundancia, en la actualidad, dada la escasez generalizada, regalar puede ser visto como algo inusual, hasta como propio de la virtud de un santo. Esto se presta a que se vanaglorien los egos de los que dan, así como a una falta de respeto hacia los que reciben.

Considerar el paradigma de intercambio y su lógica como la raíz del problema despersonaliza las acciones de los donantes y de los receptores. La necesidad de satisfacción no debe reproducir el escenario de tener y no tener, del mejor y del peor. Por el contrario, es parte de una forma más viable y humana, buena para la personalidad y el bienestar material del dador y el receptor, liberado de la humillación y la egomanía de la defensa del paradigma del intercambio. Es lo lógico y co-munitario, es lo que se debe hacer.

En nuestra sociedad, el tipo de trabajos a los que se pueden acceder no favorecen el desarrollo de la modalidad y de la mentalidad del dar en forma gratuita. La sociedad en su totalidad convalida la producción de bienes y servicios para el intercambio, y la valoración de los seres humanos de acuerdo a una norma monetaria. Dentro de nuestras relaciones personales, en nuestra experiencia directa, podemos experimentar con las corrientes sociales que fluyen a través nuestro. Podemos ‘dar’ mucho de nosotros, unos a otros, porque no lo hacemos socialmente en el plano material. Aquellos que tienen alguna riqueza material deben sentir, aunque sea en forma inconsciente, el peso de las necesidades de los otros. Desde la pantalla del televisor nos mira gente que está muriendo de hambre. Observamos a los sin techo, a los borrachos, a los que tienen frío, durmiendo en los portales de los edificios.

Hay un dicho cierto si bien algo cínico acerca del dar que dice, «Si doy todo lo que tengo a otra persona, él o ella van a ser tan ego-orientados como lo soy yo». Si el paradigma del intercambio sigue siendo convalidado, los que ‘tienen’ continuarán explotando a los que ‘no tienen’. Si una persona orientada hacia el otro, le da su dinero al otro, esa persona será orientada hacia su propio ego. El secreto está en dar para convalidar el paradigma del regalo. Cualquier comportamiento que satisfaga necesidades del otro, si se da con la conciencia de que es parte del paradigma del regalo, sirve para convalidar este paradigma.

El Dar sexual

Pienso que estemos tratando de establecer en nuestras relaciones del amor el regalar co-municativo, quizás hasta en la promiscuidad. Nos entregamos sexualmente a aquellos que parecen necesitarnos, porque nuestro subconsciente nos empuja a dar, mientras que, al mismo tiempo, vivimos en la escasez material, o nos han convencido de que dar materialmente no es algo viable. El entregarnos sexualmente nos permite sentir la emoción de dar y de recibir ‘en nuestra propia piel’. La sexualidad nos permite hacer algo por otra persona, nos permite satisfacer una necesidad, sin tener que transferir bienes entre nosotros. Puede ser penoso dar y recibir bienes materiales, mientras que dar y recibir sexualmente es valorado como un deseo ‘normal’. La promiscuidad sexual nos permite estar en la orientación al otro con muchas personas, a las que les damos en ese plano, mientras que en el plano de las necesidades materiales, la sociedad no nos permite darles.

Vivimos los problemas de nuestra sociedad a través de nuestras relaciones interpersonales. Por ejemplo, las mujeres les dan de más a sus hijos o continúan dándoles a los maridos abusivos. Pienso que percibimos inconscientemente que regalar es el camino. Lo que no vemos es que a menudo damos en los lugares y en niveles equivocados, y que no lo podemos hacer eficazmente hasta que esté socialmente convalidado como la manera de actuar, en vez de intercambiar. De hecho, creo que hay una confusión entre dar materialmente y amar —lo que nos hace pensar que amamos a alguien cuando estamos actuando de una manera orientada al otro con ellos. Toda necesidad que satisfacemos parece ser un regalo, aunque se trate de la necesidad de herirnos de un abusador.

Quizás existe una confusión entre la orientación al otro que se da en el amor y en el sexo, y la orientación material hacia el otro, que estaría presente en la práctica correcta del paradigma del regalo. Aún hoy podríamos comenzar a practicarlo, regalando nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro dinero, para cambiar las estructuras de la opresión.

Si cambiáramos el paradigma por el paradigma del regalo, toda la sociedad estaría orientada al otro, y las necesidades serían satisfechas por otros, por lo que, constantemente, podríamos oír el llamado de las necesidades de otros.

Si así fuera, muchas personas darían satisfacción a las necesidades de muchos, por lo que la relación con la pareja sería muy diferente de lo que es ahora. Si somos capaces de practicar la orientación al otro, fuera del círculo de nuestra familia inmediata, y por el bien de todos, nos permitiría también poner en práctica una mejor orientación psicológica hacia los que queremos. Recibir de otros en general y también darles permitiría más lazos sociales, y no dependeríamos del sexo para ‘co-municarnos’ significativamente. Hablar de la búsqueda de una vida ‘con sentido’ es acertado ya que puede considerarse como una vida que atribuye valor dando y recibiendo y por lo tanto se le otorga valor a ella también.

Hoy en día en nuestras relaciones dependemos mucho unos de otros, porque es el único espacio en el que la mayoría de nosotros podemos dar y recibir practicando el paradigma del regalo, aunque sea de forma imperfecta. Es, por lo tanto, el más ‘humano’ de nuestros comportamientos y nos aferramos mucho a él. La posibilidad del abandono parece ser una amenaza a nuestra humanidad. El dar y el recibir que hacemos sexualmente, en el que surgen en nuestros cuerpos diferentes necesidades mientras procedemos y mientras nos satisfacemos unos a otros, crea un terreno común para la comunidad de dos al que es difícil renunciar.

Nuestro yo crece, gracias a esa comunidad, tanto como crece en nuestra familia de origen en la que nos diferenciamos como individuos sobre la base de un terreno común con otros. El ego masculado o el ego basado en el intercambio es más propenso a abandonar, rivalizar, negar la comunicación e intimidad y a usar a la otra persona para que lo refuerce y lo cuide en sentirse importante. Infortunadamente, la socialización de los hombres, alejada de los cuidados, permite este tipo de destrucción de la comunidad sexual. La seducción y el abandono («ámalas y déjalas») es la enfermedad del macho, aun cuando a veces son las mujeres las que abandonan. El deseo de dominar, que funciona bien en la economía competitiva del intercambio, puede cumplirse en las relaciones personales tales como el menosprecio y la no participación ejerciendo actitudes como la fuerza, el abandono y la crueldad mental.

Cuidando la competencia

Los paradigmas del regalo y del intercambio funcionan como si fueran dos medio ambientes de la naturaleza que co-existen el uno al lado del otro y lo que es la conducta adaptativa en el uno es destructiva en el otro. Es más aun, el medio ambiente para la ‘supervivencia del más apto’ es visto como el sostén del medio ambiente de la familia que cuida. Las familias de los más aptos son las que sobreviven en una economía del intercambio. Esto es una ilusión porque la existencia del medio ambiente competitivo es lo que amenaza al modo de cuidar y que lo recarga hasta agotarlo. En realidad, son los cuidados los que mantienen el medio ambiente competitivo y no al revés y este no puede ser abolido sin destruir también el medio ambiente competitivo, ya que el intercambio necesita de los regalos gratuitos para seguir existiendo.

Los competidores mismos son cuidados por los que cuidan, y muchas de sus ventajas competitivas provienen de la clase de cuidados que recibieron. Gran parte de sus premios y de sus recompensas también les llegan de los cuidadores, incluso los mismos cuidadores. A las mujeres hermosas, sexy o ‘buenas esposas’, a menudo se las ve como premios de hombres exitosos. En un nivel individual, una cosa no parece estar conectada con la otra, y las interacciones parecen ser el resultado de las diferencias personales, las preferencias y las características. Pero desde un punto de vista más amplio podemos ver que las dos clases de comportamientos están ligadas, unidas por las cadenas de su complementariedad. Al grupo competitivo le resulta ventajoso que la relación no sea vista desde una perspectiva que permitiría al grupo que cuida tomar conciencia y liberarse. Efectivamente igual que muchos parásitos, los grupos competitivos se mimetizan externamente y se hacen pasar por dadores de cuidados.

Los acentos del valor

Los dos paradigmas se diferencian el uno del otro porque su capacidad de definir y todas sus transposiciones en las actividades de medir y atribuir un valor, mediando la propiedad privada al sustituir una cosa por otra, y estableciendo equivalencias entre las diferentes clases de cosas que serán intercambiadas, son vistas post hoc como de la jurisdicción de la masculación.

Se dice que las mujeres están ‘sumergidas en la experiencia’ —y de hecho se puede ver a la experiencia como sucediendo de acuerdo a la modalidad de dar y recibir regalos. En ese sentido todas nuestras percepciones y nuestras experiencias nos llegan gratis, aunque debemos esforzarnos para tener un tipo de percepción en vez de otra (salir para ver el sol brillar). Si nuestros sentidos están funcionando correctamente, siempre hay algo listo para ser percibido. La estructura de nuestra cosmovisión y nuestras necesidades determinarán cuáles percepciones seleccionamos para usar; sobre qué cosas ‘dadas’ enfocamos nuestra atención. Gran parte de la cosmovisión depende de las experiencias pasadas, y de la práctica de un paradigma u otro, como también en los ‘acentos del valor’ transmitidos a través del lenguaje y la cultura.

Los hombres relegan a las mujeres hacia el lado de la vida que tiene que ver con la percepción y con la materialidad. Los hombres hablan de nosotras entre ellos. Nos comparten a través de ese terreno común que es el lenguaje, mientras nosotras, estereotipadamente, estamos sumergidas en los ‘sentimientos’. Antes hablé sobre las mujeres ocupando la ‘sombra’, el lado de la mater(ia), y de los muchos. A esto podemos recurrir. Es el borde de la economía del regalo, como el lenguaje es el borde de la economía del intercambio.

Pero se enfoca la atención en el lenguaje mientras que el lado de la mater(ia), y de los muchos se pierde en la bruma. Debajo de la superficie del lenguaje, y de las cosas ‘dadas’ de la percepción yace la mano de obra gratis de muchos siglos. Esa mano de obra gratuita está formada por el mantenimiento de cosas gratuitas que las mujeres han hecho, y también en el trabajo no remunerado de los cuidados brindados a otros en la sociedad en general. Los regalos gratuitos recibidos en el pasado determinan qué cosas específicas percibimos —es decir, qué partes de la cultura material han persistido a través del tiempo, conformando nuestro mundo. También nos podemos considerar regalos dados por otros, y considerar a nuestros niños como nuestros regalos. Nuestros egos que tienden hacia los otros son menos auto-semejantes que los egos masculados, son más ‘transparentes’, pudiendo, sin el filtro del ego, abrazar directamente al otro. Nosotros somos los niños y niñas que recordamos a nuestras madres (y las madres que son recordadas por nuestros niños y niñas).

Nuestros lados ‘masculino y femenino’, por lo menos con la especificidad con que aparecen en la sociedad occidental, son, en realidad, una transposición del ego masculado del intercambio, y del yo que tiende hacia el otro. Son productos y procesos de la economía del intercambio y de la economía del regalo. Dado que las dos modalidades co-existen una al lado de la otra en la sociedad, las estructuras del ego que promueven pueden ser internalizadas conjuntamente. Esto crea un tercer tipo de estructura de personalidad, que podría verse como una estructura transicional entre una clase de economía y la otra. Este tipo puede tener las ventajas de ambas, pero está atrapada por múltiples paradojas. El «donante interno» crea vínculos atendiendo las necesidades y cuando éstas no pueden ser satisfechas se despiertan emociones intensas. Por el contrario, el ego masculado busca independizarse y dominar. No hay un encaje perfecto ni interno ni externo.

El ego masculado y los contenidos de su pensamiento pueden estar orientados a lograr ganancia para sí o para su familia, como una extensión de sí mismo. Considera su experiencia como ‘objetiva’, sin el carácter de regalo, pero también sin el deber de mantener lo que lo rodea. Es menos consciente de las necesidades del entorno, desde una cama sin tender, a un niño con hambre, o un depósito de desechos tóxicos. Gran parte de su tiempo está dedicado a ocuparse del lenguaje, la burocracia, de los medios sociales o materiales para hacer que otros hagan algo, o a dar para recibir. Desconoce esas mismas cosas en él mismo. De manera que al estilo estereotipado del profesor distraído, sus propias necesidades tienen que ser satisfechas por otros. Sin un cuidador externo, finalmente, el lado ‘que da regalos’ de esta personalidad tendrá que dar un giro y cuidar su propio ego masculado. Así, las restantes partes ‘orientadas al otro’ se vuelcan al ‘otro interno’ y la persona se vuelve aun más egocéntrica.

Para aquellos que han sido socializados dentro del paradigma del regalar, el yo se desarrolla, de por sí, orientado al otro, de manera que el aspecto de cuidar está incluido como parte del ego que se desarrolla a través de la participación en la economía de intercambio. Tal vez esto explica la popularidad que tiene entre las mujeres la terapia ‘primero yo’. Desde los grupos de co-dependencia hasta los cursos de autoafirmación basada en el intercambio, nos están enseñando a ponernos en primer lugar. Afortunadamente, puesto que hemos sido criadas para cuidar de los otros, el modo del regalo permanece como parte del ser que autoafirmamos. Aunque pueda parecer funcional al statu quo deshacerse del modo de regalar, de sus ideas y de sus ideales, la economía del intercambio se destruiría a sí misma si lo hiciera.

Hay, por supuesto, casos patológicos de orientación al otro, pero es mucho más probable que la orientación al ego sea patológica. Socialmente, sus efectos son perniciosos para todas las criaturas del planeta, mientras se lo mantiene como modelo de salud. Ninguna de nosotras tiene la menor idea de que estamos haciendo todo esto, porque no reconocemos el regalar como paradigma al mismo nivel del paradigma del intercambio. De hecho, deberíamos hacer valer la comparabilidad de los paradigmas y no la igualdad de los sexos.

La igualdad que deriva de la masculación y del intercambio, es igualdad preparatoria para la cuantificación, o igualdad cuantitativa. La orientación a la necesidad enfatiza la variedad cualitativa. Paradójicamente, la economía del regalo pone más en evidencia las diferencias individuales, porque no las mide de acuerdo a un criterio único de valor cuantitativo. Si nos centramos en la economía del regalo como paradigma, en vez de menospreciarlo, y particularizar sus manifestaciones, podemos usarlo también, para iluminar lo que el paradigma del intercambio está haciendo. Podríamos leer afirmaciones como, «Las mujeres son tan buenas como los hombres», como meta afirmaciones diciendo, «El paradigma del regalo es tan bueno como (o mejor que) el paradigma del intercambio».

Los Juicios

Entre las características del paradigma del intercambio está la capacidad de formular juicios, ubicando algo en una categoría o en otra. Igual que en las costumbres matrimoniales en las que la mujer toma el apellido de su marido cuando se casa, las acciones y deseos de las mujeres son juzgados por el ego masculado como buenos o malos, apropiados o inapropiados, etc. Las mujeres aceptamos estos juicios por nuestra orientación al otro (de otra forma positiva). No nos resulta fácil emitir juicios sobre nuestras cualidades, aunque un ego internalizado pudiera hacerlo por nosotras. «¿Soy inteligente? ¿Soy hermosa? ¿Soy buena?» Podemos estar eternamente preocupadas con estas evaluaciones, volviéndonos orientadas al ego, aun al definir nuestra orientación al otro. Nuestra capacidad de vernos a través de los ojos del otro nos permite buscar su definición de nosotras mismas y luego juzgarnos como él lo haría.

Actuando la definición, como definiens, servimos el definiendum que los hombres tienen de nosotras, tratando de merecer su palabra positiva. Confundimos nuestra desvalorización con ‘humildad’ y permitimos que los estereotipos nos guíen como profecías que se autocumplen. Absorbemos internamente la división entre las palabras y las cosas, y entre la mente y el cuerpo—a pesar de que como participantes de la economía del intercambio ahora podemos estar viviendo la división de manera distinta. Las mujeres renunciaban al trabajo lingüístico abstracto, tal como las matemáticas y las finanzas, porque consideraban que no era femenino. Aún ahora podemos esforzarnos por merecer nuestro propio juicio positivo sobre nosotras mismas, midiendo lo que valemos según un criterio creado por los hombres para las mujeres, por los egos masculados para las que regalan.

Uno de los principios del regalar es que no se debe hacer para recibir una recompensa. Por lo tanto, si procuramos ser juzgados por otros o aun por nosotras mismas como ‘buenas’ o ‘lindas’, estaremos bordeando el área del intercambio. Sin embargo, otros podrían juzgarnos libremente de manera positiva, y esto podría aparecer como un regalo por el cual debemos estar agradecidas. Muchas veces recibimos el juicio de ‘buena’ o de ‘linda’ a pesar de que no lo hemos buscado. Anhelamos estos juicios ‘gratis’ de los otros, debido a nuestra dificultad para mantenernos en la lógica del regalo internamente. El intento de vivir según nuestros propios criterios pone en marcha una dinámica auto-manipuladora.

Tal vez, esa auto-crítica a la que muchas de nosotras nos entregamos, nos permite conducirnos a través de nuestro propio juicio, mientras permanecemos en el paradigma del regalo. Si nos castigamos por lo que hacemos ‘mal’, no parecerá que actuamos buscando una recompensa, como si nos juzgáramos como ‘buenas’. Mucha gente buena parece rechazar la exaltación de su propio ego. Quizá nos parezca que al evitar este comportamiento masculado, podemos permanecer en el paradigma del regalo. En realidad, pertenecer al uno u al otro paradigma está probablemente determinado, no por el auto-dominio ni por la manipulación, sino por múltiples repeticiones de acciones, motivadas en una u otra dirección, en diferentes momentos y situaciones, y en diferentes niveles. Los contextos externos e internos, determinan el éxito y la convalidación práctica de estas acciones.

La necesidad de ser necesitadas

Las mujeres podemos tratar de exaltar en nosotras mismas las características que los hombres valorarían en nosotras, realzando nuestros ‘atractivos’, para que ellos nos presten atención, para que usen nuestros regalos y para que nos regalen su juicio positivo. De hecho, antes nos acechaba el fantasma de la ‘solterona’ como el de alguien cuyos regalos quedaban sin ser utilizados porque tal vez ella no era suficientemente buena. Nadie la necesitaba. De hecho, necesitamos de la necesidad del otro para poder practicar la economía del regalo con ellos, ya sea cuidándolos con toda clase de bienes o ‘entregándonos nosotras’ a ellos. Tener la necesidad de la necesidad del otro ha sido desacreditado por nuestra cultura, pero es parte del dilema creado por la co-existencia del regalo y del intercambio.

Por ejemplo, las madres ‘afixiantes’ (en inglés smothering) retienen a sus hijos demasiado tiempo. Necesitan ser necesitadas, porque su dar ha quedado cautivo dentro de la familia. Son incapaces de encontrar, fuera de la familia, esas necesidades que ellas podrían colmar, o de orientarse a ‘otros en general’ trabajando por un cambio social. Paradójicamente, en una situación de escasez a veces hay también escasez de necesidades para los que tienen y pueden dar los regalos tengan acceso a estos y aceptación social.

Si se considerara la economía del regalo como la norma, todos estarían necesitados de todos.

En una economía del regalo probablemente se formarían algunos tipos de especializaciones y de interacciones habituales sobre la base de un reconocimiento general de los valores del paradigma del regalo, y de las estructuras de la personalidad conectadas con ella. No se le negaría a la gente con la capacidad y la energía de nutrir y cuidar el acceso a las personas con necesidades, ni se detendría el flujo de bienes. Dar y recibir no serían etiquetados como ‘despreciables’, sino que se convertirían en un comportamiento normal. La tierra nos atrae hacia ella, el agua corre cuesta abajo, el viento sopla según la presión atmosférica. En los asuntos humanos también hay una fuerza de gravedad y una presión diferencial, que deben ser respetadas. El intercambio funciona como un sistema de esclusas en el río, un sistema que hace que el agua fluya cuesta arriba, lejos de aquellos que tienen las necesidades hacia los que tienen más que suficiente. Nuestro altruismo es manipulado y vuelto en contra nuestro. Necesitamos, desesperadamente, convalidar el flujo original.

También hay fuerza de gravedad en las relaciones personales, y el flujo también puede ser alterado. Empezamos a contar con los cuidados que otra persona nos brinda, creyendo que los ‘merecemos’, considerándolos como pago por alguna de nuestras buenas acciones. Después damos por válido este razonamiento, e insistimos en seguir siendo cuidados de la misma manera a la que estamos acostumbrados. Cuando la otra persona no lo hace por nosotros, lo hacemos nosotros mismos, procurando o tomando lo que necesitamos o lo que creemos que necesitamos. No respetamos más los deseos del otro. Hacer esto es muy fácil en la economía de intercambio en la que vivimos ahora, pues es visto como una actitud ‘normal’. Si estuviésemos viviendo en una economía del regalo, permaneceríamos en una actitud de orientación al otro, viendo las necesidades del otro y satisfaciéndolas. Confiados en que, llegado el momento, ellos harían lo mismo por nosotros. No se necesitaría la estructura del ego masculado.

Pienso que en la práctica, esta confianza bien fundada permitiría más transparencia en nuestra experiencia. Habría mucho menos miedo, menos intolerancia y menos odio, porque la persona no tendría que estar constantemente a la defensiva, protegiéndose ‘para poder sobrevivir’, de los que se apropian violentamente, y de la indiferencia, de la manipulación, y de la auto-crítica por hacer estas mismas cosas a otros. En otras palabras, no habría más estructuras artificiales bloqueando el flujo de la compasión. Estas estructuras también causan el miedo, la auto-compasión (la orientación al ego de la compasión) y la angustia, que bloquean la claridad de nuestro yo y de nuestras interacciones. Vuelvo a repetir, no veo esto como una ‘falla’ de la persona que se orienta al ego, ya que el sistema del patriarcado en su totalidad le empuja en esa dirección. Los términos de culpa y retribución son en realidad valores basados en el intercambio, y por lo tanto convalidan el paradigma del intercambio, aunque se los aplique a uno de sus defectos.

Las estructuras sociales auto-semejantes más amplias, que convalidan la lógica del ego masculado, deben ser reconocidas como poco prácticas, obsoletas y dañinas. La masculación y su proyección al exterior, debe ser vista en realidad como alterable y perniciosa para la sociedad en general, y para el individuo también. Al practicar el atender al otro, a una persona que posee o que es poseída por un ego masculado, vemos que él o ella tiene la necesidad de desmantelarlo y cambiarlo. Él o ella serían más felices y eficientes sin el ego masculado, orientándose al otro. Es posible crear un ambiente en el que la orientación al otro sea convalidada e internalizada como tal, sin dirigirlo en primera instancia al ‘otro interno’ o al dominador interno o externo. Esto puede lograrse si no masculamos a nuestros hombres, y si cambiamos del paradigma del intercambio al de dar, convalidando así los valores que la mayoría de las mujeres (y muchos hombres) ya tienen.

Monetarización y moralidad

La monetarización de la mano de obra no sólo encarna algunos de los procesos de la definición, como lo son la sustitución y la equivalencia, sino también funciona como una forma de juzgar el valor que a una persona le ortoga la sociedad. Supuestamente, el dinero y el mercado libre nos miden según un criterio objetivo e igual para todos, que lo hace más dif ícil de tratar, especialmente si somos juzgados negativamente por él, o si somos excluidos del todo de la economía monetarizada. Los salarios de las mujeres que son más bajos que los salarios de los hombres, nos definen como ‘inferiores’ a los hombres desde el principio. La muestra económica de juzgar según el salario se redobla luego en otro tipo de juicios, reforzando su poder sobre nosotras. Nosotras nos medimos y nos motivamos por el criterio monetario, e influimos sobre nuestros juicios acerca de nosotras mismas y de otras, como siendo buenas, inteligentes, eficientes, etc.

Estos juzgamientos parecen provenir de algún criterio de evaluación externo en el que el valor de algo es evaluado ‘objetivamente’, y que encaja bien con la evaluación cuantitativa del ego masculado. Somos una sociedad obsesionada con las evaluaciones, desde las notas en la escuela hasta contar las calorías, desde el pronóstico del tiempo hasta las pruebas psicológicas. Nos sometemos a exámenes y permitimos que los resultados dominen nuestro comportamiento. Aun en nuestros exámenes de conciencia más íntimos, nos juzgamos y nos dominamos por nuestra evaluación. El movimiento que intenta recuperar la auto-estima pretende contrarrestar los efectos negativos que la dominación logra a través de la auto evaluación negativa.

Desde luego, debemos darles valor a los criterios y a los juicios, si nos vamos a someter a ellos. El autoritarismo de los padres, la moralidad, y la religión se establecen para que les otorguemos ese valor. Si no lo hacemos, es más difícil que otros nos dominen psicológicamente.

Se crea una especie de segundo sistema de intercambio en el que luchamos por conseguir reconocimiento. Ofrecemos nuestras acciones, cierta clase de ellas, al escrutinio de los otros y su juzgamiento es nuestra recompensa. Aun el regalar se hace teniendo esto en mente muchas veces. Anhelamos el juicio de los otros que nos juzgan como ‘buenas’, o inteligentes, o capaces. Entonces, habiendo recibido estas evaluaciones las utilizamos para conformar nuestras identidades, para conformar nuestros conceptos sobre nosotras mismas.

Una de las formas en que las personas ejercen poder sobre otras es dando o negando un juzgamiento, o dando uno negativo. Una razón por la que procuramos recibir una definición positiva de parte de los otros, atribuyéndole tanta importancia, se debe al patrón del juicio que subyace en el salario, que a su vez es influenciado por el patrón que subyace al poner precio a los productos. Nuestras relaciones amorosas frecuentemente siguen este mismo patrón. Cada uno de nosotros es ‘evaluado’ por su amante, elegido por ser el ‘mejor’ entre otros ‘productos’ o ‘empleados’ similares. (Los economistas ahora hablan del ‘mercado del matrimonio’). No debería ser así. Estamos influenciados en exceso por los arquetipos inconscientes del intercambio —y seríamos mucho más felices si no fuese así.

Algunas veces interiorizamos los procesos de evaluación y de juzgamiento, y nos dominamos de acuerdo a valores de la sociedad o a los propios. Debido a esta actividad interior, ya sea a través del auto dominio o de la aceptación de sí nos reconocemos como ‘buenas’, etc. La moral funciona siguiendo esta línea e induce a una ‘conducta correcta’ en una situación de intercambio. Incapaz de resolver los problemas existentes o de cambiar el paradigma socialmente, la moral, lo mismo que la caridad, se aprovecha de una mala situación. Quizá hasta salve a su practicante individualmente, convirtiendo a él o a ella en ‘bueno’ en vez de ‘malo’. No obstante, a la persona se la estimula a concentrarse en sus propias cualidades, permanece así orientada al ego, sin cuestionar el paradigma.

Compasión

El ‘precio’ de no cuidar, o de no valorar al dominador, puede ser la violencia física. El ‘regalo’ es obligado, convirtiéndolo en algo similar al ‘regalo’ del trabajo de un esclavo. Durante siglos, la gente por medio del patriarcado ha estado cautiva en situaciones en que la violencia es el castigo por no dar. Los muchos son castigados por los unos o por las jerarquías, por no obedecer o por rebelarse. La obediencia se convierte en una aptitud para sobrevivir.

En esta situación, la única respuesta viable al sufrimiento puede ser tomar medidas de parche con la generosidad personal. Si bien la gente solícita practica el regalar en forma individual, no parecen proponer una solución social viable y por lo tanto no sirven para la solución del problema general porque debe realizarse a gran escala. Probablemente, muchos de estos individuos que regalan y cuidan quisieran cambiar los paradigmas sociales; sólo que no ven las cosas en esos términos o no saben que es posible.

Los movimientos que luchan contra la violencia doméstica y sexual han organizado el cuidado individual para el cambio social en el nivel de la familia. Estos movimientos no cuestionan aún otros aspectos del patriarcado, como la violencia internacional y la destrucción del medio ambiente, pero se ocupan del problema en un área importante, ponen en práctica los valores del cuidado del otro —y están organizados. Otros movimientos por el cambio social, por la paz, por el medio ambiente, por la justicia económica, y por la liberación de los pueblos, hacen una importante labor hacia un cambio sistémico, pero generalmente no apuntan a los patrones del patriarcado como la causa de los problemas, ni a los valores de las mujeres como solución.

Las mismas consideraciones pueden aplicarse a las soluciones que proponen los gobiernos para estos problemas. Aunque la intención es buena y hasta funcional a corto plazo, solo operan sobre la base del intercambio. Apelan a la responsabilidad individual en oposición a la dependencia, le quitan a la gente la asistencia social, integrándola al mercado. Es una solución que agrava el problema, porque vuelve a afirmar los valores que lo causan. El modo en que el estado paternalista hace regalos expresa menosprecio y es ineficaz. Sin embargo, para el Estado paternalista, el culpable es el que recibe, es visto como pasivo y poco inteligente —y despreciado como si fuera menos que humano. En consecuencia, el dar y recibir en forma creativa ha sido reemplazado por la integración individual al intercambio, y por el refuerzo de los valores capitalistas masculados.

El altruismo individual a veces provee un modelo de hacer regalos, y puede extender su influencia a un grupo más amplio. Pero, a menos que sea un intento de llegar a la raíz de los problemas, puede ser sólo una manera de vivir dentro del paradigma del intercambio. Si ayuda a mantener, en algún grado, cierta cordura individual y una ayuda a los otros, pero no provoca ningún cambio radical. La compasión, la caridad, y la moral, cuando son practicados en forma individual, no provocan un cambio de paradigma que, necesariamente, es un proceso colectivo.

Por eso es importante ver que las mujeres están tomando conciencia —el movimiento internacional de mujeres— a la luz del paradigma del regalo. El paradigma del regalo ya está aquí, entre los valores de las mujeres que cuidan. Además, cuando las mujeres convalidan individualmente sus valores (que no son los del patriarcado), ya son parte de un colectivo, que representa a más del 50% de la humanidad. El paradigma del regalo es profundo, omnipresente y no reconocido. En los varones, la masculación ocurre a muy temprana edad, pero las mujeres asumen los valores de la masculación más tardíamente, cuando empiezan a ver el mundo a través de nuestros ‘otros’ —aquellos humanos que la sociedad ha separado de nosotras y a quiénes cuidamos demasiado.

Al tomar conciencia de nuestros valores de cuidar al otro como paradigmático, las mujeres que trabajamos para cambiar la sociedad, podemos liberarnos de la imposición de los valores de la masculación por sobre los valores del cuidado al otro. Colocando el paradigma del regalo como la forma humana para todos, podemos también liberar a los hombres y a la sociedad del salón de los espejos del paradigma del intercambio. Hombres y mujeres podrán reconocer el carácter alienante y no necesario de la masculación, tomar distancia de él, y desmantelarlo de una manera no masculada y sin violencia. La transición hacia una manera diferente puede ser más fácil, porque la manera distinta no tiene que ser inventada. Ya existe en el regalar que media humanidad pone en práctica, y que forma parte de la matriz oculta de la otra mitad.

Restaurándole
la humanidad a la madre

El tipo de orientación al otro que es funcional para el cuidado de los niños y de las niñas es interactivo y difiere de una moral que trata de imponer la ‘acción correcta’ y las ‘actitudes correctas’ a otros o a uno mismo. La moral puede inmiscuirse en el cuidado, especialmente cuando, debido a la escasez o al estrés, es difícil satisfacer las necesidades. En los momentos difíciles, una persona se tiene que ‘esforzar’ a actuar orientada al niño o al otro, es decir, asumiendo los cuidados como un tema moral.

Los filósofos reaccionarios y machistas han interpretado el vínculo madre-hijo como algo ‘natural’. Darle valor a las necesidades del otro no es ‘natural’, en un sentido mecánico, y tampoco es parte de una moral sustentada por las reglas. Es un principio sui generis —propio de su tipo— que tal vez no es reconocido como tal, porque no contiene dentro de sí los elementos auto reflejantes del ego, por los cuales generalmente reconocemos algo como un principio, como algo ‘re-al’ —porque nuestra forma de pensar se da según un modo masculado.

Si nuestros egos, y las interpretaciones filosóficas de la re-alidad están orientadas al ego, y son producto del intercambio y de la masculación, las cosas que hacemos que no están orientadas al ego permanecen por fuera de su ámbito. No logran hacerse conscientes, por lo menos, no de la misma manera. Hay una instrumentalidad en el egoísmo, que nos obliga a dar valor a lo que le puede ser útil y a no dárselo a otras cosas. Ve sus estructuras reflejadas y define esa escena familiar como ‘real’, mientras las otras cosas que no tienen esas señales son extrañas, irrelevantes e i-reales. El ego auto semejante es un poco como el animal que marca su territorio con orina, y luego lo reconoce como propio. En el regalar, no estamos interesados en marcar el territorio, sino en proveer el bienestar del otro en alguna medida.

Si el lenguaje se basa en el regalar, el regalar no puede ser considerado como siendo en mayor parte pre-verbal e infantil. Si le agregamos al lenguaje otros ejemplos del regalar, como sueños, arte y acciones para el cambio social, empezamos a ver emerger al regalar como el gran principio no reconocido de la especie humana. Debemos comprender que la Madre es para dar, y que tanto los hombres como las mujeres pueden también hacerlo. Efectivamente, el intercambio —surgido desde el proceso de nombrar y definir— no funciona para satisfacer las necesidades de los muchos. Sólo adoptando el principio de la Madre —no como algo biológico o instintivo, sino como un comportamiento humano creativo y consciente— podremos satisfacer las diversas necesidades materiales y culturales de los 5.5137 billones de seres humanos que viven actualmente.

Ahora, lo que necesitamos es hacer entrar a la modalidad del regalo en la conciencia orientada al ego, para mostrar que es aconsejable para todos. Esto se puede lograr, si se ven las cosas desde un meta nivel, con una perspectiva global, y en los términos de un todo. De hecho, el interés del ego y el interés por el otro coinciden a nivel global. La supervivencia del planeta (interés en el otro) coincide con la supervivencia del ego individual, e incluso con la totalidad del sistema complementario del intercambio y del regalo. Si cada uno de nosotros va a ser destruido junto con la destrucción del planeta, cada uno podría dar su energía para buscar soluciones a los problemas que causan esta destrucción, ya sea que nuestra motivación esté orientada al ego o al otro o sea una combinación de ambas. Para la gente orientada al ego éste es un momento de transición hacia el modo de regalar. Desde el meta punto de vista, que ve ambos paradigmas, todos podemos optar por un cambio de paradigma. Es el comienzo de una solución.

Yo creo que las prácticas religiosas, que hacen un llamado a la unidad de todos, están buscando este meta nivel, mientras expresan su búsqueda en términos que evocan la superioridad del uno como lo opuesto a los muchos. Mientras proponen un uno que sea inclusivo —la inclusión es un aspecto de la lógica del regalo— no obstante no centran su atención en las dinámicas patriarcales reales entre el uno y los muchos.

Desde el punto de vista que trata de abarcar el todo, es posible incluir ambos paradigmas en el mismo nivel de importancia. El paradigma del intercambio auto-reflejante no es más importante que el paradigma del regalo, aunque su forma auto-semejante crea esa ilusión. Sólo el paradigma del regalo podría sostenerse independientemente como lógica del comportamiento humano. Mirando a ambos paradigmas, desde una perspectiva más amplia, si restituimos el criterio de competencia entre los paradigmas —lo que no sería contradictorio en este nivel ‘más alto’, vemos que el paradigma del regalo gana sobradamente, como la manera más funcional para lograr que los seres humanos piensen y se comporten.

Podemos dejar a un lado nuestro esfuerzo individual por ser la muestra y permitir que el paradigma del regalo se convierta en la muestra para el comportamiento humano. Al cesar la masculación misma, el lenguaje, la definición y el nombrar, liberados de sus encarnaciones auto-semejantes, pueden continuar su mediación creativa en las subjetividades humanas, y en las culturas del mundo, en las que el regalar material se convertiría en la norma. Si analizamos y comprendemos lo suficientemente bien al intercambio, al ego y sus elementos podremos conservar cualquiera de sus aspectos que pudieran sernos útiles. De la misma manera que podríamos utilizar algunas de las tecnologías de una manera saludable, ecológica y pacífica para proveer los medios de cuidar a todos con abundancia, tal vez podríamos decidir mantener algunos elementos del intercambio, y de la conciencia orientada al ego, para proveer algunos tipos de actividades útiles, y algunas partes de nuestra estructura de la personalidad.

Una reinterpretación de la moral como conducta que crea una transición hacia el paradigma del regalo, sugiere que deberíamos actuar de acuerdo a la orientación al otro y a la de dar vida y promover la conciencia de esa conducta como paradigmática. 138

Amor condicional e incondicional

La moral no funciona eficazmente debido a los patrones de dominación que impregnan sus estructuras. Un regalo que es forzado, ya sea desde afuera o desde adentro, pierde muchos de los aspectos positivos del regalo. Es más, nos colocamos en una posición en la que podemos ser manipulados. Dependemos mucho de los juicios de los otros, igual que en la masculación o en la definición por el dinero.

Queremos la medición o evaluación justa para nuestras acciones. En el amor, podemos tratar de lograr que los otros se orienten hacia nosotras en lugar de ser nosotras mismas orientados hacia los otros, hacia ellos. Algunos tipos de juicios positivos sobre nosotras parecen asegurar esa posibilidad. Por ejemplo, provocamos los juicios positivos de los demás al hacernos bellas. Entonces los amamos por amarnos. Por lo tanto, estamos en la misma posición hacia ellos que hacia nosotras mismas, amándonos a nosotras mismas: la parte de nosotras mismas que ama nuestro ego basado en el intercambio. Ambos internalizamos y externalizamos las relaciones entre los paradigmas, en nuestras relaciones con nosotras mismas y con los demás.

Se habla mucho del amor incondicional en nuestra sociedad saturada de terapias. Tal vez, lo que los terapeutas han hallado es la cualidad terapéutica del regalo del amor orientado al otro, en una sociedad regida por el intercambio, en la que gran parte del amor se da en un marco de soborno y trueque, ‘dado’ en una manera condicional. Los que aman por fuera del paradigma del intercambio pueden considerarse precursores de un mundo mejor.

Las necesidades imperiosas de aquellos cercanos a nosotras pueden provocar el regalo del amor incondicional. La trágica epidemia del SIDA ha estimulado mucho el regalar sin vínculos. Los movimientos contra el abuso infantil, la violencia doméstica, las adicciones, y los movimientos que luchan por la paz, por la defensa del medio ambiente, los movimientos antinucleares, y los movimientos para la liberación de los pueblos, todos necesitan muchísimas horas de dedicación, un gran compromiso de energía vital y de imaginación.

Dejar ir al otro de nuestra atención funciona (según aconsejan los maestros que enseñan el pensamiento positivo) porque asegura el mantenimiento de la orientación al otro sin esperar ninguna retroalimentación de su parte. Por otro lado, una posición tan extrema, como lo es amar unilateralmente, no sería necesaria si la sociedad no estuviera tan pervertida por el intercambio. Un dar y recibir activos, esperar el turno, son conductas apropiadas entre dos personas (como también entre ellos y el resto de la sociedad) y pueden tener lugar sin que involucren el dar para recibir.

Sólo cuando hemos sido tan lastimados por el intercambio y por la dominación que hemos perdido la confianza, es que necesitamos que otros nos amen incondicional y unilateralmente. Sin embargo, podemos ver esta solución con recelo, puesto que los terapeutas, la sociedad y nuestros padres nos han enseñado que está mal recibir sin dar algo a cambio. Queremos el amor del regalar incondicional, pero nos han enseñado que el intercambio es el único modo respetable y humano de comportarse, por lo que llegamos a sospechar que el amor regalado es en realidad una táctica de poder. Parecería la primera parte de un intercambio en el que nos involucramos involuntariamente (¡nos amaron sin preguntarnos!) y que nunca podremos terminar de ‘pagar’.

Ejerciendo las funciones de padre y madre

Muchas de nuestras prácticas de la crianza de los niños son brutales. Hacemos que las niñas y los niños nos obedezcan amenazándolos con abandonarlos o con pegarles. Así, les estamos enseñando intercambio y razonamiento condicionado del tipo del ‘si... entonces’: «Si haces eso, esto te va a pasar».139 Hacemos que los niños nos valoren a nosotros y a nuestras palabras, de acuerdo a lo que queremos. Aquí, la entrega de la voluntad y la satisfacción de la necesidad de los padres de ser obedecidos son imitaciones grotescas del cuidado que se da y se recibe.

Hasta en la adultez nos persigue la amenaza del abandono. La sociedad nos hace lo mismo que nos hicieron nuestros padres. El fantasma de no tener casa, del desempleo y de la soledad amenaza a cada hogar, a cada lugar de empleo, a cada familia y a cada individuo. Hay una amenaza constante de escasez de amor, igual que existe la amenaza de la escasez del dinero y de los bienes que cuidan. En nuestra sociedad orientada al desperdicio, de acuerdo al modelo del producto para el cual no existe el mercado, o al que el acelerado ciclo de producción del intercambio y consumo casi no le da uso, podemos vernos en cualquier momento revolviendo la basura. Cuando caemos de las categorías privilegiadas del mercado, se nos ubica en el balde de la basura del tiempo y del espacio. Tal situación influye en los egos ‘masculinos’ y ‘femeninos’, los asusta y los lleva a ubicarse en posiciones de dominio o de sumisión. Los hace seguir el modelo del Don Juan, de la dominación del dinero uno-muchos, o el de la Súper Mamá del producto útil, por miedo a ser descartados o abandonados.

Lamentablemente, en nuestra sociedad las imágenes fálicas y los modos fálicos refuerzan el ego masculado a cada momento. La falta de rituales y de trabajos significativos, por fuera de estos patrones, hace resaltar la masculación. Todo, desde las fuerzas armadas hasta la economía de la explotación, integran la idea de la masculinidad con la idea de la agresividad. Los varones adolescentes aprenden que la manera de dominar a otros es presumiendo con grandes automóviles fálicos y con muchas novias. Las jóvenes adolescentes aprenden a prestarle atención a los automóviles lujosos y a contemplar la posibilidad de ser seducidas y luego abandonadas. Desde un misil hasta el número 1, desde la Torre de Trump hasta la torre de marfil, la imagen fálica auto-semejante llama la atención sobre sí misma. Crean rituales cristalizados a los que todos en la sociedad pueden relacionarse continuamente según su posición o papel particular. Puesto que estos objetos están presentes en el diario vivir, no reconocemos su poder constante, pero inconscientemente influyen constantemente en nuestro comportamiento y en nuestras motivaciones.

Practicar el intercambio para poder regalar es el compromiso o el híbrido que la sociedad ha propuesto entre los dos paradigmas. No obstante, dar para poder recibir en términos económicos nos hace más proclives a hacer lo mismo en nuestras relaciones. Cuando medimos el intercambio emocional y sentimos que no hemos obtenido lo suficiente, parece razonable alejarnos ya que no hacerlo sería auto destructivo. A veces, en lo monetario, la pareja no ‘contribuye lo suficiente con lo doméstico’—a veces, emocionalmente, él o ella no dan lo suficiente, o él o ella sale con otros/as, y por lo tanto no está ‘intercambiando’ con nosotras mismas. Los terapeutas y los amigos nos ayudan a evaluar las acciones correctas o incorrectas de nuestra pareja, y aconsejan acerca de la conveniencia de seguir o no en la relación.

En las relaciones basadas en el dar, el dar en sí sería lo que es dado, asegurando un ambiente favorable para los dos, dando libertad de acción para el desarrollo. La atracción sexual provoca una gran cantidad de atención de parte de la otra persona. Cada uno ‘invierte energía’ en el otro, luego quiere dar o cuidar al otro y ser recibido por ella. De hecho, creo que muchas de las relaciones comienzan con dar, luego tan pronto ocurren cosas desagradables, aparece el pensamiento del intercambio. El que da quiere empezar a ser receptor, y empieza a calcular cuánto ha dado. Ella ‘pone límites’, especialmente cuando ve que su dar no puede continuar así, y paradójicamente ella tiene que cambiar a la modalidad del intercambio para poder continuar dando.

Actuando de acuerdo al paradigma del regalo, es probable que la co-municación material, nos hace más proclives a seguir amando unilateralmente. Quizá por esto tantas mujeres continúan amando, manteniendo a los hijos que los hombres abandonan, y continúan siendo fieles a sus maridos que andan mariposeando con otras. Aun en un ambiente hostil, la economía del regalo se perpetúa a sí misma, por lo menos por algún tiempo. Si practicáramos el regalar en la abundancia—no sólo en el hogar sino socialmente como modo de organizar nuestra economía y nuestras instituciones—mejorarían nuestras relaciones humanas y nuestros conflictos internos se podrían sanar más fácilmente.

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Notas al pie

137. Que ahora despues de solamente 20 años son 7.5 biliones. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

138. Así, estaríamos revisando el imperativo categórico de Kant, de tal manera que no sólo preguntaríamos si el principio (el paradigma) que subyace en nuestras acciones se podría generalizar, sino que deberíamos actuar para traer su generalidad a la conciencia e institucionalizarlo. El paradigma del intercambio no puede ser generalizado como la forma de conducta para todos porque requiere los regalos de los muchos para poder funcionar. O sea, requiere que muchos practiquen el paradigma del regalo hacia este. Aquellos que quieren extender el mercado ‘libre’ a todos no están tomando esto en consideración. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

139. Russ Rymer describió recientemente el caso de una ‘salvaje’ moderna, una niña sin lenguaje, en Genie, Harper Collins, Nueva York, 1993. El libro de Rymer demuestra cuán pocos cuidados gratis, de regalo, recibió la niña. Primero, como víctima del aislamiento y del abuso de sus padres, luego como títere de los intereses de la burocracia académica. Estuvo casi tan lejos de recibir cuidados francos como Victor de Aveyron,un siglo antes, quien fue sometido a las restricciones autoritarias de Jean Marc Gaspard Itard. Genie fue capaz de hacer categorías pero nunca pudo aprender sintaxis. Ella tenía un cuarto lleno de contenedores —baldecitos de arena y tazas plásticas— que yo leo como análogos a categorías de palabras sin regalos. Yo creo que la idea de ‘pertenecer a’ o la idea de propiedad no eran suficientes para que la niña pudiera aprender el lenguaje. Ella necesitaba de la co-municación del cuidado previo al lenguaje. Ella no participó en suficientes acciones de dar y recibir por fuera del intercambio, como para poder generalizar las relaciones en el lenguaje y atribuirles el valor igual que lo hacen los demás. Rymer sostiene que, aun después de liberada del cautiverio, la niña fue usada como un objeto de investigación por sus ‘encargados’ académicos. Genie pudo alcanzar el ‘estado pivote’ del desarrollo, pero no pudo ir más allá. No podía proyectar las relaciones del regalo a las palabras. Sus incapacidades ponen en evidencia los defectos del intercambio. Para el intercambio, la categoría es más importante que el contenido. Más aun, los seres humanos (especialmente los hombres masculados) son valorados por lo que tienen y se supone que nacen con: el género masculino, el alma, una personalidad, una identidad, y (algunos creen) con el lenguaje —mientras que el regalar construye estas ‘propiedades’. A Genie no se le dio gratis, por lo tanto no tenía el modelo de dar gratuitamente,por el cual ella habría podido dar un valor orientado al otro, a los contenidos de sus categorías, o de construir su yo social lingüísticamente. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 21 - Desde el jardín al grial

Capítulo 21 Desde el jardín al grial

Al criticar al patriarcado o al puerarcado, no quisiera olvidar la parte espiritual, sólo deseo mostrar que ha sido utilizada para obstaculizar el dar. Una de las falacias que aún persiste respecto al dar regalos, es que vemos a Dios como el ser supremo que da, y es un hombre. Entonces, confundimos características del regalar con características de la masculación.

Si entendiéramos a Dios, el ser que da, como una figura femenina, tal vez tomaríamos conciencia del paradigma del regalo con más facilidad. Quizás él o ella son en realidad altruismo puro, espíritus del tipo ‘ primero tú’, y por eso él o ella son invisibles. Ella o él crea cosas y las quiere como ‘primero tú’ y luego continúa creando y amando otras. Si no podemos amarnos unos a otros bloqueamos su movimiento. A lo mejor los espíritus de la naturaleza, las hadas y los ángeles son partes de la diosa. Partes que son solo un poco menos ‘primero tú’.

Ubicar el dar en el ámbito masculino oculta el hecho de que las mujeres lo han estado haciéndo en todos lados y todo el tiempo. Hasta el sacrificio de Cristo distrae nuestra atención de la cantidad de sacrificios que han hecho siempre las mujeres, para sus hijos, para sus maridos y para otros. Nuestra gratitud se dirige hacia un ser masculino que da como origen del dar, ignorando el modelo de la madre.

Creo que el aspecto más perjudicial del cristianismo es la glorificación del sacrificio, porque no pone en evidencia las situaciones que hacen necesario el sacrificio. El sistema que crea la escasez, la guerra, la degradación del medio ambiente y de los seres humanos debe cambiar, y estas necesidades no deben ser eclipsadas por los sacrificios de aquellas que están haciendo un gran esfuerzo en una situación terrible. Debemos tener el coraje sociopolítico, no para sacrificarnos, sino para reconocer las causas del problema y unirnos para cambiarlas y darles a todos el regalo general. Si podemos transformar el paradigma que incluye cambiar el sistema de recompensa y castigo y la estructura del yo basada en el intercambio podremos dar sin auto-agotamiento. Durante la transición entre un paradigma y otro tenemos que crear organizaciones alternativas, usar nuestra energía, nuestra imaginación y nuestros recursos. Debemos decidir entre dejarnos destruir o agotarnos en el proceso, o desistir, o mantenernos como modelos de personas que dan y que no se sacrifican.

En una situación de escasez es muy fácil dar hasta nuestro agotamiento, porque el dar no está generalizado y por cierto, otros pueden no darle al que da aisladamente. A lo largo de la historia, las mujeres han sido las que dan, porque así lo requieren las necesidades de los niños y las niñas. Atrapadas en el paradigma del intercambio, a menudo somos crucificadas, obligadas a dar la vida para poder seguir satisfaciendo necesidades. Nos encontramos en situaciones tan hostiles que nos asesinan. Las mujeres tienen razón, dar es el justo camino. Pero debemos generalizar el dar y cambiar el contexto, porque si lo seguimos haciendo en forma individual, nos vamos a destruir.

La masculación y el intercambio se ponen en primer plano, se convalidan entre sí, y atraen a si mismos los regalos de otros. Por eso, las que practican el regalar no pueden ver lo que ellas mismas hacen, o darle la dignidad como la norma. Han aceptado los valores de los otros orientados al yo; de modo que paradójicamente pueden no tener el coraje de sus propios valores y acciones orientadas hacia el otro. Las mujeres hasta pueden llegar a creer que dar está mal, que están equivocadas, pero de todas maneras muchas veces lo siguen haciendo. Le temen al paradigma que practican, y confunden la amenaza del autosacrificio debido a la escasez (un verdadero peligro que surge del contexto social) con la idea de que dar es lo que produce la escasez. Sacrificarse por algo puede ser una manera de salvar ese algo de su destrucción dándole valor, o puede ser una manera de reconocerlo o de nombrarlo a través de ’pagar su precio’ Por otra parte, el sacrificio es a menudo el producto de la dominación por la fuerza.

El dar de manera masculada

La unica cosa equivocada que hicimos en el principio fué volcar desde el paradigma del regalo a aquel del intercambio. Tal vez sea esta la verdadera historia del Jardín del Edén. En el paradigma del regalo no es necesario ninguna forma de pago. Sólo cuando cambiamos al paradigma del intercambio hay necesidad de pagar. Al tratar el tema de la manzana como un pecado de desobediencia, que requería pagar por él, la Biblia le enseña a los seres humanos la entrada efectiva al paradigma del intercambio con Dios, asignándole el papel de castigador, que emite una reprimenda ‘justa’. Un Dios que apoyara el dar, que funcionara de acuerdo al paradigma del regalo, no habría necesitado de ningún pago a cambio. Ella o él hubieran enseñado a sus hijos a dar regalos actuando como modelos de esto.

Tal vez el sacrificio de Cristo fue un intento de ser un modelo de dar y perdonar, pero el modelo de la Diosa (madre) fue anulado por el modelo masculino del Padre y del Hijo. (Todas las imágenes de la Madonna con el Niño nos podrían haber enseñado que los niños varones necesitan seguir a sus madres que cuidan. En cambio, la orientación al otro de la madre nunca se volvió auto-convalidante. Nunca dimos el paso lógico hacia adelante. El enfoque siempre estuvo sobre su ‘otro’). Entonces, el único lugar apropiado para dar parecía ser el de la madre a su hijo varón. Más aun, los valores de las mujeres no se presentaban como posibles soluciones sociales, sino que fueron traducidos y alterados a través de una figura masculina.

Si Cristo fue el modelo masculino del regalar, el paradigma del intercambio seguía siendo el marco para la interpretación, de modo que se lo vio como si estuviese ‘pagando por’ los pecados de la humanidad. Su muerte ‘canceló la deuda’, pero eso no fue suficiente para sacar a la humanidad del paradigma del intercambio. Aunque él estuviese pagando por adelantado por los pecados que la gente iba a cometer, el intercambio seguía siendo el tema. El arquetipo del intercambio subyace en todo lo que hacemos e influye muchísimo en nuestra conciencia. Aun cuando nuestra intuición espiritual y nuestro corazón nos conducen hacia el altruismo, estos patrones nos empujan a nosotros y a nuestras ideas religiosas a retroceder, hacia el modelo masculado. De hecho, como lo repetimos una y otra vez, nuestra conciencia y la re-alidad en que vivimos se forman de acuerdo a los valores de la masculación. Regalar —que es el modelo maternal— nos llega a la conciencia a través del filtro de la masculación y del intercambio. Actualmente, el feminismo y los movimientos de mujeres en todo el mundo nos han permitido desprender a la madre de su ‘otro’ y ver a las mujeres como las portadoras de los valores de cura de toda la especie.

Comunicándonos con los dioses

Los seres humanos han tratado de establecer co-municación con los dioses, entregándoles numerosos ‘regalos’, desde el sacrificio de animales hasta el sacrificio de seres humanos, desde las novenas hasta los diezmos. El ‘regalo’ de la vida de Cristo a Dios puede también ser interpretado como un acto de co-municación —la Palabra. Como no hemos reconocido el paradigma del regalo y su papel en la co-municación, puede ocurrir que veamos nuestro intento de interactuar como una etapa en la lógica del intercambio. Tratamos de chantajear a la divinidad: «Te daré esto, si me das eso».

Tal vez debido a nuestra angustia por la masculación, o a la ideología del intercambio, o tal vez por un defecto de la imaginación, consideramos que la clase de regalos que satisfacen a los dioses son los mayores sacrificios. Quizá la dificultad para comunicarnos sea porque esa clase de regalos angustia a la Divinidad, tanto como nos duele a nosotros. El grito del animal cuando es degollado, horroriza tanto a Él como a Ella o a ‘Hum’. Necesitamos inventar otro tipo diferente de regalos, más gratos y fáciles, tales como son las palabras para nosotros, como el incienso, las flores, la música o la comida. La crueldad entre nosotros provoca un ambiente tóxico y el espíritu no puede fluir libremente de una persona a la otra.

Tal vez nuestras actitudes masculadas simplemente no permiten unidades colectivas lo suficientemente grandes, como para formar un sujeto de comunicación, para oír y ser escuchado por ‘Hum’. Si pudiésemos realmente virar al paradigma del regalo y desenredar la lógica de la comunicación de la lógica del intercambio, tal vez podríamos encontrar nuevamente el Jardín del Edén. Podría ser la llegada del reino de Dios, o de la Diosa. Pero no creo que será ni un reino ni una democracia, tendrá que ser una nueva forma de gobierno.

Desde el complejo al concepto

En las celebraciones de Navidad ponemos nuestra felicidad por el nacimiento de los niños, el deseo que los humanos sean lo mejor que puedan, el deseo por nuestra salvación y por la solución de los problemas. Vemos la solución a nuestros problemas en el niño. De hecho, esto es un resultado de la lucha entre el paradigma del regalo y el paradigma del intercambio. La mujer da el niño. El hombre da el nombre y la herencia. El niño reemplaza a los padres. El futuro se cambia por el presente, o toma su lugar, y el conflicto pasa de mano en mano, como un ‘regalo’ de una generación a la otra. Esta herencia es una extraña clase de regalo, que involucra una división del trabajo complicada, como la que existe entre los maridos que tienen un salario y las esposas que no lo tienen.

Intercambiamos en el presente con el fin de darles a otros en el futuro. ¿En el futuro otros intercambiarán o darán? Ahora, a fines del siglo XX, estamos integrando el presente y el futuro al intercambio. Estamos haciendo del futuro un presente para nosotros mismos y no estamos legando una tierra en buen estado. Estamos creando escasez, haciendo de la economía del regalo algo imposible para nuestros hijos y para las futuras generaciones. Estamos convalidando el sistema, haciendo un meta juicio a favor del intercambio, de manera que la misma posibilidad de existencia del regalar es destruida. 140

La madre le ha estado dando el regalo de sus hijos a su esposo. El antiguo derecho del primogénito fue una de las formas que tomó la masculación en las familias ricas y poderosas. Para la lógica del cristianismo, si Cristo era el hijo de Dios, y a la vez era hombre, y si los hombres eran los hermanos, la relación uno-muchos de Cristo con ellos era como la relación del primer hijo con sus hermanos. La relación uno-muchos de Dios, el creador, con la humanidad, es igual a la de Cristo, su hijo, con la humanidad. En esto, las relaciones son similares a la muestra uno-muchos y a la palabra uno-muchos.

A pesar de que la relación del artesano con sus productos (que él hace a su imagen) o del padre con sus hijos, es un ‘complejo’ Vygotskiano de asemejarse o de ‘nombre de familia’, se puede transformar en una relación ‘conceptual’ cuando se descubren las cualidades en común de los objetos. La cualidad en común de los seres humanos se expresa en sus almas ‘ya salvadas’, que se relacionan con Cristo como la muestra uno-muchos. Cristo es igual a Dios en esta misma relación y es Su palabra encarnada o Su re-presentante en la tierra. Si Cristo es Dios, y el hijo es el padre, él está en ambos lados de la ecuación entre la palabra y la muestra. Los mitos cristianos básicos también pueden ser interpretados como una exploración del proceso de la formación de los conceptos. (Vea las Ilustraciones 39 y 40).

Ilustración 39.

Dios, Cristo y el mundo.

Algunos de los otros elementos del intercambio que hemos estado discutiendo también son evidentes. Por ejemplo, Cristo también es el equivalente general, y su vida es el medio para el intercambio —el dinero— que se paga por los pecados de los hombres. Si la gente es pecadora, no son iguales unos a otros, y no pueden ingresar en la relación del concepto con Dios, de ‘los muchos con el Uno’ porque carecen de esa cualidad en común. Muchas historias en la Biblia describen los pecados de los seres humanos. El pecado de Adán y Eva los hizo diferentes a Dios, y al revelar su desnudez los hizo tomar conciencia de las diferencias entre ellos. La muerte de Abel causada por Caín hace que Caín sea diferente de los otros hombres. El Antiguo Testamento es una crónica de las diferencias humanas de este tipo. Al pagar por y al per-donar a la humanidad, Cristo ha hecho la demostración lógica que los seres humanos tenían nuevamente igual valor y podían entrar en la relación del concepto con él como una muestra idéntica a su Padre.

Ilustración 40.

El Concepto de la formación del proceso, Viejo y Nuevo Testamento.

La desobediencia de Adán y Eva parece haber sido la causa de la deuda con Dios, y la idea de la deuda es parte del paradigma del intercambio. La deuda logró que la gente sintiera que debía darle a Dios (creando una co-municación con el), lo que sería una motivación basada en el regalar, aunque de hecho, era el pago por haber hecho algo mal. Tal vez se creyó que al pagar por el pecado no quedaría ninguna deuda pendiente, y entonces el paradigma del regalo podría regresar. Sin embargo, no fue un pecado cometido por los seres humanos, ni una deuda que contrajeron, o un acto en el que se solazaban por no dar (desobedecerle a Dios). Simplemente fue asumir la idea que se debía pagar. Fue el intercambio, que les hizo creer a los humanos que tenían que pagar. Lamentablemente, como lo enseñó posteriormente la historia, el ‘pago’ de Cristo no invalidó el paradigma del intercambio, aunque él ‘per-donara’.

Pagar por los pecados de la humanidad fue un intercambio, aunque el sacrificio de la vida de Cristo haya sido, tal vez, un intento de enseñar el modelo del regalo en una situación de escasez de justicia y verdadera ausencia de amabilidad. En realidad, muchas mujeres se sacrifican todo el tiempo en situaciones similares, no para pagar por algo sino para satisfacer las necesidades de los que están a su cuidado.

Tal vez, el hecho de que Cristo naciera de la Virgen muestra a Cristo como el hijo del paradigma del regalo, por fuera de la sexualidad genital, y también más allá del ego masculino.141 Sin embargo, proponer el regalar como surgiendo del modelo masculino es peligroso. Las iglesias dedicadas a honrar las enseñanzas de Cristo, instalaron jerarquías religiosas masculadas misóginas, que apoyaron las jerarquías económicas y políticas, invadieron otros territorios y masacraron a los que tenían otras creencias sólo para enseñarles el ‘altruismo’.

Para cambiar de paradigma debemos identificar el paradigma del regalo con las mujeres en general, seguir su liderazgo, y no repetir las estructuras masculadas de uno-muchos que se auto-propagan, que engendran jerarquías y que promueven la competencia y la dominación. Ciertamente, sobrevalorar la posición del concepto y la muestra del ‘uno’ es una parte importante del problema. Es un elemento del proceso de masculación, que debe ser desarmado para poder volver al paradigma del regalo como norma. Infortunadamente, tanto la lógica como el aspecto organizacional del Cristianismo, han fusionado la imagen de un dios masculino que da, con la posición del ‘uno’ y con las características masculadas de sobrepasar y dominar.

El regalar es continuamente mal interpretado en la escala social, y al mismo tiempo la modalidad del regalo pasa desapercibida en la escala individual interna. De hecho, el dar regalos internamente no produce sólo una fotografía estática, como lo mencionamos en relación con el homúnculo. A menudo, el regalar internamente está paralizado o se vuelve inconsciente, por la falta de modelos del regalar convalidados externamente. Tal vez los modelos del sacrificio de Cristo y el sacrificio de los santos proveen el contexto que, al menos parcialmente, convalida el regalar individualmente. Sin embargo, al hacer del regalar un sacrificio, y del paradigma del regalo algo propio de los santos, en vez de reconocer su existencia en lo que las mujeres y algunos hombres hacen en su vida cotidiana lo coloca fuera del alcance de todos.

El padre autoritario

La religión patriarcal proporciona una serie de imágenes falsas del hombre que regala. El Padre, que supuestamente no abusaría de sus niños, de hecho los expulsó del Jardín del Edén por comerse una manzana y entonces, como sucede con los padres humanos, requiere que seamos ciegos y neguemos su injusticia. Como modelo del que da regalos internos y externos, el ardor puede generar diversas transgresiones, especialmente en la línea del autoritarismo. ¿Cuántos niños han sufrido abusos en nombre de la voluntad divina, cuánta violencia se ha ejercido sobre ellos en nombre de la santidad de su padre y por la necesidad de la piedad filial? Realmente, es un error llamar al Dios de estos padres ‘bueno’, porque la compasión parece estar en un lugar secundario respecto de lo que piensan como la acción correcta —acción que refuerza sus egos masculados. Los hombres primero proyectan sus valores en un Patriarca todopoderoso, luego lo usan para justificar el fortalecimiento de sus egos, juzgando los modos autoritarios como algo bueno.

Cuando cuestionamos la presencia del mal y del sufrimiento en el mundo, nos dicen que está más allá de nuestra comprensión. En realidad, la imagen autoritaria de Dios convalida el patrón abusador en los hombres, pero no convalida la compasión y el cuidar de las mujeres —porque plantea que el Dios masculino, que también es autoritario, es todo bondad, y no permite una imagen femenina de Dios. Esto es parte de la causa del sufrimiento. Si pensamos que no lo podemos entender, solo alimentamos nuestra negación del abuso. Existe un tabú respecto a pensar que nuestro concepto de Dios puede ser la causa de que los hombres masculados continúen causando tanto sufrimiento.

De manera similar, las madres que se niegan a reconocer el abuso que sus maridos están perpetrandolo sobre sus hijos, manteniendo su fe en el lado bueno del esposo, y en la ‘insondeable voluntad de Dios’. Esto hace que permitan el abuso, y al hacerlo se convierten en cómplices. De esta manera, la imagen del que regala es asimilada a la imagen del ego autoritario o es femenina y débil, cuidando al hombre, y a lo sumo, intercediendo ante él, como la Virgen María, suplicando humildemente por su niño ante la Autoridad masculina.

Mientras tanto, el niño que ella está criando es, en realidad, la autoridad masculina en miniatura. Entonces, nuestra Madre interna, se transforma en pequeñas iniciativas internas orientadas al otro, o en ineficientes remordimientos de conciencia, y un tira y afloje con nuestra voluntad masculada de poder. Descalificamos su intermediación a favor de otros como una actitud compasiva poco realista, simples reacciones de un corazón blandengue. Si logra despertar en nosotros un momento de orientación hacia el otro, el crédito se lo damos al Buen Padre, al ‘caritativo’ ego masculado. Tal vez podríamos terminar con esta imagen ilusoria del padre y optar por María como modelo. Tendríamos que cambiar la imagen que tenemos de ella, redirigiendo su orientación al otro lejos de la obediencia y de la intermediación, hacia el apoderamiento del cuidado de la humanidad y del planeta —en especial de las mujeres y de los niños. En tiempos recientes, el movimiento de espiritualidad de las mujeres nos ha devuelto muchas imágenes femeninas de la Divinidad, como diosas que dan regalos y que también ejercen el poder.

El Santo Grial y la Alquimia

El Santo Grial es la fuente gratuita de la abundancia. El Grial, el caliz, es también simbólicamente, la cornucopia o la matriz. Tal vez el aspecto espiritual de esa historia sobre esos héroes que fueron en busca del cáliz de la Última Cena, nos vuelve a decir que el problema no es biológico, sino social. El Grial no es un objeto material, es una lógica, una manera de organizar nuestro comportamiento económico. El Grial es el paradigma del regalo. No es un objeto físico —no es la matriz, no es la vagina, ni los senos, ni el pene, no es un cuerno ni una espada, ni un cáliz ni una cuchilla— sino que es el rechazo de alinear mal al microcosmos y al macrocosmos. Es el rechazo a realizar el vuelco hacia la estructura artificial del intercambio y su ego, ahí donde deberían estar la abundancia y los cuidados. El Santo Grial es el regalo que regala, el regalo del paradigma del regalo que todos recibimos de nuestra madre —lo único que tenemos que hacer para recibirlo nuevamente, es superar nuestros complejos infantiles y nuestros malentendidos masculados del lenguaje y de la vida.

Esta interpretación social del Santo Grial, puede sostenerse interpretando la práctica de la alquimia en términos marxistas. Cualquier mercancía podría convertirse en el equivalente general socialmente elegido, el dinero, aunque si es el oro que lo consiguió de hecho. La alquimia, en realidad, planteaba una pregunta acerca de una elección social. El transformar metales comunes en oro, es la proyección física del problema, «¿Cómo se hace para que algo se convierta en dinero?» Esta pregunta nos hace retroceder a la pregunta, «¿Cómo se hace para que un bebé se convierta en varón?» o, «¿Cómo se hace para que una parte del cuerpo se convierta en pene, la marca de la categoría ‘masculina’? » o a la pregunta que está más oculta aun «¿Cómo se convierte una parte del cuerpo en vagina, en matriz, en senos, productores de vida y de nutrición?» y, «¿Cómo podrían la vagina y los senos convertirse en la ‘muestra’?’»

Tanto la alquimia como la historia del Santo Grial expresan aspectos del problema social de la masculación en el plano económico. Hemos visto como la posición de la muestra es dada socialmente y no es una cualidad que le pertenece a los objetos materiales en sí mismos. El valor especial del oro no viene del metal mismo; más bien es una cualidad social, procedente del uso del oro como equivalente general en el intercambio —por su valor de muestra.

Podríamos asignar socialmente ese papel a las piezas de plomo especialmente diseñadas, como se ha hecho con el papel impreso. La relativa escasez del oro lo convirtió en un medio funcional para el intercambio. Esa escasez relativa también es posible por la limitada cantidad de papel moneda que se imprime. Fácilmente podríamos imprimir pedazos de plomo, pero serían demasiado pesados para llevar en los bolsillos. La ironía está en que si los alquimistas hubiesen logrado transformar el plomo en oro, habría tal cantidad de oro que ya no serviría como el equivalente universal, y el propósito de la transformación se habría perdido.

De hecho, la transformación de los metales comunes en oro ha sucedido. El único elemento que no ha entrado en el proceso es la identidad física material del plomo, ni del oro. En la transformación, la identidad física de los elementos a transformarse era irrelevante. Lo que era esencial era la similitud entre los artículos usados como dinero material (billetes, monedas, etc). y su producción en una cantidad limitada. Esto permitió su uso social como equivalente universal. Por último, el plomo que tenía importancia era el plomo de la imprenta, el que se usa para imprimir el papel moneda. La preferencia por el oro o por el papel moneda como equivalente general se debe a diversos factores sociales e históricos. El hecho de que elijamos un objeto como muestra de valor económico se debe a la masculación y a su expresión psicoeconómica en el intercambio.

La búsqueda del Santo Grial nos muestra un problema similar: es la búsqueda de un cambio en el nivel equivocado. El objeto físico, el grial, no es la fuente de la abundancia. Tampoco lo es la matriz, como equivalente simbólico de la copa. Aunque la matriz nos remite a la idea de la madre, y el tan ansiado Grial nos evoca la idea de un objeto privilegiado, la solución al rompecabezas no está en encontrar el objeto, o en contemplar la matriz, ni en darles a los hombres un útero o castrarlos (dándoles una ‘vagina’ provocándoles una herida). Tampoco la respuesta está en la búsqueda misma.

Más bien la respuesta está en el cambio de planos, de lo físico y metaf ísico, a lo social y lo psicológico. Si comprendemos y desmantelamos el proceso social de la masculación podemos devolver el modelo de la madre a todos, procurando una economía del cuidado (una cornucopia social), que dará satisfacción, con abundancia, a las necesidades de todos. Una economía del cuidado no requeriría de modificaciones en los cuerpos de los hombres y de las mujeres —nada de castración ni de agregar partes a un cuerpo que originalmente no las tenía. Solo se necesitaría un cambio en nuestra interpretación de esas diferencias, junto al desmantelamiento de sus proyecciones económicas, sociales y psicológicas. Nos hemos visto forzados a buscar el origen de todo bien porque no estamos haciendo la pregunta (correcta) —la pregunta correcta no era, «¿De qué sufre el caballero?» aunque traía a colación el tema de la castración en su conexión con la búsqueda del regalar. (De hecho, la pregunta se parece mucho a nuestro saludo «¿Cómo está usted?» saludo que puede potencialmente iniciar una interacción comunicativa).

La pregunta que ellos y nosotros deberíamos haber hecho es, «¿Cómo podemos proveer la abundancia para todos?» Y la respuesta, entonces y ahora, hubiera sido simbólicamente el Grial, «Sigan el modelo de la madre que nutre y que da vida».142 La pregunta final de Percival: «¿A quién le sirve el Grial?» es similar a la pregunta, «¿Para quién es?» que está en la base de la ruptura entre regalar e intercambiar. ¿Es para el otro o para el ego, para el presente o para el futuro Rey Pescador o para Dios? ¿O le podríamos aplicar al Grial la contestación que Marx dio acerca de la pregunta del lenguaje, y ver su infinita creatividad en la lógica que tiende al otro en la socialización humana, la lógica que da un paso extra: «Para otros, y, por lo tanto, realmente también para mí?»

En un libro reciente sobre el Santo Grial, Graham Phillips143 establece una conexión entre el romance francés medieval, La Folie Perceval con el Tarot, y en especial con la carta de la ‘Papisa’ (la figura de una mujer en la posición papal uno-muchos). Phillips también intenta identificar el Grial con el Evangelio Secreto de Tomás Dídimus, cuya copia completa fue hallada supuestamente en Egipto en 1945. Una sección del texto que él cita parece estar relacionada con el modelo de la madre y la liberación de la masculación:

«Jesús vio a unos niños que estaban siendo amamantados y les dijo a sus discípulos, ‘Estos niños que son amamantados son como aquellos que entran en el Reino de Dios’. Ellos le dijeron, ‘¿Entonces nosotros siendo niños entraremos en el Reino de Dios?’ Y Jesús les dijo, ‘Cuando hacen de dos uno, y cuando hacen de lo de adentro lo de afuera y lo de afuera lo de adentro, y lo de arriba lo de abajo, y cuando unen lo masculino y lo femenino en uno solo, de tal manera que el masculino no sea masculino ni el femenino sea femenino, cuando hacen que el ojo esté en el lugar del ojo, y la mano en el lugar de la mano, y el pie en el lugar del pie, y la imagen en el lugar de la imagen, entonces ustedes sí podrán entrar en el Reino de Dios».

Algunos de los elementos de este pasaje evocan la restauración del modelo de la madre que nutre, especialmente la conección no masculada de lo femenino y lo masculino, y el modelo del seno. La unidad de los opuestos, y el retorno de la sustitución de cosas por cosas, tal vez sean una transposición de la co-municación material.

El hombre que cuida

La transustancialización a través de definir o de nombrar: «Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre», comprueba el punto de la alquimia. Cristo como la muestra del concepto de la humanidad, transforma el pan y el vino en la muestra (de sí mismo). Como la muestra del hombre que cuida, él se convierte a sí mismo en comida y bebida.144 La transustancialización demuestra el poder de la definición, como también lo hace la masculación. El efecto de nombrar no es físico, como podría serlo en un milagro (convertir agua en vino), sino social. El Santo Grial, el símbolo de la madre, es el lugar para hacer un hombre que cuida, reformando e interpretando de nuevo el mecanismo social de nombrar, en especial el nombrar el género. La sus-tancia es solo la comprensión.

Tal vez, en el sacramento de la Iglesia se le presta más atención a la característica de la muestra del proceso de la transustancialización que al carácter material del pan y del vino. De la materia del pan y del vino sólo tenemos que pasar al carácter de muestra de Dios y no a otro material físico. Y Dios es la «forma humana divina», una idea social que sigue el proceso de otras ideas sociales, ya sea que ella o él existan o no.

La ‘transustancialización’ se parece mucho al intercambio o a la masculación. Es una transformación en el estado de algo, un cambio que tiene lugar al relacionarlo con una palabra nueva como nombre. La ‘muestra de muestras’ nombra (e indica) algo como eso? mismo, y el sacerdote repite el proceso. Si el Dios masculino es el Uno equivalente universal, al convertirse él mismo en alimento, transforma tanto esta materia en muestra, y hace de la muestra masculina una que cuida. La ‘hostia’ es, después de todo, sólo un gusto, una prueba, una muestra. Al mismo tiempo que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre, el modelo cambia de lo masculino a lo femenino, del dominio al cuidado —y éste es realmente el sabor de un mundo mejor, a pesar de encontrarse oculto dentro del tabernáculo de la religión patriarcal autoritaria.

La forma simbólica del Grial coincide con sus contenidos, transponiendo un sacrificio real en uno simbólico, dando un regalo que es fácil de dar (pan y vino) en lugar de un regalo que no se puede hacer (cuerpo y sangre). Entonces, los curas hombres tienen algo que dar, con sus palabras que se parecen mucho a las de las madres que nutren, son como modelos del dar gratis. Los sacerdotes, en el ritual, a través de las palabras, «Éste es mi cuerpo, ésta es mi sangre», supuestamente transforman la sustancia de las cosas al pan y al vino. Cambiando nuestras palabras de género, podríamos cambiar la sustancia (la comprensión) de los hombres y convertirlos en hombres que nutren. La Comunión apunta al ser hum-ano sin género, oculto dentro del modelo del hombre que nutre. Lo que necesitamos ahora es la restauración del modelo de la mujer que nutre. Cualquiera de los dos modelos, o ambos, deben servir para transformar el sistema masculado, para el cual el sacrificio es funcional. Al hacer esa transformación crearemos un sistema en el que podremos compartir, local y globalmente, la comida material y no solamente simbólica, transformando así la realidad. Comprenderemos las palabras como el poder de lo colectivo para transformar nuestra forma de pensar, y a los ‘unos’ como elementos de nuestro proceso conceptual, liberando el espíritu del patriarcado.

El sacrificio humano

Hoy en día gastamos nuestra riqueza en cosas que no satisfacen nuestras necesidades para incentivar a la economía, y por lo tanto, damos nuestros regalos de valor a la economía misma en vez de darnos los unos a los otros. El desperdicio y la destrucción de productos crean escasez. Por consiguiente, los precios suben porque los bienes no se acumulan y por lo tanto no crean abundancia, lo que haría innecesario todo el sistema. Los que participan como vendedores en el proceso cíclico de crear necesidades artificiales falsas y de desperdicio, reciben grandes recompensas a cambio de sus esfuerzos. No sólo reciben los regalos de la plus valía de los productores locales y del exterior (y el tema del diferencial de la tasa cambiaria hace que el conjunto de la economía de un país les dé al conjunto de la economía de otro país y además a los agentes económicos individuales de ese otro país), sino que reciben los regalos que permanecen en la sombra de todas las necesidades que se mantienen sin satisfacer porque no se deja incrementar la abundancia.

La teoría del ‘derrame’ no se concreta porque no se permite que la copa, que podría haber sido el Grial, se llene o se derrame. Los regalos se escurren a través de una rajadura en el fondo, en forma de deshechos. Mientras tanto, las necesidades insatisfechas de millones de personas, incluyendo a los cuarenta mil niños que mueren diariamente a nivel mundial por hambre y enfermedades evitables, son, en realidad, sacrificios humanos que les dan un valor a las ‘necesidades’ del mercado libre. Los rituales de sacrificios humanos que perpetuaban la sociedad piramidal de los antiguos Mayas, involucraban la muerte de unos pocos a la vista de los muchos. Tal vez, después de todo, los Mayas eran más compasivos y conscientes que nosotros.

Sacrificamos millones de vidas humanas para crear la escasez necesaria para que nuestro sistema funcione, para mantener las pirámides sociales, las jerarquías, las cadenas ascendentes de regalos y las cadenas descendentes de definiciones y mandatos masculados. Pero estos sacrificios, para muchos de nosotros en los paises sobre-desarrollados ocurren en ‘otro lado’. Los regalos que se nos dan son invisibles, y si acaso se ven, la conexión que tienen con nuestra economía no es reconocida. Las rebeliones en ‘otros lados’ son reprimidas con gran cantidad de armamento, cuya manufactura desvía la energía y el dinero hacia los medios de destrucción, y les generan más ganancias a los que los producen y los venden, mientras saquean aun más la provision de los bienes que servirían para cuidar.

En el ‘Primer Mundo’, cuando miramos las fotografías de los hambrientos y los lisiados de otros países (o del otro lado del cerco), atribuimos su condición a las calamidades locales ya sea de la naturaleza o de la ‘naturaleza humana’. Sin embargo, puesto que en un sistema alternativo, en la abundancia, su situación podría ser otra, sus muertes —que son consecuencia del sistema de escasez creado artificialmente y del exceso de regalos que nos dan— otorgan valor a nuestro sistema al propiciarlos. Nuestro propio bienestar parece provenir de la buena fortuna localizada, o porque lo ‘merecemos’, y negamos cualquier transferencia de riqueza y de valor hacia nosotros, desde otros países y desde otras clases sociales.

La civilización Maya terminó. Los sacrificios humanos ya no se realizaban más. Se ha especulado mucho acerca de la causa de su aparente fin abrupto. Se han sugerido como causas la sequía, las enfermedades, la conquista. Yo prefiero creer que alguien cambió su perspectiva? y dijo las palabras sagradas, «Esto no funciona. No lo hagamos más». Entonces todo el grupo, en un gran acto civilizado, decidió volver al campo, para vivir en paz con sus seres queridos, renunciando a atribuir un valor a la pirámide haciendo sacrificios humanos, dando bienes y obedeciendo a lo más alto. Nosotros podemos hacer lo mismo.

Los Mayas sacrificaban al ‘uno’ como un regalo en la co-municación material con los dioses, quienes supuestamente les darían, a cambio, regalos de abundancia. Se extraía sangre de la lengua (la palabra) y del pene (la ‘marca’ de la posición del uno) del rey. Como sucedía en muchas culturas, los Mayas sacrificaban al ‘uno’ privilegiado, como representante del grupo.

Ahora sacrificamos la vida de millones, no a los dioses, no como representantes, sino para darle valor al sistema masculado, al que percibimos como un sistema que nos cuida, nuestra fuente natural y única de vida. El valor cultural que le damos a la ganancia y a la riqueza también se da por el sacrificio de los niños y las madres en el futuro, puesto que sus medios para cuidarse están siendo destruidos a través de la degradación del medio ambiente. El cáncer, debido a la radiación nuclear y a los químicos dañinos, ataca el símbolo del regalar en las madres, los senos. En Estados Unidos hay una epidemia, se prevé que una de cada ocho mujeres desarrollará cáncer del seno.

En realidad, casi la mitad de la población desarrollará algún tipo de cáncer. La enfermedad también ataca la ‘marca’ de la masculación, cáncer de próstata, e incluso la cantidad de esperma. En años recientes, especialmente entre los hombres blancos, la cantidad de esperma ha disminuido considerablemente, y se presume que se debe a causas ambientales. Al no cuestionar los informes incompletos que los defensores del mercado libre, como la Sociedad Americana del Cáncer y la Asociación Médica Americana, emiten sobre las causas del cáncer, sacrificamos nuestros senos, sacrificamos nuestra capacidad de reproducción, y hasta nuestras vidas, para darle valor a la economía del intercambio. La radiación nuclear cancerígena y los químicos tóxicos, que las industrias del mercado libre depositan en el medio ambiente, se mantienen invisibles y continúan acumulándose y su abundancia se vuelve permanente, mientras escasean los recursos necesarios para sustentar la vida.

Aquellos que intentan curar las enfermedades subsisten gracias al sistema, del que reciben los medios para vivir, y le agradecen y le dan crédito, lo que hace poco probable que lo consideren causante del cáncer. Igual que las mujeres que sobrevaloran la masculación, les dan valor a los mismos procesos que crean el problema mientras al mismo tiempo tratan de cuidar a los individuos que han sido afectados por esos procesos. El sistema no es sólo un marido caritativo, a veces rudo, al que debemos valorar y seguir, reduciendo el daño; es un mecanismo riesgoso que debemos reconocer, entender y desmantelar paso a paso, para no destruir a todos los que están cerca.

Así, cambiaríamos nuestra conciencia y empezaríamos a dar valor, no al intercambio sino a las necesidades de todos y a su satisfacción en todos los niveles. Dejaremos de sacrificarnos, de sacrificar a nuestros niños y niñas, y a los billones de seres humanos desconocidos para mantener nuestro sistema de piramides, y dirigiríamos nuestros regalos para co-municarnos con todos, en la abundancia. Podemos empezar por fabricar un Santo Grial para toda la sociedad, la cornucopia de la co-municación, diciendo las palabras sagradas de la transustancialización, cambiando nuestra comprensión social: «Esto no funciona. No lo hagamos más».145


Notas al pie

140. Tal vez el escudo espacial de la La guerra de las estrellas Guerra Estallar actuaba de escudo entre el intercambio y el regalar, haciendolo en un meta nivel (arriba) en el espacio. La metáfora del meta nivel llegó tan lejos, que se gastaron millones de dólares, porque sencillamente no entendiamos lo que estabamos haciendo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

141. De hecho, la relación de Dios, María y José, y Jesús es una reminiscencia de las sociedades en las que el hermano de la madre (una persona que no tiene relaciones sexuales con la madre) asume el rol paternal para el niño. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

142. El Grial (o la copa de la abundancia) es el opuesto simbólico del ‘cap’ (tapa) del cap-italismo. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

143. Dr. Graham Phillips, The Search for the Holy Grail, Arrow Books, Random House, London, 1996. pp. 170-171. El Dr. Graham Phillips manifiesta que ha encontrado el artefacto material que era el Santo Grial. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

144. La idea Cristiana no era nueva. Por ejemplo, en la tradición de la gran diosa, el dios hijo-sol Dionisio en sus formas múltiples fue también comido ritualmente. «Como un Dios de la Vegetación él fue sacrificado ritualmente, generalmente en un árbol (prototipo de la cruz subsecuente). Su piel fue comida como pan, su sangre bebida como vino...» de Monica Sjoo y Barbara Mor, La Gran Madre Cósmica: Redescubriendo la Religión de la Tierra. San Francisco, Harper and Row, 1987, p.121. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

145. Es impresionante que la bomba que fue lanzada en Hiroshima fue llamada «Niñito». El nombre «El Niño» también indica a muchos niveles la fuente de nuestros problemas climáticos. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 22 - Especulaciones cosmológicas

Capítulo 22 Especulaciones cosmológicas

La vida en la tierra es un intento que la tierra hace para imitar o expresar la relación que tiene con el sol. Puesto que el proceso de vida y muerte ha dejado el humus del pasado del que crecerá el futuro, la expresión ha cambiado a lo largo del tiempo. La tierra, en toda su diversidad y fertilidad, es el producto de su interacción con el sol—interacción en la que el sol da un tipo de energía constante y la tierra da una gran variedad de energías. La tierra tiene una evolución y una historia; el sol no, o por lo menos parece no tenerlo, ya que su evolución es mucho más lenta. Lo que sucede en el presente en la tierra es el resultado de lo que pasó antes. Las capas de la tierra sobre las que crecen las plantas y sobre las que caminan las personas y los animales son subproductos de acontecimientos pasados, todos los cuales implicaban el uso que la tierra hizo de la energía del sol. Sistemas cerrados como el de los árboles y las briznas de la hierba, se elevan hacia el sol. Habiendo incorporado la energía de la luz, ellos mismos son rayos de sol de la tierra, o ‘rayos de la tierra’ tratando de alcanzar al espacio.

Los animales y los seres humanos que se paran en dos o en cuatro patas, o los pájaros que vuelan hacia las nubes, todos ellos son la energía de la tierra en movimiento dirigida hacia el exterior. Más allá, está nuestra capacidad de movilizarnos hacia una meta. Guiados por nuestra visión, nos movemos de un lugar al otro, igual que como se mueve la energía del sol hacia la tierra. En esta dimensión la vida imita su origen. De igual manera, los espermatozoides se movilizan hacia el óvulo; se produce el ovulo y se desplaza hacia ese lugar en el útero donde ocurre la fertilización. Pero también, en la dimensión de la consciencia, surge una intención que se impulsa a sí misma. Como un rayo de sol que se lanza hacia la tierra, se mueve hacia su meta u objetivo, combinándose quizá con otros elementos pasados de la vida, para crear un rayo de sol incorporado a un rayo de la tierra, energías terrestres, rindiendo frutos.

Nuestras voces y las de los animales, los peces, los pájaros, nacen de las gargantas y llegan a oídos receptivos, en los que son incorporados y se convierten en entendimiento, comportamiento y sensaciones. La luz solar de nuestra atención ilumina nuestra experiencia pasada, presente y futura, y las experiencias de otros que nos llegan a través de los sentidos, o a través de sus historias, o en lo que leemos y vemos. Nuestra atención consciente brilla sobre nosotros mismos y nos ayuda a planear y a decidir, clarificar nuestras intenciones y llevarlas a cabo. Sin embargo, socialmente se ha creado una especie de juego de espejos, en el que estamos atrapados por nuestro reflejo, enfocando nuestra energía hacia adentro de nosotras mismas.

Esto se ha combinado con el uso de energía acumulada de otros, o del grupo, para fomentar la energía enfocada sobre nosotros mismos. Es como si el rayo de sol se incorporara a la tierra y regresara a sí mismo multiplicado, como si los rayos de sol fuesen un sistema cerrado también. Hay una confusión entre la vida —las plantas y los animales— y la energía. Es más aun, esta forma de atención centrada sobre sí misma puede hacerle daño a los demás, puesto que se apropia de la energía de los otros para intensificar la propia. El sol no hace esto. El juego de los espejos produce una sed insaciable de energía para enfocar y hacer brillar al propio ego con más fuerza, atrayendo una y otra vez la atención de otros.

Los seres humanos de muchas y variadas culturas, hemos tratado de entender lo que fuimos, lo que hicimos, o lo que debíamos hacer, y dónde vivíamos. Sólo recientemente nuestra astronomía nos ha dado alguna idea aproximadamente correcta del universo, de nuestro planeta y de nuestra estrella. No nos extrañemos ni nos sorprendamos entonces, si pensamos que podríamos habernos equivocado en como nos dirigimos e imaginamos nuestras metas.

Freud dejó muy claro que en su época, a veces (también pasa en la nuestra), los niños tenían ideas muy distorsionadas sobre el sexo —y que eso influiría luego en sus pensamientos y en sus emociones. Sería lógico pensar que una falsa cosmología podría tener una influencia negativa en nuestra imaginación colectiva. La idea de que el sol es el centro del universo habrá influido sobre nuestro pensamiento y nuestro comportamiento social mucho más de lo que nos damos cuenta. Y la mera idea de que estamos sobre una pequeña partícula de polvo cercana a una chispa de luz, en medio de billones de otras, nos deja atónitos y no sana nuestra imaginación. En cambio, la visión de la tierra desde la luna permite una perspectiva desde la que podemos ubicarnos en un contexto productivo. La tierra es un lugar especial, una gota brillante de vida y nosotros somos parte de ella.

No fue Copérnico sino Ptolomeo quien tuvo razón: la tierra es el centro del universo, de nuestro universo, porque somos seres humanos. Ahora que empezamos a poder ver lo que la tierra es, tal vez sea más fácil ver lo que somos y lo que debemos hacer.

Primero, debemos respetar nuestro planeta, la vida de la que todos somos parte. Lo que es excepcional aquí, no es que los rayos del sol se dirigen hacia nosotros, sino que la tierra es capaz de hacer algo con ellos. Debemos vernos como la luz incorporada, como la vida incorporada. Tenemos que ser como los Ricitos de Oro y encontrar la cosmología de nuestra propia dimensión, la perspectiva de la tierra que sea ‘justo la correcta’ para nosotros. Debemos entender nuestro sitio en la tierra y dentro del sistema solar, para poder clarificar la relación entre nosotros.

Uno de nuestros problemas particulares en la actualidad es vernos como personas únicas, relacionados como individuos con otros cinco billones y medio de seres humanos. Es notable la semejanza entre este problema y el de ver nuestra tierra y nuestro cielo en relación con billones de soles y de posibles planetas, a medida que se descubren un gran número de galaxias. Podríamos llamarla una teoría del conocimiento por medio de la proyección. Proyectamos una pregunta humana apremiante sobre alguna rama del conocimiento y luego la encontramos alli. Esto no quiere decir que el conocimiento obtenido así no sea verdadero, sino que lo que motiva su búsqueda es un problema existencial social o colectivo, más que una motivación puramente aséptica cientifica de ‘curiosidad’ individual o incluso una no tan aséptica búsqueda de una ganancia individual. ¿Y no es la avidez por el conocimiento una especie de traducción de la avaricia y la avidez por los bienes y el dinero, que constituyen la motivación de nuestra sociedad basada en el intercambio?

La teoría de la evolución de la supervivencia del más apto, que se desarrolló al mismo tiempo de una economia capitalista basada en la supervivencia del más apto, es otro caso en cuestión. Tal vez, si entendiéramos el mecanismo de la proyección podríamos entender por qué lo hacemos y cuál es la dificultad social o personal que estamos tratando de sanar. Luego podríamos averiguar cuánto de nuestra perspectiva está causada por la proyección, qué elementos son vistos o cuáles son ignorados a raíz de ésta. Y lo que es más importante aun es que, tal vez, podríamos sanar nuestras dificultades humanas y al hacerlo percibir mejor el universo. Si sabemos que estamos proyectando, lo podemos tener en cuenta y comprender así las distorsiones que nosotros mismos creamos. Hasta podemos usar este conocimiento para planear conscientemente un mundo mejor, en el que no ocurran los problemas que causan las proyecciones.

Regresemos al punto de la visión de la tierra y su relación con el sol. En nuestra sociedad atomista e individualista hemos comenzado a desvalorizar la importancia de establecer relaciones. El bienestar personal del individuo se ve como el objetivo principal de la interacción y del proceso social, como también la única razón de su existencia. Las terapias que abordan la co-dependencia y para las familias disfuncionales, tienen muchos seguidores y gozan de aceptación pública en Estados Unidos, y aportan dinero y prestigio social a quienes las proveen.

El sufrimiento originado en nuestras relaciones demuestra lo importante que son para nosotras. Las canciones de amor llenan las ondas de la radio, las historias de amor los anaqueles de las revistas, las repisas de las librerías y los cines. Las relaciones son verdaderamente importantes para los seres humanos; son (parte de) la manera como nos humanizamos. Sólo que no sabemos como establecerlas. No tenemos muchos buenos ejemplos. La hipótesis que planteo aquí es que el mejor modelo de relación que tenemos es la relación entre la tierra y el sol. Podemos proyectar nuestros problemas allá, y luego verlos con más claridad dentro de nosotros. Pero, ¿por qué no mirarlo desde una postura más intencional? La Hipótesis Gaia146 considera a la tierra como un ser viviente. En este caso, somos Ella misma haciéndose consciente. Ella está tomando conciencia de su relación con el sol, y de su papel en ella, y de su creatividad del precioso milagro de la vida. Tal vez entonces, somos la proyección de Su problema. Los humanos hacemos el papel del amante y de la amada, del sol y de la tierra. Interiorizamos estos papeles en la conciencia, y el de ser objetos de atención (dando y recibiendo atención). ¿Recibimos nuestros propios cuidados o los de otros como la tierra recibe la luz, utilizándola para la creatividad, o la reflejamos de regreso (como lo hace la luna) en el juego estéril de un espejo de quién es más brillante, más grande o más caliente?

¿Es el sol la fuente de vida o es la tierra? Así como los hombres y las mujeres lo representamos: los hombres son soles activos y las mujeres tierras pasivas. Éste es el estereotipo eterno. Pero, si le damos una segunda mirada, vemos que ambos papeles son creaciones de la tierra. Entonces, la tierra generó a los que representan al sol y a los que representan a la tierra. De hecho, toda la obra está montada por la tierra.

Es la tierra la que ha hecho que el sol sea un dador de vida, al recibir la luz creativamente. Hasta donde sabemos los demás planetas no han hecho esto. De igual manera, los animales machos producen millones de espermatozoides, pero si no hay un útero, o un óvulo para recibirlos, no se produce ninguna forma de vida. Las semillas caen de los árboles o son llevadas por el viento pero si no encuentran refugio en la tierra, no llegan a vivir. Pero, por supuesto, los espermatozoides y los óvulos son producidos por la tierra, las semillas y el humus son todos productos de la tierra.

En muchas de nuestras relaciones heterosexuales le damos un mayor valor a una de las personas, generalmente al hombre, y se le da menos valor al otro, generalmente a la mujer. Una mujer, debido a su creatividad, le atribuye al hombre importancia solar, y lo ve como fuente de vida, de creatividad y de ingresos. Por recibir esta atención (al igual que la tierra), el hombre se vuelve activamente creativo, y parece confirmar como verdadera esa atribución de valor. Toda la sociedad participa de un sistema, que privilegia a un polo de la relación y esconde o ignora al otro. Las mujeres definimos a los que definen como definidores. Luego disimulamos nuestro papel activo, y los hombres, felices usurpan el crédito por ello.

Si actuáramos el papel de la tierra, ¿por qué no le/nos reconocemos el poder, la creatividad, la vida, y las cualidades de dar vida y conceder valor? ¿Por soledad quizá? Los otros planetas y soles están muy lejos. ¿El sol está vivo también, y es de un orden diferente? ¿Es que la tierra no quiere aceptar que lo está haciendo todo sola? ¿Podremos los humanos alguna vez amar a la tierra lo suficiente? ¿Podrá ella amarse algún día lo suficiente como para compensar que el sol no está vivo? Pero tal vez el sol esté vivo, tan vivo como ella está, y en el mismo orden de la realidad, o en una diferente, y está solo.

Nuestra atención imita al sol, pero cuando nos concentramos en una estrella, la estrella está en la posición de la tierra. Y lo mismo ocurre con el espacio. Seguramente esta dimensión de receptividad alrededor de ella consuela a la Madre Tierra, y el conocimiento que hemos adquirido la ubica en un contexto, le da un hogar. La confusión que surge de la existencia de millones de galaxias se disipa cuando nos damos cuenta de que debe haber otros seres vivientes allá afuera.

La Madre Tierra al igual que el extra-terrestre ET, podrá algún día llamar a sus hermanas. Mientras tanto, debemos mantener la esperanza de aprender a vivir unos con otros sin arruinar su exquisita belleza y armonía antes de que encuentre otra vida. ¿Acaso somos destructivos para representar mejor lo que captamos como el rol del sol, y mientras seguimos desacreditando el rol de la tierra? ¿Hemos creado un Dios-hombre-sol-patriarca, para que nos haga compañía también, proyectando nuestro problema y el de ella, más allá del sistema solar hacia el universo?

Yo creo que tenemos que aceptar el hecho de que todavía no sabemos demasiado acerca del universo. Sin embargo, a lo que si tenemos acceso inmediato es a nuestras percepciones, y al contexto social. Tenemos que alumbrar con nuestra atención solar consciente de nuestros mecanismos psico-sociales, para averiguar por qué vemos lo que vemos. Hay mecanismos de selección desconocidos para nosotros que surgen de nuestras motivaciones, que nos llevan a buscar y encontrar unas cosas más que otras. Éstas retroalimentan luego a los contextos en los que surgieron nuestras motivaciones y así confirman los problemas que crearon estas. Sólo cuando sanemos nuestras motivaciones, pueden estos mecanismos funcionar con claridad, como deberían, creando una alineación de varios tipos de realidad de la que somos parte.

Tal vez nuestra atención consciente corresponde al sol, y la subconsciente a la tierra, debido a la interiorización de la polarización social entre el activo y el pasivo. Pero nuestro lado terrenal, como lo hemos venido diciendo, sólo en apariencia es pasivo y recibe activamente, no sólo dándole contenido a la conciencia, sino dándole un contexto y un valor. Le da a la conciencia su potencialidad para conocer, como parte de un ser humano, donde ocurren muchas cosas.

La conciencia es como la luz del sol refractada por la atmósfera. Tiene que atravesar y tocar muchas más cosas que las que se ven a simple vista. Puesto que los seres humanos son productos sociales, hay una contribución de los muchos y del pasado para cada uno de nosotros. Nuestra conciencia de luz solar no sólo ilumina muchos aspectos de esta en serie, sino que también es definida por esta. Tal vez, igual que la tierra, e igual que las mujeres que acostumbramos a dar regalos, nuestro subconsciente produce la conciencia, pero no reconoce el papel que ha tenido en este. Así, la conciencia parece provenir del cielo y no de la tierra.

En este siglo, nuestro conocimiento (y a través nuestro, el conocimiento de la tierra) del sistema solar, de la galaxia y del cosmos ha aumentado considerablemente, mientras que el conocimiento acerca de la naturaleza de la tierra y de su relación con el sol no está todavía muy clara. De la misma manera nos pasa con las relaciones sociales, no entendemos la relación madre-niño, el cuidado uno-por-uno antes de aventurarnos en las relaciones con los ‘muchos’. No entendemos lo que está pasando en la casa, antes de aventurarnos hacia el mundo exterior. La relación entre la tierra y el sol, que ha producido tanta vida milagrosa, no es una relación disfuncional. Tampoco es disfuncional la familia solar. Pero, al identificar al padre con el sol, hemos reproducido la imagen social de la muestra masculada igual a sí misma, re-enfatizando la importancia de la actividad y la creatividad de la ‘receptora’ femenina ‘pasiva’ y de los muchos, y enfatizando demasiado la iniciativa del activo masculino que da.

La necesidad es esencial para el regalo, porque sin la necesidad el regalo no sería nada. Así, la tierra ha creado múltiples necesidades, que el sol puede satisfacer con su luz —luz que de otra manera no sería utilizada y sería estéril. La interacción de estas necesidades entre sí, recrea las interacciones del dar y del recibir entre el sol y la tierra. La asimetría es la clave. El sol sólo da, mientras que la tierra recibe y vuelve a dar, aunque presumiblemente no le puede devolver al sol, puesto que el sol está tan lejos que presumimos no lo puede recibir. Entonces, lo que sucede es que muchas de las relaciones de la vida son, en realidad, imágenes auto semejantes con las relaciones entre la tierra y el sol. Son guiones, maneras de actuar del dar y del recibir de manera creativa. La beba recibe la mirada amorosa de la madre —y luego, cuando crece, turnándose se relaciona activamente con la madre.

La ameba encuentra un pedacito de la materia de el tipo que puede recibir y usar creativamente, como la tierra en su viaje por el espacio encuentra la luz del sol. De la misma manera la hoja de la hierba usa la luz del sol para sus procesos. La oruga activamente encuentra la hoja de la hierba, ese rayo de la tierra hecho de luz incorporada creativamente, y la utiliza para sus procesos. El pájaro, en sus viajes más activos, se encuentra con la oruga.

Pero nosotros, y tal vez la tierra (¿tendrá ella un problema de autoestima?) le damos más importancia a lo masculino, identificándolo con el ‘uno’ y el sol (sun, que suena igual que son, ‘hijo’), porque no vemos al receptor como creativo —y las necesidades son vistas como carencias y no como lo que es necesario para que el regalar se lleve a su cumplimiento.

Hasta podríamos considerar casi todas las relaciones de la vida como metáforas de la relación entre el sol y la tierra —una enorme variedad de actuaciones de la relación asimétrica del dar unilateral, y del recibir creativamente y volver a dar (y dejando los subproductos y desechos del proceso, que luego se convierten en regalos para otro orden, u órdenes, de la vida). Toda la vida misma puede verse como un intento que la tierra ha hecho para retroalimentar al sol, para relacionarse. Para lograr dar como lo hace el sol, la tierra debe crear las necesidades que pueden recibir regalos, eso es, recrear algo en su misma posición. A través de la vida, ella le dice al sol, «Esto es lo que está pasando entre tú y yo; esto es lo que pasa».

Todo esto ocurre en la superficie del planeta, donde brilla el sol, presente (un regalo) a su ‘vista’. La vida, en toda su variedad, podría verse como la proliferación de imágenes de la relación entre la tierra y el sol. En términos humanos podría verse como una inmensa y gozosa investigación filosófica de esta relación. Y en términos humanos, esta relación se llamaría amor. Tal vez es el intento de la tierra de co-municarse con otro orden del ser, su modo de agradecer ese calor que la acaricia en la profundidad de la noche del espacio, de investigar sus identidades y la relación entre ellos.

Lo importante es que nosotros, los humanos, nos alineemos con esta relación, sin interpretarla mal, como lo hemos hecho tantas veces, porque partes de nuestro lenguaje y organización social han creado los profundos patrones de masculación que la oscurecieron. Como no podíamos ver la tierra desde el espacio ni sabíamos que estaba aquí, o que estaba haciendo, porque estábamos demasiado cerca; sólo podíamos mirar hacia el exterior. Creíamos que era pasiva, sólo recibiendo la luz, así como pensábamos que las mujeres eran pasivas. Ocultábamos nuestro dar, su dar, y veíamos sólo el sol, la muestra-luz privilegiada como el que da. Los patrones patriarcales engendraban las imágenes fálicas auto-similares por todos lados y se convalidaban unos a otros.

La luna y el sol parecen rivalizar como dominadores de los cielos, cada uno, un ‘uno’ privilegiado, en el tiempo que cada uno tiene adjudicado. La luna cambiaba en sus diferentes fases y era ‘muchas’ con respecto al sol. La idea de la luz reflejada llegó a aparentar ser la identidad de la mujer y de la luna. Olvidamos que la gran tierra oscura y creativa era la imagen apropiada de la madre. Pero el reflejo que le atribuíamos a la luna era en realidad del orden del ego que no da, una meta imagen de la vida y de la relación sol-tierra, falsa, estática y sin capacidad de dar.

Hemos visto a la tierra y al sol, a las mujeres y a los hombres, a los niños y a las niñas, a las madres, a las cosas y a las palabras, a los ciudadanos y a los presidentes, a las mercancías y al dinero, como cosas que no se relacionaban de manera activa y equitativa, sino como estando capturadas en una imagen de reflejo más o menos estática. Ahí donde el uno era real, el otro sólo servía para devolver esa realidad. Sin embargo, la luna provee un cierto meta nivel cósmico para la tierra. Simplemente dice, «Aquí también brilla el sol, pero yo no lo recibo creativamente como lo hace la tierra. La luz y la oscuridad tienen lugar aquí también». La luna ha influido en la manera en que la tierra ha desarrollado la vida y la conciencia. Sus rayos provocan nuestra imaginación. Ella parece ser un aspecto auto-referencial de la tierra. Su toque suave mueve nuestra marea.

Durante siglos, para los seres humanos, la luna ocupó el lugar de la tierra como la ‘otra’ del sol, cuando en realidad la tierra era la otra que daba vida al sol. Aparentemente el reflejo de la luz del sol era el opuesto y complementario del dar activo del sol, mientras que en realidad era el uso creativo de dar vida. Entonces, también podría parecer que el intercambio, basado en el reflejo de lo que se da, honraba con más acierto al sol y lo realzaba.

Lo que se dió se devolvió en un equivalente. El reflejo convalidaba el intercambio como una forma de vida, y los patrones del ego masculado, el dominio y la competencia, parecían ser modos de representar los papeles del sol activo y la luna pasiva. Entonces, el sol era visto como si tomara la iniciativa hacia la tierra y esta era vista como pasiva. La tierra no devuelve sólo un reflejo o una imagen del sol, sino muchas imágenes vivas de su relación con el sol, muchas imágenes del sol y de ella misma en su relación recíproca. También hay imágenes de la luna, reflejos del reflejo de la construcción misma de imágenes y de la imaginación.

El hecho de que haya dos cuerpos celestes en el cielo nos sugiere la importancia de la relación de las dos caras, aun cuando creíamos que la tierra era plana, porque veíamos a esos dos astros en el cielo y los veíamos en términos de nuestras relaciones de género, que ya eran imágenes de la vida hechas en la tierra, de las relaciones entre la tierra y el sol. Pensamos que la relación entre el sol y la luna era igual que la relación entre el sol y la tierra, e identificamos a la luna con la mujer, como ‘menos luminosa’, las perdedoras en la competencia de ser las más brillantes. Tal vez, cuando conocimos los tamaños relativos de la tierra, de la luna y del sol, comenzamos a pensar en la tierra y en la luna como hijos e hijas, y al sol como el padre. Entonces la imagen de la mujer-niña se superpuso a la de la mujer de la creatividad, ocultándola.

No sólo los individuos entraron en este juego y actuaron en estas relaciones, sino que diferentes clases de relaciones de órdenes de imágenes vivientes se miraron a sí mismas para relacionarse. Esto puede parecer complicado, pero es fácil de entender, si vemos al sol como el que da unilateralmente, a la luna como la que refleja y a la tierra como la que da y recibe, repitiendo (encarnando y no reflejando) la relación. (Un nivel meta completo no estaría sólo conformado por el simple reflejo del otro, sino también por el reflejo del dar y del recibir del otro, incluyendo al yo, y al reflejo de la relación del reflejo).

Si somos la tierra, volviéndose consciente de sí misma, hemos tenido malos entendidos mayúsculos debido a nuestra incapacidad de vernos a nosotros mismos en nuestro contexto verdadero (y el de ella) respecto a la luna y al sol. Si los humanos son imágenes de nuestra cosmología inmediata, nos corresponde comprenderla y alinearnos con ella. Alinearnos con los malos entendidos nos hace sufrir y provoca la destrucción de nuestra Madre creativa.

Si el principio de la vida está en la creatividad de las necesidades para utilizar los regalos, no debemos dejar que las necesidades y los seres que las tienen mueran, porque estamos reflejando o tratando de actuar según la idea que tenemos del sol, cayendo en los patrones de la masculación generados por nuestra sociedad. Las necesidades forman una especie de fuerza gravitatoria hacia la que nuestros regalos deben fluir —como el agua, ese regalo fluido que fluye hacia el centro de gravedad, y la lluvia, que como la luz del sol transformada fluye hacia las plantas sedientas. El viento circula desde áreas de alta presión hacia áreas de baja presión. Llenar las necesidades es la respuesta que llega con en el viento147.

Las malas interpretaciones acerca de nuestra sexualidad se extienden y encajan con las malas interpretaciones sobre la cosmología. Vemos nuestra tierra como algo carente, y no como la gran fuente creadora del recibir y del dar que verdaderamente es. De hecho, por ignorar su creatividad, sobrevaloramos la ‘independencia’ del sol, que, como pudimos ver en las fotografías tomadas en la luna, ahí el sol no fue capaz de crear nada ‘independientemente’. Más bien era el sol en relación con la tierra lo que era creativo, y la tierra con relación al sol. Debido a la preeminente presencia del sol, por su visibilidad, y la visibilidad de la luna, la tierra era vista como ‘menos que’ —porque no daba luz (pero sí daba fuego, que como las palabras, puede ser regalado al tiempo que se le conserva). Todo esto encajaba con (y resonaba con) el patrón sexual y social de los hombres, como los ‘unos’ activos y las mujeres, como las ‘muchas’ pasivas.

Quizá la tierra misma se haya sentido incapaz, comparada con el sol o con la luna, y aislada y sola, tan lejos del sol y de los otros planetas, mientras que los hijos e hijas de ella, los seres humanos no le han ayudado a sentirse mejor. No sólo la hemos ignorado y malinterpretado sino que la hemos desvalorizado, otorgando valor a todo lo que no es ella, incluso nosotros mismos; con la misma mentalidad que nos ha llevado al espacio y que finalmente nos permitió verla desde más allá, hemos convertido en basura y degradado muchas de sus creaciones más delicadas y maravillosas.

Nos consideramos hijos e hijas del universo, y añoramos ver vida en los planetas de Aldebaran, si es que los hay. Estamos dispuestos a gastar trillones en programas espaciales pensando en ese objetivo. No obstante, no hacemos nada por la asombrosa variedad de escarabajos de las selvas de la tierra. Nos interesan tan poco que dejamos que se extingan sin mover un dedo. Tenemos que aprender a darle valor a la Madre creadora —tanto a las madres humanas como a la Madre Tierra.

No tenemos que ver las necesidades como carencias, sino reevaluar la vagina simbólica como el gran lugar creativo y oculto de la creación, en la que la vida crece y continúa. Debemos ver que el tipo de creatividad singular que representa el falo simbólico, se basa en la negación del valor y de la labor femenina continua. Todos deben convertirse en seres que se nutren los unos a los otros y que cuidan a la Madre Tierra. Debemos restablecer las necesidades a su sitio de honor y satisfacerlas.

Como la conciencia de la tierra, debemos convertirnos en su auto-estima, dejando que nuestro amor fluya, como fluye el agua hacia los centros de gravedad. Ella está sufriendo así como sufren muchas de sus criaturas, mucha de su gente. Debemos actuar por ella. Qué poco compasivos somos cuando anhelamos el espacio sideral, mientras que no nos importa este milagro en el que vivimos. Es nuestro pensamiento preestablecido por el patriarcado, nuestra alineación equivocada en la relación sol y tierra, lo que nos fastidia en el presente y no nos permite ver el Jardín del Edén. Nos lleva a ser tóxicos para los demás y a destruir la tierra. En todos lados a la gente pobre se la obliga a actuar el papel de la madre negada y exhausta, explotada, devastada, y odiada. Son las imágenes similares a sí misma de la Madre Tierra, que están siendo destruidas por un patriarcado cuyo hijo, sano y vivaz viaja en su nave espacial fálica a ‘fertilizar’ otros planetas.

Debemos darnos cuenta de la gravedad de esta situación, y dirigir nuestro amor y nuestro dinero hacia la satisfacción de las necesidades. De esta manera, podemos cumplir el mandamiento de la Madre Tierra, «Nútranse los unos a los otros», imitando su relación cósmica, clara y creativa. Podemos liberarnos y liberar a la tierra del falso encanto del reflejo, y del engrandecimiento de la muestra.

La multiplicidad de la vida que la tierra ha creado rivaliza con la multiplicidad de las galaxias. Debemos comenzar a valorar las relaciones ‘muchos a muchos’, que los egos orientados hacia el otro pueden promover. Primero tenemos que dirigir nuestra atención hacia la tierra en la que vivimos, honrar y bendecir a nuestra Madre, satisfacer sus necesidades, y las necesidades de la gente de nuestra casa.

Tal vez sea cierto que somos capaces de repetir en un nivel lo que hemos aprendido y sentido en el otro. Muy a menudo he tenido que estar lejos de aquellos a quienes amo, y ahora por muchos años he amado a una mujer unilateralmente. Sin recibir respuesta a mi comunicación, me volví más creativa, al tiempo que daba para los proyectos dedicados al cambio social. Ahora entiendo como se deben sentir el sol y la tierra. Estoy alineada con una parte de la imagen, luego con la otra. Desde luego, cuando el amor de los seres humanos es respondido, podemos turnarnos en ser el sol y la tierra para el otro.

Así las cosas, me permito sugerir que cuando nos liberemos de la masculación y regresemos a las raíces de nuestra cosmología, tal vez, nuestro término ‘hum’, que se uniría en la infancia con los hombres y las mujeres que los cuidan y los nutren, y entre sí, podrían sustituirse a medida que crecen, no por ‘hombre’ ni ‘mujer’ sino por el ‘sol’ y por la ‘tierra’. Esto sólo podría ser algo sanador cuando la tierra sea restituida a su legítimo lugar como fuente creadora de seres humanos femeninos y masculinos, y el sol como el que da unilateralmente la energía. Tal vez, podríamos tomar la sugerencia de los que nos ven como andróginos, conteniendo lo masculino y lo femenino, lo activo y lo pasivo, y llamarnos ‘tierras’ en los momentos en que recibimos creativamente, y ‘soles’ cuando damos unilateralmente (en ambos casos, ya nos habríamos desprendido conscientemente de la estructura uno-muchos del concepto, y de las distorsiones provocadas por la definición de género).

Deberíamos tratar de co-municarnos con la tierra y no con las estrellas. Si Gaia está viva, de seguro tiene un lenguaje. Es la diosa que nos habla a través de la sincronización, y del cuidado y también de otras formas. ¿Cómo le podemos hablar? Ella es de otro orden de existencia. Somos como células de un cuerpo tratando de comunicarnos con el cuerpo entero. ¿Qué regalos podemos dar? Primero, creo que podemos darle el regalo de la paz entre nosotros, sanando nuestras sociedades. Esto nos ayudará a darle el regalo de nuestro respeto por su belleza y creatividad, terminar con la contaminación, reparando la devastación que hemos causado. Con nuestros regalos, encontraremos nuestra lengua Materna común.

Como nuestra atención entera ha estado enfocada en el ‘uno’, los muchos han estado en la oscuridad, desconocidos e ignorados, como las estrellas en otras galaxias, donde aparentemente estarían nuestras respuestas. Las estrellas son tantas, que son como las neuronas de nuestro cerebro. ¿Son ellas imágenes de las estrellas? ¿Son las estrellas las neuronas de la tierra, excepto que están afuera —como nosotros, pero al revés? La tierra sería un cuerpo minúsculo dentro de un cerebro inmenso de estrellas.

Esta mañana vi las estrellas cuando desperté. ¡Parecían ser tantas! Éste es el problema, ‘uno-muchos’. La tierra se está encontrando a sí misma dentro de una inmensa colección de otros, antes de saber qué es —o qué son el sol o la luna. Igual nos pasa a nosotros con los 5.5 billones de seres humanos que viven en la tierra. Los humanos podemos formar grupos para relacionarnos con grupos más grandes, pero, ¿puede la tierra formar un grupo con otros planetas? Los que están vivos, ¿no estarán muy lejos? ¿Es ella la única hija viviente del Sol? ¿Están los otros planetas vivos, aunque no tengan vida en ellos? ¿Estará la tierra tratando de llegar a ellos a través de nuestros viajes espaciales? Así tendríamos que lograr una co-munidad aquí con ella. Tenemos que confortarla, pues se encuentra sola.


Notas al pie

146. James Lovelock, The Age of Gaia: A Biography of Living on Earth, Norton, Nueva York, 1988. Vuelva a la nota al pie del texto.↩

147. NTR Esta frase viene de la canzion di Bob Dylan "The answer is blowing in the wind". Vuelva a la nota al pie del texto.↩

Capítulo 23 - Después de las palabras Practicando la teoría

Capítulo 23 Después de las palabras Practicando la teoría

Hay muchas formas de generar una transición hacia un cambio de paradigmas. Por ejemplo, habría efectos inmediatos y de largo alcance si las instituciones del Primer Mundo per-donaran la deuda externa al ‘Tercer Mundo’ (que de hecho ya ha sido devuelta al ‘Primer Mundo’ muchas veces). Se podría comenzar por per-donar los intereses. Este paso positivo podría ir acompañado por empezar a co-municarnos con el ‘Tercer Mundo’ de forma respetuosa y que enaltezca la vida. También podríamos darles mucho dinero a los países que antes conformaban la Unión Soviética, reconociendo que nuestra tendencia capitalista al saqueo no los ha llevado a lograr una sociedad mejor, sino que los ha reducido a una pobreza extrema. Y lo más importante, podríamos dejar de gastar la riqueza del mundo en la producción de armas y en las fuerzas armadas —y usar esos recursos en una economía del cuidado.

En Estados Unidos podríamos cambiar la industria carcelaria punitiva y su mentalidad, y llegar a comprender las causas sociales del crimen, además de intentar darles a los niños y a los jóvenes una vida que merezca vivirse. Podríamos reconocer la necesidad y el derecho que todos tienen de disfrutar de una vida buena y feliz, y el derecho de tener algo para dar. Podríamos terminar con prácticas terribles tales como el tráfico sexual de mujeres y de niños. Podríamos reconocer que la mayoría de los inmigrantes que vienen del Sur hacia el Norte, simplemente siguen los pasos de los recursos que han sido drenados de sus países por el Norte, bajo la forma de regalos que no se pagaron. Podríamos eliminar el drenaje y darles la bienvenida a los hermanos y hermanas. (Si no estuviésemos gastando el dinero en armamentos, habría suficiente para todos).

Podríamos detener la devastación del medio ambiente, y considerarlo un regalo para nuestros hijos e hijas y para los hijos e hijas de nuestros hijos e hijas. Podríamos elegir a más mujeres con valores de compasión para que ocupen puestos públicos. El progreso en cualquiera de estas áreas —y hay muchas otras— tendría un efecto positivo, como una onda expansiva que se extiende por todos lados, y colocaría en un primer plano los valores del paradigma del regalo. Podríamos empezar a movernos en la dirección de un cambio de paradigma al reconocer el regalar que ya estamos haciendo y al rehusar darle un valor al sistema basado en el intercambio. Podemos empezar a practicar el regalar experimentalmente y también en instituciones políticas y sociales en formas que se multipliquen y no se auto-destruyan.

El punto de vista del paradigma del regalo debe ser puesto en práctica conscientemente. He tratado de hacerlo creando la «Fundación para una Sociedad de Compasión» (FFACS), y un grupo más político, «Feministas para una Sociedad Compasiva». He estado practicando las teorías expresadas en este libro desde 1981, usando mis recursos para hacer un cambio social. Antes de desarrollar esta teoría, practicaba el paradigma del regalo con menos conciencia, como esposa y como madre.

En lo personal, uno de los efectos positivos de esta teoría ha sido poder liberarme de las presiones psicológicas y sociales que no me permitían satisfacer las necesidades fuera de mi familia. Creo que asumir un papel de regalar más activo me ayudó a resolver algunos problemas psicológicos que me estaban afectando. También he percibido claramente cuánto se practica el regalar en muchos lados y en todo momento, convenciéndome de que el regalar es el comportamiento normal del ser humano. En realidad, la práctica del regalar se ve obstaculizada por el intercambio y se hace difícil debido a la escasez, pero también debido a los valores patriarcales que interpretan el regalar como intercambio, lo descartan como ineficaz y débil, o lo exageran y lo tratan como un sentimentalismo. Encontrar el regalar en el lenguaje hace que sea posible considerar el dar regalos como lo que nos hace humanos. Tengo la esperanza de que si aceptamos el regalar como la norma humana, promoveremos que se practique conscientemente.

Infortunadamente, solo el dar para satisfacer las necesidades de los individuos no cambia el sistema social que causa las necesidades. Una vez que el sistema sea transformado, el principio rector será dar, para satisfacer las necesidades a nivel individual y a todo nivel. Por el momento, lo que existe es una inmensa necesidad de que los recursos sean dedicados al cambio social. Cada uno de nosotros debe dar al nivel social e individual y al mismo tiempo canalizando nuestras diferentes energías para no agotarnos, ya que seguimos viviendo en el paradigma del intercambio.

Una de las razones por las que los que dan ocultan su propio dar, es porque puede parecer que están dando para lograr el dominio del ego que requiere la masculación. La contradicción lógica es que el ‘altruismo orientado hacia el ego’ coloca un manto de duda sobre el altruismo en sí, haciéndolo parecer inexistente. La gente comprometida con la interacción del dar y del recibir puede superar las contradicciones, desarrollando una confianza radical y un perdón que son posibles de lograr en los movimientos feministas. Otra razón por la que la gente no da en forma visible, es porque las religiones y los preceptos morales promueven el regalar y el sacrificio oculto como algo moralmente superior. Mientras que esta táctica puede lograr el efecto de evitar la trampa de caer en la dominancia del ego, también impide que el modelo se vuelva visible y produzca un efecto multiplicador.

Recientemente se ha desarrollado una intensa sensibilidad psicológica alrededor del dar y del recibir, tal vez porque para la mayoría de nosotras se conecta profundamente con nuestra niñez, aunque en el camino, por el contrario, fuera bloqueada y atrofiada. Nuestras reacciones instintivas al respecto son extremas y no se exploran, porque de inmediato nos ponemos a la defensiva y nos sentimos incómodas. Nos parece que es más fácil, más respetable y más ‘a la moda’, ocuparse del intercambio. Nuestras reacciones psicológicas convalidan un hábito mental sobre la manera ‘apropiada’ de dar —dar sin llegar al exceso— y por lo tanto, esta manera de dar realmente no cambia nada.

Así, aquellos que potencialmente pudieramos llegar a dar, nos movemos con guantes de seda, de manera políticamente correcta en una sociedad que está devastando el planeta y creando diariamente el hambre y la muerte para los millones que viven ‘en otros lugares’. Rescatamos nuestro aplomo a costa de nuestra eficiencia, y prevalece el lado negativo del statu quo. Los que se mantienen despiertos ante el sufrimiento de los muchos y de la enfermedad del sistema caen en la desesperación, porque no alcanzan a ver el lado positivo de la vida basado en el regalo que continúa existiendo, o los destellos del cambio social que de verdad están ocurriendo. Las religiones y los gobiernos cooptan el regalar, haciéndolo aparecer como si fuera una táctica más de la masculación, a menudo un instrumento de la avaricia y la corrupción. A lo sumo, parece existir un deber cívico de ‘devolverle’ a la comunidad —siempre dentro de los parámetros preestablecidos del sistema.

En vista de todas estas consideraciones, decidí practicar el regalar de forma visible para lograr un cambio social, creando las organizaciones que ya mencioné. He creado y apoyado proyectos para el cambio social, usando el intercambio —el trabajo asalariado— para cambiar el sistema hacia el regalar a través de La Fundación y Feministas para una Sociedad Compasiva son soluciones híbridas de esta clase. También uso el dinero que he heredado para entregar fondos a proyectos progresistas y feministas ya existentes, que buscan el cambio social. Durante muchos años conté con la ayuda de mi prima Sissy Farenthold, quien hizo carrera como líder y activista en política feminista, y que ‘conocía los entretelones’ mejor que yo. Sissy me ayudó a encontrar grupos a los que yo podía ayudar económicamente. Luego logré comprar lugares físicos (tierras y edificios) en los que se implementaban proyectos dirigidos por mujeres. También apoyé o inicié proyectos educativos o de activistas, contratando mujeres para administrar y llevar a cabo las iniciativas. Algunas de las mujeres ya habían comenzado sus propios proyectos o los crearon con posterioridad, con o sin mi colaboración o aporte. Ahora estoy trabajando en un libro sobre mi vida en que también contaré las historias de reunirme y colaborar con organizaciones importantes como Dawne, Sisterhood is Global (La Hermandad es Global), Wedo, Feminist Press (la Imprenta Feminista), Feminist University of Norway (la Universidad Feminista de Noruega), CoMadres del Salvador, Resourceful Women (Mujeres Inventivas) y muchas más.

He luchado con las contradicciones inherentes a practicar el regalar para cambiar el sistema que me proporcionó recursos para dar. También he luchado con las contradicciones de usar el intercambio —dándoles salarios a las mujeres— para cambiar el modelo del intercambio por el modelo del regalo. Y he tenido que adoptar la política de no darle a los individuos para su propio beneficio porque era esencial dedicar el dinero a los proyectos de cambio social. Tal vez otras personas hayan pensado que hay otras formas de practicar esta teoría. Esta forma fue la que se me ocurrió a mí con la ayuda de los regalos de oportunidad y suerte que me brindó la Diosa.

A veces, las mujeres de FFACS no estuvieron de acuerdo conmigo, ni entre sí. Tuvimos largas y a veces penosas discusiones, pero en general pudimos seguir adelante con la amistad y el feminismo intacto. Yo estaba comprometida a hacer que la Fundación fuese tan diversa como fuera posible, y sin duda ha sido el lugar donde mujeres blancas y de color, jóvenes y viejas, lesbianas y heterosexuales, mujeres locales y de otros países han podido trabajar juntas. De hecho, yo creo que ha sido un nicho ambiental para la paz, en el que una multitud de voces pueden hacerse escuchar, y donde el pensamiento de los ‘muchos’ se pone en evidencia. Yo les estoy muy agradecida a las mujeres que se han involucrado con la FFACS a través de los años y me siento bendecida por haber estado en su compañía. En las reuniones comunitarias, que tienen lugar todos los miércoles, escuchamos los informes de cada una. La variedad increíble de información y de experiencias, el compromiso y la acción valiente confirman e inspiran nuestra hermandad —y brindan esperanza hasta a la visitante menos entusiasmada.

Han surgido tantas necesidades sociales universales debido a la práctica psicótica del patriarcado, que las activistas que luchan por el cambio social tienen las manos llenas. La verdad es que cada necesidad está conectada con las otras —las necesidades ambientales están conectadas con las necesidades humanas, el hambre con la militarización, el respeto a las madres solteras con la paz mundial, la violencia doméstica con la violencia racial y con la violencia internacional. Jalar la cuerda de la maraña de problemas desata todos los otros problemas. Satisfacer qualquiera necesidad de cambio social —’Hacer una diferencia’ como se dice coloquialmente mejora la posibilidad para todos de practicar en forma visible e inteligente el paradigma del regalo, en un nivel social universal.

El modelo de mujeres que dan para satisfacer necesidades sociales, dando tiempo, inteligencia, creatividad, compromiso y dinero, demuestra el potencial del paradigma del regalo universal, como la solución a la complejidad de problemas causados por la práctica del paradigma del intercambio. La práctica visible que hacen las mujeres del paradigma del regalo en busca del cambio social puede tener un efecto multiplicador muy amplio. Aunque en Estados Unidos hay muchos proyectos activistas en marcha, muchos funcionan de acuerdo a las estructuras patriarcales, perpetuando así los problemas que están tratando de arreglar.

Los proyectos que tratan el tema de la violencia en Estados Unidos, frecuentemente buscan cambiar al individuo, o intentan una reforma legislativa sin transformar la sociedad como un todo. Por ejemplo, las conexiones entre la violencia doméstica y la violencia internacional son a menudo ignoradas. Pero a pesar de todo, la gente que está involucrada en los movimientos en contra de la violencia sexual y doméstica, por la justicia social, por la paz, por los derechos humanos, y por terminar con el hambre, el racismo, la falta de vivienda, como también todo lo que tiene que ver con la salud, con las adicciones y con los problemas psicológicos debidos a la violencia patriarcal, se mueven hacia el paradigma del regalo. Ya sean mujeres u hombres, a sabiendas o no. Creo que es importante promover el liderazgo de mujeres en esta transición, porque originalmente las mujeres no están masculadas, son un modelo muy diferente al ‘uno privilegiado’.

En 1997 se celebró el décimo aniversario de la creación de la Fundación por una Sociedad Compasiva, aunque muchos de sus proyectos comenzaron antes. El Rancho Stonehaven, cerca de San Marcos, Texas, es un centro de retiros que se abrió en 1984. Está abierto todos los fines de semana, para reuniones de grupos en pro de la paz y de grupos feministas, sin costo o a muy bajo costo. Literalmente, a través de los años, miles de personas que están trabajando para lograr cambios sociales, han disfrutado del cuidado en esta atmósfera dirigida por mujeres. Margie First lo está administrando, ‘cuidando a los que cuidan’. Otros proyectos comenzaron en los años 80, tales como La Casa para la Paz de las Mujeres de Austin, que estuvo abierta varios años y cerró por diferentes razones. Un programa semanal de la Televisión Comunitaria de Austin, «Dejen que la gente hable», conducido por Trella Laughlin, fue parte de las actividades realizadas desde 1985 hasta 1994. Varios programas habituales en la televisión comunitaria, incluyendo uno mío, «Valores feministas», otro a cargo de Sally Jacques, «Artes y activismo», y «La hora de las noticias de las mujeres», conducido por Frieda Werden, han continuado con esta extraordinaria labor.

Practicar el dar regalos en una economía de intercambio agota a la persona que regala, si lo está haciendo sola. Yo soy la única persona que da dinero en esta organización (las otras mujeres dan su tiempo, energía e imaginación) y mis recursos financieros se están disminuyendo. He tenido que poner fin al programa de donaciones que funcionó desde 1981 hasta 1994, y algunos otros proyectos. El Edificio de las Organizaciones de Base por la Paz alojaba las oficinas de la Fundación y proveía el espacio para muchas otras oficinas de grupos de pacifistas, tanto de mujeres como de hombres. Localizado sobre la calle principal del centro de la ciudad de Austin, este pequeño edificio era un hito para el cambio social en medio de la corriente dominante y mayoritaria. Lo vendí en 1996 para poder mantener la Fundación. Un hermoso lugar en el Lago Travis, nuestro segundo centro de acogida, llamado ‘Alma de Mujer’, fué parte de la Fundación desde 1988 hasta que lo doné a la Red de Trabajo de Mujeres Indígenas en 1996. Este lugar continúa siendo administrado con éxito por la escultora indígena Marsha Gómez, con la ayuda de Esther Martínez.

En 1985 —junto a un grupo que ayudé a formarse llamado ‘La Internacional Feminista para la Paz y la Comida’— pude fundar y establecer la Carpa para la Paz en Nairobi, Conferencia Final de la Década de la Mujer de las Naciones Unidas. La carpa tuvo mucho éxito, facilitó un espacio seguro para el debate y la discusión entre mujeres cuyos países estaban en guerra entre sí. Miles de mujeres atendieron los eventos que ahí se realizaron. Dos mujeres que ayudaron a organizar la carpa fueron la alemana Ellen Diederich, y la cantante afro-germana, Fasia Jansen, que han trabajado con la Fundación durante muchos años, primero formando la Caravana para la Paz de las mujeres a la Unión Soviética (antes de la caída del Muro de Berlín) y luego creando la Tienda de las Cuatro Direcciones (un esfuerzo para hacer el mercadeo asociado a las causas). Ellas continúan con sus trabajos en pro de la paz. Muchos otros grupos colaboraron con la Carpa para la Paz, incluyendo WILPF y WIDF. Fue un modelo exitoso para propiciar el diálogo de las mujeres, que posteriormente fue imitado muchas veces.

También se organizaron en Estados Unidos las Caravanas para la Paz, en las que las mujeres iban de pueblo en pueblo hablando de la reunión de Nairobi. La Quaker americana Alice Wiser y la alemana Gertrude Kauderer, actuaron en los veranos durante varios años como conductoras de las caravanas. Mientras tanto, hicimos una cantidad inmensa de trabajo de apoyo para los movimientos de autodeterminación de Centroamérica, enviando delegaciones a El Salvador para investigar los abusos cometidos contra los derechos humanos, las actividades de los escuadrones de la muerte, y la implicación de Estados Unidos en ellos.

Ellen y Fasia organizaron una gira de las Madres de los Salvadoreños Desaparecidos en Europa, que sirvió para divulgar la información. Enviamos una delegación de fiscales generales en búsqueda de pruebas a América Central (yo fuí parte de la delegación). He apoyado a mujeres del Hemisferio Sur para que viajen por Estados Unidos contando las realidades de sus países (a través del Proyecto de las Mujeres del ‘Tercer Mundo’ del Instituto de Estudios Políticos, organizado por la chilena Isabel Letelier).

Todo este trabajo culminó en dos reuniones entre mujeres líderes de Estados Unidos y mujeres comandantes del FNLM de El Salvador. En estos encuentros amistosos quedó bastante claro que los valores de las mujeres son suficientes para superar la guerra y el antagonismo. Hablamos de nuestros niños y del futuro. Tuvimos discusiones políticas muy serias, pero también bailamos y cantamos juntas.

Durante mucho tiempo me he comprometido con las mujeres del Hemisferio Sur y con el feminismo internacional. He apoyado a mujeres en grupos internacionales y en conferencias, y he ayudado con publicaciones y redes de comunicación. A través de los años, he apoyado una serie de proyectos en el Sur, y de mujeres del Sur que viven en el Norte. Actualmente por ejemplo la activista filipina Charito Basa participa en la fundación, trabajando con mujeres inmigrantes que viven en Europa.

Creo que los medios de comunicación son muy importantes para divulgar el punto de vista de las mujeres. En 1991, comencé FIRE, (Feminist International Radio Endeavor) la Radio Feminista Internacional, un programa diario desde la perspectiva de la mujer, una hora en español y otra hora en inglés, en la Radio Internacional para la Paz, una estación de onda corta en Costa Rica. María Suárez, de Puerto Rico, y Katarina Anfossi de Chile son las instigadoras de estos programas.

WINGS, (Women’s International News Gathering Service) el Servicio Internacional de Recolección de Noticias de las Mujeres, fue iniciado independientemente por Frieda Werden y Katherine Davenport en 1986. Después de la muerte de Katherine, Frieda regresó a Austin, y se integró al grupo de la Fundación en 1992. Desde entonces ella ha continuado produciendo los programas semanales de WINGS, en colaboración con muchas voluntarias a quienes también capacita. Frieda también dicta talleres en la radio en el programa «WATER», (Women’s Access to Electronic Resources) para el Acceso de las Mujeres a Recursos Electrónicos, un sitio en Austin que fue concebido y mantenido gratuitamente por la videógrafa Fern Hill. En WATER, las mujeres reciben talleres gratis para aprender a hacer videos, radio y computación. Felicia Hayes y Vicky Kilgore dictan esos talleres y forman parte de las colaboradoras de la Fundación. Una vasta comunidad de mujeres ha crecido alrededor de WATER, usando sus recursos y entregando muchas horas de voluntariado. Un esfuerzo de colaboración particularmente atractivo, es el Festival de Medios de Comunicación del Día Internacional de la Mujer, un evento multimedia de 24 horas, organizado exclusivamente por mujeres y que involucra a otros medios de la ciudad.

La Casa de los Colores, un museo y centro de recursos indígena, está abierto al público en la frontera entre Texas y México, bajo la dirección de Helga García Garza. Con festivales de Danza, reuniones de jóvenes y adultos, medicina tradicional y de sanación se unen antiguas tradiciones, de los indígenas de México y de Estados Unidos. Estas reuniones y el museo de arte y de artesanías, permiten a la gente del Sur y del Norte volver a conectarse con su herencia cultural.

Parte del esfuerzo para cambiar los valores se dirige hacia el movimiento para la espiritualidad alternativa, en especial al movimiento de la Diosa, y apoya a las tradiciones espirituales ligadas a la tierra de los grupos indígenas. El Programa de la Diosa de Stonehaven, organizado por la activista espiritual Pat Cuney ha estado funcionando y muchas de las autoras y maestras del movimiento de la Diosa han brindado talleres allí.

Construí un templo a la Diosa egipcia Sekhmet en el desierto de Nevada, cerca del sitio donde se hacen las pruebas nucleares, en honor al nacimiento de mis hijas y como toma de posición en contra de las pruebas nucleares desde el punto de vista de la espiritualidad femenina. La estatua de la Diosa con cabeza de león, esculpida por Marsha Gómez, tiene una placa que dice, «Puedan las mujeres ser tan fuertes como el león al dar a luz al futuro». La estatua de la ‘Madre del Mundo’, también por Marsha Gómez, comparte el espacio sagrado. La sacerdotisa de la Wicca, Patricia Pearlman, cuida el templo y le da la bienvenida a los que van a meditar, a los que protestan en contra de las pruebas nucleares y a los que celebran los misterios. Yo pude devolver los veinte acres de tierra donde se encuentra el templo a los Shoshone Occidentales, a quienes pertenecieron originalmente esas tierras. Un grupo de mujeres jóvenes y algunos hombres jóvenes, llamado ‘Caos’, construyó el edificio de paja, yeso y el templo de bareque, bajo la dirección de Yoli Reyes, Pamela Overeynder y Jody Dodd.

Un tema en particular que me preocupa es el daño que se le ha hecho al medio ambiente y a la salud con las radiaciones nucleares. Las mujeres que trabajan en esta organización (más directamente político) «Feministas para una Sociedad Compasiva» han creado excelentes y eficientes proyectos para oponerse a las propuestas de hacer un basuro de desechos nucleares en el oeste de Texas, en el pequeño pueblo de Sierra Blanca, en la frontera con México. Erin Rogers ha sido particularmente eficiente en la organización contra el basurero nuclear, colaborando con otros grupos de activistas.

Susan Lee Solar ha creado la Caravana para la Paz, un museo antinuclear móvil, que viaja de pueblo en pueblo discutiendo el tema nuclear. El transporte de los desechos nucleares es muy peligroso, y el museo móvil es particularmente eficiente para informarle a la gente a lo largo de las rutas por las que viajan los desechos nucleares. La Fundación también ha decidido hacer encuestas de salud cerca de las viejas bases militares que ya no están en funcionamiento, para detectar la presencia de residuos nucleares y tóxicos y los efectos que pueden tener en la población. Yana Bland, quien inició la Asociación de Mujeres de la Región Mediterránea, con apoyo de la Fundación, ha dirigido una inspección cerca de la Base Aérea Kelly en San Antonio, Texas. Otros sondeos sobre la salud han sido ejecutados en las bases de Clark y Subic, en las Islas Filipinas, organizados por Myrla Baldonado con la ayuda de la Dra. Rosalie Bertell.

Es difícil, en tan poco espacio, describir todos los proyectos de las diferentes organizaciones. Recientemente, dimos una serie de conferencias, incluyendo una sobre los ‘Valores feministas en la familia’, en la que Ángela Davis, María Jiménez, Gloria Steinem y Mililani Trask hablaron a un grupo de dos mil personas. Una segunda conferencia, sobre ‘Feminismo y Fundamentalismo’, reunió a activistas y pensadoras de diferentes tradiciones para discutir la religión patriarcal desde el punto de vista feminista. Mahnaz Afkami, Marta Benavides, Yvonne Deutsch y Robin Morgan presentaron sus conferencias junto con un panel local, que incluía a la activista Cecile Richards.

Anualmente se llevan a cabo reuniones de activistas contra las pruebas nucleares, para generar redes de mujeres que se oponen al ciclo nuclear. En todas nuestras actividades reconocemos las conexiones que hay entre los temas, especialmente la existente entre el gasto en armamento, la creación de la pobreza y el agotamiento del medio ambiente. Después de la venta del Edificio para la Paz, cambiamos nuestras oficinas a un edificio de oficinas común y corriente. Un grupo central que coordina los proyectos especiales trabaja ahí, incluyendo a Pat Cuney, Sally Jacques, Suze Kemper, María Limón, Sue MacNichol y Doll Mathis. Las oficinas de la Fundación y de la administración de las Feministas, están en Kyle, Texas, dirigidas por San Juanita Alcalá, Rose Corales y Nancy Wilson. Nuestra contadora firme y leal es Mary Nell Mathis.

Estas actividades y muchas otras, que no puedo citar por falta de espacio, han sido un intento de practicar el paradigma del regalo en diferentes niveles, y como parte de la ‘realidad’ de la que generalmente es excluido. La Fundación ha crecido en forma orgánica, con muchas idas y venidas; igual que la vida, es desordenada y alborotada, y también cuidadora y generadora de conciencia. Tantas cosas y teorías fabricadas por el hombre que son como de plástico, con todas sus moléculas en línea recta, o como las ciudades con casas en hileras ordenadas e interminables.

Poner en práctica una teoría significa que tiene que filtrarse a través de las contradicciones y de los malos entendidos, a través de la incredulidad y de otros marcos del pensamiento, para poder crecer, florecer y dar sus frutos en diferentes formas. Una dificultad adicional surgió a raíz de que publico este libro solamente ahora, después de muchos años de práctica, y antes sólo expliqué esta teoría en forma verbal, y quizá no siempre fuí muy convincente. Estuve dispuesta a asumir este riesgo, porque creo que, debido a que las mujeres hemos sido socializadas para cuidar, todas (o casi todas) nosotras ya operamos de acuerdo a los valores del paradigma del regalo.

Sin embargo, frecuentemente estos valores están enterrados debajo de un colchón de creencias del paradigma del intercambio. Las contradicciones dentro de cada mujer son explicadas de una y otra forma y aprendemos a vivir en el patriarcado al permanecer inconscientes de nuestros valores, o empujandolos al campo de la emoción. La Fundación para una Sociedad Compasiva y las Feministas para una Sociedad Compasiva son además de todos los servicios que han brindado y los cambios que han logrado fomentar, organizaciones encargadas de generar conciencia. Su existencia altera la re-alidad, satisface la necesidad de crear un modelo de mujer que regala en lo externo, que convalida a la mujer interna que da y que todas tenemos. Le entrega así al paradigma del regalo la dignidad que debe tener si ha de ser reconocida como el principio por el cual la humanidad puede lograr la paz.

Soñé con estas palabras: «La paz en la Tierra es el próximo paso en la evolución humana». Que llegue pronto.

Ilustración 41.

El mito de la rosa.

Posdata

La Fundación fué cerrada desde el 2005.

Dirijase por favor a la pagina web: web www.gift-economy.com.

Índice de ilustraciones

Índice de ilustraciones

Ilustración 1.

Una imagen fractal se genera al retroalimentar los resultados de una ecuación en la misma ecuación un millón de veces. Derechos de autor © Clifford Pickover; reproducción de la lámina autorizada por Fractal Horizons: The Future of Fractals by Clifford Pickover and J. C. Sprott, 1996. Este libro es un ejemplo claro y reciente de la problemática de los fractales

Ilustración 2.

Una posible genealogía de co-municación por medio del regalo, el lenguaje y el intercambio

Ilustración 3.

Regalos que asumen el lugar de los regalos en la definición.

Ilustración 4.

Se substituye por actos de substitución

Ilustracion 5.

Masculación: Así se forma el género del niño.

Ilustracion 6.

Visualizando el experimento de Vigotsky

Ilustración 7.

Visualizando el experimento de Vigotsky

Ilustración 8.

Imágenes esquemáticas de las diferentes etapas en la formación de los conceptos

Ilustración 9.

Mas imágenes esquemátizadas en la formación de las diferentes etapas del concepto

Ilustración 10.

Asumiendo el control y cediendolo en diferentes escalas

Figura 11.

Cosas que se relacionan con las palabras y palabras relacionadas entre sí.

Ilustración 12.

Relaciones de las cosas con las palabras en el lenguaje tradicional: esposas y niños a maridos y propiedad y dueño de la propiedad

Ilustración 14.

Al substituir el acto de substitución se establece un meta-momento en la frase. Como único substituto en los actos de substitución ‘se’ vuelve general.

Ilustración 15.

El Intercambio se toma al dar regalos y al trueque

Ilustración 16.

Los regalos fluyen hacia arriba.

Ilustración 17.

Se le da valor al intercambio; El valor del regalo se vuelve invisible

Ilustración 18.

La relación entre los productos y el dinero y entre las cosas de una misma especie y la palabra son similares en una escala más amplia.

Ilustración 19.

El dueño del dinero es un ser humano ‘uno’ a quien la propiedad se relaciona con los ‘muchos’. El dinero, valor de la muestra, puede ser un elemento de propiedad.

Ilustración 20.

El dinero es la muestra de valor del concepto. Los dueños son muestras para la propiedad. El dinero como muestra está en la misma (o similar) relación con los productos como los dueños a la propiedad.

Ilustración 21.

El obrero-propietario de dinero permite que su hijo-producto sea ‘nombrado’ por el dinero fálico y lo ‘aleja’. El comprador abandona la muestra de valor del dinero fálico y sigue «haciendo falta», pero sin hacer daño alguno, con un valor de uso.

Ilustración 22.

Los roles de género y la definición coinciden creando imágenes similares de ellos mismos en los niveles de forma y contenido.

Ilustración 23.

La acción recíproca de la masculación y la definición generan similitudes sociales.

Ilustración 24.

Señalar iconicamente repite el proceso conceptual y lo proyecta en el mundo.

Ilustración 25.

Dios señala a Adán, Adán señala a Dios.

Ilustración 26.

«Esto es un durazno».

Ilustración 27.

Competencia entre los miembros de la categoría del índice del 1.

Ilustración 28.

El saludo Nazi es un claro ejemplo de los brazos fálicos del uno a muchos

Ilustración 29.

Los muchos señalan al indicador, repitiendo el concepto del patrón en el grupo dinámico.

Ilustración 30.

La repetibilidad dentro de la palabra presente es un ícono de la repetibilidad fuera de la palabra actual. El lenguaje funciona porque consideramos diferentes instancias de la misma palabra como una sola ‘cosa’.

Ilustración 31.

Contando con nuestros dedos, Señalamos cada dedo a su turno como en la muestra ‘uno’.

Ilustración 32.

La pistola es un mecanismo construído de una inversión de índices fálicos de diferentes tamaños

Ilustración 33.

El arco señala a la muestra una de las muchas (E pluribus unum). Está indicando no un producto de intercambio sino un ser humano que quiere matar

Ilustración 34.

El dinero es el equivalente general. Todas las demas mercancias la apartan de su seno como equivalente

Ilustración 35.

La democracia está incrustado en un contexto formado por secciones externas del concepto.

Ilustración 36.

Gobierno re-presentativo. (Compare con Ilustración 37)

Ilustración 37.

Ilustración 38.

Similitudes sociales.

Ilustración 39.

Dios, Cristo y el mundo.

Ilustración 40.

El Concepto de la formación del proceso, Viejo y Nuevo Testamento.

Ilustración 41.

El mito de la rosa.

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